conocer a Dios (Eckhart)

Un hombre bueno debe confiar en Dios, creerle y estar seguro y conocerlo bien, sabiendo que a Dios y a su bondad y amor les resulta imposible permitir que al hombre le sobrevenga algún sufrimiento o pena, a no ser que con ello (Dios) le quiera evitar al hombre una pena mayor o darle ya en esta tierra un consuelo más fuerte o lograr con esta (pena) y por ella una cosa mejor en la cual se evidenciaría más abarcadora y fuerte la gloria de Dios. Pero, sea como fuere: únicamente porque es la voluntad de Dios que así suceda, la voluntad del hombre bueno debe ser tan una y unida con la voluntad divina que el hombre quiera lo mismo que Dios, aun cuando sea en perjuicio suyo e incluso (implique) su condenación. Por ello, San Pablo deseaba ser apartado de Dios por amor de Dios y a causa de su voluntad y de su gloria (Cfr. Rom. 9,3). Pues, un hombre realmente perfecto debe, por habituación, haber muerto para sí mismo, haberse desnudado de su propia imagen en Dios y ser transformado, dentro de la voluntad de Dios, en tal imagen que toda su felicidad consiste en no saber nada de sí mismo y de todo lo demás sino conocer únicamente a Dios, y de no querer nada ni percatarse de ninguna voluntad que no sea la de Dios, aspirando a conocer a Dios tal como Dios me conoce a mí, según dice San Pablo (Cfr. 1 Cor. 13,12): Dios conoce a todo cuanto conoce, ama y quiere a todo cuanto ama y quiere, dentro de Él mismo, en su propia voluntad. Dice Nuestro Señor mismo: «Esta es la vida eterna conocer sólo a Dios» (Cfr. Juan 17,3). ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Quiero referirme aún en detalle a otro significado de lo que es el «hombre noble». Digo: Cuando el hombre, o sea el alma, el espíritu, contempla a Dios, entonces se concibe y se conoce también como cognoscitivo, es decir, él conoce que contempla y conoce a Dios. Ahora bien, algunas personas se han imaginado – y parece muy plausible – que la flor y el núcleo de la bienaventuranza residen en (ese) conocimiento donde el espíritu conoce el hecho de conocer a Dios; pues, si yo tuviera todo el gozo imaginable sin saber que lo tenía ¿para qué me serviría y qué gozo sería para mí? Pero yo digo con toda certeza que no es así. Unicamente es verdad que el alma sin esto probablemente no sería bienaventurada, pero la bienaventuranza no reside en ello; pues lo primero en que reside la bienaventuranza es el hecho de que el alma contemple a Dios desnudo. Ahí recibe todo su ser y vida y saca todo cuanto es, del fondo divino y no sabe nada ni del saber ni del amor ni de cualquier otra cosa. Ella se sosiega entera y exclusivamente en el ser de Dios, no sabe de nada que no sea el ser y Dios. Mas, cuando sabe y conoce que contempla, conoce y ama a Dios, este hecho constituye según el orden natural un éxodo y un retorno con respecto a lo primero, porque nadie se conoce como blanco fuera de quien es realmente blanco. Por lo tanto, quien se reconoce Como blanco, se basa en el ser-blanco y construye sobre él y no saca su conocimiento inmediatamente y antes de saber el color del mismo, sino que saca el conocimiento y el saber del color de aquello que en este momento es blanco, y no toma el conocimiento exclusivamente del color en sí, antes bien, toma el conocimiento y el saber de lo teñido o de lo blanco y se conoce a sí mismo como blanco. Lo blanco es algo muy inferior y mucho más externo que el ser-blanco (o sea, la blancura). Una cosa es la pared y muy otra el fundamento sobre la cual se halla construida la pared. ECKHART: TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3

