VIDE: Pés
EVANGELHO DE JESUS: Jo 13:3-11
Maurice Nicoll
A purificação do pensamento, a mudança de mentalidade (metanoia), que simboliza a lavagem com água, ou seja, lavar a sensualidade da mente.
A bacia é um recipiente “contendo” água; a bacia é aquilo no qual se concentra a água.
Os pés são a mente inferior em contato com o mundo exterior. E é isso que tem que mudar “nesta vida”.
Roberto Pla: Evangelho de Tomé – Logion 71
Se relata en el evangelio que durante la cena, se levanta Jesus de la mesa para lavar los pies de sus discípulos y este lavatorio lo hace, según explica, para que se cumpla la sentencia de la serpiente, pero Jesus evoca aqui la Escritura según el texto del Saltério que expresa con mayor paralelismo la escena evangélica: “El que come mi pan ha alzado contra mí su calcanar”.
Situa el redactor del cuarto evangelio la referencia a la serpiente antigua entre el lavatorio de pies y el anuncio que desata la traición de Judas. Desde el punto de vista oculto explican ambas cosas un mismo sentido y es la lectura del texto del Salmo lo que sirve de nexo y revela esta identidad. Quiere esto decir que la purificación de los pies —el evangelista se cuida de subrayar el carácter catársico del lavatorio— significa la cancelación definitiva de la sentencia genesíaca constituida en pecado original. La serpiente no seguirá ya al acecho del elegido que ha llevado la purificación a lo hondo de sí mismo, es decir, hasta estirpar de su conciencia la raiz del yo limitado, personal, enfrentado con el Padre. Como fue dicho: Sólo los elegidos aplastan la energia del inícuo (serpiente).
Para confirmar la importancia altamente decisiva de este bautismo o lavado ultérrimo, pone el evangelista en boca de Pedro —apóstol al que los redactores evangélicos colocan tantas veces la voz popular— cierta resistência pudorosa a ser lavado por el Maestro, y Jesus le responde: Si no te lavo, no tienes parte conmigo.
Según se entiende, este lavado, que obliga a la serpiente a soltar su presa en el calcanar, sólo puede ser operado desde arriba, pues igual que ocurre con el rasgado del velo del Templo, al cual precede, sólo puede ser producido de arriba abajo. Para esta obra se necesi-ta, en efecto, el concurso del Cristo interior, pues, tal como lo advierte entonces el evangelio: (no es) el enviado más que el que le envia.
Sucede que Jesus es para sí mismo, en uno solo, el enviado y el que envia, puesto que él es en cuanto al evangelio, el testimonio de sí mismo y el testificado por el Padre. Como si dijéramos que él es, en unidad absoluta, el conocedor y lo conocido; lo cual no debe ser olvidado por quien aspira a la resurrección y la Vida. Por eso no necesita Jesus que nadie se ocupe del lavatorio de sus pies. Jesus sabe por sí mismo quien acecha su calcanar; sabe que se trata de un miembro de su propia casa, companero tan íntimo de sí mismo que simula ser su propio yo; éste es el antímimo que va a arrojar definitivamente de sí. El autor gnóstico dice que el antímimo es un paralemptor (vive junto al alma sin entrar en ella).