Jesus Eu Sou

JESUS CRISTO — EU SOU

Roberto Pla: Evangelho de Tomé – Logion 5

Cf. Jo 8,28. Com esta locução, EU SOU, reivindica Jesus para si, como Cristo universal, a denominação revelada a Moisés (Ex 3,14), quer dizer, se confirma como único Ser de realidade absoluta e, portanto, eterna. EU SOU (eyeh aser ehyeh = EU SOU O QUE SOU), é a denominação com que a Moisés se revela o Deus de seus pais (o Deus de sempre). Isto equivale ao Conhecimento, posto que denominante e denominado são uma só e mesma coisa. Ao reivindicar para si este nome, EU SOU, Cristo se confirma como o que é, o Ser absoluto, quer dizer, o único Ser, com exclusão de qualquer outro. Não há opção para sugerir aqui nenhum dualismo depois desta declaração. Cristo é o Ser e como tal, é o Ser essencial em todo ser vivente, posto que Ele é a Vida real e eterna, de cujos raios parece viver todo o demais, ainda que com vida limitada e dependente de Cristo. Moisés teve no monte Horeb a intuição do Ser, isto é, de Cristo.

De tudo isso se revela a extrema importância de acrescentar até a unificação a fé no Filho de anthropos, ou Cristo eterno que em nós é. As declarações de Jesus neste sentido, levadas por João a seu evangelho são numerosas:

  • Declarou-lhes Jesus. Eu sou o pão da vida; aquele que vem a mim, de modo algum terá fome, e quem crê em mim jamais tará sede. (Jo 6:35)
  • Disse-lhes ele: Vós sois de baixo, eu sou de cima; vós sois deste mundo, eu não sou deste mundo. (Jo 8:23)
  • Por isso vos disse que morrereis em vossos pecados; porque, se não crerdes que eu sou, morrereis em vossos pecados. (Jo 8:24)
  • Prosseguiu, pois, Jesus: Quando tiverdes levantado o Filho do homem, então conhecereis que eu sou, e que nada faço de mim mesmo; mas como o Pai me ensinou, assim falo. (Jo 8:28)
  • Respondeu-lhes Jesus: Em verdade, em verdade vos digo que antes que Abraão existisse, eu sou. (Jo 8:58)
  • Desde já no-lo digo, antes que suceda, para que, quando suceder, creiais que eu sou. (Jo 13:19)
  • Quando Jesus lhes disse: Sou eu, recuaram, e caíram por terra. (Jo 18:6)

O estudo destas sete logia em que Jesus exerce esta reivindicação e dos dados nelas afirmados por ele, se reveste assim de grande interesse.


!
Michel Henry: ENCARNAÇÃO

¿Qué adviene antes del mundo? Nosotros lo sabemos: la relación de interioridad fenomenológica recíproca entre la Vida absoluta y el Primer viviente, puesto que ésta se experimenta en Él y Él se experimenta en ella. Experimentarse a sí mismo, gozar de sí, supone amarse a sí mismo de tal manera que este goce de sí que se produce en la Vida absoluta como la generación por ella del Primer Sí, en el cual ella se experimenta y se ama de este modo a sí misma — experimentándose éste a sí mismo en esta Vida absoluta que se ama en Él —, resulta ser un amarse a sí mismo en el que cada uno se ama en «otro» que (puesta aquí entre paréntesis toda exterioridad) nunca le es externo, sino por el contrario interno y consustancial. Así se lleva a cabo la relación inaudita de la que hablamos: «Tú me amaste antes de la creación del mundo».

El hecho de que esta relación de interioridad fenomenológica entre la Vida absoluta y el Primer Viviente sea recíproca, es lo que el contexto joánico no deja de afirmar hasta en su estructura formal. En ésta, la interioridad fenomenológica del Padre con el Hijo se encuentra constantemente planteada como interioridad del Hijo con el Padre: «Padre, lo mismo que tu estás en mí y yo en ti»; «De este modo podríais reconocer que el Padre está en mí y yo en el Padre»; «¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí?» (Jn 17, 24; 17,21; 10, 38; 14,10, respectivamente).

Lo sorprendente, según hemos tenido ocasión de observar, es que esta estructura interna del proceso de la Vida absoluta como relación de interioridad fenomenológica entre la Vida y su Verbo, se repite en la relación entre ese absoluto y el hombre, en este caso, entre su Verbo y todo Sí transcendental concebible. Sin embargo, ¿no están separadas de forma abismal, por una parte, la vida infinita que se trae a sí misma en su Verbo, y por otra, una vida, un Sí como el nuestro, incapaz de darse a sí mismo la vida, abocado así a una muerte cierta? Aquí interviene la Encarnación en sentido cristiano. Sólo por la Encarnación del Verbo en la carne de un hombre que como tal es «venido de Dios», «enviado por él», a saber, el Mesías o Cristo, se realiza la unión que supera este abismo. Esta unión ha sido llamada deificación porque al repetirse la interioridad fenomenológica recíproca de la Vida y de su Verbo cuando el Verbo mismo se hace carne en Cristo, toda unión con ésta es idénticamente una unión con el Verbo y, en éste, con la Vida absoluta. Pero, ¿cómo podría el hombre unirse al Verbo sino porque es en el Verbo mismo, en la Ipseidad originaria del Archi-Hijo, donde todo Sí transcendental está unido a sí, dado a sí como ese Sí que es? De este modo, experimentándose a sí mismo en la experiencia originaria que la Vida hace de sí en su Verbo, se ha vuelto semejante a éste, semejante a Dios.



Evangelho de Tomé