Parabola do Semeador (Mt XIII, 3-23, Lc VIII, 5-15)

PARÁBOLAS EVANGÉLICAS — A PARÁBOLA DO SEMEADOR (Mt XIII, 3-23, Lc VIII, 5-15)
EVANGELHO DE JESUS: Mt 13:3-23; Lc 8:5-15


Orígenes: Homílias sobre o Êxodo

A semente da Palavra de Deus, está escrito, cai e se perde em três lugares: uma parte cai “nos espinhos”, uma outra “nas pedras”, em revanche, a “boa terra” porta triplo fruto: cem, sessenta ou trinta para um. Pois há também três Caminhos do Bem: faz-se o bem igualmente pela Ação, pelo Pensamento pu pela Palavra. É o que quer dizer o Apóstolo por estas palavras: “aquele que constrói sobre este fundamento um edifício de ouro, de prata, de pedras preciosas”, indicando assim o triplo Caminho do Bem.

São Jerônimo: Comentário sobre Mateus

Aquele que semeia a Palavra de Deus sai de sua morada para semear nas multidões. Ora eis o sentido: este semeador que semeia o Filho de Deus.

Nos é preciso a princípio escutar, em seguida compreender e, depois de ter compreendido, produzir o fruto do ensinamento, dando cem ou sessenta ou trina para um.

Tomás de Aquino: Catena aurea

Mestre Eckhart: PARÁBOLAS


Evangelho de Tomé: LOGION 9
Segundo Jean-Yves Leloup também refere-se ao LOGION 1


René Guénon: MITOS MISTÉRIOS SÍMBOLOS

Así pues, en el mito, lo que se dice es otra cosa que lo que se quiere decir; podemos destacar de pasada que eso es también lo que significa etimológicamente la palabra «alegoría» (de allo agoreuein, literalmente «decir otra cosa»), que nos da todavía otro ejemplo de las desviaciones de sentido debidas al uso corriente, ya que, de hecho, actualmente ya no designa más que una representación convencional y «literaria», de intención únicamente moral o psicológica, y que, lo más frecuentemente, entra en la categoría de lo que se llama comúnmente las «abstracciones personificadas»; apenas hay necesidad de decir que nada podría estar más alejado del verdadero simbolismo. Pero, para volver de nuevo al mito, si no dice lo que quiere decir, lo sugiere, por esta correspondencia analógica que es el fundamento y la esencia misma de todo simbolismo; así, se podría decir, se guarda el silencio al hablar, y es de eso de donde el mito ha recibido su designación1.

Ananda Coomaraswamy: Transmigração

De este Espíritu de Verdad inmanente, el Eros Divino, depende nuestra vida misma, hasta que nosotros «entregamos el espíritu» — el Espíritu Santo. «El Espíritu es quien vivifica, la carne no vale nada» (San Juan 6:63). «El poder del alma, que está en el semen por el Espíritu encerrado en ella, da forma al cuerpo» (Summa Theologica III.32.11). Este es el «Sembrador (o speiron) que salió a sembrar… Algunas (simientes) cayeron en sitios pedregosos… Pero otras cayeron en buen terreno… El campo es el mundo» (San Mateo 13:3-9, 37) — sadasad yonim âpadyate (Maitri Upanishad III.2). ¿Y es este Eros Divino, el «Conocedor del Campo» (Bhagavad Gita VIII), otro que el Hijo Pródigo «que estaba muerto, y está vivo de nuevo; que estaba perdido, y está encontrado» — muerto mientras había olvidado quién era, y vivo de nuevo «cuando volvió a sí mismo» (San Lucas 15:11 sig.)?

O SACRIFICADO

El pasaje de Taittiriya Samhita resume en unas pocas palabras toda la tesis del «sacrificio de sí mismo», es decir, el sacrificio de uno mismo por uno mismo al Sí mismo de uno, «este Sí mismo inmortal del sí mismo» (Maitri Upanishad III.2). Quienquiera que no hace este sacrificio está «condenado»: «A quienquiera que no tiene (que no posee su Sí mismo), aún eso poco (el sí mismo) que tiene le será arrebatado», San Mateo 13.12.

Maurice Nicoll: PARÁBOLA DO SEMEADOR

 


  1. Se puede destacar que eso es lo que significan también estas palabras de Cristo, que confirman la identidad profunda del «mito» y de la «parábola» que señalábamos más atrás: «Para aquellos que son de afuera (expresión exactamente equivalente a la de «profanos»), les hablo en parábolas, de suerte que viendo no ven y que oyendo no oyen» (San Mateo, XIII, 13; San Marcos, IV, 11-12; San Lucas, VIII, 10). Aquí se trata de aquellos que no aprehenden más que en lo que se dice literalmente, que son incapaces de ir más allá para alcanzar lo inexpresable, y que, por consiguiente «no les ha sido dado conocer el misterio del Reino de los Cielos»; y hay que observar muy especialmente que el empleo de la palabra «misterio», en ésta última frase del texto evangélico, en relación con las consideraciones que van a seguir.