Antonio Orbe — Parábolas Evangélicas em São Irineu
PARÁBOLAS (cont.)
A MODO DE CONCLUSIÓN
En definitiva, teucros y argivos tienen, frente a las parábolas, elementos comunes y dispares. Entre los primeros conviene señalar:
a) Noción. — No todos la formulan, pero todos parten de una misma. Escritura metafórica, oráculo (resp. relato) más o menos breve, lleva al entendido (to syniente), del significado directo e impropio, al verdadero y propio. Nadie discute la forma literaria, frecuente en los evangelios. Marción mismo, poco partidario de la alegoría (profecía) del AT, admite con generosidad parábolas en el Nuevo.
b) Inteligencia. — Son lenguaje a entendidos, idóneos por disposiciones morales (los «creyentes») o físicas (los «espirituales», los «psíquicos») para medir su alcance.
c) Dimensión dogmática. — Las parábolas de Jesús enseñan las verdades (resp. misterios) de la economía (resp. la salud), dogmas característicos del cristianismo. Lo ético, por demasiado genérico y extensivo aun a paganos, no interesa directamente. Todos resbalan por las aplicaciones morales, mientras acentúan siempre lo doctrinal. Y si alguna vez, rarísima, asoma lo ético, es por solas implicaciones dogmáticas.
d) Aplicación literal. — Es tendencia, común también a herejes y eclesiásticos, urgir pormenores mínimos a extremos hoy inadmisibles. Definido el dogma pertinente, siguen un criterio mayoritario: desentrañan los términos o expresiones que se prestan a ello y se detienen ante los reacios a una plausible aplicación.
Justino, Ireneo y Tertuliano hacen frente común con los alejandrinos (Clemente y Orígenes) y aun con los herejes más peligrosos (los valentinianos) para el análisis de términos de Escritura.
e) Parádosis. — La exégesis del individuo cede el puesto a la eclesial. Sólo la Iglesia heredó la llave de las parábolas (resp. de las Escrituras). Según los herejes, la Iglesia (privilegiada), merced a una parádosis secreta; según los eclesiásticos, la universal, mediante la parádosis pública. El individuo no está autorizado a nuevas exégesis. Tócale dar forma a la interpretación tradicional de su Iglesia.
Tales puntos comunes indican los de divergencia. Se reducen prácticamente a dos capitales:
1) El contenido secreto de la parábola, en función de la paradosis, también secreta, de su interpretación, separa radicalmente la exégesis gnóstica de la eclesiástica. Ambas arrancan de dos cuerpos doctrinales («corpus veritatis») heterogéneos. Unas mismas expresiones encubren dos ideologías antitéticas.
2) La capacidad del individuo para entenderla difiere de un heterodoxo a un eclesiástico. Entre valentinianos, los entendidos poseen una disposición natural, mediante la gnosis, para intuir la verdadera medida de las expresiones del Salvador; mientras los demás la tienen limitada y se quedan a medio camino.
El recurso de los gnósticos a sus propias tradiciones les pone a salvo de muchos ataques. Se mueven a otro nivel. Los conceptos más elementales son equívocos, y les permiten libre vuelo, sin encontrarse nunca con los eclesiásticos.
El único ataque eficaz debía prevenir la posibilidad misma de una exégesis paralela. ¿Tuvo el santo habilidad para herir en su interpretaciones de parábolas el punto débil, básico, de la exégesis contraria ?
En la exégesis ireneana de las parábolas se adivinan dos vertientes: una positiva, la interpretación del santo (resp. de su parádosis), y otra negativa, antivalentiniana o antimarcionita. Analizando las cláusulas del santo, ¿será posible restituir con serias garantías, además de la propia, la exégesis contraria?