naturaleza del alma (Eckhart)

Cualquier recipiente tiene dos características: recibe y contiene. (Los) recipientes espirituales y (los) recipientes materiales son distintos. El vino se halla en el barril, (mas) el barril no se encuentra en el vino, y éste tampoco está en el barril, es decir, en las duelas; pues si estuviera en el barril, o sea, en las duelas, no se lo podría beber. ¡Muy distintas son las cosas con respecto al recipiente espiritual! Todo cuanto se recibe ahí, está dentro del recipiente, y el recipiente se halla en ello, y ello es el recipiente mismo. Todo cuanto recoge el recipiente espiritual es de su naturaleza. La naturaleza de Dios consiste en entregarse a toda alma buena, y la naturaleza del alma consiste en recibir a Dios; y esto se puede afirmar con miras a lo más noble que el alma es capaz de realizar. Ahí, el alma lleva la imagen de Dios y es igual a Dios. No puede haber imagen sin igualdad, pero sí puede haber igualdad sin imagen. Dos huevos son igualmente blancos y, sin embargo, uno no es la imagen del otro; pues aquello que ha de ser la imagen de otro, debe haber surgido de su naturaleza (la del otro) y haber nacido de él y ser igual a él. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XV 3

Son dos las causas porque dice «alma». Afirma un maestro: La palabra «alma» no se refiere al fondo y no toca a la naturaleza del alma. Por eso dice un maestro: Quien escribe sobre las cosas móviles, no toca ni a la naturaleza ni al fondo del alma. Quien ha de nombrar al alma según la simplicidad y pureza y desnudez, tal como es en sí misma, no puede encontrarle ningún nombre. Le dicen alma: es como cuando se llama carpintero a una persona, entonces no se lo llama ni hombre ni Enrique, ni según su ser propiamente dicho, sino que se lo llama de acuerdo con su obra. Éste es el pensamiento de Nuestro Señor (cuando dice): Quien ama al alma en la pureza, conforme con la naturaleza simple del alma, la odia con esta vestimenta (terrestre) y es su enemigo; la odia y está triste y apenado porque ella se halla tan alejada de la luz pura que ella es en sí misma. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XVII 3

El alma debe odiar todo cuanto de ella se halla en este mundo o mira hacia este mundo y (también) donde algo es tocado por el (mundo) y mira hacia fuera. Dice un maestro que el alma en su parte más elevada y más pura se encuentra por encima del mundo. Fuera del amor nada hace entrar al alma en este mundo. A veces se trata de un amor natural que ella siente por su cuerpo. A veces tiene un amor voluntario que siente hacia las criaturas. Dice un maestro: Así como la vista nada tiene que ver con el canto, ni el oído con el color, así el alma en su naturaleza nada tiene que ver con todo cuanto hay en este mundo. Por eso dicen nuestros maestros en ciencias naturales que el cuerpo se halla mucho más en el alma que el alma en el cuerpo. Así como el barril contiene el vino antes que el vino el barril, así el alma contiene al cuerpo antes que el cuerpo al alma. Aquello que el alma ama en este mundo, constituye una privación en su naturaleza. Dice un maestro: La naturaleza y natural perfección del alma consisten en que llegue a ser en sí un mundo racional allí donde Dios formó en ella las imágenes primigenias de todas las cosas. Quien dice que ha logrado poseer su naturaleza, debe descubrir que dentro de él todas las cosas están configuradas en una pureza tal como son en Dios, no como son en su propia naturaleza, sino como son en Dios. No hay ningún espíritu ni ángel alguno que toquen el fondo del alma ni tampoco la naturaleza del alma. Allí, ella llega a lo primigenio, el principio donde Dios irrumpe con bondad en todas las criaturas. Allí, ella toma todas las cosas en Dios, no en la pureza tal como son en su pureza según la natura, sino en la pura simplicidad tal como son en Dios. Dios hizo todo este mundo como si fuera de carbón. La imagen hecha de oro es más firme que la hecha de carbón. Así (también) en el alma todas las cosas son más puras y nobles de lo que son en este mundo. La materia (empero) de la cual Dios hizo todas las cosas, es más ruin que el carbón en comparación con el oro. Quien quiere hacer una olla, toma un poco de arcilla; ésta es la materia con la cual trabaja. (Mas) luego le da una forma que se halla en su interior: ésta es más noble en su fuero íntimo que la materia. Con esto quiero decir que todas las cosas son inconmensurablemente más nobles en el mundo racional que es el alma, de lo que son en este mundo; así como la imagen cincelada e impresa en oro, así se hallan las imágenes de todas las cosas (como) simples en el alma. Dice un maestro: El alma tiene en sí la potencialidad de que sean estampadas en ella las imágenes de todas las cosas. Otro dice: El alma nunca ha logrado poseer su naturaleza pura, a no ser que halle configuradas en sí todas las cosas (existentes) en el mundo racional que es incomprensible; hasta allí no llega ningún pensamiento. Dice Gregorio: Aquello que decimos de las cosas divinas, lo tenemos que balbucear porque hay que expresarlo con palabras. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XVII 3

