TRANSUBSTANCIAÇÃO
Abade Gilbert Zufferey
Esta passagem da ordem material à ordem espiritual foi definida no Concílio de Trinta por uma palavra: a Transubstanciação. Chama-se assim a mudança operada na Missa pela consagração: o poder divino modifica a substância do pão na substância do Corpo de Cristo, e a substância do vinho na substância do Sangue de Cristo. Sob a permanência das espécies estão desde então realmente presentes o Corpo de Cristo e o Sangue de Cristo.
Assim não se passa nos outros sacramentos: a água do Batismo conserva sua substância e o óleo da Unção conserva a sua. A importância da Eucaristia é assim sublinhada: “Ação de Graças” por excelência e “Presença real” do Verbo, a Eucaristia coroa, por assim dizer, toda a vida do cristão, todos os sacramentos que recebe.
A Transubstanciação nos ajuda a apreender a transformação do Corpo terrestre de Jesus em Corpo Glorioso. Assim como sua humanidade é divinizada, assim o pão e o vinho são transformados para se tornar Corpo de Cristo e Sangue de Cristo imolado na cruz.
Rama Coomaraswamy
(21) No hay mucho trastorno en creer que un hombre llamado Jesús nació hace dos mil años. Podemos asumir que todo el que es Católico aceptará a este Jesús como Dios Encarnado (v. Encarnação). Hay una dificultad mucho mayor en creer en la transubstanciación (la palabra ya no es usada siquiera por los teólogos corrientes), pero ésta es también una “En-carnación”. Tengo la sospecha de que la increencia corriente en la transubstanciación, y en el poder del Nombre de Jesús, no es diferente de la increeencia de los contemporáneos de Cristo en Su Mesianeidad. La perfidia de los judíos no está en sus orígenes raciales (¿pues no eran de la “raza escogida” casi todos los primeros Cristianos?) sino en su increencia. Similarmente, casi nadie cree en Su Advenimiento final (excepto quizás en algún tipo de vago “Punto Omega” ligado al concepto del perfeccionamiento evolucionista del hombre), pues creer es temer, y el “temor del Señor es el comienzo de la sabiduría”. A aquellos que piensan que el temor ya no se estila, les haría bien saber que S. Francisco suplicaba en su bendición final antes de morir que éste don les fuera dado a sus hermanos.
(22) La Misa recapitula todo esto, pues es el eterno sacrificio siempre recurrente en el cual Él se hace carne repetidamente y en cada momento del día en alguna parte del mundo. Cuando S. Hugo de Lincoln alzaba la Eucaristía, las gentes veían que sostenía al niño Jesús en sus manos, una experiencia repetida en muchas vidas de santos, incluyendo la del Padre Lame en Francia en el siglo presente. El Nombre también “En-carna”, por así decir, la Presencia Divina en el alma de la persona que le invoca, y así tenemos muchos santos, tales como S. Juan de Capistrano, que entraban en éxtasis (y levitación) oyendo pronunciar simplemente el Nombre de Jesús.