Ritos Magicos

MAGIA — MAGIA CERIMONIAL — RITOS MÁGICOS

René Guénon: MAGIA CERIMONIAL

Para completar lo que acaba de decirse sobre las ceremonias y sobre sus diferencias esenciales con los ritos, consideramos todavía un caso especial que hemos dejado de lado intencionalmente: este caso es aquel donde se trata de «ceremonias mágicas», y, aunque esté ciertamente fuera del tema principal de nuestro estudio, no creemos inútil tratarle con algún detalle, puesto que la magia es, como ya lo hemos dicho, lo que da lugar a una buena parte de los equívocos creados y mantenidos, sobre el tema de la iniciación, por una muchedumbre de pseudoiniciados de todo género; por lo demás, el término de «magia» se aplica sin cesar hoy día a diestro y siniestro a las cosas más diversas, y a veces sin la menor relación con lo que designa realmente. Todo lo que parece más o menos raro, todo lo que se sale de lo ordinario (o de lo que se ha convenido considerar como tal), es «mágico» para algunos; ya hemos señalado la aplicación que algunos hacen de este epíteto a la eficacia propia de los ritos, lo más frecuentemente, por lo demás, con la intención manifiesta de negar su realidad; y a decir verdad, en el lenguaje vulgar, la palabra misma ha llegado a no tener apenas otro sentido que ese. Para otros, la «magia» toma el aspecto de una cosa más bien «literaria», un poco a la manera en que se habla corrientemente también de la «magia del estilo»; y es sobre todo a la poesía (o al menos a una cierta poesía, si no a toda indistintamente) a la que quieren atribuir ese carácter «mágico». En este último caso, hay una confusión quizás menos grosera, pero que importa tanto más disipar: es exacto que la poesía, en sus orígenes y antes de que hubiera degenerado en simple «literatura» y en expresión de una pura fantasía individual, era algo completamente diferente, cuya noción puede vincularse en suma directamente a la de los «mantras»1; así pues, allí podía haber entonces realmente una poesía mágica, así como también una poesía destinada a producir efectos de un orden mucho más elevado2; pero, desde que se habla al contrario de poesía profana (y, en efecto, es ésta la que los modernos tienen en vista inevitablemente, puesto que inclusive cuando les ocurre encontrarse en presencia de la otra, no saben distinguirla de ella y creen que no se trata todavía más que de «literatura»), ya no puede tratarse de nada de tal, como tampoco, se diga lo que se diga (y esto es todavía otro abuso de lenguaje), de «inspiración» en el único sentido verdadero de esta palabra, es decir, en el sentido propiamente «suprahumano». No contestamos, entiéndase bien, que la poesía profana, como cualquier expresión de ideas o de sentimientos, pueda producir efectos psicológicos; pero eso otra cuestión y, precisamente, no tiene absolutamente nada que ver con la magia; no obstante, hay que retener este punto, ya que en eso puede estar la fuente de una confusión que, en ese caso, sería simplemente correlativa de otro error que los modernos cometen frecuentemente también en cuanto a la naturaleza de la magia misma, y sobre el que vamos a tener que volver de nuevo a continuación.

Dicho eso, recordaremos que la magia es propiamente una ciencia, se puede decir incluso que es una ciencia «física» en el sentido etimológico de esta palabra, puesto que trata de las leyes y de la producción de algunos fenómenos (y por lo demás, como ya lo hemos indicado, es el carácter «fenoménico» de la magia el que interesa a algunos occidentales modernos, porque satisface sus tendencias «experimentalistas»); solamente, importa precisar que las fuerzas que intervienen aquí pertenecen al orden sutil, y no al orden corporal, y es por eso por lo que sería completamente falso querer asimilar esta ciencia a la «física» tomada en el sentido restringido en el que la entienden los modernos; este error se encuentra por lo demás también de hecho, puesto que algunos han creído poder referir los fenómenos mágicos a la electricidad o a «radiaciones» cualesquiera del mismo orden. Ahora bien, si la magia tiene este carácter de ciencia, alguien se preguntará quizás cómo es posible que haya ritos mágicos, y es menester reconocer que eso debe ser en efecto bastante embarazoso para los modernos, dada la idea que se hacen de las ciencias; allí donde ven ritos, piensan que se trata necesariamente de algo muy diferente, que casi siempre buscan identificar más o menos completamente con la religión; pero, digámoslo ya claramente, los ritos mágicos no tienen en realidad, en cuanto a su meta propia, ningún punto en común con los ritos religiosos, ni tampoco (y estaríamos incluso tentados de decir que con mayor razón todavía) con los ritos iniciáticos, como querrían, por otro lado, los partidarios de algunas de las concepciones pseudoiniciáticas que tienen curso en nuestra época; y, sin embargo, aunque estén enteramente fuera de estas categorías, hay verdaderamente ritos mágicos.