De la misma manera, digo yo, que el hombre noble toma y saca su ser, su vida y su felicidad enteras exclusivamente de Dios, junto a Dios y en Dios, (y) no las recibe del conocimiento, de la contemplación o del amor de Dios o de otras cosas por el estilo. Por eso dice Nuestro Señor con entrañable acierto que ésta es la vida eterna: conocer solamente a Dios como el único Dios verdadero (Juan 17, 3), mas no: conocer que se conoce a Dios. ¿Cómo podría ser también que el hombre que no se conoce a sí mismo, se conozca como el que conoce a Dios? Pues, por cierto, el hombre en absoluto se conoce a sí mismo y a otras cosas, (mas) eso sí, cuando llega a bienaventurado y es bienaventurado en la raíz y en el fondo de la bienaventuranza, conoce sólo a Dios. Pero cuando el alma conoce el hecho de conocer a Dios, adquiere (al mismo tiempo) el conocimiento de Dios y de sí misma. ECKHART: TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3

Cada cosa obra dentro de (su) ser; ninguna cosa puede obrar más allá de su ser. El fuego no puede obrar sino en el leño. Dios obra por encima del ser en la dimensión donde Él puede desempeñarse; obra en (el) no-ser. Antes de que hubiera (el) ser, obraba Dios; obraba (el) ser cuando (el) ser aún no existía. Algunos maestros brutos dicen que Dios es un ser puro; Él se halla tan por encima del ser, como el ángel supremo está por encima del mosquito. Si yo dijera de Dios que es un ser, cometería un error tan grande, como si llamara al sol pálido o negro. Dios no es ni esto ni aquello. Y un maestro dice: Quien cree haber llegado a conocer a Dios y quien (al hacerlo), conozca alguna cosa, no conoce a Dios. Pero si he dicho que Dios no es un ser y se halla por encima del ser, esto no significa que le haya negado (el) ser, antes bien lo he enaltecido en Él. Si tomo (el) cobre envuelto en oro, entonces existe ahí y subsiste de una manera más elevada de la que tiene en sí mismo. Dice San Agustín: Dios es sabio sin sabiduría, bueno sin bondad, poderoso sin poder. ECKHART: SERMONES: SERMÓN IX 3

Cuando llegó el tiempo, nació (la) «gracia». ¿Cuándo es (la) plenitud del tiempo? Cuando ya no existe el tiempo. Cuando uno, en medio del tiempo, ha puesto su corazón en la eternidad y todas las cosas temporales han muerto en su fuero íntimo, entonces es la «plenitud del tiempo». Alguna vez dije: Quien se alegra en el tiempo, no se alegra todo el tiempo. Dice San Pablo: «¡Todo el tiempo alegraos en el Señor!» (Filip. 4, 4). Quien se alegra por encima del tiempo y fuera del tiempo, éste se alegra todo el tiempo. Dice un escrito: Tres cosas le impiden al hombre que pueda reconocer a Dios de algún modo. La primera es (el) tiempo, la segunda (la) corporalidad, (la) tercera la multiplicidad. Mientras estas tres permanecen dentro de mí, Dios no se encuentra en mi interior ni opera verdaderamente en mi fuero íntimo. Dice San Agustín:Débese a la concupiscencia del alma el que quiera agarrar y poseer muchas cosas y por ello extiende la mano hacia el tiempo y la corporalidad y la multiplicidad y al hacerlo pierde justamente lo que posee. Pues, mientras hay en tu interior más y más (cosas), Dios no puede nunca morar ni obrar dentro de ti. Si Dios ha de entrar, esas cosas siempre deben ser expulsadas, a no ser que tú las poseas de forma mejor y más elevada (en el sentido de) que dentro de ti la multiplicidad se haya convertido en uno. Entonces, cuanto mayor sea la multiplicidad en tu fuero íntimo, tanta más unidad habrá, pues una cosa será trocada en la otra. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XI 3

