tiempo (Eckhart)

En verdad, el haber cometido pecados no es pecado con tal de que nos dé pena. El hombre no debe querer cometer un pecado por todo cuanto pueda suceder en el tiempo o en la eternidad, ni pecados mortales ni veniales ni de cualquier índole. Quien supiera portarse bien con Dios, debería tener siempre presente que Dios, leal y amante (como es), ha llevado al hombre de una vida pecaminosa a otra divina, que lo ha convertido de enemigo en amigo suyo, lo cual es más que crear una nueva tierra. Este hecho habría de ser uno de los más fuertes acicates para afianzar al hombre totalmente en Dios y sería maravillosa la fuerza que tendría para inflamar al hombre con un amor grande (y) vigoroso de modo tal que renunciara por completo a sí mismo. 103 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 12.

Él entiende bajo «sangre» todo cuanto en el hombre no está sometido a la voluntad humana. Bajo «voluntad de la carne» entiende todo cuanto en el hombre, si bien está sometido a su voluntad, lo hace con resistencia y contrariedad, y se inclina hacia el apetito de la carne y pertenece al alma y al cuerpo juntos y no se halla, propiamente dicho, sólo en el alma; y en consecuencia, las potencias (del alma) se cansan, se debilitan y envejecen. Bajo «voluntad de varón» entiende San Juan las potencias superiores del alma, cuya naturaleza y acción no están mezcladas con la carne, (sino) que se hallan dentro de la pureza del alma, apartadas del tiempo y del espacio, y de todo cuanto mira aún con alguna esperanza o gusto hacia el tiempo y el espacio, (potencias pues), que no tienen nada en común con cosa alguna; en ellas el hombre está configurado a la imagen de Dios, en ellas es de la estirpe y familia de Dios. Y, sin embargo, como no son Dios mismo y fueron creadas en el alma y junto con el alma, deben ser desnudadas de su propia imagen y transformadas solamente en imagen de Dios, naciendo en Dios y de Dios, de modo que Dios solo sea (su) Padre; pues de esta manera son también hijos de Dios y el Hijo unigénito de Dios. Porque soy hijo de todo aquello que me configura y engendra a su imagen y dentro de sí como igual. En cuanto semejante hombre, — hijo de Dios, bueno como hijo de la bondad, justo como hijo de la justicia — es únicamente hijo de ella, (la justicia) es parturienta no nacida y su hijo nato posee la misma esencia única que tiene y es la justicia, y él toma posesión de todo cuanto es propiedad de la justicia y de la verdad. 255 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1

Y por esta razón he dicho que el alma odia la similitud en la similitud y no la ama en sí y a causa de ella, sino que la ama a causa de lo Uno que se halla escondido en ella y es verdadero «Padre», un comienzo sin comienzo alguno, «de todos» «en el cielo y en la tierra». Y por eso digo yo: Mientras se encuentra y aparece aún una similitud entre el fuego y el leño, no hay en absoluto verdadero placer ni silencio ni descanso ni satisfacción. Y por ello dicen los maestros: El devenir del fuego se realiza en el combate, la excitación, el desasosiego y el tiempo; pero (el) nacimiento del fuego y (el) placer se realizan sin tiempo y distancia. (El) placer y (la) alegría, a nadie le parecen ni largos ni distantes. A todo cuanto acabo de decir se refiere nuestro Señor cuando dice: «La mujer, cuando da a luz al niño, siente angustia y pena y tristeza; pero cuando ha nacido el niño, se olvida de la angustia y pena» (Juan 16,21). Por eso Dios, también nos dice y advierte en el Evangelio, que roguemos al Padre para que nuestra alegría llegue a ser perfecta (Cfr Juan 15,11), y San Felipe dijo: «Señor, haznos ver al Padre y ya nos basta» (Juan 14,8); porque Padre significa nacimiento y no similitud y se refiere a lo Uno en donde la similitud enmudece y se calla todo cuanto tiene apetito de ser. 288 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Debe saberse también que, sin duda alguna, ya la virtud natural (y) humana es tan noble y fuerte que ninguna obra externa le resulta demasiado pesada o grande para no ponerse a prueba con ella y en ella y formarse dentro de esta (obra). Y por eso existe una obra interior que no pueden encerrar y abarcar ni (el) tiempo ni (el) espacio, y en esta (obra interior) hay algo que es divino e igual a Dios a quien no encierran ni (el) tiempo ni (el) espacio. Él está en todas partes y se halla presente de igual manera en todo momento, y (esta obra) se asemeja a Dios también en el sentido de que a Él ninguna criatura lo puede recibir por completo, ni es capaz de configurar en sí misma la bondad divina. De ahí que debe haber algo más íntimo y más elevado e increado, sin medida y sin modo, en lo cual el Padre en los cielos puede acuñar su imagen y verterse y demostrarse íntegramente: me refiero al Hijo y al Espíritu Santo. Además, nadie es capaz de impedir la obra interior de la virtud, como tampoco se pueden poner estorbos a Dios. La obra resplandece y brilla de día y de noche. Exalta y canta la loa divina y un himno nuevo según dice David: «Cantad un himno nuevo a Dios» (Salmo 95,1). Es terrestre aquella loa y Dios no ama aquellas obras que son externas y encierran (el) tiempo y (el) espacio, que son estrechas (y) pueden ser impedidas y vencidas, que se cansan y envejecen con el tiempo y la ejecución. Pero es obra (íntima): amar a Dios, querer el bien y la bondad en cuyo caso el hombre ya ha hecho todas las buenas obras que quiere y querría hacer con voluntad pura (y) cabal, asemejándose de esta manera también a Dios de quien escribe David: «Todo cuanto quiso hacer lo ha hecho y obrado ahora» (Salmo 134,6). 295 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

En latín, «hombre» en el sentido propio de la palabra, significa en una acepción aquel que con todo cuanto es y cuanto le pertenece, se humilla y se somete completamente ante Dios, y con la vista levantada hacia arriba, mira a Dios (y) no a lo suyo de lo cual sabe que está detrás y por debajo de él y a su lado. Esta es la humildad completa y verdadera; este (su) nombre le proviene de la tierra. De ello ya no quiero hablar más. Cuando se dice «hombre», esta palabra significa también algo que está por encima de la naturaleza, del tiempo y de todo cuanto se halla dirigido hacia el tiempo o tiene sabor a él; y lo mismo digo también con referencia al espacio y a la corporeidad. Además, este «hombre» en cierto modo no tiene ninguna cosa en común con nada, quiere decir, que no está moldeado ni igualado según este ejemplo o aquél, y que no sabe nada de nada, de modo que en ninguna parte de él no se pueda hallar ni percibir nada de nada y que la nada se le haya quitado tan completamente que se encuentran (en él) únicamente la vida, la esencia, la verdad y la bondad puras. Quien tiene tal carácter, es un «hombre noble», por cierto, no es ni más ni menos. 365 ECKHART: TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3

Pero resulta que es otra la potencia — según he expuesto — en virtud de la cual ve el hombre, y otra la potencia gracias a la cual sabe y conoce el hecho de ver. Es verdad que en este mundo esta potencia dentro de nosotros, por la cual sabemos y conocemos el hecho de ver, es más noble y elevada que la potencia gracias a la cual vemos; porque la naturaleza comienza su actuación con lo más humilde, pero Dios comienza sus obras con lo más perfecto. (La) naturaleza hace al hombre a partir del niño y la gallina a partir del huevo; mas Dios hace al hombre antes que al niño y la gallina antes que el huevo. (La) naturaleza primero calienta y acalora la leña y sólo luego hace surgir el ser del fuego; pero Dios primero otorga el ser a toda criatura y luego en el tiempo y, sin embargo, sin tiempo, y cada vez por separado (le da) todo cuanto es accesorio. Dios da también el Espíritu Santo antes que los dones del Espíritu Santo. 370 ECKHART: TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3

Ahora has de saber que Dios, antes de existir el mundo, se ha mantenido — y sigue haciéndolo — en este desasimiento inmóvil, y debes saber (también): cuando Dios creó el cielo y la tierra y todas las criaturas, (esto) afectó su desasimiento inmóvil tan poco como si nunca criatura alguna hubiera sido creada. Digo más todavía: Cualquier oración y obra buena que el hombre pueda realizar en el siglo, afecta el desasimiento divino tan poco como si no hubiera ninguna oración ni obra buena en lo temporal, y a causa de ellas Dios nunca se vuelve más benigno ni mejor dispuesto para con el hombre que en el caso de que no hiciera nunca ni una oración ni las obras buenas. Digo más aún: Cuando el Hijo en la divinidad quiso hacerse hombre y lo hizo y padeció el martirio, esto afectó el desasimiento inmóvil de Dios tan poco como si nunca se hubiera hecho hombre. Ahora podrías decir: Entonces oigo bien que todas las oraciones y todas las buenas obras se pierden (=son inútiles) porque Dios no se ocupa de ellas (en el sentido de) que alguien lo pueda conmover con ellas y, sin embargo, se dice que Dios quiere que se le pidan todas las cosas. En este punto deberías escucharme bien y comprender perfectamente — siempre que seas capaz de hacerlo — que Dios en su primera mirada eterna — con tal de que podamos suponer una primera mirada — miró todas las cosas tal como sucederían, y en esta misma mirada vio cuándo y cómo iba a crear a las criaturas y cuándo el Hijo quería hacerse hombre y debía padecer; vio también la oración y la buena obra más insignificante que alguien iba a hacer, y contempló cuáles de las oraciones y devociones quería o debía escuchar; vio que mañana tú lo invocarás y le pedirás con seriedad, y esta invocación y oración Dios no las quiere escuchar mañana, porque (ya) las ha escuchado en su eternidad antes de que tú te hicieras hombre. Mas, si tu oración no es ferviente y carece de seriedad, Dios no te quiere rechazar ahora, porque (ya) te ha rechazado en su eternidad. Y de esta manera Dios ha contemplado con su primera mirada eterna todas las cosas, y Dios no obra nada de nuevo porque todas son cosas pre-operadas. Y de este modo Dios se mantiene, en todo momento, en su desasimiento inmóvil y, sin embargo, por eso no son inútiles la oración y las buenas obras de la gente, pues quien procede bien, recibe también buena recompensa, quien procede mal, recibe también la recompensa que corresponde. Esta idea la expresa San Agustín en «De la Trinidad», en el último capítulo del libro quinto, donde dice lo siguiente: «Deus autem», etcétera, esto quiere decir: «No quiera Dios que alguien diga que Dios ama a alguna persona de manera temporal, porque para Él nada ha pasado y tampoco es venidero, y Él ha amado a todos los santos antes de que fuera creado el mundo, tal como los había previsto. Y cuando llega el momento de que Él hace visible en el tiempo lo contemplado por Él en la eternidad, la gente se imagina que Dios les ha dispensado un nuevo amor; (mas) es así: cuando Él se enoja o hace algún bien, nosotros cambiamos y Él permanece inmutable, tal como la luz del sol permanece inmutable en sí misma». A idéntica idea alude Agustín en el cuarto capítulo del libro doce de «De la Trinidad» donde dice así: «Nam deus non ad tempus videt, nec aliquid fit novi in eius visione», «Dios no ve a la manera temporal y tampoco surge en Él ninguna visión nueva». A este pensamiento se refiere también Isidoro en el libro «Del bien supremo», donde dice lo siguiente: «Mucha gente pregunta: ¿Qué es lo que hizo Dios antes de crear el cielo y la tierra, o cuándo surgió en Dios la nueva voluntad de crear a las criaturas?» Y contesta así: «Nunca surgió una nueva voluntad en Dios, pues si bien es así que la criatura en ella misma no existía», como lo hace ahora, «existía, sin embargo, en Dios y en su razón desde la eternidad». Dios no creó el cielo y la tierra tal como nosotros decimos en el transcurso del tiempo: «¡Hágase esto!» porque todas las criaturas están enunciadas en la palabra eterna. A este respecto podemos alegar también lo dicho por Nuestro Señor a Moisés, cuando Moisés le dijera a Nuestro Señor: «Señor, si Faraón me pregunta quién eres ¿qué debo contestarle?», entonces respondió Nuestro Señor: «Dile pues que, El que es, me ha enviado» (Cfr Exodo 3, 13 s) Esto significa lo mismo que: El que es inmutable en sí mismo, me ha enviado. 384 ECKHART: TRATADOS DEL DESASIMIENTO 3

