inteligencia

Sin duda la «síntesis» entre los dogmas como la Inmaculada Concepción, la Maternidad divina, la Virginidad perfecta y perpetua y la Asunción de María, supone una exposición metafísica preliminar, pero el dogma debe de ser suficiente para la inteligencia clarificada por la Fe y purificada por la Gracia: santa Bernadette y santa Teresa de Lisieux nunca han hecho metafísica. 14 Abbé Henri Stéphane: EL MISTERIO DE LA VIRGEN MARÍA

Es indispensable, para nuestro propósito, comenzar por exponer una «concepción» de la Divinidad que sobrepasa incontestablemente la de la antigüedad greco-romana o de la escolástica medieval, pues a falta de ella nos parece imposible llegar a una inteligencia profunda del misterio de la Virgen y de sus aplicaciones a la espiritualidad. 51 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA VIRGEN

En un acto eterno, el Padre engendra el Verbo; el Verbo es la Palabra que el Padre pronuncia pensándose a si mismo «en un eterno silencio»; él es el Pensamiento eterno del Padre en el cual el Padre se ve, se contempla, con sus Atributos divinos, sus Perfecciones infinitas. El Padre es la Suprema Inteligencia que conoce en su Verbo lo Supremo Inteligible; es por lo tanto por una procesion de inteligencia que el Padre engendra al Verbo. El Verbo es, si se quiere, un Espejo en el que el Padre contempla su propia imagen; o más bien, es algo más que un espejo, es esa Imagen misma: es «la irradiación de su gloria, la huella de su substancia» (Heb. I, 3) 191 Abbé Henri Stéphane: EL MISTERIO DE DIOS

Feliz el hombre de la edad de Kali, dicen también los hindúes. En efecto, las obras de arte sagrado están en los museos o en los libros. Las torres de la catedral de Chartres se elevan en medio de un desierto espiritual; los turistas afluyen a ella, pero ya no hay seminaristas. Una ciencia puramente empírica y conjetural inventa teorías que no tienen nada que ver con la Verdad; la inteligencia de los filósofos, privada de la gracia, fabrica sistemas extravagantes y las ciencias humanas proponen explicaciones aberrantes, psicológicas y sociológicas, de la religión o del «hecho religioso». Por último, el hombre es aplastado por montañas de máquinas que le embrutecen completamente en su trabajo y en sus ocios, por no hablar de las atrocidades de la guerra, reforzadas por las mismas máquinas. Pero, como dijo el Maestro Eckhart, «no hay nada más noble que el sufrimiento». Feliz, pues el hombre de la edad de Kali: nada ha recibido, nada le será pedido. 245 Abbé Henri Stéphane: EL SENTIDO DE LO SAGRADO

La actividad más elevada de la inteligencia, es la Oración. Solo la Oración hace a la inteligencia capaz de su objeto: el Ser. Hay ahí una relación ontológica necesaria. Sin la Oración, la inteligencia se desvía de su objeto y se dispersa en la vanidad, lo contingente, lo efímero. La Oración, dice el catecismo, es una elevación del alma hacia Dios. El alma es elevada, «asumida» como la Virgen en su Asunción, pero ella es elevada en los Cielos por los Angeles, mensajeros del Espíritu. Ya que «nosotros no sabemos lo que debemos pedir a Dios en nuestras plegarias, peor el Espíritu mismo ora por nosotros con gemidos inefables,… diciendo: Abba, Padre» (Romanos VIII, 26 y 15). Y el Apóstol dice también: «Yo oraré con el espíritu, pero yo oraré también con la inteligencia; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con la inteligencia» (1 Corintios XIV, 15). En efecto el Espíritu Santo, que ora en nosotros, nos conduce al Padre por el Logos. Es el «Trisagion», la triple acción de gracias: Sanctus, sanctus, sanctus, por la cual la Trinidad se hace Gloria a si misma a través del hombre. Y «nadie puede decir Jesús es el Señor, si no es por el Espíritu Santo» (1 Cor. XII, 3). 354 Abbé Henri Stéphane: ORACIÓN E INTELIGENCIA

