Este «renacimiento espiritual», como todo nacimiento, implica un doble principio que se traducirá en lenguaje teológico por la doble «mediación» de Cristo y de la Virgen. Cristo símbolo del elemento activo de la regeneración será la «fuente de todas las gracias»; María símbolo del elemento pasivo de la regeneración, será la «distribuidora de todas las gracias». Todo se explica. Se explican también los textos de la Sabiduría en el Oficio de la Virgen [NA: Ver sobre todo Eclesiastico (Siracida), XXIV, 14-16; Proverbios, VIII, 22-31, y Sabiduría, VII, 22-30.]: la sabiduría de la que se trata, es la Sabiduría increada, el Verbo Creador (no considerado en sus relaciones con el Padre en la Trinidad) considerado como Principio no manifestado de la creación (Principio masculino): surgida de la Boca del Altísimo, la Sabiduría busca un lugar de reposo recorriendo el circulo del Cielo y las profundidades del abismo; este lugar de reposo, es la «Sede de la Sabiduría». Ella lo encuentra –según orden del Creador– en Israel: es la Virgen, símbolo del elemento pasivo no manifestado a la cual se une el Verbo en la Encarnación. 37 Abbé Henri Stéphane: DE IMMACULATA CONCEPTIONE
Esta corona –cuya palabra latina «corona» traduce la palabra «chapelet» (rosario)– evoca en el Apocalipsis «la mujer revestida de Sol, la Luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas en su cabeza» (XII, 1). Evoca también la corona de espinas puesta sobre la cabeza de Jesús en el momento de la Pasión, ya que, podríamos decir, no hay rosas sin espinas, y no hay que separar la Rosa de la Cruz (cf. El símbolo de la Rosa-Cruz). A continuación la Liturgia compara la Virgen María con una Rosa plantada al borde de las aguas «quasi rosa plantata super rivos aquarum» (capítulo de Vísperas del 7 de Octubre) y en fin las letanías de la Santa Virgen la invocan bajo el nombre de «Rosa Mística». 117 Abbé Henri Stéphane: Homilía sobre el Rosario
Nosotros nos limitaremos hoy al significado esencial de la Rosa que nos mostrará hasta que punto ella conviene en tanto que símbolo de la Virgen. Como no importa que flor, la Rosa es una copa o un cáliz, en definitiva un receptáculo destinado a recibir las influencias celestes, como el seno virginal de María que recibe el Verbo divino o el Espíritu Santo, y en el cual se desparrama el Verbo encarnado, es decir el Niño Jesús. Estas dos ideas de receptáculo y de expansión se encuentran en otras figuraciones. La copa es entonces asociada a la lanza, que recuerda a la lanza del centurión Longin (de la leyenda del Grial) atravesando el costado de Cristo por donde surgieron la sangre y el agua. En ciertas imágenes, las gotas de sangre caen de la lanza misma en la copa, y en otras representaciones la sangre, extendiéndose por tierra, da nacimiento a una flor. Así sobre una custodia del siglo XIII de la catedral de Angers, se ve también la sangre divina, corriendo en arroyos, extenderse bajo la forma de rosas. En fin en un dibujo se ve la rosa situada al pié de una lanza colocada verticalmente a lo largo de la cual llueven gotas de sangre. 119 Abbé Henri Stéphane: Homilía sobre el Rosario
Las tres interpretaciones de la Trinidad dadas por F. Schuon [NA: F. Schuon, Comprender el Islam, editorial OLAÑETA.] pueden obtenerse por transposición metafísica [NA: Esta palabra designa en la obra de Aristóteles la parte de la reflexión teórica que viene después de los tratados de física. El empleo de la palabra se ha generalizado para designar la parte superior del saber, la que remonta a las causas primeras y a los principios primeros de los seres.] del dogma cristiano, bien a partir de las Hipóstasis [NA: Palabra griega que designa la substancia individual o la persona. En el vocabulario cristiano, designa las Personas de la Santísima Trinidad.], o bien a partir de las Procesiones [NA: Acción por la cual una Persona divina da origen a otra Persona.] divinas, por medio de un conjunto de correspondencias analógicas [NA: Una correspondencia analógica es