Ya que el Padre ha dicho esto ¿qué está diciendo Jesús en el alma? Tal como lo he señalado: El Padre enuncia al Verbo y habla por medio del Verbo y no de otro modo; y Jesús habla en el alma. Su manera de hablar consiste en que Él se revela a sí mismo y a todo cuanto el Padre ha hablado en su interior, según la manera en la cual el espíritu está predispuesto. Él revela el poder soberano del Padre en el espíritu con el mismo poder inconmensurable. Cuando el espíritu recibe este poder en el Hijo y por el Hijo, él mismo se vuelve poderoso en cualquier acontecimiento de modo que llega a ser igual y poderoso en todas las virtudes y en toda pureza perfecta, de manera tal que ni lo agradable ni lo penoso ni todo cuanto Dios ha creado en el tiempo, puede perturbar al hombre y él, antes bien, se mantiene poderosamente (en ese estado) como dentro de una fuerza divina, en comparación con la cual todas las cosas son pequeñas e impotentes. 411 ECKHART: SERMONES: SERMÓN I 3

Ahora prestad (todavía) atención a la palabra «Descienden de arriba». Resulta que os dije, hace poco: Quien quiere recibir desde arriba, necesariamente debe estar abajo con verdadera humildad. Y sabedlo con toda verdad: a quien no se halla completamente abajo, nada le cae en suerte y tampoco recibe nada por insignificante que sea. Si de algún modo has puesto tus miras en ti mismo o en alguna cosa o en alguien, no te hallas abajo y tampoco recibes nada, mas, si te encuentras completamente abajo, recibes también completa y perfectamente. El dar es propio de la naturaleza de Dios y su ser depende de que nos dé cuando nos hallemos abajo. Si no es así y no recibimos nada, le hacemos fuerza y lo matamos. Aun cuando no podemos hacérselo a Él mismo, lo hacemos a nosotros y en cuanto a nosotros se refiere. Para dárselo todo a Él como cosa suya, cuida de someterte a Dios con verdadera humildad y de enaltecer a Dios en tu corazón y tu conocimiento. «Dios, nuestro Señor, envió a su Hijo al mundo» (Gal 4, 4). Alguna vez dije aquí mismo: En la plenitud del tiempo Dios envió a su Hijo: (lo envía) al alma una vez que ella haya ido más allá del tiempo. Cuando el alma se ha liberado del tiempo y del espacio, el Padre envía a su Hijo al alma. Pues bien, esto significa la palabra «El don y la perfección óptimos descienden desde arriba del Padre de las luces». Que el Padre de las luces nos ayude para que seamos propensos a recibir el don óptimo. Amén. 465 ECKHART: SERMONES: SERMÓN IV 3

Dice un maestro: Cuando pienso en el hecho de que nuestra naturaleza está enaltecida por sobre las criaturas y sentada en el cielo por encima de los ángeles, siendo adorada por ellos, he de regocijarme en lo más íntimo de mi corazón, pues Jesucristo, mi querido Señor, me ha dado por propiedad todo cuanto Él posee en sí mismo. Él (=el maestro)2 dice también que el Padre con todo cuanto alguna vez le ha dado a su Hijo Jesucristo en su naturaleza humana, antes bien me miró a mí, amándome más a mí que a Él y dándomelo a mí antes que a Él. ¿Cómo es esto? Se lo dio por amor de mí porque me hacía falta. Por eso, con cuanto le dio, pensó también en mí y me lo dio al igual que a Él; no hago ninguna excepción de nada, ni de unión ni de santidad de la divinidad ni de cosa alguna. Todo cuanto, en algún momento, le dio a Él en (su) naturaleza humana, no me resulta ni más extraño ni más distante que a Él. Pues Dios no puede dar poca cosa; tiene que dar todo o nada. Su don es completamente simple y perfecto sin división, y no en el tiempo sino todo en la eternidad; y tenedlo por tan seguro como el hecho de que vivo: si hemos de recibir de Él en la manera señalada, debemos estar en la eternidad, elevados por encima del tiempo. En la eternidad todas las cosas están presentes. Lo que está por encima de mí, se me halla tan cerca y tan presente como aquello que tengo conmigo aquí; y allí recibiremos de Dios lo que Él nos ha destinado. Dios tampoco conoce nada fuera de sí, sino que su mirada sólo está dirigida hacia Él mismo. Lo que ve, lo ve todo en Él. Por eso, Dios no nos ve cuando estamos en pecado. De ahí: Dios nos conoce en la medida en que estemos dentro de Él, es decir, en cuanto estemos sin pecado. Y todas las obras hechas por Nuestro Señor en cualquier momento, me las ha dado a mí como propias en forma tal que son para mí no menos dignas de recompensa que mis propias obras que hago yo. Entonces, como toda su nobleza nos pertenece y se nos acerca en igual medida a mí como a Él ¿por qué no recibimos lo mismo? ¡Ah, comprendedlo! Si uno pretende recibir esa donación de modo que reciba ese bien en la misma medida, así como la naturaleza humana y universal que está igualmente cerca de todos los hombres, entonces — así como en la naturaleza humana no hay nada extraño ni cosa más lejana o más cercana —, así es necesario que tú te encuentres en unión con los hombres de manera equidistante, no más cerca de ti mismo que de otra persona. Has de amar y estimar y considerar a todos los hombres como iguales a ti mismo; lo que sucede a otro, sea malo o bueno, debe ser para ti como si te sucediera a ti mismo. 474 ECKHART: SERMONES: SERMÓN V a 3

A veces digo que un leño es superior al oro; esto es muy sorprendente. Una piedra en cuanto tiene ser, es más noble que Dios y su divinidad sin ser, puesto el caso de que se le pueda quitar (el) ser. Ha de ser una vida muy vigorosa aquella en que las cosas muertas cobran vida (y) en la cual aun la muerte llega a ser vida. Para Dios no muere nada: todas las cosas viven en Él. «Están muertos» dice la Escritura con respecto a los mártires y se hallan trasladados a una vida eterna, aquella vida donde la vida es ser. Debemos estar muertos a fondo, de modo que no nos afecten ni lo agradable ni lo penoso. Cuanto hay que conocer debe conocerse en su causa. Nunca podemos conocer una cosa como es verdaderamente en sí misma, si no la conocemos en su causa. Jamás puede ser (un) conocimiento (verdadero) aquel que no conozca una cosa en su causa evidente. Así también, la vida nunca puede ser acabada, a no ser que se la refiera a su causa evidente, ahí donde la vida es un ser que el alma recibirá cuando muera hasta el fondo para que vivamos en la vida donde (la) vida es ser. Aquello que nos impide perseverar en esta (disposición), lo señala un maestro diciendo: Se debe al hecho de que toquemos (el) tiempo. Todo cuanto toca (el) tiempo, es mortal. Dice un maestro: El curso del cielo es eterno; es bien cierto que el tiempo proviene de él, (pero) esto sucede por una desviación. (Mas), en su curso es eterno; no sabe nada del tiempo y esto implica que el alma ha de ser puesta en un ser puro. El segundo (impedimento) se da cuando algo contiene en sí su contrario. ¿Qué es (un) contrario? Lo agradable y lo penoso, lo blanco y lo negro, constituyen contrarios y éstos no permanecen en (el) ser. 544 ECKHART: SERMONES: SERMÓN VIII 3

Cuando se dice «en sus días» se trata de más de un solo día: (a saber) el día del alma y el día de Dios. Los días que transcurrieron hace seis o siete días, y los días que fueron hace seis mil años, se hallan tan cerca del día de hoy como el día que fue ayer. ¿Por qué? Porque el tiempo existe en un «ahora» presente. Debido a que el cielo gira, se hace de día a causa de la primera revolución del cielo. Ahí se da en un «ahora» el día del alma, y a la luz natural de ésta, dentro de la cual se hallan todas las cosas, hay un día entero; ahí el día y la noche son una sola cosa. El día de Dios, (en cambio), es allí donde el alma se mantiene en el día de la eternidad, en un «ahora» esencial, y allí el Padre engendra a su Hijo unigénito en un «ahora» presente y el alma renace en Dios. Cuantas veces se realiza este nacimiento, tantas veces da a luz al Hijo unigénito. Por eso hay una cantidad mucho mayor de hijos nacidos de una virgen que de hijos dados a luz por una mujer, porque aquéllas dan a luz más allá del tiempo en la eternidad. (Cfr Is 54, 1). Pero por numerosos que sean los hijos que el alma dé a luz en la eternidad, no hay más que un solo Hijo, ya que esto sucede más allá del tiempo en el día de la eternidad. 582 ECKHART: SERMONES: SERMÓN X 3