La Patrística se hace echo de esta doctrina, sobre todo en lo que concierne a la inteligencia: « La oración sin distracción es la intelección más alta de la inteligencia»; «La oración es una ascensión de la inteligencia hacia Dios»; «El estado de oración es un habitus impasible que, por una amor de lo supremo, embelesa sobre las cimas intelectuales al intelecto pleno de sabiduría»; «La plegaria es un estado del intelecto, destructor de todos los pensamientos terrestres»; «Aquel que ora en espíritu y en verdad no obtiene de las criaturas las alabanzas que dirige al Creador: es de Dios mismo desde donde él alaba a Dios»; «La salmodia equilibra las pasiones y apacigua la intemperancia del cuerpo; la Oración hace ejercer a la inteligencia su actividad propia»; «La oración es la actividad que encuentra su dignidad de la inteligencia»; «La salmodia revela la sabiduría multiforme; la oración es el preludio de la gnosis inmaterial y uniforme» (Evagiro Pontico, Pequeña Filocalia). 358 Abbé Henri Stéphane: ORACIÓN E INTELIGENCIA

D. Pero entonces ¿Cómo el alma caída de su condición primordial puede recobrar su virginidad intemporal? — M. Es necesario que el alma escape de la ilusión egocéntrica o «separativa». El ascetismo debe mortificar las pasiones; la Fe o la Gnosis debe purificar su inteligencia; la Esperanza o el Recuerdo de Dios debe purificar la memoria; la Caridad y las Virtudes espirituales deben purificar su voluntad. Todo esto es obra del Espíritu Santo. 375 Abbé Henri Stéphane: DIALOGO SOBRE LA ORACIÓN

La actividad más elevada de la inteligencia , es la Oración. Según Evagiro Pontico, «la Oración es la actividad en la que encuentra su dignidad la inteligencia; en otros términos, el ejercicio más excelente y el más completo de esta» o también: «La Oración es una ascensión de la inteligencia hacia Dios». 395 Abbé Henri Stéphane: NOTA SOBRE LA ORACIÓN

Estas palabras son incomprensibles al hombre ordinario: semejante a los prisioneros de la Caverna, él no ve más que las sombras sobre la pared y su inteligencia se aplica en construir una ciencia efímera; el prisionero que busca escaparse es deslumbrado por el Sol inteligible, porque su inteligencia no está purificada, y vuelve a entrar en la Caverna. Según Evagiro, «Moisés, cuando quiso acercarse a la Zarza ardiente, fue impedido hasta que se quito el calzado» lo que simboliza evidentemente la purificación previa. «Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mat. V, 8). 397 Abbé Henri Stéphane: NOTA SOBRE LA ORACIÓN

En ambiente cristiano, no hay otra actitud que la del Orante: es la actitud de la Theotokos, cuyo seno virginal espera el descenso del Logos, por que el Padre no tiene otra voluntad que la de engendrar el Hijo único, por el Espíritu Santo. Así el alma o la inteligencia, semejante a la Theotokos, iluminada por el Logos y transformada por el Espíritu Santo, entra en la Circumincesión de las Tres Personas, y participa en la Liturgia divina, «Porque, nosotros no sabemos lo que debemos pedir a Dios en nuestras plegarias, pero el Espíritu mismo ora por nosotros con gemidos inefables, diciendo: Abba, Padre» (Rom. VIII, 26 y 15). Según Evágiro «El cuerpo tiene el pan para la nutrición, el alma tiene la virtud, la inteligencia tiene la oración espiritual». «El estado de oración es un habitus impasible que, por un amor supremo, arrebata sobre las cimas intelectuales a la inteligencia prendada de sabiduría». 399 Abbé Henri Stéphane: NOTA SOBRE LA ORACIÓN

Tal es, en definitiva, la oración espiritual, «habitus impasible» que embelesa la inteligencia en las «más altas cimas» de las Escrituras místicas (San Dionisio): «El Espíritu sabe que él ora según Dios por los santos» (Rom. VIII, 27); son las oraciones de los santos, los perfumes de las copas de oro que ofrecen los veinticuatro Ancianos (Ap. V, 8), y es también en este sentido como hay que comprender que en el Iconostasio la Theotokos de la Deisis ora por todos los santos representados en los Iconos. 405 Abbé Henri Stéphane: NOTA SOBRE LA ORACIÓN

