Nicoll Tentando Jesus I

Maurice Nicoll — O HOMEM NOVO

As Tentações de Jesus — INTERPRETAÇÃO DE NICOLL (cont.)

Luego sigue una descripción de la primera tentación resultante de este periodo de incitaciones, y se la representa así:

“Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se haga pan».” (Luc. IV, 3.)

Abordemos el primer significado, el primer nivel literal. Cristo tuvo hambre y el diablo le sugirió que convirtiese una piedra en pan.

“Y Jesús, respondiendo, dijo: «Escrito está que no con pan sólo vivirá el hombre, sino con toda palabra de Dios».” (Luc. IV, 4.)

Tomándolo en un nivel literal, esto es tal cual aparece, una tentación física. Hay que advertir, sin embargo, que antes de esto se indica que Jesús permaneció en el desierto durante cuarenta días “y era tentado por el diablo”. Si suponemos que el desierto era un lugar realmente físico, ¿cómo es que nada se dice acerca de la forma como lo tentaba el diablo durante todo ese tiempo? Uno bien podría limitarse a decir que estaba muriéndose de hambre. Pero relacionándolo con el desarrollo interior, debemos entender el término desierto como un estado mental, un estado íntimo general comparable a un desierto, o sea un lugar o condición en el que no hay nada que guíe u oriente al hombre; una condición tal en la que el individuo no se encuentra en medio de cosas que le son familiares, y así está en un verdadero desierto, en una situación angustiosa de aturdimiento, de perplejidad, en la cual queda completamente solo, como si estuviese pasando por una prueba, sin hallar en qué sentido moverse, pero sabiendo, sí, que no debe moverse en un sentido propio. Esto es una tentación en sí misma, pues durante todo el tiempo el hombre está hambriento de un significado. ¿Por qué deberá el hombre abandonar lo que le es familiar y lanzarse a un desierto? Siente hambre de pan, pero no del pan en un sentido literal, sino de aquel del que habla el Padre Nuestro y que tan erradamente se ha traducido “de cada día”. Se trata de una guía, de algo transustancial; literalmente, se trata de pan para mañana. Esto, de hecho, significa pan para el desarrollo de nuestra vida; no de nuestra vida tal cual es hoy en día, sino de nuestra existencia como puede llegar a ser; el pan necesario para mantenernos en nuestro crecimiento, el pan para las sucesivas y necesarias etapas de comprensión. (El Padre Nuestro es una plegaria que trata acerca de la evolución interior y el pan que en él es solicitado es el del entendimiento necesario para esta evolución.) En semejantes condiciones, en medio del desierto, la tentación es la de hacer uno mismo el pan, o sea obrar conforme a las propias ideas, a la propia voluntad en la misma forma en que lo hicieron los constructores de la Torre de Babel cuando utilizaron ladrillos y betún hechos por ellos mismos, en lugar de piedra y mezcla. Ellos pensaron que podían hacer un mundo nuevo con sus propias ideas. ¿Por qué no ha de confiar uno en sí mismo y así descansar nuevamente en la vida en vez de esperar algo que parece ser tan dudoso? En Mateo, la respuesta que Cristo da al diablo en esta tentación dice así:

“No sólo con pan vivirá el hombre, mas con toda palabra que sale de la boca de Dios.” (Mat. IV, 4.)

Acá se nota claramente que el diablo pidió a Cristo que él mismo hiciese su pan a fin de aliviar su condición; o sea, que no esperase la palabra de Dios. Y el diablo también le dice: “Si eres el Hijo de Dios, di a estas piedras que se hagan pan”. En otra forma, le pidió que se alimentase de sus propias ideas, de sus propios poderes. Pero la misión de Cristo, que comenzó inmediatamente después que hubo pasado las tentaciones en el desierto, no era la de fabricar verdades y significados por sí mismo, sino el comprender y enseñar el sentido de la Palabra o el Verbo de Dios, o sea de aquellas influencias que vienen de un nivel superior. La prueba era la de escoger entre su propia voluntad, o la proveniente de un nivel superior. Tenía que realizar la voluntad de “Dios” y no la propia. Tenía que poner su inferior nivel humano bajo el dominio de la voluntad del nivel superior o divino. Y es el nivel humano el que aquí aparece sometido a la tentación, pues Jesús nació de una madre humana. Confundir lo superior con lo inferior es lo mismo que aniquilarse porque entonces el aspecto humano se adjudicará a sí mismo lo que por cierto no le pertenece. El hombre será inducido entonces a expresar: “Yo soy Dios”, en lugar de “Dios es Yo”. Si dice: “Yo soy Dios”, se identificará con Dios desde un nivel inferior. Y esto le aniquilará. Si dice: “Dios es Yo”, rinde su propia voluntad y hace la voluntad de Dios “Yo” en él, de suerte que queda sometido y debe obedecer a Dios, o sea a un nivel superior. Tómese nota de que el diablo se dirige a Jesús empleando los términos: “Si eres Hijo de Dios …” y con ello sugiere que Jesús puede hacer lo que mejor le plazca, como si estuviese a un mismo nivel con Dios. Todo esto había en Jesús. Todo esto ocurrió en él. Y aun cuando esta tentación bien puede tomarse muy simplemente, como la necesidad de sobreponerse a sus apetitos —en este caso el hambre— resulta evidente que tiene otros significados más profundos tras su sentido literal. Y estos significados dicen relación con aquellos problemas del amor propio, del poder —y de violencia— que tienen una poderosa raíz en la naturaleza del hombre. Una parte de la naturaleza de Jesús era humana; provenía de la mujer, su madre. La tarea era transformarla. Todo esto es obvio en la segunda tentación en la que es ofrecido a Cristo todo el poder sobre el mundo visible. Se presenta al diablo llevando a Cristo a “un alto monte” donde le ofrece todo el poder sobre el mundo visible en un punto del tiempo.