para Dios (Eckhart)

He aquí la razón debido a la cual son perfectamente buenos el ser y el fundamento existencial del hombre (y) de donde las obras humanas adquieren su bondad: (consiste) en que la mente del hombre esté orientada únicamente hacia Dios. Pon todo tu esfuerzo en que Dios se haga grande para ti y que todos tus afanes y empeños se dirijan hacia Él en todas tus acciones y en todo cuanto dejas de hacer. De cierto, cuanto mayor sea este (esfuerzo), tanto mejores serán todas tus obras, cualquiera que sea su índole. Mantente apegado a Dios y Él te añadirá todo el ser-bueno. Busca a Dios, entonces hallarás a Dios y todo lo bueno. Ah sí, en verdad, con semejante disposición de ánimo podrías pisar una piedra (y) sería una obra más aceptable para Dios que si recibieras el Cuerpo de Nuestro Señor y al hacerlo hubieses puesto tus miras más bien en lo tuyo y tu intención fuera menos desasida. Quien se apega a Dios, a éste se apegan Dios y cualquier virtud. Y aquello que tú buscabas anteriormente, ahora te busca a ti; aquello tras lo cual corrías tú, ahora corre detrás de ti y aquello de que huías, ahora huye de ti. Por eso: quien se apega estrechamente a Dios, a éste se le apega todo cuanto es divino y huye de él todo cuanto es desigual y ajeno a Dios. 43 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 5.

Ahora diré además que toda pena proviene del amor de aquello que el daño me ha quitado. Si me apena entonces el daño hecho a las cosas externas, esto es señal cierta de que amo cosas externas y amo, en verdad, (la) pena y (el) desconsuelo. Si amo y busco la pena y el desconsuelo ¿es de extrañar que me afecten las penas? Mi corazón y mi amor otorgan a la criatura la bondad que es propiedad de Dios. Me vuelvo hacia la criatura de la cual proviene, por naturaleza, desconsuelo y doy la espalda a Dios de quien emana todo consuelo. ¿Cómo puede sorprenderme, pues, que sufra penas y esté triste? De veras, es realmente imposible para Dios y todo este mundo que encuentre verdadero consuelo el hombre que lo busca en las criaturas. Mas, quien amara sólo a Dios en la criatura, y a la criatura sólo en Dios, encontraría en todas partes un consuelo verdadero y equitativo. Que baste lo dicho para la primera parte del libro. 260 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1