Después de la caída, el hombre camina en las tinieblas, en la mentira, en el error, en la desorientación, en la dispersión; el mundo está bajo el imperio de Satán, Príncipe de las Tinieblas y de la Mentira. El hombre vive en la ilusión de su propia realidad y olvida que su verdadera realidad reside en Dios, en ese Verbo «en quién todo ha sido hecho». Porque Dios es el Ser Total fuera del cual no hay nada: el Todo es inmanente en cada una de las partes, sin lo cual el Todo no sería el Todo, puesto que estaría limitado por una de las partes. Así, la parte no se distingue que según un modo ilusorio del Todo al cual ella pertenece. A partir de eso, conferirle una realidad propia, verlo independientemente del Todo que la contiene, mirarla como una «cosa en si» es la ilusión de las ilusiones, el error, la perdida, la mentira, las tinieblas. Después de la caída, la inteligencia del hombre, privada de la Luz, vive en esa ilusión, se detiene en las apariencias de las cosas, se deja atrapar en la red de sus propios límites y de los límites de las cosas, y no ve más en las cosas y en si mismo la Unica Realidad del Todo, fuera del cual la realidad de las cosas no es más que ilusoria. 483 Abbé Henri Stéphane: DIOS ES LUZ

La Revelación vino para volver a enseñar al hombre a leer en las cosas y en si mismo el lenguaje divino del Verbo Creador, a reencontrar en ellas y en si su verdadera esencia que es divina. Así Dios es Luz; el Verbo es «la Luz que luce en las tinieblas» y que «ilumina a todo hombre» (Juan I, 5-9); en lenguaje teológico, esta Luz que ilumina la inteligencia del hombre, es la fe, y son también los dones de a Ciencia, de la Inteligencia y de la Sabiduría, siendo esta a la vez Luz y Amor. Bajo la influencia de estos dones, el alma aprende a reencontrar en si y en todas las cosas la verdadera Realidad que es Dios; ella alcanza así la contemplación y todas las cosas le hablan de Dios, de este Verbo que, en cada instante de la eternidad, le confiere la existencia. Ella llega así al conocimiento del misterio, del cual el apóstol afirma que tiene la inteligencia (Ef. III,3): es el misterio del Verbo y de la Creación de todas las cosas en el, el misterio del Verbo Encarnado y de la Restauración de todas las cosas en él: «Reunir todas las cosas en Jesucristo, aquellas que están en los cielos y aquellas que están en la tierra» (Ef. I, 10) 485 Abbé Henri Stéphane: DIOS ES LUZ

El Si-mismo, es «Eso» (eseidad) que la mente recubre de esencia (quididad). San Alberto el Grande dice: «Yo digo: Dios es una esencia, pero inmediatamente, yo lo niego, diciendo: Dios no es una esencia; Dios es una esencia más allá de toda esencia. Procediendo así, mi inteligencia se establece en el infinito y se oculta» 505 Abbé Henri Stéphane: EL SI-MISMO

Desde un punto de vista algo diferente, el Verbo procede del Padre por modo de inteligencia, y el Espíritu Santo por modo de voluntad. Aquí aparece entonces una analogía entre la Naturaleza divina y la naturaleza humana creada «a imagen de Dios», analogía que constituye el fundamento de un orden natural, en el que el hombre es visto en sus facultades específicas, sin prejuicio de los elementos corporales que le religan al «Cosmos», pero de los que no trataremos aquí. Hacemos también abstracción de la «historia mundial», no reteniendo más que los dos polos esenciales y de alguna manera «centrales» de la Historia, a saber la Caída y la Redención. Pero es importante subrayar que estos dos acontecimientos no cambian radicalmente el orden natural, ya que este no tiene su fin último, ni su razón suficiente en si mismo: el orden natural está en «potencia obediencial» [NA: La potencia obediencial es la aptitud de un ser a recibir de un agente superior una determinación que sobrepasa su propia naturaleza: por ejemplo, la potencia obediencial permite al alma recibir la gracia.] con relación al Orden sobrenatural, y se puede decir sobre todo que el alma humana está en «potencia obediencial» frente a la Gracia santificante. Por lo mismo que en la Unión Hipostática, la Naturaleza divina del Verbo «asume» la naturaleza humana, así la Gracia santificante «eleva» al alma y sus facultades, haciéndolas entrar en la «Circumincesión» de las Tres Personas, volviéndolas consortes divinae naturae. Es en esta perspectiva donde aparece la función de las tres Virtudes teologales: lejos de destruir las facultades naturales, las Virtudes se «agarran» de alguna manera en estas para infundirles una «simiente de gracia» que se expandirá in fine en la «Luz de gloria». Es así como la Fe purifica, ordena y eleva la inteligencia hacia el Hijo, que procede del Padre por modo de inteligencia (o de conocimiento); la Esperanza purifica, ordena y eleva la memoria (y la imaginación) hacia el Padre, (el «recuerdo de Dios», la Oración y la Invocación aparecen así como los frutos de esta Virtud); finalmente la Caridad purifica, ordena y eleva la voluntad hacia el Espíritu Santo, que procede del Padre (y del Hijo) por modo de voluntad (o de amor). 644 Abbé Henri Stéphane: NATURALEZA Y GRACIA

