Sangue da Virgem Celeste [AOCG]

Antonio OrbeCristologia Gnóstica
Sangue da Virgem Celeste
A este propósito merece estudio la versión a que somete UW el motivo de la hemorroísa mediante la mítica «sangre de la Virgen»:

Y al punto he aquí que vino una luz de la Ogdóada superior (y) atravesó todos los cielos de la tierra. Al ver el arquigenetor (= Yahvé) que la luz era hermosa, porque resplandecía, maravillóse y se avergonzó mucho. Al revelarse esta luz, apareció en ella una imagen de hombre, que era muy admirable, y nadie la vio, fuera del Arquígenetor y de la Pronoia que con él estaba. Empero, su luz (= no su imagen) revelóse a todas las virtudes (dynamis) de los cielos. Por lo cual todas fueron conturbadas por ella1.

Entonces, al ver la Pronoia al ángel (= imagen de hombre), se enamoró de él; mas él la aborreció, porque estaba (ella) en tinieblas. Quiso, empero, ella abrazarle, y no pudo. Al no poder satisfacer su amor, derramó ella su luz a la tierra2.

Desde aquel día, el ángel aquel (= imagen de hombre) se denominó «Adán de luz», cuyo significado es «el Hombre luminoso de sangre». Y la Tierra extendióse por encima de él, (como) el santo Adamas, cuyo significado es «la santa tierra adamántina». Desde aquel día, todas las potestades (exousia) veneraron (timan) la sangre de la Virgen (parthenos). Más aún, el agua fue purificada mediante la imagen de la Pistis Sophia, que había aparecido al Arquigenetor en el agua. Con razón (eulogon) se ha dicho, pues: «Mediante el agua», porque el agua santa todo lo vivifica (desde que) ella la purifica. A partir de esta primera sangre, revelóse el Eros, como andrógino que era. Su masculinidad es Himeros, por ser fuego venido de la luz. Su feminidad, que está con él, (es) un alma de sangre, algo venido de la sustancia (ousia) de la Pronoia. El (= el Eros) es muy hermoso en su belleza, porque tiene más gracia (kharis) que todas las creaturas del caos…3

El fragmento comienza con una exégesis gnóstica de Gen 1,3: «Fiat lux (= Homo luminis = Logos), et facta est lux». La epifanía de la luz u Hombre de luz (Hijo de Dios en forma de Anthropos) es el arranque de la aparición del hombre sensible. UW distingue el Hombre luminoso (= Hijo de Dios) y el Eros (= Hombre divino de la tierra), su reflejo terreno.

La aparición celeste del Hombre de luz al demiurgo (= Arquigenetor) y a su Pronoia determinará la formación del hombre (plasmado) a su imagen y semejanza (Gen 1,26), y en particular del Eros.

El Arquigenetor vive en matrimonio (mítico) con Pronoia. Ella es muy superior a él, como enlace entre el Hombre de luz y del demiurgo (arcóntico y tenebroso). Extrañamente, la cónyuge del Arquigenetor (= demiurgo) se mantiene virgen, y actúa como «virgen de luz»4.

No bien el demiurgo (Arquigenetor) y Pronoia descubren en las alturas la forma del Hombre de luz, despiértase el amor conyugal de Pronoia, quien — como encubierta virgen de luz — abandona a su marido y quiere unirse con el Hombre luminoso5. Este la aborrece. Pronoia, que a vista de El había concebido en su interior, padece un flujo de sangre luminosa (el motivo de la hemorroísa), que se derrama a la tierra como lluvia, mezcla de sangre arcóntica (= sustancia del Arquigenetor y de Pronoia), o psyche, y de luz, o pneuma.

He ahí, de un lado, el Anthropos de luz, aparecido en el cielo, por nombre Adán de luz, figura muy conocida en la Pistis Sophia y en el tratado anónimo de Bruce, y de otro, la Virgen (= Sofía, Prunicos), exaltación divina de la pronoia del mundo, a media distancia entre el Logos (= Hombre de luz) y el alma (= demiurgo)6.

Sólo cuando los gérmenes de aquella lluvia luminosa maduren (mediante la gnosis) en la tierra, la Virgen (Pronoia) será admitida al matrimonio con el Hombre de luz, y, con ella, la Iglesia, que como flujo había llovido sobre la tierra. La sangre luminosa de la Virgen se convertirá en pura luz como el Adamante.

El autor de UW juega con términos y conceptos. El Hombre de luz se dice Adamas, como paradigma del hombre Adán. Mientras la Virgen, mujer antes del Arquigenetor y destinada a serlo de Adamas, pasa a ser — como origen de la iglesia espiritual terrena — esposa de sangre (en hebreo Dam). De ahí el juego entre Adamas y Dam, el Hombre de luz y la «sangre de la Virgen»; el primero, paradigma celeste del hombre espiritual perfecto de la tierra, y la segunda, madre del hombre divinamente inmaturo.

