Harold Bloom
A literatura apocalíptica de mais ou menos 200 A.E.C, a 200 E.C. é o verdadeiro domínio dos anjos, e está ligada a Enoque. Misterioso patriarca de quem nos dizem apenas que “andava com Deus, e depois não mais era, porque Deus o levou”, Enoque é a mais crucial figura individual na longa história dos anjos, embora começasse a existência como homem. Depois que Deus o levou, Enoque tornou-se um anjo extraordinário, talvez mais um Deus que um anjo, porque era frequentemente chamado de “Javé menor”. Esse anjo-deus, Metatron, estabelece o padrão das ascensões ao céu de Jacó (primeiro como Uriel, depois como Israel) e Elias que se tornou o anjo Sandalfon. São Francisco, segundo alguns de seus seguidores, desfrutou de uma transformação semelhante. Talvez se possa considerar a Beatriz de Dante um quinto membro desse admirável grupo, não fosse pelo fato de que, para o poeta, ela evidentemente já era um anjo quando menina, e não precisava de nenhuma apoteose. Enoque-Metatron, como sugiro mais adiante neste livro, pode ser encarado como o verdadeiro anjo da América, o que foi inicialmente a intuição do profeta, adivinho e revelador mórmon wp-en:Joseph Smith, que se identificava com Enoque, e a essa altura bem pode ter-se juntado numa unidade imaginativa ao seu grande precursor, se a especulação mórmon se mostrar verdadeira. (Excertos de Harold Bloom, PRESSÁGIOS DO MILÊNIO)
Toshihiko Izutsu
El segundo tipo de tanzîh representa el límite más extremo de «substracción» (tajrid) y atribuye a lo Absoluto el grado más alto de transcendencia. Según Ibn Arabi, el profeta Enoc era, literalmente, una encarnación de dicho tanzîh. En su descripción de la mitológica figura de Enoc como símbolo de este tipo de tanzîh, al-Qashani dice:
Enoc alcanzó el extremo en la «substracción» de sí mismo [es decir: no sólo «substrajo» todo lo posible y material de lo Absoluto, sino que «substrajo» todos esos elementos de sí mismo] y en la «espiritualización» (tarawwuh). Tanto es así que, al final, él mismo se convirtió en puro espíritu. De este modo, se desprendió de su cuerpo, se mezcló con los ángeles, se unió con los seres espirituales de las esferas celestiales y ascendió al mundo de la Santidad. Transcendió completamente el curso normal de la naturaleza.
En cambio, prosigue al-Qashani, Noé vivió en la tierra como un hombre corriente con deseos corrientes, se casó y tuvo hijos. Pero Enoc se convirtió en puro espíritu.
Todos los deseos se desprendieron de él, su naturaleza se tornó espiritual, sus propiedades físicas naturales fueron substituidas por propiedades espirituales. La asidua disciplina espiritual cambió por completo su naturaleza, y Enoc se transformó en puro intelecto sin mezcla (‘aql mujarrad). De este modo fue elevado a un alto lugar en el cuarto Cielo.
Mircea Eliade
No se trata de una evasión ante la presión de la historia, ni de un optimismo poblado de imágenes irreales. La literatura apocalíptica constituía una ciencia sagrada, de esencia y origen divinos. Como escribe el autor del libro de Daniel (2,20-22), es Dios «quien otorga la sabiduría a los sabios»; «El, que revela las profundidades y los secretos, conoce lo que está en las tinieblas». Enoc, personaje fabuloso, imagen ejemplar del sabio y del profeta de la época primordial, ahora se vuelve completamente popular: había predicho el juicio inminente de la generación de antes del diluvio y de los ángeles caídos. En este momento, proclama una nueva revelación y exige el arrepentimiento, pues se aproxima el segundo juicio. Al igual que Daniel, Henoc recibe la ciencia sagrada en sueños y visiones (1 Henoc 13,8; 14.1; 83,1 y sigs.; 93,1 y sigs.). Es introducido por los ángeles en los misterios celestes y emprende viajes extáticos al cielo (caps. 1236), donde Dios le permite ver las tablas en que está inscrita toda la historia, del comienzo al fin.
Al principio de los tiempos, Dios había revelado a ciertos personajes, famosos por su piedad y sus facultades visionarias, la ciencia secreta. Era una instrucción esotérica, «sellada»; dicho de otro modo: inaccesible a los profanos. Fue luego transmitida a algunos seres excepcionales. Sin embargo, dado que la época primordial corresponde al final de los tiempos (ésjaton), la ciencia sagrada es revelada de nuevo, también ahora a un grupo restringido de iniciados. En el libro de Henoc (1,6), el hijo de hombre es descrito como un iniciado por excelencia, «dueño de todos los secretos». Cuando haya sido instalado en su trono, «todos los secretos de la sabiduría van a brotar de su boca» (ibíd., 51,3). Sus cualidades más notables son la sabiduría y la inteligencia. Hemos de añadir que el tema de la «ciencia (salvífica) oculta» era muy popular en la época helenística (§ 209) y constituye la justificación de todas las escuelas gnósticas (§ 229).
Los autores de apocalipsis desarrollaron ampliamente esta concepción de la sabiduría oculta en el cielo e inaccesible a los humanos. Las visiones y las experiencias extáticas desempeñaban un papel capital en la literatura apocalíptica (como en todos los ambientes del mundo helenístico). Las visiones y los éxtasis confirmaban la autenticidad del verdadero «profeta y sabio». Más aún, las experiencias extáticas enriquecían progresivamente el fondo de la ciencia revelada. El libro de Daniel descubría tan sólo la historia universal, mientras que los textos que apelaban a la «tradición de Henoc» abarcan el mundo entero, el visible y el invisible, la geografía terrena y celeste, la astronomía y la astrología, la meteorología y la medicina. Para la «tradición de Henoc», los misterios cosmológicos desvelaban y exaltaban a la vez la obra de Dios. Como observa Hengel, los maestros de sabiduría hassidim mantenían frente al helenismo una actitud aún más polémica que la de Ben Sirá, ya que, en el fondo, y gracias a sus «revelaciones apocalípticas», poseían una ciencia superior a la de los griegos. En efecto, su ciencia englobaba el cosmos, la historia y el mundo celeste, y por añadidura también el destino de los hombres en el momento del ésjaton, conocimiento inaccesible a la razón. Esta concepción de una ciencia esotérica, total y salvífica, susceptible de ser captada en visiones extáticas o transmitida por una iniciación, está igualmente atestiguada en otras tradiciones religiosas y será compartida por el cristianismo antiguo. [Mircea Eliade, Historia de las creencias y las ideas religiosas II]
Charles Mopsik: LE LIVRE HÉBREU D’HÉNOCH, OU LIVRE DES PALAIS — Mopsik Enoque
Ioan Couliano: Psychanodia — Hénoch