El conocimiento o la «consciencia» que el ego con sus facultades individuales (inteligencia, memoria, imaginación, etc. ) pueda tener de lo «sobrenatural» no puede ser más que simbólica; ninguna facultad individual es por si misma capaz de llegar a Dios, y las imágenes o representaciones que una facultad natural se hace de Dios es necesariamente falsa. 658 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA CONDICION HUMANA

«No hay ni un solo justo, ni uno solo; no hay nadie que tenga inteligencia, no hay ninguno que busque a Dios. Todos han salido del camino, todos se han pervertido, no hay nadie que haga el bien, ni uno solo» (Rom. III, 10-11) 673 Abbé Henri Stéphane: LOS CONDENADOS DE LA TIERRA

Naturalmente, la apofasis no puede ejercerse más que en el interior de la catafasis, por lo mismo que no hay hueso sin corteza. En consecuencia, el ateísmo visto más arriba no puede ejercerse más que en el interior del teísmo (Esto corresponde a la necesidad del exoterismo.) y no tiene nada que ver con el ateísmo masivo y vulgar del mundo moderno; todo lo más se podría ver esta forma de ateísmo como una degeneración o un reflejo invertido y «satánico» de aquel del que hemos hablado. Se puede decir además que el ateísmo puro es una monstruosidad, pero también que el teísmo puro engendra al anterior: «Yo digo: Dios es una esencia, pero enseguida lo niego diciendo: Dios no es una esencia. Dios es una esencia más allá de toda esencia; procediendo así, mi inteligencia se establece en el Infinito y se desvanece» (San Alberto el Grande) (Cf. Maestro Eckhart: «cuanto más blasfema, más alaba a Dios»; «roguemos a Dios de ser liberados de Dios».). 698 Abbé Henri Stéphane: SILENCIO Y EXISTENCIA

«Es en el Silencio, en efecto, donde se aprenden los secretos de esta Tiniebla de la que es poco decir que brilla con la más cegadora luz en el seno de la más negra oscuridad, y que, aun permaneciendo ella misma perfectamente intangible y perfectamente invisible, colma de esplendores más bellos que la belleza, las inteligencia que saben cerrar los ojos» (San Dionisio Areopagita, Teología Mística. Este texto muestra las relaciones que existen entre las «posibilidades de no-manifestación» tales como el Silencio y la Tiniebla, así como su efecto sobre las «inteligencias que saben cerrar los ojos». Subrayaremos también la relación de lo que precedo con la doctrina palamita de la Esencia Incognoscible y de las «energías». Se ve entonces mejor como el Silencio visto desde este punto de vista sobreontológico y no manifestado, no puede presentar con el silencio del claustro y del desierto más que una relación de analogía.) 708 Abbé Henri Stéphane: SILENCIO Y EXISTENCIA

Metafísicamente, solo está sometido a la Voluntad Divina el hombre liberado de las condiciones de existencia individuales. Es el «hombre verdadero» (tchenn-jenn) (Sobre el hombre verdadero ver: R. Guénon, La Gran Triada, cap. XVIII.) el cual, habiendo realizado la vuelta al «estado primordial», se encuentra desde ese momento establecido en la «Vía». Ya no se puede decir más, hablando con propiedad, que él «hace» la «voluntad de Dios» ya que, estando en el «no-actuar», no realiza ninguna acción en el sentido ordinario de la palabra, y estando «identificado» con el Principio, ya no hay para él separación entre Dios y él mismo; no se puede ya más hablar de «ley» como «expresión» de la Voluntad Divina. Esta, en efecto, como tal es inexpresable, siendo idéntica al Principio mismo, si bien que no se puede decir que Este quiere «esto» o «eso». El Principio no quiere nada. No hay más que el ser individual que quiere «esto» o «aquello». Es por lo tanto de alguna manera concibiendo a Dios en «modo individual» –o dicho de otra manera; a su imagen– como el hombre ordinario declara «hacer la voluntad de Dios». Pero, desde el punto de vista metafísico, un tal hombre no está «sometido» (muslim), y mientras permanezca en las condiciones de existencia individuales, está en «perdido». Es en este sentido que se ha escrito: «No hay justo, ni uno solo; no hay nadie que tenga la inteligencia… todos han salido de la vía (Tao), todos están pervertidos…» (Rom. III, 10-17). Es también lo que quiere decir Maestro Eckhart en este pasaje: «Mientras el hombre tenga algo hacia lo cual su voluntad esté dirigida –e incluso si su voluntad es la de colmar la voluntad bien amada de Dios– un tal hombre no tiene la pobreza de la que aquí se trata». 752 Abbé Henri Stéphane: DE LA SUMISION A LA VOLUNTAD DE DIOS