Adamas, el Hombre de luz, no se derrama. Se vale de la «sangre, luminosa» de Pronoia para fundar en el mundo la iglesia (femenina) de los hombres de luz. El derramamiento de sangre corre a cuenta de Pronoia y constituye su característica. Una maternidad virginal, porque no proviene de matrimonio y denuncia la inmadurez de los gérmenes diseminados por ella en el mundo; pero llamada a corregirse mediante el complemento de la sotería del Logos, con la regeneración de los perfectos «hijos de la luz».

Tal regeneración, hecha con auxilio del Salvador de los hombres, ¿requiere nuevo derramamiento de sangre? UW sólo toca los preliminares de la salud. ¿Quiere eso decir que los grandes heterodoxos disociaron la «efusión de sangre», que inaugura la aparición del hombre en la tierra, de la que le restaura para su aparición en el cielo (resp. en el eón, reino de la luz)? No hay razón positiva.

Al mito de la Virgen (Pronoia) y su flujo de sangre hay que juntar — sin salir de UW — las relaciones entre Eros y Psique.

Tras de esto, brotó (en el paraíso) el olivo, que purificará a los reyes y sacerdotes sumos (archiereus) de la justicia (dikaiosyne), llamados a revelarse en los últimos días. Empero, el olivo habíase revelado fuera de la luz del primer Adán a causa del crisma que se recibe. Mas la primera Psique amó a Eros, que estaba con ella, (y) derramó su sangre por causa de él también en la tierra. Y de aquella sangre creció primero la rosa en la tierra, saliendo del espino, para alegría de la luz que se manifestará en el arbusto. Más tarde, a su vez, crecieron las hermosas y fragantes flores en la tierra, según sus especies (kata genos) conforme a cada una de las vírgenes, hijas de Pronoia. Cuando éstas se enamoraron de Eros, derramaron también su sangre — por causa de él — en la tierra. Luego de estas (flores) crecieron en la tierra todas las plantas (botane), según sus especies (kata genos), que poseen la simiente de las potestades y de sus ángeles7.

El origen de las flores y plantas tiene lugar también por flujo de sangre virginal; de vírgenes, hijas de Pronoia y esposas virginales de los arcontes (= potestades del Arquigenetor), movidas a ello por el eros, un amor degradado (no — luminoso), traducible míticamente por las relaciones entre Psique y Eros, proyectadas sobre la hyle.

UW se vale de la aparición de las plantas — a raíz del recuerdo del olivo clásico del paraíso, origen de la unción del espíritu (de incorruptela) — (Origenes Ofitas) para orquestar posiblemente las categorías de hombres que aparecen en el mundo en torno al primero (espiritual terreno). El proceso es fundamentalmente igual que arriba (UW 156,2ss). También ahora fluye virginalmente una sangre sui generis, inferior a la primera. Si Pronoia, a vista (y no por matrimonio con) el Hombre luminoso, dio origen a la sangre virginal (luminosa), Psique, a vista de (y tampoco por matrimonio con) el eros, produjo una sangre inferior, de que procedieron individuos no-divinos, representables en flores, y plantas, y animales8.

A esta lluvia virginal, o efusión de sangre, que da origen a las especies vegetales (y animales), ¿corresponde otra — más alta — del Hombre luminoso (resp. Eros), que las regenere en orden a la luz?

El olivo del paraíso, origen del ungüento para reyes y sacerdotes sumos, recuerda otra efusión, asimilable a la de «la luz venida de la luz»9 o a la del pneuma divino, que, al tiempo de ungir a los cristos (reyes, sacerdotes y profetas)10, les habilita en el orden salvífico (resp. cognoscitivo).

En todo caso, vuelve una idea muy parecida a la del «río del alma» (resp. Hécate) entre los Oráculos caldaicos11, que, en forma implícita, se repite, a través de los mitos del «flujo de sangre», lo mismo en la hemorroísa valentiniana (Iren., Oríg.) que en la Virgen (Pronoia, Psique) de UW: la efusión de la sangre (cósmica, eclesial) como derramamiento del Espíritu Santo (femenino), con el simbolismo sangre = Espíritu Santo del Evang. Phil. 23.

