ANTONIO ORBE — ANTROPOLOGIA DE SÃO IRINEU
O PECADO ORIGINAL
Faltaron Adán y Eva. Su pecado reviste singular trascendencia. Eran los primeros hombres, padres del género humano. Daban mal ejemplo a su descendencia. Perdían para sí y para los hijos el jardín y sus privilegios. Abrían camino a la corrupción y a la muerte.
¿No hubo cosa más grave? La transgresión de Adán, ¿fue suya, de él, o también de sus hijos?
La respuesta es delicada, y en San Ireneo de modo especial. El peso de su autoridad, en pro o en contra del pecado original (originado), sería enorme.
Pero antes de abordar el tema conviene hacer luz sobre el planteamiento mismo. ¿Se lo planteó nunca el Santo?
San Ireneo se hizo eco alguna vez de la serie ‘clásica’ de misterios físicos que figuraban entre los manuales coetáneos de filosofía.
Mayores eran los misterios de las Escrituras. Algunos de ellos subsistirán aun en el siglo futuro. Otros se esclarecerán allí. De momento, conviene cedérselos a El. El Santo menciona en particular algunos de sumo interés.
¿Qué hacía Dios antes de crear el mundo? He ahí un misterio de que no habla la Escritura y, por tanto, accesible sólo a Dios. Hay que dejar también al cielo la ‘enarración de la génesis del Verbo’. La analogía con el verbo humano destruye el misterio humillando lo divino a nuestro nivel. Fuera de los sacramentos estrictamente teológicos hay misterios sólo asequibles a Dios.
Tales son: a) de dónde y cómo emitió El el sustrato primero de la materia; b) cómo vinieron a faltarle algunas creaturas (angélicas), mientras las más perseveraron en su obediencia; c) qué índole o naturaleza poseían los transgresores y cuál los sumisos. Ni la Escritura, ni el Apóstol, ni el Señor han enseñado a la Iglesia el motivo y forma de la transgresión de los ángeles. Es conocido el hecho y lo que Dios tiene preparado desde el principio a los transgresores.
Resulta aventurado el argumento, aquí muy tentador, ‘ex silentio’. San Ireneo alude a la transgresión de los ángeles, reconociendo las fronteras del misterio. Sabe que existió. Ignora su naturaleza. No alude al pecado de los hombres en el Paraíso, porque la Escritura, San Pablo, el Señor han sido explícitos sobre él y no constituye misterio su naturaleza.
Tampoco formula demanda alguna sobre la relación entre el pecado de Adán (y Eva) y el de los hombres, sus hijos. O la daba por conocida o la creía improcedente en diálogo con los gnósticos y marcionitas.
Que yo sepa, algunos heterodoxos del siglo II trataban de ignorar cualquier pecado anterior a la ley de Moisés. Marción se fundaba en Rom 5,21. La idea se prestaba, con levísima variante, a una aplicación similar de Gen 2,16s. El mandamiento vendría — como anticipo de la ley — a provocar el delito.
Los gnósticos han sido muy poco explícitos. El mandato venía del demiurgo, no del Dios bueno. Valía en ‘justicia’ y para individuos psíquicos, con arreglo a la santidad ‘sui generis’ y a la economía gobernada por el Dios justo. Al desobedecerle Adán y Eva, hubieron de atenerse a sus normas. Perdida la «justicia» para sí, la perdieron también para sus hijos.
Sobre el pecado original (originado) no se polemizó directamente en el siglo II. Si Ireneo dio elementos para aclararlo, ¿fue como testigo de una doctrina eclesiástica tradicional, recibida sin discusión entre los círculos por él conocidos e inspirada en la Escritura? Era demasiado pronto para abordar directamente el tema, discriminando los componentes de la herencia de Adán. Dejemos primero hablar a los textos (parte analítica) para discurrir luego sobre ellos (parte sintética).
- Analisando fórmulas
- Mortos em Adão
- Em busca de perspectiva
- A distinção origeniana entre «peccatum» e «sordes»
- Doutrina de São Irineu
- A maneira de síntese