Ahora bien, si abro el Génesis, si mi inteligencia no está oscurecida por las elucubraciones de la ciencia o de la filosofía profana, aprendo de la teología – y no de la historia o de la ciencia – aprendo que Dios a creado el Cielo y la Tierra, que el Espíritu de Dios se movía por la superficie de las Aguas, que el hombre a sido hecho a “imagen de Dios”, que el hombre a sido creado “varón y hembra”, que mi padre se llamaba Adam y que mi madre Eva, pero que después de haber probado del Arbol de la ciencia del Bien y del Mal, todo fué puesto en duda. Si continúo leyendo la sagrada escritura – saltando hasta lo más importante – y si yo añado los comentarios de la Tradición y de los Padres, aprendo que “Adam” no era mas que la figura de Cristo, el Nuevo Adam, y que “Eva” no era mas que la figura de la Virgen María o de la Iglesia Virgen y Madre, la Nueva Eva. Aprendo también que la Nueva Eva, la Iglesia, la Sagrada Esposa, salió de la costilla del Cristo dormido en la muerte, en el momento en el que el centurión Longin atravesó con su lanza el costado del Crucificado, exactamente como Eva salió de la costilla de Adam dormido; aprendo además que el agua salida del costado de Cristo no es otra que el agua del bautismo, el agua de la “regeneración”, la misma que las Aguas del Génesis en las que se movía el Espíritu de Dios… ¡y aprendo todavía muchas más cosas! ¡Que lejos estamos del lagarto! 976 Abbé Henri Stéphane: A PROPOSITO DE LA EVOLUCIÓN

El hombre caído no ve con el ojo corporal mas que la cara negativa de la manifestación, en particular del mundo corporal, y su inteligencia encerrada en los límites de la mente no ve mas que “abstracciones”, aspectos formales, a partir de los cuales edifica teorías abstractas, radicalmente erróneas: la ciencia, la filosofía, la literatura, el arte profanos son necesariamente “luciferinos”. 988 Abbé Henri Stéphane: A PROPOSITO DE LA EVOLUCIÓN

Se podrá sin duda lamentar la ausencia de una cosmología tradicional, provocando así una especie de divorcio entre la teología y la ciencia; es en efecto lo que se produjo al final de la Edad Media, ya que los intentos de síntesis en el estilo de la Summa Teológica no han sido finalmente más que el “canto del cisne” del pensamiento medieval, y no han podido sobrevivir al huracán de la subversión moderna. Ciertos “apologistas” contemporáneos conscientes de los perjuicios de este divorcio, pero ilusionándose gravemente sobre las posibilidades de una “conciliación”, han intentado pseudo-sintesis en las cuales el crédito dado a las teorías evolucionistas de toda índole, corre el riesgo pura y simplemente de provocar el derrumbe de las verdades esenciales de la teología en beneficio de un enredo pseudo-intelectual y sentimental para uso de los “modernistas”, sin ningún beneficio verdadero para el mantenimiento de la verdad en el seno de un mundo en plena descomposición. En la coyuntura actual, nos parece preferible dejar a la ciencia evolucionar en su propio plano, con la condición expresa de que se mantenga en los límites estrechos de una “puesta en ecuación” del mundo material permitiendo las aplicaciones técnicas indispensables para la vida corporal de tres mil millones de insectos humanos, y que los sabios renuncien a toda pretensión filosófica. Es entonces esencial el mantener contra este maremoto el dique inmutable de una teología y de una metafísica al abrigo de todo comprometimiento, intentado recordar a la inteligencia, como acabamos de hacerlo a propósito del concepto de creación, las bases esenciales para el mantenimiento de la verdad en su pureza inalienable e intransigente. 1026 Abbé Henri Stéphane: A PROPOSITO DE LA EVOLUCIÓN