la que está hecha en virtud de una analogía o de un símbolo, siendo analogía: «proporción entre realidades o conceptos diferentes que permite calificarlos los unos por los otros, o incluso por un termino único que conviene a todos en razón de una cierta similitud»] o de «identificaciones misteriosas» entre los elementos de las tres «representaciones». En el caso de las Hipóstasis, la base de la analogía será la «determinación»; en el caso de las Procesiones divinas, será la Inteligencia y la Voluntad, o equivalentemente el Conocimiento y el Amor. Estas «bases de analogía» nos dan la clave de la transposición metafísica en cuestión. 210 Abbé Henri Stéphane: INTERPRETACIÓN METAFÍSICA DE LA TRINIDAD
Si en el origen todo es sagrado y si la naturaleza virgen sirve de templo a la divinidad y al hombre, al final de los tiempos, como hemos suficientemente desarrollado, todo está desacralizado. Entre ambos extremos, el hombre tiene necesidad de templos, siendo precisamente el templo una imagen o símbolo del Cosmos. Así a lo largo de toda la historia, lo sagrado aparece en su significado y en su papel más propio: elementos de este mundo «puestos aparte», «consagrados» para la mediación entre Dios y el hombre. La Iglesia y el orden sacramental, el sacerdocio, el sacrificio (sacrum facere), el arte sagrado, pertenecen con toda evidencia al dominio de lo sagrado. 255 Abbé Henri Stéphane: EL SENTIDO DE LO SAGRADO
Al comienzo de esta ascensión «mística», el alma se «dilata» al ritmo de la plegaria vocal: rosario, letanías, recitación de los Salmos, etc. En el segundo grado, el alma medita uno solo versículo, por ejemplo: In manus tuas, Domine, commendo spiritum meum («En tus manos, Señor, pongo mi espíritu» (Oficio de Completas).), entrecortando este «rumiar interior» de «silencios» más o menos prolongados, y armonizando, si se quiere, este ejercicio al ritmo de la respiración corporal, símbolo de la «respiración mística» que es la oración. En el límite de esta ascensión, el alma se establece en el Silencio de la Contemplación perfecta: ha llegado a ser la «lira» perfectamente dócil al Soplo Divino, ejecutando la Perfecta Sinfonía del Silencio Eterno en la Pura Luz de la Contemplación y en la consumación del Amor. 302 Abbé Henri Stéphane: REFLEXIONES SOBRE LA ORACIÓN I
Por todos estos motivos, San José debe figurar al lado de la Virgen, pero no en el eje indicado precedentemente, y, puesto que es el símbolo del Maestro Invisible, debe estar en una actitud puramente pasiva de manera que no obstaculice la acción del Espíritu. El buey y el asno deben colocarse a la derecha y a la izquierda (lado siniestro) del Niño Jesús. 526 Abbé Henri Stéphane: EL SIMBOLISMO DEL BELEN
Finalmente, el nacimiento del Verbo o el «renacimiento espiritual» del alma debe realizarse durante la «noche»; es por eso que tiene lugar en la «gruta» a medianoche y en el solsticio de invierno, fecha de la Navidad. La gruta no es de ningún modo una pobre chabola con un techo de paja. Su simbolismo se refiere al de la Caverna o al del Domo (situado, en nuestras iglesias, encima del santuario donde se cumple el misterio eucarístico). La Caverna debe tener una forma hemisférica (propiamente un cuarto de esfera); el interior debe ser sombrío, iluminado solamente por la Estrella, símbolo de la Luz divina, pudiéndose colocar ésta encima de la Caverna. Por último, el pesebre donde reposa el Niño Jesús puede tener una forma hemisférica, complementaria a la de la Caverna, simbolizando las dos mitades del «Huevo del Mundo». 532 Abbé Henri Stéphane: EL SIMBOLISMO DEL BELEN
