Gershom Scholem — A criação do homem
El Zohar, El Libro del Esplendor — Selección y edición de Gershom Scholem
El Rabino Simeón se levantó y habló: Al meditar, he percibido que cuando Dios estaba a punto de crear al hombre, entonces comenzó a temblar arriba y abajo de todas las criaturas. Se desdoblaba apenas el sexto día cuando al fin se tomó la divina decisión. Se encendió la llama de la fuente de todas las luces y se abrió la reja del Este, desde donde fluye la luz. La luz concedida en el principio, la tomó el Sur en gloria plena y el Sur tomó control sobre el Este. El Este tomó el control del Norte y el Norte despertó y, abriéndose, llamó en voz alta al Oeste para que fuera hacia él. Luego el Oeste viajó hacia el Norte y se quedó junto a él; después el Sur controlé al Oeste, y el Norte y el Sur rodearon el Jardín y constituyeron su vallado. El Este se acercó al Oeste y el Oeste se regocijó y dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” (Gen. I: 26), para que abrace como nosotros los cuatro cuadrantes y el alto y el bajo. Ahí se unieron el Este y el Oeste y crearon al hombre. Por tanto, los sabios han dicho que el hombre surgió del sitio mismo del Templo.
Más aún, podemos ver que las palabras “Hagamos al hombre” logran esto: a los seres inferiores, derivados de un lado del mundo superior, Dios les reveló el secreto de cómo formar el nombre divino “Adán”, en el cual se acompasan lo superior y lo inferior, en la fuerza de sus tres letras: alef, dalet y mem. Una vez que las tres letras hubieron venido hasta el mundo inferior, fue percibido en su forma, completo, el nombre de Adán para comprender en un nombre al varón y a la hembra. La hembra estaba pegada al costado del hombre y Dios le envió al hombre un sueño profundo y él se recostó en el sitio del Templo. Dios entonces le cortó a la hembra y la atavió como a una novia y la guió hasta él, como está escrito: “Y tomó uno de sus costados y llenó el espacio con carne” (Gen: 2: 21). En las Antiguas Escrituras, he visto que se dice, que aquí la palabra “uno” significa “una mujer”, es decir, la original Lilith que se acostó con él y concibió de él. Pero hasta ese momento ella no fue ninguna ayuda para él y está escrito: “Pero para Adán no se encontró una ayuda” (Gen. 2: 20). Adán, entonces, fue el último, pues estuvo bien que encontrara al mundo completo cuando hizo su aparición.
“No había aún en la tierra ningún arbusto del campo” (Gen. 2: 5).
El Rabino Simeón continuó diciendo: la alusión es de los magníficos árboles que crecieron más tarde, pero que entonces eran arbustos. Adán y Eva, como hemos dicho, fueron creados uno junto al otro. ¿Por qué no cara a cara? Por la sencilla razón de que el cielo y la tierra todavía no estaban en completa armonía: “El Señor Dios no había hecho llover sobre la tierra” (Gen. 2: 5). Cuando la unión inferior se perfeccionó y Adán y Eva estuvieron cara a cara, entonces se perfeccionó la unión superior.
Esto podemos saberlo gracias al Tabernáculo: hemos aprendido que, junto a él, fue puesto otro tabernáculo y que el superior no fue alzado hasta que el inferior fue erigido; y así sucedió en este caso. Más aún, puesto que todo allá en las alturas no estaba todavía perfectamente ordenado, Adán y Eva no fueron creados cara a cara. Esto se concibe debido al orden de los versos en las Escrituras; primero está escrito: “El Señor Dios no había hecho llover sobre la tierra” y, a continuación, “no existía un hombre que cultivara la tierra” (ibid), lo cual significa que el hombre era aún imperfecto, pues sólo cuando Eva fue perfeccionada fue perfeccionado él a su vez. Una prueba más la constituye el que en la palabra vayisgor (y él cerró), por primera vez en este pasaje aparezca la letra samekh, que significa “apoyo”, que equivale a decir que el varón y la hembra ahora se apoyaban uno en el otro. De manera semejante, el mundo inferior y el superior se sostienen uno al otro. No fue hasta que el mundo inferior se perfeccionó, que el otro a su vez fue perfeccionado. Cuando el mundo inferior tuvo que apoyar al superior siendo volteado cara a cara con él, el mundo fue terminado, ya que anteriormente “el Señor Dios no había hecho llover sobre la tierra” .
Entonces “una bruma cubrió la tierra” (Gen. 2: 6), para satisfacer la carencia “mojando toda la faz de la tierra” (ibid.); y la bruma que se levanta es el deseo de la mujer por el hombre. Aun así, otra interpretación dice que sacamos la palabra “no” del primer verso para usarla en el segundo don “bruma”, y esto significa que Dios no mandó la lluvia porque una bruma no se había levantado, ya que desde el mundo inferior debe provenir el impulso que ponga al mundo superior en movimiento. Así, para formar la nube, el vapor asciende primero desde la tierra. Y de igual modo el humo de los sacrificios asciende, creando armonía en las alturas y la unión de todo; así la esfera celestial llega a estar completa. Es desde abajo que se inicia el movimiento y de ahí que todo se perfeccione. Si la Comunidad de Israel no hubiera iniciado el impulso, el que habita en las alturas tampoco se habría movido hacia ella; así el deseo de abajo es lo que causa que todo en las alturas se complete.