Pero algunas personas se quejan de que Dios no les dé ni ensimismamiento ni recogimiento ni dulzura ni consuelo especial. De veras, esa gente aún anda muy equivocada; uno bien puede dejarlo pasar, mas no es lo mejor. Digo conforme a la verdad: Mientras se está configurando en tu interior algo que no es el Verbo eterno o que, desde el Verbo eterno, mira hacia fuera, por bueno que sea, realmente está mal. Por ello es un hombre justo solamente aquel que ha aniquilado todas las cosas creadas y se halla orientado en línea recta hacia el Verbo eterno, sin dirigir en absoluto las miradas hacia fuera, y que está configurado en (el Verbo eterno) y (tiene) hecha su imagen otra vez en la justicia. El hombre toma allí donde toma el Hijo y es el hijo mismo. Dice un escrito: «Nadie conoce al Padre sino el Hijo» (Mateo 11, 27) y, en consecuencia, si queréis conocer a Dios, debéis no sólo asemejaros al Hijo, sino ser el Hijo mismo. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XV 3

Dice, pues, al criado: «Sal y diles a los invitados que vengan; que todo está preparado» (Lucas 14, 17). Entonces dijo uno: «He comprado una aldea, no puedo ir» (Lucas 14, 18). Ahí se trata de gente que en alguna forma está pegada aún a las preocupaciones: nunca probarán esta cena. El otro dijo: «He comprado cinco yuntas de bueyes» (Lucas 14, 19). En verdad estas cinco yuntas – así me parece – se refieren a los cinco sentidos; pues cada sentido se halla dividido en dos partes, también la lengua es doble en sí (=la lengua y el paladar). Por ello – según dije anteayer – cuando Dios le dijo a la mujer: «Tráeme a tu marido», ella contestó: «No tengo (marido)». Entonces dijo Él: «Tienes razón; pero has tenido cinco y el que tienes ahora no es tu marido» (Juan 4, 16 a 18). Esto quiere decir: Quienes viven de acuerdo con los cinco sentidos, de veras no probarán nunca jamás esta comida. El tercero dijo: «Acabo de casarme, no puedo ir» (Lucas 14, 20). El alma, cuando está dirigida hacia Dios; es enteramente varón. Cuando el alma se dirige hacia abajo, se la llama mujer; mas cuando uno llega a conocer a Dios en su propio fuero íntimo y busca a Dios en casa de uno, entonces ella (el alma) es varón. Ahora bien, en la Vieja Alianza estaba prohibido que ningún hombre se pusiera vestimenta de mujer, ni las mujeres vestimenta de hombre. El (alma) es varón siempre y cuando penetre en Dios con simplicidad (y) sin mediación. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIX 3

Esa casa significa el alma en su totalidad, y los senderos de la casa representan a las potencias del alma. Dice un viejo maestro que el alma está hecha entre uno y dos. Uno es la eternidad que se preserva siempre sola y es uniforme. Dos, (empero), es el tiempo que se transforma y multiplica. (Con eso) quiere decir que el alma, con las potencias más elevadas, toca a la eternidad, o sea, a Dios; y con las potencias inferiores toca al tiempo y por ello es sometida al cambio y se inclina hacia las cosas corpóreas y, al hacerlo, pierde su nobleza. Si el alma pudiera conocer íntegramente a Dios, como (hacen) los ángeles, nunca habría entrado en el cuerpo. Si pudiera conocer a Dios sin el mundo, éste nunca habría sido creado a causa de ella. El mundo fue creado a causa de ella con la finalidad de que la vista del alma fuera ejercitada y fortalecida para que fuese capaz de soportar la luz divina. Así como la luz del sol no se proyecta sobre la tierra sin ser envuelta por el aire y desparramada sobre otras cosas, ya que de otra manera la vista humana no la podría soportar, así también la luz divina es fortísima y tan clara que la vista del alma no la podría soportar sin ser fortalecida y elevada por la materia y las parábolas, y de esta manera es conducida hasta la luz divina y aclimatada dentro de ella. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXII 3