San Agustín dice que quien mejor comprende la Escritura es aquel que, desprendido de todo espíritu, busca el sentido y la verdad de la Escritura en ella misma, es decir, en el espíritu en el cual está escrita y pronunciada, o sea el Espíritu de Dios. Dice San Pedro que todos los hombres santos hablaban movidos por el Espíritu de Dios (2 Pedro 1,21). San Pablo dice: Nadie es capaz de conocer y saber qué es lo que hay en el hombre sino el espíritu que está dentro del hombre, y nadie es capaz de saber qué es el Espíritu de Dios y en Dios, sino el Espíritu que es de Dios y es Dios (1 Cor 2, 11). Por eso un escrito, (o sea) una glosa, afirma con mucha razón que nadie puede comprender ni enseñar lo escrito por San Pablo a no ser que tenga el mismo espíritu en el cual hablaba y escribía San Pablo. Y todo mi lamento consiste siempre en que las personas de mente grosera y que carecen totalmente del Espíritu de Dios y no tienen nada de Él, pretenden opinar — conforme a su burda inteligencia humana — sobre lo que oyen o leen en la Escritura que fue pronunciada y escrita por el Espíritu Santo y en Él, y no recuerdan que está escrito: «Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios» (Mateo 19, 26). Esto vale también en general y en el ámbito natural: lo que es imposible para la naturaleza inferior, es habitual y natural para la naturaleza superior. 301 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Ahora se puede conocer y comprender la mentalidad burda de la gente que por regla general se sorprende cuando ve que alguna persona buena está padeciendo dolores e infortunios, ocurriéndoseles a menudo la idea y el error de que esto sucede a causa de un pecado oculto, y a veces dicen también: Ay, yo me imaginaba que esa persona era muy buena. ¿Cómo puede ser que padezca tamañas penas e infortunios mientras yo creía que no tenía defectos? Y yo estoy de acuerdo con ellos: Ciertamente, si fuera una pena real y si lo que sufren significara para ellos pena y desdicha, entonces no serían ni buenos ni libres de pecado. Pero si son buenos, el sufrimiento no implica para ellos ni pena ni desdicha, sino que lo tienen por gran dicha y felicidad. «Bienaventurados» — dijo Dios, o sea la Verdad —, «son todos los que sufren a causa de la justicia» (Mat 5, 10). Por eso dice El Libro de la Sabiduría que «las almas de los justos están en manos de Dios. La gente necia se imagina y opina que mueren y perecen, pero están en paz» (Cfr Sab 31 s), (gozan) del deleite y de la bienaventuranza. En el pasaje donde escribe San Pablo que muchos santos padecían numerosas (y) grandes penas, dice (también) que el mundo no era digno de ello (Hebreos 11, 36 ss) Y, para quien la comprende bien, esta palabra tiene un triple sentido. Uno consiste en (el hecho de) que este mundo es indigno de la presencia de muchas personas buenas. El segundo significado es mejor, indica que la bondad de este mundo parece digna de desprecio y carece de valor; sólo Dios tiene valor (y), por lo tanto, ellos tienen valor para Dios y son dignos de Él. El tercer significado es en el que pienso ahora, y quiere decir que este mundo, o sea la gente que ama a este mundo, es indigna de sufrir penas e infortunios por amor de Dios. Por eso está escrito que los santos apóstoles se alegraban por haber sido dignos de sufrir ultrajes por el nombre de Dios (Hechos 5, 41). 325 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Es igual la medida en la que Dios provee a todas las cosas, y así como emanan de Dios son iguales; ah sí, en su primera emanación (los) ángeles y (los) hombres y todas las criaturas fluyen de Dios como iguales. Quien tomara, pues, las cosas en su primera emanación, tomaría todas las cosas (como) iguales. Si resultan así iguales en el tiempo, son todavía mucho más iguales en Dios, en la eternidad. Cuando se toma una mosca en Dios, ella (en cuanto tomada) en Dios es más noble que el ángel supremo en sí mismo. Ahora resulta que en Dios todas las cosas son iguales y son Dios mismo. Allí, en esa igualdad, Dios se complace tanto que su naturaleza y su ser se desahogan completamente en la igualdad consigo mismo. Le resulta tan placentero como si alguien dejara correr un corcel por una campiña verde que sería totalmente lisa y llana: correspondería a la naturaleza del corcel que se desahogara por completo (y) con toda su fuerza mientras corriera por la campiña; le sería placentero y estaría de acuerdo con su naturaleza. De la misma manera es placentero para Dios y le da satisfacción encontrar la igualdad. Le resulta placentero verter su naturaleza y su ser por completo en la igualdad, ya que Él es la igualdad misma. 618 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XII 3

El ángel se llamaba «Gabriel». Hizo también lo que decía su nombre. (En el fondo) se llamaba tan poco Gabriel como Conrado. Nadie puede conocer el nombre del ángel. Allí donde el ángel recibe su nombre, no ha llegado jamas ningún maestro ni inteligencia alguna; acaso sea innominado. El alma tampoco tiene nombre; así como no se puede hallar ningún nombre propiamente dicho para Dios, tampoco se puede encontrar ningún nombre propiamente dicho para el alma, si bien se han escrito gruesos libros sobre este (tema). Pero, en cuanto ella (= el alma) fija sus miradas en las obras, se le da un nombre. Un carpintero: éste no es su nombre, pero recibe el nombre por la obra en la cual demuestra ser maestro. El nombre «Gabriel» lo tomó de la obra cuyo encargado era, porque «Gabriel» significa «fortaleza» (Cfr Lucas 1, 35). En tal nacimiento, Dios opera poderosamente o produce fortaleza. ¿A qué cosa tiende toda la fuerza de la naturaleza?… a que ella quiere engendrar a sí misma. ¿A qué tiende toda la naturaleza que actúa en el nacimiento?… a que quiere engendrar a ella misma. La naturaleza de mi padre quería, en su naturaleza (de padre), engendrar a un padre. Cuando eso no fue posible, quiso engendrar un (algo) que le fuera parecido en todo. Cuando tampoco le alcanzó la fuerza (para tal cosa), produjo lo más parecido de que era capaz: esto era un hijo. Mas, cuando la fuerza alcanza para menos aún o hay otro contratiempo, produce un hombre menos parecido aún. Pero en Dios, hay plena fuerza; por eso produce su vivo retrato en su nacimiento. Todo lo que es Dios, en cuanto a poder y verdad y sabiduría, lo engendra íntegramente en el alma. 1065 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXVIII 3