Toda la historia de Israel converge hacia este acontecimiento, y la historia de la Iglesia es la prolongación de ello. Esta «Historia Santa» a comenzado en Abraham y se acabará en la Parusia. La primera venida de Cristo aparece como una anticipación de la segunda, y la historia de la Iglesia parece reproducir las diferentes fases de la historia de la Theotokos, que es el prototipo de la Iglesia, tan bien como la historia de su Esposo, el Cristo, o, si se prefiere, el Espíritu Santo (Por que es el Espíritu que el Cristo ha enviado y es también el Espíritu que es el Esposo de la Virgen.). En esta perspectiva «mística», toda la Historia Santa aparece como ordenada al moldeamiento de la Esposa sagrada. Se puede hablar de «hierogamia», de matrimonio sagrado entre el Esposo divino y la Esposa. La Unión hipostática puede ser vista como el matrimonio sagrado de la Naturaleza divina y de la naturaleza humana. El «Cantar de los Cantares» es el anuncio profético de esta boda. El Apocalipsis celebra las «bodas del Cordero», la «Mujer vestida de Sol», la «Jerusalén celeste» adornada como una esposa. El Cántico espiritual de San Juan de la Cruz, canta la Unión mística del alma, y del Esposo divino. San Pablo ve el matrimonio cristiano como e símbolo de la unión del Cristo y de la Iglesia (Ef. V, 25,32). 561 Abbé Henri Stéphane: SOBRE EL MEDIADOR
Sin embargo, siendo de esencia supra-individual y destinado a liberar de la condición individual, el conocimiento simbólico no puede ser visto como participante del conocimiento sensible más que de una manera muy provisional. El mundo sensible es visto aquí como un soporte, una base o un «simbolo», es decir como un medio, un medium quo, en vista de un objetivo que sobrepasa esencialmente y que «integra» el medio mismo al nivel del objetivo por la supresión de los límites que «determinan» a ese medio en su nivel propio de existencia. En esta perspectiva toda «cosa» aparece entonces como un símbolo, es decir como el medium quo de una «acción» o de un conocimiento destinado a integrar la «cosa» en el nivel de lo Real incondicionado y a devolver así la multiplicidad al nivel de lo Uno. 662 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA CONDICION HUMANA
Perdidos por la circunferencia de la «rueda cósmica», nosotros hemos perdido nuestro Centro, hemos olvidados quienes somos. Nuestros juicios de «valor» sobre nosotros mismo o sobre los demás están no tienen fundamento porque ignoramos Quienes son ellos y Quienes somos nosotros. Soñamos que somos Un tal o Un cual, confundiendo nuestro «Si-mismo Inmortal» con la sucesión indefinida de nuestros estados de consciencia. Fabricamos teorías científicas o filosóficas que no son más que hipótesis laboriosas fundadas sobre generalizaciones estadísticas: creemos que el Sol se levantará mañana, porque hasta el presente siempre se ha levantado. Pero, ¿qué impide a Dios aniquilar el mundo en un instante? Nos divertimos en contar los barrotes de nuestra prisión existencial en lugar de intentar salir de ella. Algunos desesperados creen que saldrán de ella por la muerte, pero es eso todavía una ilusión ya que tras la muerte encontrarán otro mundo, otra prisión. Sin embargo la muerte corporal es un símbolo de la muerte verdadera, la muerte mística, por la cual nosotros escapamos finalmente a todos los mundos posibles para «resucitar con Cristo». Si, entonces, meditamos sobre la muerte, en el sentido habitual de la palabra, hay que tomar la precaución de transponer el asunto como se acaba de decir: «Aquel que pierde su vida, la encontrará» (Mateo XVI, 25); «Morir antes de que os muráis» (Formula atribuida al Profeta. Cf. Angélus Silesius «stirb ehe du stirbist», en A. K. COOMARASWAMY, Hinduismo y Budismo.). 675 Abbé Henri Stéphane: LOS CONDENADOS DE LA TIERRA
«Amar al prójimo como a si mismo», es realizar el misterium caritatis; es decir realizar en él y en mi esta transparencia del alma que permita a la Luz increada dispersar las tinieblas de la ilusión egocéntrica y altruista. Ya no hay más ni «yo» ni «tu», sino El, el Paráclito, el Consolador, el Amor increado, el Espíritu de Verdad que procede del Padre, único Principio de Unidad capaz de disolver los «nudos» del ego, y de romper los límites de la individualidad: «esta divina Persona como espirando de su espiración divina, eleva y dispone el alma de una manera muy elevada a espirar ella misma en Dios la misma espiración de amor que el Padre espira en el Hijo y el Hijo en el Padre, y que es el mismo Espíritu Santo que ellos espiran en ella en esta transformación». Es a este nivel de la Unión transformante donde se sitúa el misterium caritatis. Toda la caridad de aquí abajo no es más que la sombra de ello, o todo lo más el símbolo. 732 Abbé Henri Stéphane: REFLEXIONES SOBRE LA CARIDAD