Ahora bien, escribe uno de los evangelistas «Éste es mi Hijo amado en el que tengo mi complacencia» (Cfr Marcos 1, 11). Mas, el otro evangelista escribe: «Éste es mi Hijo amado en el que me complacen todas las cosas» (Cfr Lucas 3, 22; variante «complacuit»). Y ahora resulta que el tercer evangelista escribe: «Éste es mi Hijo amado en el que me complazco yo mismo» (Mateo 3, 17). Todo cuanto agrada a Dios, le agrada en su Hijo unigénito; todo cuanto ama Dios, lo ama en su Hijo unigénito. Resulta que el hombre debe vivir de tal modo que sea uno con el Hijo unigénito y que sea el Hijo unigénito. Entre el Hijo unigénito y el alma no hay diferencia. Entre el siervo y el amo nunca surge un amor igual. Mientras soy siervo, estoy muy alejado del Hijo unigénito y le soy muy desigual. Si quisiera mirar a Dios con mis ojos, estos ojos con los que miro el color, procedería muy mal porque (esta visión) es temporal porque todo cuanto es temporal, se halla alejado de Dios y le es ajeno. Si uno toma el tiempo y si sólo lo toma en el mínimo, (o sea el) «ahora», sigue siendo tiempo y se mantiene en sí mismo. El hombre, en tanto tiene tiempo y espacio y número y multiplicidad y cantidad, anda muy equivocado y Dios le resulta alejado y ajeno. Por eso dice Nuestro Señor: «Si alguien quiere llegar a ser mi discípulo, debe renunciar a sí mismo» (Cfr Lucas 9, 23); nadie puede escuchar mi palabra ni mi doctrina a no ser que haya renunciado a sí mismo. Todas las criaturas en sí mismas son (la) nada. Por eso he dicho: Abandonad (la) nada y aprehended un ser perfecto donde la voluntad es recta. Quien ha renunciado a su entera voluntad, éste saborea mi doctrina y escucha mi palabra. Ahora bien, dice un maestro que todas las criaturas toman su ser inmediatamente de Dios; por eso les sucede a las criaturas que ellas, de acuerdo con su naturaleza verdadera, amen más a Dios que a sí mismas. Si el espíritu llegara a conocer su puro desasimiento, ya no sería capaz de inclinarse hacia ninguna cosa, tendría que permanecer en su puro desasimiento. Por eso se dice: «Le fue agradable en sus días». 584 ECKHART: SERMONES: SERMÓN X 3

El día del alma y el día de Dios se distinguen (uno de otro). Donde el alma se halla en su día natural, allí conoce todas las cosas por encima del tiempo y del espacio; ninguna cosa le resulta ni alejada ni cercana. Por eso he afirmado que en dicho día todas las cosas son igualmente nobles. Alguna vez dije que Dios crea el mundo (en el eterno) «ahora» y todas las cosas son igualmente nobles en ese día. Si dijéramos que Dios creó el mundo ayer o (lo haría) mañana, procederíamos tontamente. Dios crea el mundo y todas las cosas en un «ahora» presente; y el tiempo que pasó hace mil años, se halla tan presente y tan cerca de Dios como el tiempo que pasa actualmente. En el alma que se mantiene en un «ahora» presente, el Padre engendra a su Hijo unigénito, y en este mismo nacimiento el alma renace en Dios. Éste es un solo nacimiento: tantas veces como ella (=el alma) renace en Dios, tantas veces el Padre engendra en ella a su Hijo unigénito. 585 ECKHART: SERMONES: SERMÓN X 3

Que nos ayuden el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo para que nos hallemos en el interior, en el día y en el tiempo del entendimiento, y en el día de la sabiduría y en el día de la justicia y en el día de la bienaventuranza. Amén. 588 ECKHART: SERMONES: SERMÓN X 3

«Para Isabel llegó el tiempo (de su alumbramiento) y dio a luz a un hijo. Su nombre es Juan. Entonces dijo la gente: ¿Qué maravilla llegará a ser este niño? Pues la mano de Dios está con él» (Lucas 1, 57; 63; 66). En un escrito se dice: Éste es el don máximo, que somos hijos de Dios y que Él engendra en nosotros a su Hijo (véase 1 Juan 3, 1). El alma que pretende ser hijo de Dios no debe alumbrar nada en sí, y en aquella en la que habrá de nacer el Hijo de Dios, no debe engendrarse nada más. La intención máxima de Dios consiste en engendrar. Nunca se contenta, a no ser que engendre en nosotros a su Hijo. El alma tampoco se da por satisfecha en manera alguna, si no nace en ella el Hijo de Dios. Y de ahí surge la gracia. Ahí se infunde (la) gracia. (La) gracia no obra; su devenir es su obra. Fluye desde el ser divino y fluye en el ser del alma, mas no en las potencias. 596 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XI 3

Alguna vez dije: (La) unidad une toda la multiplicidad, pero (la) multiplicidad no une (la) unidad. Si somos levantados por encima de todas las cosas, y si todo cuanto hay en nuestro interior se halla (igualmente) elevado, nada nos oprime. Lo que está por debajo de mí, no me oprime. Si yo tendiera con pureza hacia Dios, de modo que no hubiese nada por encima de mí a excepción de Dios, nada me resultaría pesado y yo no me afligiría tan rápidamente. Dice San Agustín: Señor, si me dirijo hacia ti, se me quitan cualquier molestia, pena y trabajo. Si hemos ido más allá del tiempo y de las cosas temporales, somos libres y siempre alegres, y entonces se da (la) plenitud del tiempo; entonces el Hijo de Dios nace en ti. Alguna vez dije: «Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo» (Gal 4, 4). Si nace en tu interior alguna cosa que no es el Hijo, no tienes el Espíritu Santo, y (la) gracia no opera dentro de ti. (El) origen del Espíritu Santo no puede emanar ni salir floreciendo de ningún lugar que no sea el Hijo. Allí donde el Padre engendra a su Hijo, le da todo cuanto posee en su esencia y naturaleza. De este acto de dar emana el Espíritu Santo. Así también es la intención de Dios dársenos completamente. Sucede de la misma manera que cuando el fuego quiere asimilar el leño y asimilarse a su vez al leño, entonces descubre que el leño le es desigual. Por esta razón le hace falta tener tiempo. Primero calienta y caldea (al leño) y luego, éste humea y crepita porque es desigual (al fuego); y después, cuanto más se caliente el leño, tanto más calmo y tranquilo se pondrá y cuanto más se iguale al fuego, tanto más pacífico será hasta convertirse totalmente en fuego. Si el fuego ha de asimilar al leño, toda la desigualdad debe ser expulsada. 598 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XI 3

Cuando llegó la plenitud del tiempo, nació (la) «gracia». Que Dios nos ayude para que todas las cosas sean acabadas en nosotros a fin de que (la) gracia divina nazca en nuestro interior. Amén. 604 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XI 3

Es igual la medida en la que Dios provee a todas las cosas, y así como emanan de Dios son iguales; ah sí, en su primera emanación (los) ángeles y (los) hombres y todas las criaturas fluyen de Dios como iguales. Quien tomara, pues, las cosas en su primera emanación, tomaría todas las cosas (como) iguales. Si resultan así iguales en el tiempo, son todavía mucho más iguales en Dios, en la eternidad. Cuando se toma una mosca en Dios, ella (en cuanto tomada) en Dios es más noble que el ángel supremo en sí mismo. Ahora resulta que en Dios todas las cosas son iguales y son Dios mismo. Allí, en esa igualdad, Dios se complace tanto que su naturaleza y su ser se desahogan completamente en la igualdad consigo mismo. Le resulta tan placentero como si alguien dejara correr un corcel por una campiña verde que sería totalmente lisa y llana: correspondería a la naturaleza del corcel que se desahogara por completo (y) con toda su fuerza mientras corriera por la campiña; le sería placentero y estaría de acuerdo con su naturaleza. De la misma manera es placentero para Dios y le da satisfacción encontrar la igualdad. Le resulta placentero verter su naturaleza y su ser por completo en la igualdad, ya que Él es la igualdad misma. 618 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XII 3

En el alma hay una potencia de la cual ya he hablado varias veces… si el alma entera fuera como ella, sería increada e increable. Mas las cosas no son así. Con la parte restante ella (el alma) ha puesto sus miras en el tiempo y le adhiere y al hacerlo toca la criaturidad y es creada… (Estoy hablando del) entendimiento: para esta potencia nada se halla ni lejos ni afuera. Aquello que se encuentra allende el mar o a una distancia de mil millas, lo conoce y lo tiene presente tan esencialmente como este lugar donde me hallo yo. Esta potencia es una virgen y le sigue al cordero adonde vaya. Esta potencia aprehende a Dios todo desnudo en su ser esencial; es una sola en la unidad, (mas) no semejante en la semejanza. 639 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIII 3

Una mujer preguntó a Nuestro Señor dónde se debía de orar. Entonces dijo Nuestro Señor: «Vendrá el tiempo y ya ha llegado en que los verdaderos adoradores han de rezar en espíritu y en verdad. Porque Dios es espíritu hay que rezar en espíritu y en verdad». (Juan 4, 23 y 24). Lo que es la Verdad misma, no lo somos nosotros; somos verdaderos, es cierto, pero hay en ello una parte de mentira. Así no son las cosas en Dios. Antes bien, el alma debe estar parada en el primigenio efluvio violento, allí donde emana y nace la Verdad, (o sea) en la «puerta de la casa de Dios», y ella (=el alma) debe pronunciar y predicar la palabra. Todo cuanto hay en el alma, tiene que hablar y decir loas, y nadie habrá de escuchar la voz. En el silencio y en la tranquilidad — como dije hace poco de los ángeles que están sentados cerca de Dios en el coro de la sabiduría y del fuego — allá Dios le habla al interior del alma y se pronuncia íntegramente dentro del alma. Allá el Padre engendra a su Hijo y siente tanto placer por el Verbo y le tiene tanto amor que nunca deja de pronunciar el Verbo, sino que lo dice en todo momento, es decir, por encima del tiempo. Viene bien a nuestras explicaciones citar: «A tu casa le conviene la santidad» y la loa y que no haya nada adentro que no te alabe. 754 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIX 3