¿Cómo ha de ser el hombre destinado a ver a Dios? Ha de estar muerto. Nuestro Señor dice: «Nadie me puede ver y vivir» (Exodo 33, 20). Resulta que San Gregorio dice: Está muerto quien ha muerto para el mundo. Ahora fijaos vosotros mismos en cómo es un muerto y en lo poco que le atañe todo cuanto hay en el mundo. Si se muere para este mundo, no se muere para Dios. San Agustín rezó muchas clases de oraciones. Dijo: Señor, dame que te conozca a ti y a mí. «Señor, apiádate de mí y muéstrame tu rostro y dame que muera, y dame que no muera para verte por toda la eternidad». Esta es la primera (condición): si uno quiere ver a Dios, debe estar muerto. Esto significa el primer nombre: «Pedro». 1182 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLV 3

Por otra parte es un hombre pobre el que no sabe. En alguna oportunidad dijimos que el hombre debía vivir de tal modo que no vivía ni para sí mismo ni para la verdad ni para Dios. Mas ahora decimos otra cosa, agregando que el hombre, que ha de poseer esta pobreza, debe vivir de modo tal que ni siquiera sepa que no vive ni para sí mismo ni para la verdad ni para Dios; antes bien ha de estar tan despojado de todo saber que no sabe ni conoce ni siente que Dios vive en él; más aún: debe estar vacío de todo conocimiento que en él tenga vida. Pues, cuando el hombre se mantenía (aún) en el eterno ser divino, no vivía en él ninguna otra cosa: antes bien, lo que vivía, era él mismo. Por lo tanto decimos que el hombre ha de mantenerse tan libre de su propio saber, como (lo) hacía cuando no era, y que deje obrar a Dios lo que Él quiera, y que el hombre se mantenga libre. 1304 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LII 3

¡Ahora prestad atención con empeño y seriedad! He dicho a menudo — y también hay grandes maestros que lo dicen — que el hombre debe estar tan libre de todas las cosas y de todas las obras, tanto interiores como exteriores, que pueda ser un lugar apropiado para Dios, en cuyo interior Dios puede obrar. Mas ahora diremos otra cosa. Si sucede que el hombre se mantenga libre de todas las criaturas y de Dios y de sí mismo, pero si todavía es propenso a que Dios encuentre un lugar para obrar en él, entonces decimos: Mientras las cosas andan así con este hombre, él no es pobre con extrema pobreza. Porque para sus obras Dios no se empeña en que el hombre tenga en sí mismo un lugar donde Dios pueda obrar; pues es ésta la pobreza en espíritu: que (el hombre) se mantenga tan libre de Dios y de todas sus obras que Dios, si quiere obrar en el alma, sea Él mismo el lugar en el cual quiere obrar… y esto lo hace gustosamente. Pues, cuando encuentra así de pobre al hombre, Dios está operando su propia obra y el hombre tolera en su fuero íntimo a Dios, y Dios constituye un lugar propio para sus obras gracias al hecho de que Él es un Hacedor en sí mismo. Allí, en esa pobreza, obtiene el hombre (otra vez) el ser eterno que él fue y que es ahora y que ha de ser eternamente. 1308 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LII 3