La inteligencia de una obra de arte tradicional como el Pórtico Real de Chartres supone un cierto conocimiento de la cosmología tradicional de la Edad Media, totalmente ignorada por nuestro contemporáneos, y de la «teología mística»; esta a su vez exige un cierto conocimiento de la Santa Escritura, pero sobretodo una «sensibilidad espiritual» del alma evidentemente muy rara en un mundo totalmente ahogado por el materialismo y el cientifismo. 1074 Abbé Henri Stéphane: VARIOS ESCRITOS SOBRE ARTE

Frente al Pórtico Real de Chartes, ¿cuál puede ser la reacción de un profano o de un ignorante? ¿Qué pueden significar para él el Zodíaco, el Tetramorfo, o las Artes Liberales? ¿Cómo podría comprender la composición del conjunto y el significado de los tres pórticos? En cuanto a los «teólogos oficiales», que han reducido la religión a la moral, a la sicología o a la sociología; habiendo destrozado la Santa Escritura por la «crítica histórica», ¿qué les queda para comprender el simbolismo? Su mentalidad está todavía más deformada por la «especialización» que la de un simple campesino para quién el sol es el sol y no un masa de gas incandescente: es decir que el cientifismo es el mayor obstáculo al conocimiento simbólico. La erudición de los «historiadores del arte» no es mucho mejor, la acumulación de conocimientos todos profanos y exteriores no pueden provocar la apertura de la inteligencia o del «ojo del corazón» necesaria para captar el lenguaje de los símbolos. 1078 Abbé Henri Stéphane: VARIOS ESCRITOS SOBRE ARTE

En el origen, Dios habla al hombre por intermediación del Cosmos y, a este respecto, la «naturaleza virgen» es el soporte directo de la Revelación. En el devenir de los tiempos, la «caída» conlleva a la vez un oscurecimiento de la inteligencia humana y un endurecimiento del Cosmos: la naturaleza ya no habla más y el hombre ya no escucha: él no percibe más que las cosas más que en sus aspectos prácticos y económicos. Entonces Dios «enseña» a los hombres las Artes y las Ciencias tradicionales, pero a su vez estas se corrompen en el «paganismo». Dios habla entonces al hombre por los Profetas y por la manifestación directa de su Verbo (Ep. a los Hebreos, I). Una restauración de las Artes y de las Ciencias tradicionales se opera entonces y dura hasta en final de la Edad Media, después es la decadencia y la perdida de las doctrinas tradicionales en los Tiempos modernos. Los testigos del pasado que han sobrevivido en el ámbito del Arte no son más, a los ojos de nuestros contemporáneos, que «monumentos históricos», incomprensibles para el hombre de la «era nuclear». En esas condiciones ¿cómo presentar a nuestros contemporáneos la cuestión del simbolismo? 1082 Abbé Henri Stéphane: VARIOS ESCRITOS SOBRE ARTE

Podemos nosotros tomar conciencia de ello una vez más intentando comprender la Epístola de hoy. He aquí lo esencial: «Lo que yo pido a Jesucristo, es que vuestra caridad abunde cada vez más en conocimiento (in scientia) y en toda inteligencia (in omni sensu) para que discernáis lo que vale mas, a fin de que seáis puros e irreprochables en el día de Cristo (in diem Christi) y colmados por Jesucristo de los frutos de la Santidad, para la gloria y la alabanza de Dios (in gloriam et laudem Dei)» (Fil. I, 9-11) 1116 Abbé Henri Stéphane: HOMILIA PARA EL VIGESIMO SEGUNDO DOMINGO

Estamos lejos de una caridad puramente humana, de un humanitarismo cualquiera. Es necesario que la caridad (la Caritas) se expanda en conocimiento y en toda inteligencia, para adquirir el discernimiento que permita estar colmados de Santidad para la gloria de Dios. 1118 Abbé Henri Stéphane: HOMILIA PARA EL VIGESIMO SEGUNDO DOMINGO

«Armado contra la cólera, tu no admitirás nunca la codicia, ya que es la codicia la que alimenta a la cólera, la cual a su vez perturba el ojo de la inteligencia y devasta así el estado de oración». (Todas las citas son de Evagrio Pontico) 1153 Abbé Henri Stéphane: HOMILIA PARA EL CUARTO DOMINGO