Céu [AOCG]

ANTONIO ORBE — CRISTOLOGIA GNÓSTICA

A PORTA DO CÉU

  • 1. A terceira porta
  • 2. As duas portas descendente e ascendente
  • 3. A porta de Jesus (v. Pastor e Ovelhas)
  • 4. Conclusão

    A juzgar por la literatura eclesiástica de los siglos primeros, la relación entre la puerta del cielo y la subida de Jesús al Padre prometía haber dado abundante materia entre los gnósticos. El resultado ha sido otro.

Sin negar importancia al misterio, los sectarios han teorizado sobre todo menos sobre la ascensión. Más atentos a la acción salvífica del Hijo que al drama de Cristo en su regreso al Padre, orientaron sus preocupaciones hacia el acto final de la economía: el ingreso de los espirituales en el reino de Dios.

El paradigma de la ascensión de Jesús, Sumo Sacerdote de la nueva Ley, se sostiene como música de fondo, mas nunca merece desarrollo; ni siquiera por antítesis con su descenso a la tierra. El aparato angélico, con el diálogo entre los acompañantes de Jesús y los que le aguardan más allá de las puertas eternales, no va con el sesgo íntimo de la victoria de Jesús.

Las puertas del cielo evocan, más bien, otras ideas. En particular, la mediación necesaria del Hijo — nunca de Jesús en cuanto hombre — para subir al Padre.

A la mediación («puerta») se suma la nota sacerdotal vinculada a la teología de la «tercera puerta». Los naasenos la mencionan dos veces muy de paso y sin describirla. El término ha intrigado a más de uno. Hoy, merced al Evangelio según Felipe (§ 76), entendemos su tecnicismo. Alude a la «puerta oriental» de Ez 44,2 en su aplicación al reino de Dios, paradigma del templo de Jerusalén. La «puerta oriental», característica del sumo sacerdote, daba acceso al sancta sanctorum, a diferencia de las otras dos puertas, que se abrían al occidente y al sur.

Los espirituales, según los naasenos, entran — a raíz de la regeneración gnóstica — por la «tercera puerta», donde, ungidos por Cristo, Sumo Sacerdote, con el Espíritu Santo, se vuelven miembros de su mismo linaje sacerdotal; y en comunidad de espíritu con el Salvador ingresan — como el sacerdote sumo de los hebreos — al sancta sanctorum o seno de Dios.

El paralelo de la «tercera puerta» o puerta oriental con la entrada de los espirituales en el seno del Padre o «Virgen trascendente» — según exégesis naasena de Is 7,14 — , evoca una idea complementaria: la identidad de la misteriosa trite tyle con la Virgen (= seno virginal) de Dios.

Los naasenos se adelantaron a la exégesis mariológica de Ez 44, 2 e Is 7,14, aplicando la «puerta oriental» y «Virgen que concibe y pare un hijo» al seno de Dios en su doble eficacia sobre el Hijo, Sacerdote Sumo, y los espirituales, cristificados como El y hechos sumos sacerdotes.

A modo de complemento vino el estudio de un tema de fondo pagano: la mediación del Salvador, puerta del cielo, en los dos sentidos: descendente — dando salida a los gérmenes divinos, Jordán (océano) abajo — y ascendente, acogiendo a los individuos ya formados, Jordán (océano) arriba.

Las dos corrientes afectan a los mismos. Los naasenos cristianizan por su medio la teoría de las dos puertas del sol: Cáncer, para el curso descendente, o «génesis de hombres», y Capricornio, para el curso ascendente, o «génesis de dioses». Puertas también del mismo río (= el magno Jordán), identificable con el Hijo en sus dos aspectos complementarios: «génesis de hombres», como universal creador y sembrador de iglesias; «génesis de dioses», como riguroso «salvador», o mediador salvífico, entre Dios y los hombres.

Todo confluye en el logion de Jesús: «Yo soy la puerta verdadera». Que sintetiza, por este medio, el ciclo del universo en la economía de la salud: desde la primera aparición de los hombres espirituales en la tierra hasta su regreso final al Padre.

Dentro de una perspectiva simplicísima, el misterio de la ascensión queda prácticamente absorbido por otro mayor.

Literariamente se advierten influjos heterogéneos, bíblicos y paganos. El salmo 23, que tan vigoroso destaca entre los eclesiásticos, aparece con poco relieve en el Libro de Baruc, fuera de contexto ascensional. Los sectarios, amigos de enaltecer la teología de la voz celeste sobre el demiurgo, descuidan el diálogo de unos ángeles con otros, o lo diluyen en el tema del descenso clandestino y subida manifiesta del Hijo; principio y fin del régimen salvífico. La ascensión interesa, sobre todo, por su reflejo humano.

Es fácil retener los tres «motivos» relevantes del capítulo: a) Jesús, puerta única, como mediador entre el Padre y los hombres; los testimonios subrayan su vertiente divina, no humana, como salvador de los dioses, mediante un misterio que sintetiza los demás: la gnosis (= muerte, resurrección y subida al Padre); b) las dos puertas del sol, traducidas a la economía cristiana, enlazan con la doble corriente del magno Jordán: del cielo a la tierra, descendente (= génesis de hombres), y de la tierra al cielo, ascendente (= regeneración o génesis de dioses). Jesús actúa como Logos, principio de la iglesia terrena, y como Salvador (= nuevo Josué), origen de su regeneración al cielo; c) tercera puerta, o puerta oriental del templo de Dios, el Salvador introduce en él, a título de Sumo Sacerdote, a los espirituales, no sin ungirlos o bautizarlos en el agua viva que llena los ámbitos de lo divino.

Para las «dos puertas», los naasenos se inspiraban en los comentaristas platonizantes de Homero, asimilando a su oeconomia salutis el esquema gentil del universo. Aunque trataran luego de cristianizarle con la exégesis del Jordán (Josué y el bautista Juan) y con el tema joaneo de la generación y regeneración dei individuo. Para la «tercera puerta», naasenos, valentinianos y otros invocaban la teología del templo y sacerdocio de Jerusalén, proyectada, según simbolismo evangélico, hacia el seno virginal (resp. Virgen masculina) de Dios. La gnosis heterodoxa manipula sin escrúpulos con Homero, Ezequiel, el cuarto evangelista y San Pablo.

Ninguna indecisión en el modo de utilizar las fuentes. Ni alarde literario de erudición. Los influjos más varios se sueldan con toda sencillez en cláusulas de un tecnicismo maduro, cargado de doctrina.