apóstolos

APÓSTOLOS = ENVIADOS

Antonio Orbe: Parábolas Evangélicas em São Irineu

¿Qué decir de los gnósticos? El 2 Cor 4,4 lo puntuaban como Marción, haciendo al ‘dios de este siglo’, no al Padre, responsable de los desórdenes humanos.

2 Thes 2,11s crea problema. La expresión Dios enviará (resp. envía) parece asignar a Dios la iniciativa en la misión perversa del Anticristo.

Orígenes sugiere la respuesta.

Así como no hay hombre que, por creado, no merezca el apelativo de «hombre de Dios», aunque en sus obras lo disimule, así el Anticristo, por sometido a la providencia universalísima del Dios supremo, pudo ser «enviado de Dios», aunque entre el Padre y el (demiurgo) que directamente le envía medie gran distancia de natura y designios.
*He aquí las palabras de Orígenes (l.c.): «La expresión ‘enviado por Dios’ (cf. lo 1,6), aplicada a Juan, ya no parecerá excepcional. El peor de todos, ‘el hombre del pecado, el hijo de la perdición’ (2 Thess 2,3), según lo dice Pablo, es enviado por Dios. ‘Pues por eso — dice (2 Thess 2,1 ls) — Dios les envía un poder de error para que den fe al engaño, a fin de que sean juzgados ( = condenados) todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la iniquidad’. Mira si la cuestión se puede resolver así: todo hombre es simplemente ‘hombre de Dios’ a raíz de ser creado por Dios, mas solamente se denomina ‘(hombre) de Dios’ el consagrado a Dios — como Elias y los que vienen designados en las Escrituras ‘hombres de Dios’ — ; así, aunque, en sentido muy general, todo hombre puede ser enviado de Dios, rigurosamente sólo se dice haber sido enviado por Dios el que vino a esta vida para servicio divino y culto de salvación del género humano…».


Titus Burckhardt: O VERBO DE SETH — SELO DOS ENVIADOS
Todo “enviado” (rasul) é profeta (nabi)por seu grau de inspiração; no entanto, só denominado “enviado” o profeta que promulga uma nova lei sagrada.

René Guénon: A REALIZAÇÃO ASCENDENTE E A REALIZAÇÃO DESCENDENTE
El rasul manifiesta el atributo divino de Er-Rahmân en todos los mundos (rahmatan lil-âlamîn), y no solo en un cierto dominio particular. — Se puede destacar que, en otras partes, la designación del Bodhisattwa como «Señor de compasión» se refiere también a un papel similar, puesto que la «compasión» extendida a todos los seres no es en el fondo más que otra expresión del atributo de rahman.

El «enviado», en el sentido en el que hemos tomado esta palabra precedentemente, es pues literalmente una «víctima»; por lo demás, entiéndase bien que esto no implica en modo alguno, de una manera general, que su vida deba terminarse por una muerte violenta, puesto que en realidad, es esta vida misma, en todo su conjunto, la que es ya la consecuencia del sacrificio. Se podrá destacar inmediatamente que es en eso donde reside la explicación profunda de las vacilaciones y de las «tentaciones» que, en todos los relatos tradicionales, y cualquiera que sea la forma más especial que revistan según los casos, se atribuyen a los Profetas, e incluso a los Avataras, cuando se encuentran en cierto modo en presencia de la «misión» que tienen que cumplir. En el fondo, estas vacilaciones no son otras que las de Agni a aceptar devenir el conductor del «carro cósmico» 1, así como lo dice A. K. Coomaraswamy en el estudio que ya hemos citado, que vincula así todos estos casos al del «Avatâra eterno», con el cual no forman más que uno en su «verdad» más interior; y, ciertamente, la tentación de permanecer en la «noche» de lo no manifestado se comprende sin esfuerzo, ya que nadie podría contestar que, en este sentido superior, «la noche es mejor que el día». A. K. Coomaraswamy explica también de este modo, y con justa razón, el hecho de que Shankaracharya se esfuerce siempre visiblemente en evitar la consideración del «redescenso», inclusive cuando comenta textos cuyo sentido lo implica bastante claramente; en efecto, sería absurdo, en un caso como ese, atribuir una tal actitud a una falta de conocimiento o a una incomprensión de la doctrina; así pues, su actitud no puede comprenderse más que como una suerte de retroceso ante la perspectiva del «sacrificio», y, por consecuencia, como una voluntad consciente de no levantar el velo que disimula «la otra cara de la oscuridad»; y, generalizando sobre todo lo precedente, esa es la razón principal de la reserva que se guarda habitualmente sobre esta cuestión. Por lo demás, puede agregarse a eso, a título de razón secundaria, el peligro de que esta consideración, mal comprendida, sirva de pretexto a algunos para justificar, ilusionándose ellos mismos sobre su verdadera naturaleza, un deseo de «permanecer en el mundo», cuando no se trata en absoluto de permanecer en él, sino, lo que es completamente diferente, de volver a él después de haber salido ya, y cuando esta «salida» previa no es posible más que para el ser en el que ya no subsiste ningún deseo, como tampoco ningún otro apego individual cualquiera; es menester tener buen cuidado de no equivocarse sobre este punto esencial, a falta de lo cual se correría el riesgo de no ver diferencia alguna entre la realización última y un simple comienzo de realización detenido en un estado que no rebasa siquiera los límites de la individualidad.

  1. Rig-Vêda, X, 51.[]