ANTONIO ORBE — PARÁBOLAS EVANGÉLICAS EM SÃO IRINEU
Resumo e excertos do capítulo 2
CAPITULO 2.—El amigo importuno (Lc 11,5-8)
- I. EXÉGESIS COETÁNEAS
- 1. Heterodoxas
- 2. Eclesiásticas
- II. «QUAERITE ET INVENIETIS»
- 1. Heterodoxos
- Los herejes de Tertuliano
- 2. Eclesiásticos
- CLEMENTE ALEJANDRINO
- Orígenes
- 1. Heterodoxos
- III. San Ireneo
- Conclusión
Entre los fragmentos del Evangelio de los Hebreos figura uno atestiguado por Clemente Alejandrino:
«Equivalentes a éstas (Platón, Timeo 90) son aquéllas (Papiro de Oxyrhynchus Pap. 654): ‘No cejará el que busca hasta encontrar’. Y encontrado se espantará, y espantado reinará, y reinando descansará» (Strom. V 14,96,3).
El Evangelio según Tomás perfila elementos:
«Dijo Jesús: El que busca no cese de buscar hasta que encuentre. Y cuando encuentre se turbará. Y cuando se turbe se admirará y reinará sobre el universo».
¿Hay alusión a Mt 7,7 (el climax buscar-hallar-espantarse-reinar)? Yo creo que sí. El climax, en sí equívoco, se adapta al proceso de la gnosis. Primero es «inquirir», superando la fe vulgar. El que inquiere acaba por encontrar. El logion cautamente silencia el complemento. Hallará lo que busca (Marción, por inquirir el origen del mal, dio con el demiurgo): el origen del mal o del bien, el misterio de muchos enigmas de Escritura… Después que lo halle, se espantará.
El espanto es la reacción normal del hombre ante la revelación del misterio divino.
El «perfecto» supera el espanto, convirtiéndolo en admiración. Ahí llega mediante la estricta «gnosis», que le sitúa en una paz inaccesible a los espíritus (turbulentos) del mal1, rey (y señor) de todo.
«Buscad y hallaréis» compendia el proceso que termina en el señorío inalterable del «espiritual» sobre el mundo.
Hipólito aduce, en su noticia de los naasenos, las siguientes líneas:
«La cual (natura divina) — dice — es el reino de los cielos que conviene buscar dentro del hombre.
Hay sobre ella clara tradición (paradidoasi) en el Evangelio según Tomás, al decir así: ‘El que me busca, (me) hallará en(tre los) párvulos, desde (los) siete años; porque oculto allá me manifestaré en la edad catorce’».
El Evangelio (naaseno) según Tomás no ha de confundirse con el homónimo de Nag-Hammadi. Quizá se emparenta con el anónimo invocado por los valentinianos (Iren., I 20,1), y con el de la tradición eslava.
El sentido de las líneas, muy oscuro, no parece desesperado. Baste recordar la noción de Dios, recogida entre los docetas del mismo Hipólito:
«Dios viene a ser el primer semen de una higuera, menudísimo en magnitud, infinitamente grande en virtud… fruto apetecido (zetoumenon karpon), al cual — dice — vino tres veces el Buscador (= Salvador) y no halló; por lo cual — dice — maldijo a la higuera, por no haber hallado en ella el dulce fruto aquel, fruto apetecido (karpon zetoumenon)» (Hipól., Ref. VIII 8,3).
El oráculo del Evang. según Tomás querría indicar el estado latente de Dios — reino de los cielos interior al mundo — o de la Iglesia espiritual entre los hombres. Los «espirituales» no se revelan a los sentidos. Viven ocultos en los primeros años, hasta el pleno uso de la razón (logos) por los años catorce. Quien quiera buscarlo, ha de inquirirlo a esa edad, no antes. Pero si va por tres veces (a los siete, a los catorce y a los veintiún años?) y no halla el fruto apetecido, entienda que donde no se reveló (de los catorce a los veintiún años) no existe. Porque, si el individuo fuera espiritual, habríase dado a conocer.
¿Pensaban los naasenos (resp. su Evangelio según Tomás) en el logion «Quaerite et invenietis» ?
Tan difícil es probarlo como negarlo. La correlación entre buscar y hallar juega importante papel. La búsqueda a que no responde el hallazgo2 denuncia que el interesado no es divino, espiritual.
Los gnósticos debieron de invocar Mt 7,7 (par.) como norma para descubrir adictos. Y es posible adoctrinaran a determinados niños, para que, convenientemente iniciados, se revelase en ellos de golpe el fruto apetecido (zetoumenos karpos).
Las dos exégesis, marcionita y gnóstica, coinciden en la ignorancia, durante el AT, del verdadero Dios y de las tres divinas (espirituales) personas, verdadero pan de vida. El amo de la casa adonde llaman en busca de los tres panes lo mismo puede ser el Padre que el Hijo (= Salvador). No es Yahvé.
El amigo que intercede no es Abrahán, el «amigo de dios» (= Yahvé) de Iac 2,23 47, sino un discípulo o apóstol del NT, «amigo del Esposo» (Io 3,29); esto es, del Hijo, y también del Padre.
Los demás elementos fluyen doctrinalmente del axioma, admitido por gnósticos y marcionitas: nadie, hasta la venida de Cristo, conoció al verdadero Dios.
Cf. ET 84-85: «El Señor es sacudido (saleuetai) tras el bautismo, a nuestro ejemplo; y aparece primero entre fieras en el desierto. Luego que las dominó (a ellas) y a su arconte — como Rey ya verdadero — es servido para siempre de ángeles». Para el concepto de «hacerse rey», véase la nota de Puech a Ep. lac. apocr. 3,27. ↩
Cf. Evang. de Tomás 5,3, ed. De Santos, p.16l y 174: «El niño (Jesús) llevólo a mal y dijo (a José): Te basta buscarme y no hallar… porque ignoras si soy tuyo». ↩