Francisco García Bazan — GNOSIS
Excertos de “Gnosis — La Esencia del Dualismo Gnostico”
El pensamiento de los Sethianos-ofitas tiene autonomia y él basado en el conocimiento intuitivo del Sí-Mismo o experiencia gnóstica, confia así las figuras del mito gnóstico:
1) La Luz primera o Padre existe en la potencia del Abismo, es decir, en la Divinidad Suprema.
2) El Pleroma. a) La primera determinación del Abismo es la Luz primera mencionada: feliz, incorruptible y sin limite. Es el Primer Hombre, Padre del Pleroma y equivalente a la Barbeló implícita del Apócrifo de Juan. De esta posibilidad de pensamiento, viene el Pensamiento, la Ennoia, el Segundo Hombre o Hijo del Hombre y de ambos deriva el Espíritu Santo o Primera Mujer y de esta tríada intrapleromática deriva el Cristo, o sea, la parte del Pleroma que tiene que ver con el mundo, b) Pero una gran parte del relato se dedica a la caída de la Sabiduría y a sus consecuencias. Hay, ante todo, en la relación de Ireneo una nota dualista que debe aclararse. Según Adv. Haer. I, 30,1, pareciera ser que se admite la coexistência del mundo superior y de los elementos inferiores separados: agua, tinieblas, Abismo y caos. Sin embargo, puesto que el regimen divino emanativo ( Abismo / Primer Hombre / Segundo Hombre / Primera Mujer / Cristo / Iglesia = Eón Incorruptible ) ha sido desarrollado, resulta incohérente a primera vista una interpretación que se detenga en los elementos separados, sin buscar las razones de esta separación. La indagación estaria de más, de subrayar nuestra fuente explicitamente la coeternidad de estos elementos con los princípios superiores, pero nada se dice en tal sentido. Lo que sucede con el texto de Ireneo es que en él se sigue el relato cosmogónico en torno a Gén. 1,2 sin que se trate del origen de la matéria, que es previa a tal distinción. La continuación del relato lo indica así1. Pues bien, la caída se realiza del siguiente modo. La Mujer desbordo la Luz o potencia por el lado izquierdo y descendió tal potencia luminosamente ungida. Ella es Sofia o Prúnicos, para mencionar 1); nombres que más se le aplican en el testimonio. Bajó a las aguas o matéria, las movió y ellas se adhirieron a la unción luminosa2. Cuando volvió en sí quiso ascender a la Madre, pero no pudo. Igual quiso ocultar su unción luminosa, para que no sufriera dano material, pero ésta misma le dio fuerzas. Pudo ascender y del cuerpo acuoso que la siguió, formó el cielo que vemos. Ella per-maneció detrás. Después ayudada por el Pleroma ha dejado su cuerpo celeste y ha subido a la Ogdóada. Pero había engendrado un hijo que tiene parte de su potencia. Este será Ialdabaoth, el Dios de los judios, que creará otro y éste otro siguiente, hasta completar la Hebdómada o cielo de los siete planetas. A continuación se completa el mundo anímico con todos sus poderes y senoríos y el peor de todos: el nous tortuoso o la serpiente cósmica, y los vicios ínfimos. Tal es el mundo que proviene de Ialdabaoth.
3) Ante tal obra de la audacia, Ialdabaoth enorgullecido dirá la frase fatal que será el origen de su derrota y el punto de partida de la liberación del pneuma: “Soy Padre y Dios y nadie hay sobre mí” (Is. 45,5), porque ante la contestación y la voz desconocida de la Madre, sus súbditos la buscarán y él pensará en distraerlos entre-gándolos a la actividad de crear un hombre. La Madre, entonces, continuará su obra de recuperación de la potencia propia, propor-cionándoles la imagen del hombre.
4) Los poderes angélicos plasmarán al hombre psíquico, gigantesco, pero sin capacidad para erguirse. La Madre nuevamente intervendrá, pues permitirá que estos ángeles lo lleven hasta Ialdabaoth, para que él insuflándole la vida, haga que el hombre se enderece. Así lo llevará a cabo, pero, en realidad, le inspirará la potencia divina que albergaba, aquella que conservaba de Prúnicos.