Ahora ¡prestad atención! Nadie puede conocer al Padre sino su único Hijo, porque Él mismo dice que: «Nadie conoce al Padre sino su Hijo, y nadie conoce al Hijo sino su Padre» (Cfr. Mateo 11, 27). Y por ende: si el hombre ha de conocer a Dios, en lo cual consiste su eterna bienaventuranza, entonces tiene que ser junto con Cristo un único hijo del Padre; y por eso: si queréis ser bienaventurados, debéis ser un solo hijo, no muchos hijos sino un solo hijo. Habéis de ser bien distintos según el nacimiento carnal, mas en el nacimiento eterno debéis ser uno solo, porque en Dios no hay nada más que un solo origen natural; y por eso no existe ahí nada más que una sola emanación natural del Hijo, no dos sino una. Por lo tanto: si habéis de ser un único hijo, junto con Cristo, debéis constituir una única emanación junto con el Verbo eterno. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLVI 3

Los profetas, que ambulaban en la luz, conocieron y hallaron la verdad secreta bajo el influjo del Espíritu Santo. A veces fueron movidos a dirigirse hacia fuera y a hablar de las cosas conocidas por ellos para salvación nuestra, a fin de que nos enseñaran a conocer a Dios. Otra vez les sucedió que enmudecieron, de modo que no podían hablar y esto se debía a tres razones. ECKHART: SERMONES: SERMÓN L 3

Primero: el bien que conocían y veían en Dios era tan grande y tan oculto que no podía configurarse en su conocimiento; porque todo cuanto podía configurarse era tan desigual a lo que veían en Dios y era tan falso frente a la verdad que se callaban y no querían mentir… La segunda razón: todo cuanto veían en Dios era tan grande y noble que no eran capaces de tomar de ello ni (una) imagen ni (una) forma para hablar (de lo visto)… La tercera razón porque enmudecieron, consistía en que miraban dentro de la verdad oculta y encontraban el arcano en Dios, que no sabían expresar con palabras. Pero algunas veces sucedió que se dirigieron hacia fuera y hablaron; mas, por la disimilitud (en comparación con) la verdad, echaban mano de la materia burda y pretendían enseñarnos a conocer a Dios por medio de las cosas inferiores de la criatura. ECKHART: SERMONES: SERMÓN L 3