San Pablo fue arrobado al tercer cielo (Cfr 2 Cor 12, 2 y 3). ¡Fijaos ahora en cuáles son los tres cielos! Uno es la separación de toda corporeidad, otro la enajenación de todo ser-imagen; el tercero un mero conocimiento inmediato en Dios. Ahora surge un interrogante: Si San Pablo, en el lapso en que estaba arrebatado, habría sentido si lo hubieran tocado. ¡Yo digo que sí! Cuando estaba recluido con la cerradura de la divinidad, él habría notado si lo hubiesen tocado con la punta de un alfiler, pues San Agustín dice en el libro «Del alma y del espíritu»: El alma fue creada, por decirlo así, en un punto límite entre el tiempo y la eternidad. Con los sentidos más bajos se ocupa, en el tiempo, de las cosas temporales; en cuanto a su potencia suprema comprende y siente, fuera del tiempo, las cosas eternas. Por eso digo: Si en el lapso de su arrobamiento lo hubieran tocado a San Pablo con la punta de un alfiler, él lo habría notado ya que su alma permanecía en su cuerpo, como la forma en su materia respectiva. Y así como el sol alumbra el aire, y el aire la tierra, así su espíritu recibió luz pura de parte de Dios, y (lo mismo) el alma, del espíritu y el cuerpo, del alma. Por lo tanto es evidente cómo San Pablo fue arrebatado y permaneció también (con su alma en el cuerpo). Fue arrebatado en cuanto a ser-espíritu y permaneció en cuanto a ser-alma. 835 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXIII 3

El segundo interrogante trata de si San Pablo adquirió el conocimiento fuera o dentro del tiempo. Yo digo, que conoció fuera del tiempo, porque no conoció por intermedio de los ángeles creados en el tiempo, sino que conoció por obra de Dios que ha existido antes del tiempo y nunca fue tocado por el tiempo. 836 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXIII 3

Dicen los maestros que la naturaleza humana nada tiene que ver con el tiempo y que es completamente intangible y le resulta mucho más entrañable y cercana al hombre de lo que es él para sí mismo. Y por ello, Dios adoptó la naturaleza humana y la unió a su persona. Entonces, la naturaleza humana llegó a ser Dios porque Él adoptó la naturaleza humana pura y no (la de) ningún hombre. Por eso, si tú quieres ser el mismo Cristo y Dios, despójate de todo cuanto el Verbo eterno no aceptó para sí. El Verbo eterno no aceptó para sí a ningún hombre; por eso, despójate de lo que tienes de ser humano y de lo que eres tú y tómate desnudo, de acuerdo con la naturaleza humana, así serás lo mismo en el Verbo eterno que es en Él la naturaleza humana. Porque entre la naturaleza humana tuya y la suya no hay diferencia, es una sola, ya que es en Cristo lo que es en ti. Por eso dije en París que en el hombre justo se cumple lo que dijeron en cualquier momento (con respecto a Cristo) las Sagradas Escrituras y los profetas; porque si tú andas bien, se cumple en ti todo cuanto está dicho en las Alianzas Antigua y Nueva. 851 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXIV 3

Que Dios nos ayude para que lleguemos a esa «plenitud del tiempo». Amén. 853 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXIV 3

Ahora fijaos en la primera palabrita que dice: «Llegará la hora y ha llegado ahora». Quien quiere adorar al Padre tiene que trasladarse con su deseo y su confianza en la eternidad. Hay una parte suprema del alma que se yergue por encima del tiempo y no sabe nada del tiempo ni del cuerpo. Todo cuanto sucedió alguna vez hace mil años, el día que fue hace mil años, en la eternidad no se halla más lejos que esta hora en la que vivo ahora, o el día que habrá de llegar en mil años, o en el tiempo más lejano que puedas contar, (todo esto) en la eternidad no queda más lejos que esta hora en la que vivo. 878 ECKHART: SERMONES: SERMON XXVI 3

Pues bien, dice Él: «que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad». ¿Qué es la verdad? (La) verdad es tan noble que, si fuera posible que Dios se apartara de la verdad, yo querría seguir a la verdad y abandonar a Dios; porque Dios es la Verdad y todo cuanto se halla en el tiempo y todo cuanto fue creado alguna vez por Dios, no es la Verdad. 879 ECKHART: SERMONES: SERMON XXVI 3

He dicho a veces: Quien busca a Dios y busca alguna cosa junto con Dios, no encuentra a Dios; en cambio, aquel que busca sólo a Dios, de veras, encuentra a Dios y no halla nunca a Dios solo, porque todo cuanto Dios es capaz de hacer, lo halla (junto) con Dios. Si buscas a Dios y lo buscas a causa de tu propio provecho y de tu propia bienaventuranza, por cierto, no buscas a Dios. Por eso dice que los verdaderos adoradores adoran al Padre y lo dice muy bien. Si alguien dijera a un hombre bueno: «¿Por qué buscas a Dios?» — «Porque es Dios». «¿Por qué buscas a la verdad?» — «Porque es la verdad». «¿Por qué buscas a la justicia?» — «Porque es la justicia»: semejantes personas están bien encaminadas. Todas las cosas que se encuentran en el tiempo, tienen un porqué. Es como si alguien preguntara a un hombre: «¿Por qué comes?» — «Para tener fuerza». «¿Por qué duermes?» — «Con el mismo fin»; y así son todas las cosas que se hallan en el tiempo. Pero quien preguntara a un hombre bueno: «¿Por qué amas a Dios?» — «No lo sé, por amor de Dios». «¿Por qué amas la verdad?» — «Por amor de la verdad». «¿Por qué amas la justicia?» — «Por amor de la justicia». «¿Por qué amas la bondad?» — «Por amor de la bondad». «¿Por qué vives?» — «¡De veras, no lo sé! Me gusta vivir». 881 ECKHART: SERMONES: SERMON XXVI 3

Pues bien, Platón, el gran fraile, se pone a hablar de grandes cosas. Se refiere a una pureza que no es de este mundo; no existe ni en el mundo ni fuera del mundo, no se encuentra ni en el tiempo ni en la eternidad, no tiene ni exterior ni interior. De esta (pureza) Dios, el eterno Padre, hace emerger la plenitud y el abismo de toda su divinidad. (Todo) esto lo engendra aquí en (la persona de) su Hijo unigénito y (hace) que seamos (cada uno) el mismo hijo. Y su engendrar es (al mismo tiempo) su permanecer adentro, y su permanecer adentro es su dar a luz. Siempre sigue siendo lo uno que brota en sí mismo. Ego, o sea, la palabra «yo», no pertenece a nadie sino a Dios solo, en su unidad. Vos, esta palabra significa lo mismo que «vosotros»: para que todos seáis uno en la unidad, esto quiere decir: las palabras «ego» y «vos», «yo» y «vosotros» apuntan hacia la unidad. 920 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXVIII 3

Nadie puede recibir al Espíritu Santo a no ser que more por encima del tiempo en (la) eternidad. En las cosas temporales el Espíritu Santo no puede ser ni recibido ni dado. Cuando el hombre se aparta de las cosas temporales y se vuelve hacia su fuero íntimo, percibe allí una luz celestial que ha venido del cielo. Se halla por debajo del cielo y, sin embargo, es del cielo. En esta luz el hombre queda satisfecho, y, sin embargo, ella es (aún) corpórea; dicen que es materia. Un (trozo de) hierro cuya naturaleza consiste en caer hacia abajo, se levanta hacia arriba en contra de su naturaleza y se apega a la piedra imán a causa de la noble influencia que la piedra ha recibido del cielo. Dondequiera se dirija la piedra, hasta ahí se dirige también el hierro. Lo mismo hace el espíritu: no se contenta así sin embargo con esa luz; va avanzando siempre por el firmamento y penetra a través del cielo hasta llegar al espíritu que hace girar al cielo, y debido a la rotación del cielo reverdece y se cubre de hojas todo cuanto hay en el mundo. Pero el espíritu aún no está satisfecho si no avanza hasta la cima y la fuente primigenia donde el espíritu tiene su origen. Este espíritu (= el espíritu humano) comprende de acuerdo con el número sin número, y semejante número (sin número) no existe en el tiempo de la caducidad. En la eternidad (en cambio), nadie tiene otra raíz, allí nadie carece de número. Este espíritu tiene que ir más allá de todo número atravesando toda cantidad, y luego es atravesado por Dios; y así como Él me atraviesa, lo atravieso yo, a mi vez. Dios conduce a este espíritu al desierto y a la unidad suya allí donde Él es un Uno puro y (sólo) brota en sí mismo. Este espíritu (ya) no tiene porqué; si tuviera algún porqué (también) debería tener su porqué la unidad. Este espíritu se halla en unidad y en libertad. 930 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXIX 3

Hay, empero, gente que dice: «Nos echáis hermosos sermones, mas nosotros no notamos nada de ello». ¡Yo también me lamento de lo mismo! Este ser es tan noble y tan universal que no necesitas comprarlo ni por un cuarto ni por medio penique. Ten sin embargo una disposición recta y una voluntad libre, entonces lo poseerás. El hombre que ha dejado así a todas las cosas en su ser más bajo y en cuanto son perecederas, las recibe de vuelta en Dios donde son verdad. Todo cuanto aquí está muerto, vive allí, y todo cuanto es materia gruesa aquí, allí, en Dios, es espíritu. Es exactamente como si alguien vertiera agua pura en un recipiente limpio, que fuera completamente puro y límpido, y lo dejara sin mover; y si luego una persona pusiera (encima) su rostro, lo vería en el fondo exactamente como es en sí mismo. Esto se debe al hecho de que el agua es pura y limpia e inmóvil. Lo mismo sucede con todos los hombres que se mantienen libres y unidos en sí mismos, y, si reciben a Dios en medio de la paz y tranquilidad, deben recibirlo también en la discordia e intranquilidad; entonces todo anda perfectamente bien. Pero si lo aprehenden menos en la discordia e intranquilidad, que en la tranquilidad y la paz, las cosas andan mal. Dice San Agustín: A quien el día le resulta enojoso y el tiempo se le hace largo, que se dirija hacia Dios donde no hay «tiempo largo» (= tiempo que dura) y en quien descansan todas las cosas. Aquel que ama a la justicia, será aprehendido por la justicia y se convertirá en justicia. 933 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXIX 3

