Antonio Orbe — Parábolas Evangélicas em São Irineu
PARÁBOLAS (cont.)
Una misma parábola es oída de todos, bien o mal dispuestos: a) los bien dispuestos la entienden; b) los mal, la oyen y no la entienden. La diferencia radica en los hombres, no en el Señor. El sol ilumina igualmente a todos: a) los enfermos de ojos no contemplan su luz; b) los sanos la contemplan.
El Señor jamás fuerza la fe, que, por libre, ha de ser meritoria. Habla a creyentes e incrédulos: a) los incrédulos la dejan perder («nullificant eum»), y se vuelven ciegos; b) los creyentes siguen dóciles al Verbo; su ánimo recibe plena y mayor luz.
- Cf. San Juan de Avila, Audi filia 48: «Porque así como en las parábolas que predicabas, Señor, en la tierra, eran secretamente enseñados aquellos que tenían disposición para ello, y eran otros con ellas mismas cegados por tu justo juicio…».
El faraón y sus servidores, en los días de Moisés, descreyeron a la palabra de Dios; y lo que con buena disposición les habría iluminado y hecho salvos, con mala les induró y cegó el corazón.
Los fariseos, en los días de Jesús, adoptaron la misma disposición. El fenómeno se repite igualmente. Ni Yahvé es culpable de la induración del ánimo del faraón ni el Salvador de la ceguera y sordera de los fariseos.
Ireneo no exige santidad para ser iluminados; reclama fe y docilidad al seguimiento del Verbo (o palabra de Dios). Raab, fornicaria y llena de pecados, se salvó y salvó a su casa por creer en la señal de escarlata («fide signi coccini»); mientras los fariseos, por descreer a la venida del verdadero Josué, despreciando la señal de escarlata («coccinum signum nullificabant»), se perdieron y perdieron a su pueblo. Salvóse la iglesia de la gentilidad por la fe, y se perdió la iglesia de Israel por la incredulidad.
- Así también Rahab, que se reconocía meretriz, porque era una mujer pagana culpable de todos los pecados, recibió a los tres espías que espiaban todo el terreno (Jos 2,1), y los escondió, es decir al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Y, cuando toda la ciudad en la que vivía se vino a tierra al sonar siete veces las trompetas, Rahab la prostituta se salvó junto con toda su familia, por la fe significada en el listón rojo (Jos 2,18); así dijo el Señor a aquellos que no aceptaban su venida, me refiero a los fariseos que anulaban el signo del listón rojo, esto es la Pascua, redención y liberación de Egipto en favor de su pueblo: «Los publicanos y las meretrices os precederán en el reino de los cielos» (Mt 21,31).
Las parábolas de Jesús a los fariseos eran lo que las embajadas divinas de Moisés al faraón.
- Es uno y el mismo el Señor que hiere con la ceguera a todos los incrédulos que lo rechazan. Sucede como con el sol, que es creatura suya, para aquellos que por alguna enfermedad de los ojos no pueden contemplar su luz; en cambio a quienes creen en él y lo siguen, les concede una más plena y brillante iluminación de su mente.
Es condición primerísima para el estudio de la palabra de Dios, disponerse a él con una mente sana, segura, circunspecta (eulabes) y amiga de la verdad (Clemente de Alexandria). Segunda, limitarse a lo que Dios sometió al humano conocimiento y dejó en nuestro poder; sin traspasar las lindes de la ciencia creatural. Tercera, entregarse largamente al estudio hasta dominar y volver fácil su objeto.
Tal objeto lo constituyen las cosas inmediatas y obvias; los oráculos evidentes e inequívocos de la Escritura.
«La mente sana, y firme, y circunspecta y amiga de la verdad se ocupará con prontitud en todo aquello que Dios ha puesto en poder de los hombres y sometió a nuestro conocimiento. Y en eso adelantará haciéndose fácil mediante el trabajo de todos los dias la disciplina. Tales son las cosas que caen bajo nuestra mirada y cuantas se leen con evidencia y sin ambigüedades, literalmente, en las divinas Escrituras» (Irineu de Lião).
Los gnósticos quebrantan semejantes normas de exégesis, arrancando de ambigüedades rebuscadas en ambos Testamentos.
En rigor, las reglas de Ireneo se extienden por igual a las dicciones de los profetas, a los discursos y cartas de los apóstoles y a las parábolas del Señor. En todo ello hay materia de larga consideración para quien guste de penetrar en el misterio de la Escritura.
El santo se fija especialmente en la exégesis de las parábolas, por ser el terreno favorito de apoyatura para las especulaciones gnósticas. A ello se prestan mejor aún que los vaticinios proféticos. Basta involucrarlas con fantasías, comprometiendo la verdadera y firme ciencia de Dios, y, abandonando lo cierto e indudable, la piedra firme, para edificar sobre arena movediza.
- Teniendo, pues, la Regla misma de la verdad y un claro testimonio de Dios, no podemos abandonar el conocimiento cierto y verdadero sobre Dios, por cuestiones desviantes en otras y otras interpretaciones; sino que más bien, dirigiendo nuestra mente hacia esas cuestiones de la manera expuesta, conviene que nos ejercitemos en buscar los misterios y la Economía del único Dios que existe, en crecer en el amor hacia aquel que tanto ha hecho y sigue haciendo por nosotros… (Irineu de Lião)
- Pero ¿qué persona que ame la verdad no se da cuenta de que si las parábolas pueden tener tantas explicaciones, y a partir de ellas se busca a Dios abandonando lo que es cierto, indubitable y verdadero, se está optando por un modo de proceder irracional que arroja a la persona a graves peligros? ¿Y no es esto construir su casa no sobre la piedra firme, sólida y al abierto, sino sobre la incertidumbre de la arena movediza? De ahí que tales construcciones se derrumben fácilmente (Mt 7,24-27). (Irineu de Lião)
De unas mismas parábolas, expuestas sin control, fluyen secuelas tan heterogéneas como las abigarradas soluciones de la filosofía pagana. La razón salta a la vista. Primero son las doctrinas, y luego su justificación escrituraria mediante parábolas (Tertuliano).
Resultado: cada cual deduce a su talante, y no hay modo de llegar a una exégesis de garantía.
- Una mente sana y religiosa que ama la verdad, sin peligro alguno pone la capacidad que Dios concedió a los seres humanos al servicio de la ciencia, y con un constante estudio podrá progresar en su conocimiento de las cosas. Por éstas quiero decir aquellas que día tras día suceden ante nuestros ojos, y también aquellas que las palabras de la Escritura tratan en forma abierta. Por eso se deben interpretar las parábolas sin métodos ambiguos (200): quien de esta manera las entiende, no correrá peligro, y todos deben explicar las parábolas de modo semejante. Haciéndolo así, el cuerpo de la verdad permanecerá íntegro, siempre adecuado a los miembros y libre de distorsiones. En cambio, cuando se aplican cosas ocultas y que no están a la vista, a la interpretación de las parábolas, como a cada uno se le antoja, desaparece toda regla de la verdad; pues cuantos fueren los expositores de las parábolas, otras tantas serán las verdades opuestas entre sí y provocarán doctrinas contradictorias, como sucede con las cuestiones de los filósofos paganos. (Irineu de Lião)