Dice un maestro que cada igualdad significa un nacimiento. Afirma además: La naturaleza nunca encuentra cosa igual a sí, sin que haya, necesariamente, un nacimiento. Nuestros maestros dicen: El fuego, por fuerte que sea, no encendería nunca si no esperara un nacimiento. Por seca que estuviera la leña que se colocase adentro, jamás ardería si no fuera capaz de adquirir igualdad con él (= el fuego). El fuego desea nacer en la leña y que todo se haga un solo fuego y que éste se conserve y perdure. Si se extinguiera y deshiciera, ya no sería fuego; por eso desea ser conservado. La naturaleza del alma nunca contendría lo igual (= a Dios) a no ser que desease que Dios naciera en ella. Nunca se ubicaría en su naturaleza, ni desearía hacerlo si no esperara el nacimiento y éste lo opera Dios; y Dios nunca lo operaría si no quisiera que el alma naciese dentro de Él. Dios lo opera y el alma lo desea. De Dios es la obra y del alma, el deseo y la capacidad de que Dios nazca en ella y ella en Dios. El que el alma se le asemeje, lo obra Dios. Ella ha de esperar, necesariamente, que Dios nazca en ella y que sea sostenida dentro de Dios y ansíe la unión, para que sea sostenida en Dios. La naturaleza divina se derrama en la luz del alma, y es sostenida allí adentro. Con ello Dios se propone nacer en ella y serle unido y sostenido en ella. Esto ¿cómo puede ser? ¿Si decimos que Dios es su propio sostenedor? Cuando Él tira al alma hacia ahí adentro (= a su naturaleza divina), ella descubre que Dios es su propio sostenedor y entonces permanece ahí, de otro modo no se quedaría nunca. Dice Agustín: «Exactamente así como amas, así eres: si amas a la tierra, te vuelves terrestre; si amas a Dios, te vuelves divino. Si amo, pues, a Dios ¿me convierto en Dios? Esto no lo digo yo, os remito a la Sagrada Escritura. Dios ha dicho por intermedio del profeta: “Sois dioses e hijos del Altísimo”» (Salmo 81, 6). Y por eso digo: Dios da el nacimiento en lo igual. Si el alma no contara con ello, nunca desearía entrar ahí. Ella quiere ser sostenida dentro de Él; su vida depende de Él. Dios tiene un sostén, una permanencia en su ser; y por ello no hay otra alternativa que pelar y separar todo cuanto es del alma: su vida, (sus) potencias y (su) naturaleza, todo ha de ser quitado, manteniéndose ella en la luz acendrada donde constituye una sola imagen con Dios, allí encuentra a Dios. Es esta la peculiaridad de Dios de que no cae en Él nada extraño, nada sobrepuesto, nada agregado. Por ello, el alma no ha de recibir ninguna impresión ajena, nada sobrepuesto, nada agregado. Esto es lo (que decimos) del primer (punto) (= et). ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIV 3