Es muy extraño el hecho de que algo emane y, sin embargo, permanezca adentro. El que la palabra emane y, sin embargo, permanezca adentro, es muy extraño; el que todas las criaturas emanen y, sin embargo, permanezcan adentro, es muy extraño; lo que Dios ha dado y ha prometido dar, es muy extraño, y es incomprensible e increíble. Y está bien que así sea; pues, si fuera comprensible y creíble, no estaría bien. Dios se halla en todas las cosas. Cuanto más está dentro de las cosas, tanto más está fuera de las cosas: cuanto más adentro, tanto más afuera, y cuanto más afuera, tanto más adentro. Ya he dicho varias veces que en este instante (nû) Dios crea todo el mundo. Todo lo creado alguna vez por Dios, hace seis mil y más años, cuando hizo el mundo, Dios lo está creando ahora todo junto. Él se halla en todas las cosas pero, en cuanto Dios es divino y Dios es razonable, no se encuentra en ninguna parte con tanta propiedad como en el alma y en el ángel, si quieres, en lo más entrañable del alma y lo más elevado del alma. Y cuando digo: «lo más entrañable» me refiero a lo más elevado, y cuando digo «lo más elevado» me refiero a lo más entrañable del alma. En lo más entrañable y en lo más elevado del alma: ahí los concibo a ambos juntos en uno solo. Allí donde nunca entró el tiempo, en donde nunca cayó el brillo de una imagen, en lo más entrañable y lo más elevado del alma, crea Dios todo este mundo. Todo cuanto creó Dios hace seis mil años, cuando hizo el mundo, y todo cuanto Dios habrá de crear luego de mil años — con tal de que el mundo exista durante todo ese tiempo — lo crea Dios en lo más entrañable y lo más elevado del alma. Todo lo pasado y todo lo presente y todo lo futuro, lo crea Dios en lo más entrañable del alma. Todo cuanto obra Dios en todos los santos, lo obra en lo más entrañable del alma. El Padre engendra a su Hijo en lo más entrañable del alma, y te engendra a ti junto con su Hijo unigénito (y) no (en condición) inferior. Si he de ser hijo, tengo que ser hijo dentro del mismo ser en que Él es Hijo y en ningún otro. Si he de ser hombre, no puedo ser hombre dentro del ser de ningún animal, he de ser hombre dentro del ser de un hombre. Mas, si he de ser este hombre (determinado), he de serlo dentro de esta naturaleza (determinada). Ahora bien, San Juan dice: «Sois hijos de Dios» (Cfr 1 Juan 3, 1). 945 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXX 3

Ayer estaba sentado en un lugar y dije una palabra que se halla en el Padrenuestro y que reza: «¡Hágase tu voluntad!» (Mateo 6,10). Mas sería mejor: «¡Hágase tuya (la) voluntad!»; para que mi voluntad llegue a ser su voluntad, que yo llegue a ser Él: esto es lo que quiere decir el Padrenuestro. Esta palabra tiene dos significados. Uno es: «¡Duerme frente a todas las cosas!», quiere decir, que no habrás de saber nada ni del tiempo ni de las criaturas ni de las representaciones… Dicen los maestros: Si un hombre dormido profundamente durmiera cien años, no sabría nada de criatura alguna, ni de tiempo ni de imágenes… y entonces podrás percibir qué es lo que Dios obra en ti. Por eso dice el alma en El Libro de Amor: «Duermo y mi corazón está de vigilia» (Cantar de los Cant 5, 2). Por lo tanto, si todas las criaturas duermen en tu interior, podrás percibir qué es lo que Dios obra dentro de ti. 947 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXX 3

Esa casa significa el alma en su totalidad, y los senderos de la casa representan a las potencias del alma. Dice un viejo maestro que el alma está hecha entre uno y dos. Uno es la eternidad que se preserva siempre sola y es uniforme. Dos, (empero), es el tiempo que se transforma y multiplica. (Con eso) quiere decir que el alma, con las potencias más elevadas, toca a la eternidad, o sea, a Dios; y con las potencias inferiores toca al tiempo y por ello es sometida al cambio y se inclina hacia las cosas corpóreas y, al hacerlo, pierde su nobleza. Si el alma pudiera conocer íntegramente a Dios, como (hacen) los ángeles, nunca habría entrado en el cuerpo. Si pudiera conocer a Dios sin el mundo, éste nunca habría sido creado a causa de ella. El mundo fue creado a causa de ella con la finalidad de que la vista del alma fuera ejercitada y fortalecida para que fuese capaz de soportar la luz divina. Así como la luz del sol no se proyecta sobre la tierra sin ser envuelta por el aire y desparramada sobre otras cosas, ya que de otra manera la vista humana no la podría soportar, así también la luz divina es fortísima y tan clara que la vista del alma no la podría soportar sin ser fortalecida y elevada por la materia y las parábolas, y de esta manera es conducida hasta la luz divina y aclimatada dentro de ella. 975 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXII 3

El otro enunciado reza: «El Señor está acá». Él está consigo mismo y no se aleja. Ahora bien, dice David: «¡Señor, alegra a mi alma porque la he elevado hacia ti!» (Salmo 85, 4). El alma se debe elevar por encima de sí misma con toda su fuerza y ha de ser llevada por encima del tiempo y del espacio hacia la vastedad y la extensión, allí donde Dios está consigo y cerca de sí mismo y no se aleja ni toca nada ajeno. Dice Jerónimo: Tan (im)posible como es que una piedra tenga sabiduría angelical, tan (im)posible es que Dios se dirija alguna vez al tiempo o a las cosas temporales. Por eso dice: «El Señor está acá cerca». David afirma: «Dios está cerca de todos cuantos lo alaban y lo enuncian y lo nombran haciéndolo en la verdad» (Cfr Salmo 144, 18). Paso por alto el modo cómo se lo alaba y enuncia y nombra; (me refiero) más bien a que él dice: «en la verdad». ¿Qué es (la) verdad? Sólo el Hijo es la Verdad y no (lo son) ni el Padre ni el Espíritu Santo, excepto en cuanto son una sola Verdad en su esencia. Es verdad cuando revelo lo que llevo en mi corazón y lo pronuncio con la boca, tal cual lo albergo en mi corazón, sin hipocresía ni ocultamiento. Tal revelación es (la) verdad. Por eso, el Hijo solo es la Verdad. Todo cuanto el Padre tiene y puede realizar, lo dice íntegramente en su Hijo. Esta revelación y este efecto son verdad. Por eso dice (David): «en la verdad». 1003 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXIV 3

Existen tres señales (para ver) si resucitamos por completo. La primera: si buscamos «las cosas que están arriba». La segunda: si nos gustan «las cosas que están arriba». La tercera: si no nos gustan «las cosas que están en la tierra». Ahora bien, San Pablo dice: «Buscad las cosas que están arriba». Pues ¿dónde y de qué modo? El rey David dice: «Buscad el rostro de Dios» (Salmo 104,4). Aquello que ha de existir (junto) con muchas cosas, necesariamente debe hallarse arriba. Aquello que produce el fuego, tiene que estar, necesariamente, por encima de lo (que enciende), como el cielo y el sol. Nuestros más insignes maestros opinan que el cielo es el lugar de todas las cosas y, sin embargo, (él mismo) no tiene lugar, ningún lugar natural, y da lugar a todas las cosas. Mi alma es indivisa y, no obstante, se encuentra del todo en cada uno de los miembros. Donde ve mi ojo, no oye mi oído; donde oye mi oído, no ve mi ojo. Lo que yo veo u oigo físicamente, se me infunde espiritualmente. Mi ojo recibe el color con la luz; pero éste no entra en el alma porque aquello (=que entra en el alma) es una reducción (del color). Todo cuanto reciben los sentidos exteriores, para que sea introducido espiritualmente, viene de arriba, de parte del ángel: éste lo estampa en la parte superior del alma. Ahora bien, nuestros maestros afirman: Aquello que se halla arriba, ordena y ubica lo inferior. Santiago dice al respecto: «Todos los dones buenos y perfectos descienden desde arriba» (Santiago 1, 17). La señal de que alguien ha resucitado por completo con Cristo, consiste en que busca a Dios por encima del tiempo. Busca a Dios por encima del tiempo quien busca sin tiempo. 1016 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXV 3

Cristo está sentado a la diestra de su Padre. El mayor bien que puede ofrecer Dios, lo constituye su mano derecha. Cristo dice: «Yo soy una puerta» (Juan 10, 9). El primer efluvio violento y el primer derretimiento, allí donde Dios se derrite (sucede) donde se derrite en su Hijo y allí, Éste vuelve a derretirse en el Padre. Yo dije un buen día que la puerta es el Espíritu Santo: a través de ella se derrite en (su) bondad en todas las criaturas. Donde hay un hombre natural, éste comienza a obrar con «la mano derecha». Dice un maestro que el cielo recibe inmediatamente de Dios. Otro maestro dice que no es así: porque Dios es un espíritu y una luz acendrada; por eso, aquello que ha de recibir inmediatamente de Dios, ha de ser, con necesidad, un espíritu y una luz acendrada. Dice un maestro: Es imposible que alguna cosa corpórea sea susceptible del primer efluvio violento allí donde emana Dios, si no es una luz o un espíritu acendrado. El cielo se halla por encima del tiempo y es la causa del tiempo. Un maestro dice que el cielo, en su naturaleza, es tan noble que no puede degradarse a ser la causa del tiempo. En su naturaleza no puede ser causa del tiempo; (pero), en su trayectoria es la causa del tiempo, es decir, en la deserción (de la naturaleza) del cielo, (mas) él mismo es atemporal. Mi color no es mi naturaleza, antes bien, es una deserción de mi naturaleza, y nuestra alma se halla muy por encima y «está oculta en Dios». Entonces no digo solamente: por encima del tiempo, sino «oculta en Dios». ¿Es esto lo que significa el cielo? Todo cuanto es corpóreo es una deserción y un azar y un rebajamiento. El rey David dice: «Ante la vista de Dios, mil años son como un día que ha pasado» (Salmo 89, 4); porque todo cuanto es futuro y cuanto ha pasado se halla todo allá en un solo «ahora». 1018 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXV 3