En tercer término dice que esa «ciudad» es «nueva». «Nuevo» se llama aquello que no está ejercitado o se halla cerca de su comienzo. Dios es nuestro comienzo. Cuando estamos unidos a Él, nos tornamos «nuevos». Alguna gente, por necia, se imagina que Dios habría hecho eternamente, o retenido en Él mismo, las cosas que vemos ahora, y que las dejaría salir a luz en el tiempo. Debemos entender que la obra divina no implica trabajo, según quiero explicaros: Yo estoy parado aquí, y si hubiera estado parado aquí hace treinta años, y si mi rostro hubiese estado desembozado sin que nadie lo hubiera visto, yo habría estado aquí lo mismo. Y si se tuviera a mano un espejo y lo colocaran delante de mí, mi rostro se proyectaría y configuraría en él sin trabajo mío; y si ello hubiera sucedido ayer, sería nuevo, y otra vez, (si fuera) hoy, sería más nuevo todavía, y lo mismo luego de treinta años o en la eternidad, sería (nuevo) eternamente; y si hubiera miles de espejos, sería sin trabajo mío. Así (también) Dios contiene en sí, eternamente, todas las imágenes, (y esto) no como alma o como cualquier criatura, sino como Dios. En Él no hay nada nuevo ni imagen alguna, sino que – tal como he dicho del espejo – en nosotros es tanto nuevo como eterno. Cuando el cuerpo está preparado, Dios le infunde el alma y la forma de acuerdo con el cuerpo, y ella tiene semejanza con él y a causa de esta semejanza, amor (por él). Por eso no existe nadie que no se ame a sí mismo; se engañan a sí mismos quienes se imaginan que no se quieren a sí mismos. Deberían odiarse y (ya) no podrían existir. Debemos amar correctamente las cosas que nos conducen a Dios; sólo esto es amor junto con el amor divino. Si mi amor se cifrara en atravesar el mar, y me gustara tener un barco, ello sería tan sólo porque desearía estar allende el mar; y cuando hubiera logrado cruzar el mar, el barco ya no me haría falta. Dice Platón: Qué es lo que es Dios, no lo sé – y quiere decir: El alma, mientras se encuentra en el cuerpo, no puede conocer a Dios – pero lo que no es, lo sé bien, como se puede observar en el sol cuyo brillo no lo puede aguantar nadie, a no ser que primero sea envuelto en el aire y que luego alumbre así la tierra. San Dionisio dice: «Si la luz divina ha de alumbrar mi fuero íntimo, tiene que estar insertada (en él) tal como está insertada mi alma (en el cuerpo). Él dice también: La luz divina aparece en cinco clases de personas. Las primeras no la recogen. Son como los animales, incapaces de recibir, como se puede ver en un símil. Si me acercara al agua y ésta estuviera revuelta y turbia, no podría ver en ella mi cara a causa del desnivel (de la superficie del agua)… A los segundos se les hace visible sólo un poco de luz, como (por ejemplo) el destello de una espada cuando alguien la está forjando… Los terceros reciben más (de la luz divina), (algo así) como un fuerte destello que ora es luz y ora oscuridad; son todos aquellos que reniegan de la luz divina, (cayendo) en pecado… Los cuartos reciben más todavía de ella; pero a veces los elude (Dios con su luz), sólo para incitarlos y ampliar sus anhelos. Es cierto, si alguien quisiera llenar el regazo de cada uno de nosotros, cada cual ensancharía su regazo para poder recibir mucho. Agustín: Quien quiere recibir mucho, que amplíe su anhelo… Los quintos reciben una gran luz, como si fuera de día, y, sin embargo, es como si se hubiera colado por una fisura. Por eso dice el alma en El Libro de Amor: «Mi amado me ha mirado a través de una fisura; (y) su rostro era agraciado» (Cfr. Cantar de los Cant. 2, 9 y 14). Por ello dice también San Agustín: «Señor, tú das a veces una dulzura tan grande que, si ella se hiciera completa (y) esto no fuera el reino de los cielos, yo no sabría qué es el reino de los cielos». Un maestro dice: Quien quiere conocer a Dios sin estar adornado con obras divinas, será echado atrás hacia las cosas malas. Mas ¿no hace falta ningún medio para conocer a Dios por completo?… Ah sí, de esto habla el alma en El Libro de Amor: «Mi amado me miraba a través de una ventana» (Cantar de los Cant. 2, 9) – esto quiere decir: sin impedimento -, «y yo lo percibía, estaba parado cerca de la pared» – esto quiere decir: cerca del cuerpo que es decrépito -, y dijo: «¡Ábreme, amiga mía!» (Cantar 5, 2), esto quiere decir: Ella me pertenece por completo en el amor porque «Él es para mí, y yo soy sólo para él» (Cfr. Cant. 2, 16); «paloma mía» (Cantar 2, 14) – esto quiere decir: simple en el anhelo -, «hermosa mía» – esto quiere decir: en las obras -, «¡Levántate rápido y ven hacia mí! El frío ha pasado» (Cfr. Cantar 2, 10 y 11) por el cual mueren todas las cosas; por otra parte, todas las cosas viven por el calor. «Ha desaparecido la lluvia» (Cantar 2, 11) -ésta es la concupiscencia de las cosas perecederas -. «Las flores han brotado en nuestra tierra» (Cantar 2, 12) – las flores son el fruto de la vida eterna -. «¡Vete, aquilón» que resecas! (Cantar 4, 16) – con ello Dios le manda a la tentación que ya no estorbe al alma -. «¡Ven, auster y sopla por mi jardín para que mis aromas se desparramen!» (Cfr. Cantar 4, 16) – con ello Dios le ordena a toda la perfección que se adentre en el alma. ECKHART: SERMONES: SERMÓN LVII 3