El Logos es el Cristo, Hombre de luz (resp. Eros); el Espíritu Santo, la virgen Pronoia (resp. Psique). Un paso más, y la carne de Cristo es el Logos; la sangre de Cristo, el Espíritu Santo. Se comprende que la carne y la sangre de Cristo hayan podido — entre gnósticos — simbolizarse con Adán y Eva, o con el Logos (= Adamas) y el Espíritu Santo (= Virgen, «sangre de la Virgen»), anunciando, ya desde los umbrales de la formación del hombre, la «eucaristía de la carne y sangre» (resp. del Verbo y del Espíritu), necesarios para reintegrar el espiritual terreno al reino de la luz andrógina.

Andando el tiempo, el tema de la lluvia de sangre denunciaría, por caminos paralelos, el sacramento de la eucaristía. El apóstol San Felipe habla desde la cruz, donde le han clavado invertido:

Mira, ¡oh Bartolomé!, cómo destila mi sangre a tierra. Una planta saldrá de mi sangre, y se convertirá en vid (ampelos) y hará fruto de racimo. Y, tomando la uva, la exprimiréis en el cáliz. Y, luego de haber participado (de él) hasta el tercer dia, elevaréis a lo alto el Amem para que la oblación sea perfecta12.

En efecto,

a los tres días brotó la planta de la vid donde había caído la sangre de San Felipe, e hicieron todo lo que les había ordenado, ofreciendo durante cuarenta días las ofrendas y en oración no interrumpida.13

Los Hechos apócrifos orientan la sangre del cielo primeramente hacia la sangre fecunda del martirio, y más tarde, hacia la de la eucaristía, expresión de la Iglesia multiplicada.


NOTAS
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  1. Entre los ofitas de Ireneo (I 30,6) recurre el mismo tema de la turbación («conturbaos autem ómnibus ad novam vocem») de los arcontes, con una diferencia accidental: en UW se turban por la nueva luz; en Ireneo (l.c.), por la nueva voz. Cf. AegEv 59,1ss. 

  2. Eufemismo que traduce el flujo de sangre luminosa sobre la tierra al modo de la fontana anima, o río del alma, de los neoplatónicos (cf. P. Hadot, Marius Victorinus (París 1971) 223ss). Análoga concepción entre los Oráculos caldaicos; por influjo de ellos, Sinesio sustituye al Espíritu Santo (Hymn. I 228) por la arrete gona (= Hécate = Rhea), sin mencionar, no obstante, la sangre. Véase W. Theiler, Forschungen 267s.283ss; mis PARÁBOLAS EVANGÉLICAS EN SAN IRENEO I 231; y sobre todo, Michel Tardieu, Trois mythes 85ss y 142ss.
    Otro camino lleva la Virgo Luminis maniquea. Véase C. Riggi, Epifanio contro Mani (Romae 1967) 126ss.l62s. Añadir la bibliografía de Klijn, Acts of Thomas 169. 

  3. UW 156,2ss. Para las implicaciones con el tema de la hemorroísa véase La teología del Espíritu Santo 589ss. 

  4. Esta expresión, clásica entre los maniqueos (cf. E. Waldschmidt-W. Lentz, Die Stellung Jesu im Manichäismus 55s), se sustituye aquí por la Virgen, ocupando el puesto de Sofía Prunicos bajo la desconcertante forma de pronoia (= providencia del mundo creado), compañera del creador. No ha de confundirse con la «virgen masculina» (EAeg 44,27; 49,25; 50,1; 53,18… 62,1 y 5), que, a diferencia de la virgen Pronoia (femenina), tiene por marido al Dios supremo o al Unigénito en cuanto tal y nunca se orienta hacia el cosmos. 

  5. Contrapartida, a nivel infrapleromático, del delito de Sofía (Iren., I 2,1s). 

  6. El matrimonio entre el Adán luminoso y la Virgen evoca las relaciones entre el Anthropos (= Salvador) y Prunicos. Y, dentro del ámbito eclesiástico, las del Hombre (Jesús) y el Espíritu (= virtus Spiritus) emanado de él. Cf. San Hilario, Comm. in Matth. IX § 6s 

  7. UW 159,2ss. Cf. Michel Tardieu, Trois mythes 195ss. 

  8. UW 159,24-28. Sobre la floración de la tierra por efecto del flujo de sangre celeste, recuérdese el mito de Attis según noticias de Arnobio (Adv. Nat. 5,6). 

  9. Cf. UW 152,4. 

  10. Cf. UW 175,7s; Iren., I 7,3. Véase Michel Tardieu, Trois mythes 81s y 201. 

  11. Cf. P. Hadot, Marius Victorinus 227. 

  12. Acta Philippi c.143 (84,2ss). 

  13. Acta Philippi c.147 (88,5ss). Cf. c.148 (90,2s). Según Plutarco (De lside c.6), con referencia a Eudoxo, creían algunos egipcios que las vides nacieron de los cadáveres, de gente belicosa contra los dioses, mezclados con tierra.