CONTRA CELSO
Al final de su obra, muy en armonía con su prólogo, dice Orígenes:
“Y aquí tienes, santo Ambrosio, cumplido, según mis fuerzas, lo que por ti me fue mandado. En ocho libros he comprendido todo lo que me ha parecido conveniente responder al que Celso tituló Discurso de la verdad. Al lector de su escrito y de nuestra réplica toca ahora juzgar cuál de los dos respira más del verdadero Dios, de la manera como haya de dársele culto y de la verdad de aquellas sanas doctrinas que inducen a los hombres al mejor género de vida” (VIII 76).
Ante su obra acabada (probablemente escrita de un tirón), el apologista afirma haber respondido al discurso o Doctrina de la verdad, presuntuosamente titulado así por su adversario; pero deja al juicio del lector que decida por dónde sopla el espíritu de Dios, dónde se le profesa culto más puro, dónde se enseña una verdad que conduzca a los hombres a una vida más alta. El lector es aquí la posteridad. La posteridad diría la última palabra. Y la posteridad ha dado la razón a Orígenes o, por mejor decir, a la causa defendida por Orígenes y, más concretamente, a la Iglesia, que sigue impávida su marcha y cumple su misión de traer la vida divina a los hombres. No hay razón o razonamiento contra esta vida (ni contra ninguna vida). Ella se la da a sus mismos impugnadores. Sin la refutación de Orígenes y, sobre todo, sin su generoso método de refutarlo por sus mismas palabras (¡y hay que ver lo que cuesta transcribir algunas!), Celso y su Aléthes lógos hubieran desaparecido sin dejar rastro. Escrito hacia 178, ningún autor del siglo n ó m lo menciona hasta el momento en que Ambrosio se lo manda (epempsas, Prólogo 4) a su maestro y amigo Orígenes con ruego de que lo refute. La obra, empero, del maestro alejandrino, aunque escrita primeramente para sostener la fe de los sencillos, fue leída, como él mismo presintiera (V 28), por quienes eran capaces de estimar su valía. “Los ocho libros Contra Celso — dice Bardy, resumiendo la vida postuma de la obra de Orígenes — fueron siempre leídos y estudiados con provecho por los autores cristianos. Los conoció Eusebio de Cesarea; los santos Basilio y Gregorio de Nacíanzo insertaron largos extractos en su Philocalia; San Juan Crisóstomo y San Jerónimo citan por ellos lo que saben de Celso y su obra. Muchos otros los aprovecharon, y habría que emprender un estudio detallado para seguir la historia de la apología contra Celso a través de los siglos. A falta de otros argumentos, el gran número de manuscritos que nos quedan de ella es testimonio suficiente de la difusión y del favor que halló siempre en los círculos cristianos. Aun después que Orígenes fue condenado en el quinto concilio (año 553), aun después que dejó de copiarse el texto de la mayor parte de sus obras y se perdió en el polvo de las bibliotecas, se continuó leyendo los libros Contra Celso, que son hoy, entre las obras del gran doctor, los únicos que nos han llegado en su texto original íntegro”. (Excertos da Apresentação de Daniel Ruiz Bueno de sua tradução em espanhol publicada pela BAC, “Contra Celso
Excertos: