PHILOKALIA-TERMOS — AKEDIA = ACÍDIA
Demônio do Meio-dia É o demônio do meio-dia, porquanto se diz que uma metade do dia acaba de terminar e mais uma vez não se passou nada... Este demônio incita o monge a sair, murmura-lhe que o seu combate é vão, que falhou a sua vida. Neste preciso momento, o único meio de lutar consiste em esperar por horas menos negras. (in: Espiritualidade — A essência do monaquismo cristão — Entrevista com Jean-François Colosimo, professor de Patrologia no Instituto de Teologia Ortodoxa de Saint-Serge, Paris. (contribuição de Antonio Carneiro) Abatimento, desânimo, esgotamento, tormento, sem causa precisa, que assalta o asceta.
(akidía): tedio, desgano, pereza e inercia espiritual. Genera obtusidad del espíritu, impotencia de la voluntad y disgusto por los mismos dones de Dios. CRISTOLOGIA
Padres do Deserto: ACÍDIA PHILOKALIA Versão francesa Designa uma ruptura da ascese (askesis) e da vigilância (nepsis), um estado de negligência interior, de desencorajamento, de vazio doloroso, de "depressão".
Jean-Yves Leloup Mais triste que a própria tristeza, a acídia é esta forma particular da pulsão da morte que introduz o desgosto e o tédio em todos os atos. Conduz ao desespero, à depressão e até ao suicídio.
Os padres da Philokalia a chamavam de "demônio do meio-dia", e a descreviam em detalhes como aquele estado em que o asceta (askesis) depois de conhecer consolações espirituais de iniciante (eisagogikos) e combates (agon) ardentes da maturidade (mesos), põe em dúvida todo seu caminho espiritual.
Jean-Claude Larchet Vizinha da tristeza, a tal ponto que a tradição ascética ocidental, com Gregório o Grande, reuniu as duas em um só grande vício (kakia) ou pecado (hamartia). A tradução por preguiça ou tédio não corresponde na íntegra a seu sentido original, pois também é ao mesmo tempo desgosto, aversão, abatimento, desencorajamento, torpor, sonolência, peso do corpo e da alma (psyche). Leva à instabilidade, inconstância, procrastinação, aversão a tudo que o cerca.
Evágrio: Golpeas tu pecho porque ves al alma moverse hacia el pecado, pero ella no percibe nada. Tratas de convencerla con las Escrituras, mas ella no te escucha porque está obtusa. La enfrentas con la vergüenza de los hombres, pero no te atiende ni te entiende, como si fuera un cerdo que ha cerrado los ojos y se dirige hacia su recinto. A éste demonio nos llevan los persistentes pensamientos de vanagloria. Y se ha dicho de él que si aquellos días no hubieran sido abreviados, ninguna carne se hubiera salvado (Mt 24:22). Esto sucede a aquellos que raramente frecuentan a sus hermanos. El motivo es evidente: este demonio, frente a las desgracias de los demás, es decir las de aquellos que han sido acometidos por las enfermedades o que tienen la desgracia de estar presos o encuentran una muerte imprevista, huye en seguida, porque no bien el alma se ha conmovido y se llena de compasión, se disipa el endurecimiento producido por el demonio. Pero esta posibilidad no la tenemos a causa de la soledad en que vivimos o de la rara presencia, cercana a nosotros, de personas que sufren. Es justamente para que podamos huir de este demonio que el Señor nos recomienda, en los Evangelios, que visitemos a los enfermos y a los que están en la cárcel. Estaba enfermo y me visitasteis (Mt 25:36), nos dice. Pero debemos tener presente esto: si algún solitario, habiéndose tropezado con este demonio, no ha aceptado todavía pensamientos impuros, ni ha abandonado su casa entregándose a la acedía, éste ha recibido la tolerancia y la templanza, que han bajado de los Cielos y lo han bendecido por tal impasibilidad. En cuando a aquellos que han hecho suya la profesión de ejercitar la piedad, y eligen vivir junto a los mundanos, deben cuidarse de este demonio. Yo, en efecto, me avergüenzo delante de todos ustedes y no quiero seguir diciendo o escribiendo a su respecto. Los sueños
SIMBOLISMO Jerônimo Bosch: SETE PECADOS CAPITAIS