Pues bien, la mujer dice: «Señor, mi marido, tu siervo, está muerto. Se presentan aquellos con quienes tenemos deudas y se llevarán a mis dos hijos». ¿Qué es lo que son los «dos hijos» del alma? San Agustín — y junto con él otro maestro pagano — habla de los dos rostros del alma. Uno está dirigido hacia este mundo y el cuerpo; en él (el alma) obra (la) virtud y (el) arte y (la) vida santificante. El otro rostro está dirigido directamente hacia Dios. En él reside continuamente la luz divina y ésta obra allí adentro por más que ella (= el alma) no lo sepa, porque no se halla en su casa. Si la chispita del alma se toma pura en Dios, entonces el «marido» vive. Ahí se da el nacimiento, ahí nace el Hijo. Este nacimiento no ocurre una vez por año ni una vez por mes ni una vez por día, sino en todo momento, es decir, por encima del tiempo en la vastedad donde no existen ni acá ni instante ni naturaleza ni pensamiento. Por eso, decimos «hijo» y no «hija». 1045 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXVII 3

Estas palabras las escribe San Lucas: «En aquel tiempo, Dios envió al ángel Gabriel». ¿En qué tiempo? «En el sexto mes» en el que Juan Bautista se hallaba en el vientre de su madre (Cfr Lucas 1, 26 y 28). 1057 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXVIII 3

«En aquel tiempo.» Al principio, cuando la palabra es recibida por mi entendimiento, ella es tan acendrada y sutil que es una palabra verdadera antes de ser configurada en mi pensamiento. En tercera (instancia) es pronunciada exteriormente por la boca y luego no es sino una manifestación de la palabra interior. Así también, la palabra eterna es pronunciada interiormente en el corazón del alma, en lo más íntimo, en lo más acendrado, en la cabeza del alma, de la que hablé el otro día, (o sea) en (el) entendimiento: ahí adentro se realiza el nacimiento. Quien no tuviera nada fuera de una idea plena y una esperanza de que así fuese, tendría ganas de saber cómo se realiza ese nacimiento y qué es lo que ayuda para que tenga lugar. 1059 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXVIII 3

(He aquí) otro significado de «plenitud del tiempo». Si alguien tuviera la habilidad y el poder de modo que pudiese concentrar en un «ahora» presente el tiempo y todo cuanto jamás ha sucedido en el tiempo, durante seis mil años, y lo que todavía habrá de acontecer hasta el fin, esto sería «plenitud del tiempo». Ese es el «ahora» de la eternidad en el que el alma conoce en Dios todas las cosas como nuevas y lozanas y presentes, y con el placer (con que conozco las cosas) que tengo presentes ahora mismo. El otro día leí en un libro — ¡ojalá alguien supiera escrutarlo a fondo! — que Dios hace al mundo ahora como en el primer día cuando creó al mundo. En este (aspecto) Dios es rico y esto es el reino de Dios. El alma en la cual Dios habrá de nacer, debe ser abandonada por el tiempo y escaparse del tiempo, y ha de elevarse y persistir con la mirada fija en esta riqueza divina: ahí hay extensión sin extensión y anchura sin anchura; ahí el alma conoce todas las cosas y las conoce perfectamente. 1061 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXVIII 3

«Ave», esto quiere decir, «sin dolor». Quien se abstiene de las criaturas, se halla «sin dolor» y sin infierno, y quien es y tiene criatura en un grado mínimo, tiene un mínimo de dolor. He dicho algunas veces: Quien posee lo menos del mundo, lo posee en grado máximo. A nadie el mundo le pertenece tanto como a aquel que ha dejado a todo el mundo. ¿Sabéis por qué razón Dios es Dios? Dios es Dios porque carece de criatura. Él nunca se nombró en el tiempo. En el tiempo hay criaturas y pecado y muerte. En cierto sentido éstos tienen un parentesco, y como el alma ahí se ha escapado del tiempo, no hay (en esa situación) ni dolor ni pena; ahí hasta el infortunio se le convierte en alegría. Todo cuanto se puede imaginar jamás de placer y de alegría, de deleite y de cosas dignas de ser amadas, si se lo compara con el deleite inherente a ese nacimiento, no es alegría. 1067 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXVIII 3

Dice (un pasaje de) un Escrito: «Antes del mundo creado soy Yo» (Eclesiástico 24, 14). Dice «antes soy Yo», esto significa: donde el hombre está elevado por encima del tiempo a (la) eternidad, ahí realiza una sola obra con Dios. Algunas personas preguntan cómo puede ser que el hombre haga las obras que Dios operó hace mil años y que va a hacer después de mil años, y no lo comprenden. En (la) eternidad no existe ni antes ni después. Por eso, lo que sucedió hace mil años y (lo que será) luego de mil años y (lo que) sucede ahora, no es sino una sola cosa en la eternidad. Por eso, lo que Dios hizo y creó hace mil años y (lo que) hará y creará luego de mil años y lo que hace ahora, no es nada más que una sola obra. Por ende, el hombre que ha sido elevado por encima del tiempo a (la) eternidad, opera con Dios aquello que Dios hizo hace mil años y (que hará) luego de mil años. También este hecho es para gente sabia (un asunto) para saberlo y para las mentes burdas (un asunto) para creer. 1083 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXIX 3

Ahora prestad atención (para saber) qué es lo que debe tener el hombre que ha de morar en Él, quiere decir, en Dios. Debe tener tres cosas. La primera: que haya renunciado a sí mismo y a todas las cosas y que ya no quede apegado a las cosas que afectan a los sentidos interiormente y que no se detenga tampoco frente a ninguna criatura que se halle en el tiempo o en la eternidad… La segunda es que no ame ni este bien ni aquél, sino que ame el Bien del cual fluye todo bien, ya que no es placentera ni apetecible ninguna cosa sino en la medida en la que Dios se halla dentro de ella. Por eso no ha de amarse ningún bien sino en cuanto se ama en él a Dios; y por ende, no se debe amar a Dios ni por su reino de los cielos ni por ninguna cosa, sino que hay que amarlo por la bondad que es Él en sí mismo. Porque, quien lo ama por otra cosa, no mora en Él sino en aquello por lo cual lo ama. Por eso: si queréis permanecer en Él, no lo améis por nada fuera de Él mismo… La tercera (cosa) consiste en que no debe tomar a Dios en cuanto es bueno o justo, sino que lo ha de aprehender en la sustancia pura (y) desnuda en la cual Él mismo se concibe con pureza. Pues, (la) bondad y (la) justicia son vestimentas de Dios porque lo arropan. Por eso, separad de Dios todo cuanto lo está vistiendo y tomadlo desnudo en el vestuario donde se halla de-velado y desarropado en sí mismo. Entonces, permaneceréis en Él. 1097 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XL 3

El alma tiene dos potencias que nada tienen que ver con el cuerpo; y éstas son (el) entendimiento y (la) voluntad: ellas operan por encima del tiempo. ¡Ojalá estuvieran abiertos los ojos del alma de modo que el conocimiento mirara claramente la verdad! ¡Sabed(lo): a tal hombre le resultaría tan fácil renunciar a todas las cosas como a un garbanzo o una lenteja o una nonada; ¡ah sí, por mi alma, todas estas cosas serían nonada para semejante hombre! Ahora bien, hay algunas personas que se despojan de estas cosas por amor, pero consideran muy grandes las cosas que han dejado. Pero aquel hombre que reconoce en la verdad que, si bien renuncia a sí mismo y a todas las cosas, esto no es nada aún… por cierto, el hombre que vive así, posee en la verdad todas las cosas. 1132 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLII 3

«Y fijaos»: esta palabra «et» (= y) significa en latín una unión y un atar y encerrar. Todo cuanto está atado y encerrado por completo, significa unión. Con ello quiero decir que el hombre esté atado a Dios y encerrado y unido con Él. Nuestros maestros dicen lo siguiente: (La) unión requiere semejanza. No puede haber unión sin que haya semejanza. Lo que está atado y encerrado produce unión. Aquello que se halla cerca de mí, por ejemplo, cuando estoy sentado junto a ello o me encuentro en el mismo lugar, eso no produce semejanza. Por ello dice Agustín: Señor, cuando me hallaba lejos de ti, eso no se debía a una distancia de lugar, sino que era a causa de la desigualdad en la que me hallaba yo. Dice un maestro: Aquel cuyo ser y obra están ubicados completamente en la eternidad, y aquel otro cuyo ser y obra se dan por completo en el tiempo, ésos nunca concuerdan; jamás se encontrarán. Nuestros maestros dicen: Entre aquellas cosas cuyo ser y obra se hallan en la eternidad, y aquellas cosas cuyo ser y obra se dan en el tiempo, debe haber, necesariamente, un medio (separador). (Mas), donde hay un encierro y una atadura perfectos, ahí debe haber, necesariamente, igualdad. Donde Dios y el alma han de estar unidos, ello debe ser a causa de (la) igualdad. Donde no hay desigualdad, debe haber, obligadamente, uno solo; no está unido solamente por el encierro, sino que se vuelve uno; no sólo (es) igualdad sino igual. Por ello decimos que el Hijo no es igual al Padre, sino que es la igualdad; es uno con el Padre. 1162 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIV 3

«Y fijaos»: «ecce». «Ecce», esta palabrita contiene en sí todo cuanto pertenece al verbo, no se le puede añadir nada (=no tiene flexión). Verbo, esto es Dios, Dios es un Verbo, el Hijo de Dios es un Verbo. El (= el evangelista) opina que toda nuestra vida, todo nuestro anhelo deberían estar encerrados y suspendidos por completo en Dios y dispuestos hacia Él. Por eso dice Pablo: «Soy lo que soy por la gracia de Dios» (1 Cor 15, 10), y además dice: «Yo vivo, mas no yo, sino que Dios vive del todo en mí» (Gal 2, 20). ¿Qué más (tenemos)? «Homo erat». Él dice: «Fijaos, un hombre». Nosotros usamos la palabra «homo» para mujeres, y varones, pero los romanos no quieren concedérsela a las mujeres a causa de su debilidad. «Homo», significa lo mismo que «aquello que es perfecto» y «a lo cual no le falta nada». «Homo», «el hombre», tiene el sentido de «quien está hecho de tierra», y significa «humildad». La tierra es el elemento más bajo y yace en el medio y está rodeada completamente por el cielo y recibe del todo el influjo del cielo. Todo cuanto obra y vierte el cielo, es recibido en medio del fondo de la tierra. En otro aspecto «homo» significa lo mismo que «humedad» y tiene el sentido de «quien está regado con mercedes», afirmando que el hombre humilde recibe en seguida el influjo de la gracia. Por este influjo de la gracia asciende en el acto la luz del entendimiento; ahí (arriba) irradia Dios su resplandor en una luz que no sufre ser encubierta. Quien se hallara poderosamente rodeado por esa luz, sería, comparado con otra persona, tanto más noble como (lo es) un hombre vivo a otro pintado en la pared. Esa luz es tan poderosa que no sólo está privada en sí de tiempo y espacio, sino que, además, le quita a aquello sobre lo cual se derrama, el tiempo y el espacio y todas las imágenes corpóreas (= representaciones) y todo cuanto (le) es ajeno. Ya he dicho varias veces: Si no hubiera ni tiempo ni espacio ni otras cosas, todo sería una sola esencia. Quien de tal manera fuera uno y se postrara en el fondo de la humildad, sería inundado allí mismo con mercedes. 1165 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIV 3