Desde el punto de vista teológico ordinario, esta sometido a «la voluntad de Dios» aquel que realiza un acto conforme a una «ley moral» concebida como «expresión» de la Voluntad Divina y conocida como tal por la razón humana iluminada por la fe. Toda transgresión consciente y querida de esta ley es «pecado», y se considera como no conforme a la Voluntad Divina. Esta actitud es valida en el modo religioso, pero no tiene nada de metafísico. Puede sin embargo ser tomada, en su orden y en su nivel, como símbolo de la actitud metafísica correspondiente. 750 Abbé Henri Stéphane: DE LA SUMISION A LA VOLUNTAD DE DIOS
La última cita que acabamos de dar nos invita a hablar del simbolismo de la piedra. Nosotros somos las piedras endurecidas que deben volverse «asimilables» como el pan; somos las piedras dormidas en las que Dios debe entrar para «despertarlas»; somos la piedra de donde puede extraerse la chispa, tal como claramente indica el Fuego nuevo sacado de la piedra en el transcurso de la liturgia del Sábado Santo; somos la piedra bruta que debe ser tallada para servir a la construcción del edificio, «para formar un templo santo en el Señor» (Ef., II, 21), que es la «piedra angular» (Ef., I, 20), y que también es la peña rota por el bastón de Moisés, de donde brota el Agua de la Vida. El edificio de las piedras talladas simboliza al «pueblo de Dios» hecho de piedras vivientes, pues una catedral o una iglesia románica es evidentemente el símbolo de la Esposa-Iglesia: el conjunto bien ordenado, edificado sobre el fundamento de los Apóstoles y los profetas (Ef., II, 20), diseña la estructura jerárquica coronada por la «piedra angular». A las piedras talladas que representan los fieles deben añadirse las piedras esculpidas que representan a los Profetas, los Apóstoles, los Santos y la Virgen. Todo esto nos permite comprender que una iglesia de hormigón es una «desgracia de los tiempos» que no se presta a ningún simbolismo, y se acaba por construir iglesias que parecen un garaje o un cine. En las iglesias bizantinas, la base rectangular y la cúpula circular simbolizan la unión del Cielo y de la Tierra, lo que constituye otro aspecto, esta vez cósmico, del matrimonio sagrado del Esposo y de la Esposa; de esta forma, las artes plásticas también participan de la celebración del misterio, y ésta es la verdadera razón de ser del Arte sagrado (Sobre el simbolismo de la piedra referida a Cristo y a la Iglesia, ver Jean Tourniac, Symbolisme maçonnique et Tradition chrétienne, 3ª parte, cap. III, y Les Tracés de la Lumière, caps. VII y VIII.). 880 Abbé Henri Stéphane: CONSIDERACIONES SOBRE LA MISA
Insistiremos una vez más sobre una forma de ingenuidad más sutil, menos evidente, pero también más fundamental y más enraizada. Queremos hablar de la certeza con la cual el hombre se comporta frente al mundo exterior y de las leyes aparentes que lo rigen. Hay evidentemente fenómenos, tales como el movimiento de los astros por ejemplo, que parecen dotados de leyes inmutables, mientras que otros, por ejemplo la lluvia y el buen tiempo, parecen condenados a una anarquía perpetua. En un sentido se podría decir que los primeros simbolizan la inmutabilidad del Olimpo y los segundos, ligados a la Tierra, simbolizan la inestabilidad y el desorden inherentes al hombre caído, pero no es así como lo ven nuestros contemporáneos irremediablemente cerrados a todo simbolismo: en lugar de mirar la invariabilidad relativa de los fenómenos astronómicos como un símbolo imperfecto de la Inmutabilidad divina, ellos le confieren, así como a las otras leyes de la naturaleza, un carácter absoluto. Así, para vulgarizar