La explicación es muy simple en el fondo: la magia es una ciencia, como acabamos de decirlo, pero una ciencia tradicional; ahora bien, en todo lo que presenta este carácter, ya se trate de ciencias, de arte o de oficios, hay siempre, o al menos desde que uno no se limita a estudios simplemente teóricos, algo que, si se comprende bien, debe ser considerado como constituyendo verdaderos ritos; y no hay lugar a sorprenderse de ello, ya que toda acción cumplida según reglas tradicionales, de cualquier dominio que dependa, es realmente una acción ritual, así como ya lo hemos indicado precedentemente. Naturalmente, en cada caso, estos ritos deberán ser de un género especial, puesto que su técnica será forzosamente la apropiada a la meta particular a la que están destinados; por eso es menester evitar cuidadosamente toda confusión y toda falsa asimilación tal como las que hemos mencionado hace un momento, y eso tanto en lo que respecta a los ritos mismos como en lo que respecta a los diferentes dominios a los que se refieren respectivamente, puesto que estas dos cosas son estrechamente solidarias; y los ritos mágicos no son así nada más que una especie entre muchas otras, al mismo título que lo son, por ejemplo, los ritos médicos que deben parecer también, a los ojos de los modernos, una cosa muy extraordinaria e incluso completamente incomprehensible, pero cuya existencia en las civilizaciones tradicionales no es por eso un hecho menos incontestable.

Conviene recordar también que la magia es, entre las ciencias tradicionales, una de aquellas que pertenecen al orden más inferior, ya que, bien entendido, aquí todo debe ser considerado como estrictamente jerarquizado según su naturaleza y su dominio propio; sin duda es por eso por lo que, quizás más que toda otra ciencia, la magia está sujeta a muchas desviaciones y degeneraciones3. Ocurre a veces que toma un desarrollo fuera de toda proporción con su importancia real, desarrollo que llega hasta asfixiar en cierto modo los conocimientos más altos y más dignos de interés; y algunas civilizaciones antiguas han muerto por esta invasión de la magia, como la civilización moderna corre el riesgo de morir por la invasión de la ciencia profana, que, por lo demás, representa una desviación más grave todavía, puesto que la magia, a pesar de todo, es todavía un conocimiento tradicional. A veces también, se sobrevive por así decir a sí misma, bajo el aspecto de vestigios más o menos informes e incomprendidos, pero todavía capaces de dar algunos resultados efectivos, y puede caer entonces hasta el nivel de la baja brujería, lo que es el caso más común y el más difundido, o degenerar aún de alguna otra manera. Hasta aquí, no hemos hablado de ceremonias, pero es justamente de eso de lo que vamos a hablar ahora, ya que constituyen el carácter propio de una de esas degeneraciones de la magia, hasta el punto de que ésta ha recibido de ellas su denominación misma de «magia ceremonial».





  1. Los libros sagrados, o al menos algunos de ellos, pueden ser «poemas» en este sentido, pero no lo son ciertamente en el sentido «literario» que pretenden los «críticos» modernos, que con eso quieren reducirlos también a un nivel puramente humano. 

  2. Los únicos vestigios de poesía mágica que se puedan encontrar todavía actualmente en occidente forman parte de lo que nuestros contemporáneos han convenido llamar las «supersticiones populares», en efecto, es en la brujería de los campos donde se encuentran sobre todo. 

  3. Cf. EL REINO DE LA CANTIDAD Y LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS, cap. XXVI y XXVII.