En tercer lugar: esa luz quita el tiempo y el espacio. «Había un hombre». ¿Quién le dio esa luz?… La pureza. La palabra «erat» pertenece a Dios por antonomasia. En lengua latina no existe ninguna palabra que pertenezca tanto a Dios como «erat». Por eso acude Juan en su Evangelio, diciendo muchas veces: «erat», «era», y con ello se refiere a un ser puro. Todas las cosas añaden, pero aquello (= erat) no añade sino en el pensamiento, mas no en un pensamiento que agregue, sino en un pensamiento que quita (= abstrae). (La) bondad y (la) verdad agregan por lo menos en el pensamiento, pero, el ser desnudo al cual no se ha añadido nada, éste significa «erat». Por otra parte, «erat» significa un nacimiento, un devenir perfecto. He venido ahora, hoy estaba viniendo, y si el tiempo fuera quitado al hecho de que estaba viniendo y que he venido, entonces «viniendo» y «he venido» serían aunados y serían uno. Donde «viniendo» y «he venido» se aúnan en una sola cosa, ahí nacimos y somos creados y formados otra vez en la imagen primigenia. También he dicho ya varias veces: Mientras alguna parte de una cosa se halla en su ser, no es creada otra vez; es cierto que se la pinta o renueva como un sello que ha envejecido; a éste lo colocan otra vez renovándolo. Dice un maestro pagano: Lo que es, ningún tiempo lo hace envejecer; ahí hay bienaventurada vida en un siempre jamás donde no existe ninguna curvatura, donde nada está encubierto, donde hay un ser puro. Salomón dice: «No hay nada nuevo bajo el sol» (Eclesiástico 1, 10). Esto se entiende raras veces de acuerdo con su significado. Todo cuanto se halla bajo el sol, envejece y disminuye; pero allí no hay sino un ser nuevo. (El) tiempo produce dos cosas: (la) vejez y (la) disminución. Aquello sobre lo cual brilla el sol, se halla en el tiempo. Todas las criaturas son ahora y son de Dios; mas, allí donde están en Dios, son tan desiguales a lo que son aquí, como el sol (lo es) a la luna, y mucho más (todavía). Por eso, dice (Lucas): «erat in eo». «El Espíritu Santo estaba en él», donde se hallan el ser (puro) y un devenir (perfecto). 1166 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIV 3

Dice un maestro: Todas las criaturas llevan en sí un distintivo de naturaleza divina, de la cual se derraman de manera tal que querrían obrar según la naturaleza divina de que han fluido. Las criaturas se derraman de dos modos. El primer modo de derramamiento se realiza en su raíz, así como el árbol surge de las raíces. El otro modo de derramamiento se realiza de una manera unitiva. Mirad, así (también) el derramamiento de la naturaleza divina, se opera de, dos modos. Un derramamiento es el del Hijo desde el Padre: se realiza al modo de un nacimiento. El otro derramamiento se hace de modo unitivo en el Espíritu Santo; este derrame se da por el amor del Padre y del Hijo: éste es el Espíritu Santo, pues ambos se aman mutuamente en Él. Mirad, tal hecho lo prueban todas las criaturas (en el sentido) de que han emanado, fluyendo de la naturaleza divina, y en sus obras llevan un rasgo de ello. A este respecto dice un maestro griego que Dios contiene a todas las criaturas como si fuera por medio de una rienda a fin de que obren a su semejanza. Por eso, la naturaleza opera en todo momento con miras a lo más elevado que es capaz de hacer. La naturaleza no querría producir sólo al hijo, y si le fuera posible, produciría al padre. Y por ende, si la naturaleza obrara de manera atemporal, no tendría defectos contingentes. A esto se refiere un maestro griego cuando dice: Como la naturaleza obra en el tiempo y en el espacio, se distinguen el hijo y el padre. Dice un maestro: Un carpintero que construye una casa, la tiene prefigurada en su fuero íntimo; y si la madera obedeciera suficientemente a su voluntad, (la casa) existiría tan rápido como él quisiera; y si no hubiera materia, no habría más diferencia que la (existente) entre el engendrar y lo nacido inmediatamente. Mirad, en Dios no es así, ya que en Él no hay ni tiempo ni espacio; por eso, ellos (= el Padre y el Hijo) son uno en Dios y (allí) no hay otra distinción que (la existente) entre el derramar y el derramamiento. 1210 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLVII 3

Dice un maestro: Dios es la medida de todas las cosas, y un hombre, en cuanto alberga en su fuero íntimo una mayor parte de Dios, tanto más sabio, noble y mejor es que el otro. Tener más de Dios no es otra cosa que asemejarse más a Dios; cuanto más semejanza con Dios hay en nuestro interior, tanto más espirituales somos. Dice un maestro: Donde terminan los espíritus más bajos, allí comienzan las cosas corporales más elevadas. Todo esto quiere decir: Como Dios es espíritu, por eso es más noble la cosa más insignificante que es espíritu, que lo más elevado que es corpóreo. En consecuencia, el alma es más noble que todas las cosas corpóreas por nobles que sean. El alma fue creada como en un punto entre (el) tiempo y (la) eternidad, tocando a ambos. Con las potencias más elevadas toca la eternidad, pero con las potencias inferiores, el tiempo. Mirad, de tal manera obra en el tiempo, no según el tiempo sino según la eternidad. Esto lo tiene de común con los ángeles. Dice un maestro: El espíritu es un trineo que lleva la vida a todos los miembros a causa de la gran unión que el alma tiene con el cuerpo. A pesar de que el espíritu sea racional y realice toda la obra que se efectúa en el cuerpo, no se debe decir: Mi alma conoce o hace esto o aquello, sino que hace falta expresar: Yo hago o conozco esto o aquello a causa de la gran unión que hay entre ambos; porque los dos juntos son un solo hombre. Si una piedra recogiera en sí el fuego, obraría de acuerdo con la potencia del fuego; mas, cuando el aire recoge en sí la luz del sol, no aparece ninguna luz fuera del aire (alumbrado). Ello se debe a la penetrabilidad que éste tiene para con la luz; aun cuando en una milla (de espacio) cabe más aire que en media (milla). Mirad, me atrevo a decir, y es verdad: Debido a la gran unión que tiene el alma con el cuerpo, el alma es tan perfecta en el miembro más insignificante como en todo el cuerpo. Con referencia a ello dice Agustín: Si (ya) es tan grande la unión existente entre cuerpo y alma, es mucho más grande la unión en la cual (el) espíritu se une con (el) espíritu. Mirad, por esta razón es «Señor» y «Espíritu», para que nos haga bienaventurados en la unión con Él. 1212 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLVII 3

Ahora bien, Pablo dice: «Anteriormente erais tinieblas, pero ahora (sois) una luz en Dios». «Aliquando» (anteriormente). Para quien sabe interpretar plenamente esta palabra, ella significa lo mismo que «en algún momento» y se refiere a(l) tiempo que nos impide (llegar a) la luz, porque a Dios nada le repugna tanto como el tiempo; (y) no sólo el tiempo, se refiere también al apego al tiempo; tampoco se refiere sólo al apego al tiempo, sino también al (hecho de) rozar el tiempo. (Y) no sólo al (hecho de) rozar el tiempo, sino también a un aroma y un gusto del tiempo… así como en el lugar donde se hallaba una manzana, persiste un olor, así debes entender el roce del tiempo. Los más destacados de nuestros maestros dicen que el firmamento corpóreo y el sol y también los astros tienen que ver tan poco con el tiempo que lo rozan meramente. Yo, en este contexto, me refiero finalmente al hecho de que el alma está creada muy por encima del cielo y que ella, en su punto más alto y puro, nada tiene que ver con el tiempo. Ya me he referido varias veces a la obra en Dios y al nacimiento en el cual el Padre engendra a su Hijo unigénito, y de esta emanación florece el Espíritu Santo, de modo que el Espíritu (va emanando) de ambos, y en esta emanación se origina el alma emanando (a su vez); y la imagen de la divinidad se halla estampada en el alma, y en la emanación y en el reflujo de las tres personas, el alma refluye también y es otra vez in-formada en su primera imagen sin imagen. 1263 ECKHART: SERMONES: SERMÓN L 3

Decimos, entonces, que el hombre debe ser tan pobre que no constituya ni posea ningún lugar en cuyo interior pueda obrar Dios. Donde el hombre conserva (en sí) un lugar, ahí conserva (una) diferencia. Por eso ruego a Dios que me libre de «Dios», porque mi ser esencial está por encima de Dios, en cuanto entendemos a Dios como origen de las criaturas. Pues, en aquel ser de Dios donde Dios está por encima del ser y de la diferencia, ahí estuve yo mismo, ahí quise que fuera yo mismo y conocí mi propia voluntad de crear a este hombre (= a mí). Por eso soy la causa de mí mismo en cuanto a mi ser que es eterno, y no en cuanto a mi devenir que es temporal. Y por eso soy un no-nacido y según mi carácter de no-nacido, no podré morir jamás. Según mi carácter de no-nacido he sido eternamente y soy ahora y habré de ser eternamente. Lo que soy según mi carácter de nacido, habrá de morir y ser aniquilado, porque es mortal; por eso tiene que perecer con el tiempo. (Junto) con mi nacimiento (eterno) nacieron todas las cosas y yo fui causa de mí mismo y de todas las cosas; y si lo hubiera querido no existiría yo ni existirían todas las cosas; y si yo no existiera no existiría «Dios». Yo soy la causa de que Dios es «Dios»; si yo no existiera, Dios no sería «Dios». (Mas) no hace falta saberlo. 1310 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LII 3