la cosa, constatamos que todos los hombres están convencidos de que el Sol se levantará mañana. A una tal certeza podemos oponer dos objeciones mayores: objetivamente, nada puede impedir el Creador el modificar instantáneamente las leyes de la astronomía; no hay ninguna razón por la que la Tierra gire siempre a la misma velocidad, ni que el eje de la Tierra esté siempre inclinado a 23’27’ sobre el plano de la elíptica; un enderezamiento instantáneo de la línea de los polos puede producirse, puede provocar la desaparición de la presente humanidad. Pero subjetivamente, la objeción es todavía más impresionante: para el hombre que morirá esta noche, se puede decir que el sol no se levantará mañana (Recordemos al respecto que la palabra evangélica: «Insensato, esta noche mismo, se te va a pedir el alma. ¿Y todo lo que has amasado quién lo tendrá?» (Luc. XII, 20)). Ahora bien, ¿qué hombre tiene la certeza de no morir esta noche? En vano, se objetará que el Sol se levantará para los supervivientes, ya que nada prueba que ocurrirá, y si no hay más seres vivos para asistir al amanecer, ¿se puede decir que el Sol se levanta? Si no hay nadie para ver al Sol dar vueltas, ¿podemos decir todavía que el Sol da vueltas? En otros términos, ¿qué queda de la manifestación sin la consciencia que es la «razón de ser» de la manifestación? (Sobre la consciencia, «razón de ser» de la manifestación, ver de René Guenon: «Los Estados Múltiples del Ser», capítulo 16.) Y finalmente ¿que es el Ser sin el Conocimiento? ¿Qué es el Padre sin el Hijo? ¿Qué es el SAT sin el CHIT? (SAT = ser, existenci, CHIT = conocimiento, consciencia, que junto con ANANDA = dicha, beatitud, son las tres características inherentes a la Realidad absoluta (Brahman).) 946 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA INGENUIDAD
Toda cosa es un símbolo, y todo símbolo tiene dos caras: una cara “positiva” vuelta hacia Dios, una cara “negativa” vuelta hacia Satán. La manifestación universal, un grado de existencia o un “mundo” son igualmente símbolos. 986 Abbé Henri Stéphane: A PROPOSITO DE LA EVOLUCIÓN
Cuando el hombre caído ve el pan, dice: “Es pan”; cuando el hombre verdadero – el Cristo, Indra – ve pan dice: “Este es mi Cuerpo”. Adam, en el Paraíso terrestre, dice viendo a Eva: “Esta es verdaderamente la carne de mi carne, los huesos de mis huesos”; el hombre caído cuando ve a una mujer la toma por una prostituta; el hombre tradicional, si él es cristiano por ejemplo, la mira como el símbolo de la Iglesia, la Sagrada Esposa del Cordero inmolado, una hipóstasis de la Virgen. 990 Abbé Henri Stéphane: A PROPOSITO DE LA EVOLUCIÓN
1. El Arte sagrado, que es una expresión o un modo de la Revelación, tiene como función la de «representar» – rendir presentes – las Realidades celestes, o los Arquetipos eternos de todas las cosas, y comunicar así al alma del contemplativo la virtud transformante, alquímica, santificante de la Luz Increada (La luz que los Apóstoles han contemplado durante la Transfiguración.) . el Arte sacro no es por lo tanto y de ninguna manera la expresión de la sicología individual del artista y de sus fantasías más o menos patológicas (Es equivalente decir que una obra de Arte tiene necesariamente un «contenido inteligible» en el sentido platónico en el que el mundo sensible no es más que un símbolo del mundo inteligible; la obra de Arte sacro «reenvía» a su Prototipo celeste y sirve así de «soporte de meditación» o de contemplación; el sujeto humano que contempla la obra es puesto así en relación, gracias al «contenido inteligible» de esta, con el Prototipo celeste correspondiente (la Virgen, Cristo, en el caso de un Icono). Todo esto supone que la obra de Arte es objetivamente conforme a su Prototipo y que el alma del contemplativo está purificada por la ascesis e iluminada por el don de la Inteligencia que permite romper los límites del mental y escapar a la vez al racionalismo y al sentimentalismo.). 1040 Abbé Henri Stéphane: VARIOS ESCRITOS SOBRE ARTE