David dice: «Su nombre es el Señor» (Salmo 67, 5). «Señor» significa lo mismo que la superposición de un señorío; «siervo» implica una sujeción. Algunos nombres son propios de Dios y se hallan desprendidos de todas las otras cosas, como «Dios». «Dios», este nombre es el nombre más propio de Dios, como «hombre» es el nombre del ser humano. Un hombre siempre es un ser humano, por estúpido o sabio que sea. Séneca dice: «Es ruin el hombre que no llega más allá del hombre»… Algunos nombres tienen un apego (accidental) a Dios, como «paternidad» y «filiación». Donde se habla de «padre» se sobreentiende «hijo». No puede haber ningún padre que no tenga hijo, y ningún hijo que no tenga padre; pero ambos contienen en sí, más allá del tiempo, un solo ser eterno… En tercer lugar: algunos nombres significan una elevación hacia Dios y (al mismo tiempo) una vuelta hacia el tiempo. También en la Escritura se menciona a Dios con muchos nombres. Digo yo: Cuando alguien conoce algo en Dios y le pone un nombre, esto no es Dios. Dios se halla por encima de (los) nombres y de (la) naturaleza. Leemos que un hombre bueno imploraba a Dios en sus rezos queriendo darle un nombre. Entonces dijo un hermano: «¡Cállate, estás deshonrando a Dios!» No sabemos encontrar ningún nombre que le podamos dar a Dios. Mas, nos está permitido (usar) los nombres con los cuales lo han llamado los santos a quienes Dios ha santificado para ello en sus corazones, inundándolos con divina luz. Y para ello debemos aprender en primer lugar cómo hemos de rogar a Dios. Debemos decir: «Señor; te imploramos y te alabamos con los mismos nombres que Tú has santificado así en los corazones de tus santos, inundándolos con tu luz»… En segundo lugar hemos de aprender a no dar ningún nombre a Dios como si pensáramos que al hacerlo lo hubiésemos alabado y ensalzado suficientemente; porque Dios se halla «por encima de nombres» y es inefable. 1324 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LIII 3

Por eso dice: «Elevó desde abajo sus ojos mirando hacia el cielo». Un maestro griego afirma que el cielo significa lo mismo que una «cabaña del sol». El cielo vierte su fuerza en el sol y en los astros, y los astros vierten su fuerza en el centro de la tierra y producen oro y piedras preciosas de modo que las piedras preciosas tienen la fuerza de sufrir efectos maravillosos. Algunas tienen fuerza de atracción para huesos y carne. Si se acercara un hombre, sería atado y no podría irse a no ser que conociese algunos ardides para librarse, Otras piedras preciosas atraen huesos y hierro. Cada piedra preciosa y (cada) hierba es una casita de los astros, la que abarca en sí una fuerza celestial. Así como el cielo vierte su fuerza en los astros, las estrellas, a su vez, la vierten en las piedras preciosas y en las hierbas y en los animales. Las hierbas son más nobles que las piedras preciosas, porque tienen vida creciente. (Las hierbas), empero, no aceptarían crecer bajo el firmamento material, a no ser que hubiera en él una fuerza racional de la que reciben su vida. Así como el ángel más bajo vierte su fuerza en el cielo y lo mueve, haciendo que gire y opere, así el cielo vierte muy secretamente su fuerza en todas las hierbas y en los animales. De ahí que cada hierba tiene una cualidad celestial y opera en su derredor al modo del cielo. Los animales se elevan más y poseen vida animal y sensible y, sin embargo, permanecen (atados) al tiempo y al espacio. Pero el alma, en su luz natural, se eleva en su parte suprema (= la chispa) por encima del tiempo y del espacio a la semejanza con la luz del ángel y con ella opera de manera cognoscitiva hasta (llegar) al cielo. Así, el alma ha de elevarse sin cesar en el obrar cognoscitivo. Allí donde halla algo de luz divina o de semejanza divina, allí ha de construir su cabaña (= permanecer) sin retirarse hasta que otra vez ascienda más. Y así se debe elevar cada vez más en la luz divina y llegar de ese modo, y junto con los ángeles del cielo, más allá de todas las «cabañas» hasta el puro (y) desnudo rostro de Dios. Por eso, dice él: «Miró al cielo y dijo: “Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te glorifique a ti”». Sobre cómo el Padre glorifica al Hijo y cómo el Hijo glorifica al Padre, sobre esto es mejor guardar silencio que hablar; quienes deberían de hablar sobre ello, tendrían que ser ángeles. 1340 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LIV a 3

En tercer término dice que esa «ciudad» es «nueva». «Nuevo» se llama aquello que no está ejercitado o se halla cerca de su comienzo. Dios es nuestro comienzo. Cuando estamos unidos a Él, nos tornamos «nuevos». Alguna gente, por necia, se imagina que Dios habría hecho eternamente, o retenido en Él mismo, las cosas que vemos ahora, y que las dejaría salir a luz en el tiempo. Debemos entender que la obra divina no implica trabajo, según quiero explicaros: Yo estoy parado aquí, y si hubiera estado parado aquí hace treinta años, y si mi rostro hubiese estado desembozado sin que nadie lo hubiera visto, yo habría estado aquí lo mismo. Y si se tuviera a mano un espejo y lo colocaran delante de mí, mi rostro se proyectaría y configuraría en él sin trabajo mío; y si ello hubiera sucedido ayer, sería nuevo, y otra vez, (si fuera) hoy, sería más nuevo todavía, y lo mismo luego de treinta años o en la eternidad, sería (nuevo) eternamente; y si hubiera miles de espejos, sería sin trabajo mío. Así (también) Dios contiene en sí, eternamente, todas las imágenes, (y esto) no como alma o como cualquier criatura, sino como Dios. En Él no hay nada nuevo ni imagen alguna, sino que — tal como he dicho del espejo — en nosotros es tanto nuevo como eterno. Cuando el cuerpo está preparado, Dios le infunde el alma y la forma de acuerdo con el cuerpo, y ella tiene semejanza con él y a causa de esta semejanza, amor (por él). Por eso no existe nadie que no se ame a sí mismo; se engañan a sí mismos quienes se imaginan que no se quieren a sí mismos. Deberían odiarse y (ya) no podrían existir. Debemos amar correctamente las cosas que nos conducen a Dios; sólo esto es amor junto con el amor divino. Si mi amor se cifrara en atravesar el mar, y me gustara tener un barco, ello sería tan sólo porque desearía estar allende el mar; y cuando hubiera logrado cruzar el mar, el barco ya no me haría falta. Dice Platón: Qué es lo que es Dios, no lo sé — y quiere decir: El alma, mientras se encuentra en el cuerpo, no puede conocer a Dios — pero lo que no es, lo sé bien, como se puede observar en el sol cuyo brillo no lo puede aguantar nadie, a no ser que primero sea envuelto en el aire y que luego alumbre así la tierra. San Dionisio dice: «Si la luz divina ha de alumbrar mi fuero íntimo, tiene que estar insertada (en él) tal como está insertada mi alma (en el cuerpo). Él dice también: La luz divina aparece en cinco clases de personas. Las primeras no la recogen. Son como los animales, incapaces de recibir, como se puede ver en un símil. Si me acercara al agua y ésta estuviera revuelta y turbia, no podría ver en ella mi cara a causa del desnivel (de la superficie del agua)… A los segundos se les hace visible sólo un poco de luz, como (por ejemplo) el destello de una espada cuando alguien la está forjando… Los terceros reciben más (de la luz divina), (algo así) como un fuerte destello que ora es luz y ora oscuridad; son todos aquellos que reniegan de la luz divina, (cayendo) en pecado… Los cuartos reciben más todavía de ella; pero a veces los elude (Dios con su luz), sólo para incitarlos y ampliar sus anhelos. Es cierto, si alguien quisiera llenar el regazo de cada uno de nosotros, cada cual ensancharía su regazo para poder recibir mucho. Agustín: Quien quiere recibir mucho, que amplíe su anhelo… Los quintos reciben una gran luz, como si fuera de día, y, sin embargo, es como si se hubiera colado por una fisura. Por eso dice el alma en El Libro de Amor: «Mi amado me ha mirado a través de una fisura; (y) su rostro era agraciado» (Cfr Cantar de los Cant 2, 9 y 14). Por ello dice también San Agustín: «Señor, tú das a veces una dulzura tan grande que, si ella se hiciera completa (y) esto no fuera el reino de los cielos, yo no sabría qué es el reino de los cielos». Un maestro dice: Quien quiere conocer a Dios sin estar adornado con obras divinas, será echado atrás hacia las cosas malas. Mas ¿no hace falta ningún medio para conocer a Dios por completo?… Ah sí, de esto habla el alma en El Libro de Amor: «Mi amado me miraba a través de una ventana» (Cantar de los Cant 2, 9) — esto quiere decir: sin impedimento —, «y yo lo percibía, estaba parado cerca de la pared» — esto quiere decir: cerca del cuerpo que es decrépito —, y dijo: «¡Ábreme, amiga mía!» (Cantar 5, 2), esto quiere decir: Ella me pertenece por completo en el amor porque «Él es para mí, y yo soy sólo para él» (Cfr Cant 2, 16); «paloma mía» (Cantar 2, 14) — esto quiere decir: simple en el anhelo —, «hermosa mía» — esto quiere decir: en las obras —, «¡Levántate rápido y ven hacia mí! El frío ha pasado» (Cfr Cantar 2, 10 y 11) por el cual mueren todas las cosas; por otra parte, todas las cosas viven por el calor. «Ha desaparecido la lluvia» (Cantar 2, 11) —ésta es la concupiscencia de las cosas perecederas —. «Las flores han brotado en nuestra tierra» (Cantar 2, 12) — las flores son el fruto de la vida eterna —. «¡Vete, aquilón» que resecas! (Cantar 4, 16) — con ello Dios le manda a la tentación que ya no estorbe al alma —. «¡Ven, auster y sopla por mi jardín para que mis aromas se desparramen!» (Cfr Cantar 4, 16) — con ello Dios le ordena a toda la perfección que se adentre en el alma. 1382 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LVII 3