5) Imaginará Ialdabaoth nuevos recursos para impedir la liberación del Espíritu y así el nous o chispa divina, sigue su vicisitud fraccionado. Y el profundo malestar del hombre gnóstico perdido, “fuera de sí”, en la materialidad del no Sí-Mismo (dualismo gnóstico), se va expresando en la serie de médios que se continua creando por los poderes inferiores, para anular o retardar la acción Salvadora iniciada por Sofia ( (6) salvator salvandus). Ialdabaoth crea a la Mujer, los demás arcontes atraídos por su resplandor la mancillan generando a los ángeles. Pero la Madre inspira a la serpiente y ambos, Adán y Eva, faltan a los mandamientos de Ialdabaoth, comen del Arbol y conocen (gnosis) la potencia superior3. Es decir, no sólo son penumáticos, como toda la raza humana — Adam — sino que al mismo tiempo consagran su espiritualidad al ejercer el acto de la autognosis del Sí-Mismo. Ha salido de la misma Sofia, el Sí-Mismo en uno de sus momentos, el impulso por salvar a la parte de Adán y Eva que es idêntica a ella misma y de este modo — auto-manifiesta — llega a ser invulnerable a toda acción del mundo. La expulsión del paraíso, las maldiciones de Ialdabaoth dirigidas a prolongar la generación y con ello las cadenas del no ser, su destierro en la tierra, la creación de una nueva Hebdómada adversaria dirigida por la serpiente también castigada con el exilio terrestre, la mortalidad y el tiempo, serán lazos ineficaces dirigidos contra la primera pareja y la raza superior. Caín aportará mayor mal y sufrimiento, mayor ignorancia, pero Seth, Norea)) y Noé (frente a los que Ialdabaoth vigoriza a Abraham, Moisés y los profetas, quienes están a su servicio con la promesa repetida de la tierra y en la que a veces se les infiltran inadvertidamente inspiraciones de Sofia que les impulsan a hablar sobre el Primer Hombre, el Eón incorruptible, el mismo Cristo), serán la base firme de los perfectos, entre los que surgirán Juan el Bautista y Jesus. Estas dos figuras vienen a engrandecer la tipificación del Salvador gnóstico. Son ellas dos enormes símbolos que presentes en el tiempo según la predicación Cristiana, ocultan todo el profundo sentido de esta metafísica. Tanto Juan como Jesús son una misma esencia simbolicamente considerada, la del Sí-Mismo oculto y encontrado por su automovimiento. El docetismo de esta doctrina se hace necesario en su íntima coherencia. Predicar la existencia material y el sufrimiento de Jesucristo seria caer en un sencillo error de literalismo. Y la historia de Jesús no es para el gnóstico más que un símbolo ejemplar del autosacrificio de lá ocultación del Sí-Mismo y de la dinâmica interna y sobrenatural de su manifestación en el hombre4. Por eso Ialdabaoth y las potencias conspiran contra Jesús, porque es lo perdido que se encuentra a sí mismo y también por ello sus esfuerzos sólo alcanzan a su cuerpo, no al Cristo, porque su figura histórica posee una orientación que la trasciende. Y también en esta última parte de la referencia de Ireneo, que ha incursionado profundamente con el tema del retorno (figura 7) en este símbolo de Jesús, se hace patente el sentido de la “resurrección” del hombre gnóstico, como renacimiento o desocultación. En el dogma Cristiano central de la resurrección de Jesucristo in globo, insistentemente repetido por san Pablo, hace hincapié la doctrina gnóstica para que no se confunda su sentido:
“.. . los discípulos que vieron que había resucitado no le conocieron (Luc. 24,34) pero tampoco al Jesús mismo gracias al cual había resucitado de los muertos. Y el mayor error de los discípulos fue éste, ya que creyeron que resucitó en cuerpo cósmico ignorando que «ni la carne ni la sangre alcanzan el reino de los cielos.” (I Cor. 15,50)5.
Esto sólo fue comprendido por algunos de ellos, capaces de alcanzar tales mistérios — esoterismo gnóstico—, sentido simbólico de la dificultad de la comprensión metafísica que se alia seguidamente a la posterior estadia de dieciocho meses de Jesús entre tales privilegiados, y que rechaza el sentido de la selección cuantitativa al continuar diciendo que sólo las almas santas enriquecerán a Jesús por ser de igual esencia, es decir, sólo los que alcancen la realidad metafísica y siempre que esto sucede el mundo encuentra su fin, aparta su tiniebla de no ser y por ello se dice que “cuando toda la unción del espíritu luminoso esté reunida y llevada al Eón incorruptible, la consumación tendrá lugar” (Adv. Haer. 1, 30,14).
NOTAS
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Puede verse ya ORBE, Estúdios valentinianos 1/1, pp. 210 y ss. ↩
Tal nos parece ser el sentido de la expresión latina humectatio luminis, si atendemos al muy fragmentado original griego: “tou fotós ikmada” y relacionamos el sustantivo he ikmás con la voz media de ihmáino y el vocabulario gnóstico. Ahora bien, si la expresión se mira exclusivamente como griega, podríase traducir por “brillo luminoso”, como ARISTÓFANES, Nubes 233, se refiere al pensamiento como “he ikmás frontidos”, metafóricamente. Puede verse L.S.J. ad locum. Esta expresión es tan exótica desde el punto de vista lingüístico como la “epínoia luminosa” del Apócrifo de Juan. ↩
Conviene destacar esta interpretación del capítulo 3 del Génesis, especialmente los versículos 1 a 7, releídos por Sab. 2,24 y Rom. 5,12 como la doctrina del pecado original. (Cf. también próximos a este contexto Sab. I, 13; Apoc. 12,9; 20,2; Jn. 8,44 y 1 Jn. 3,8; Rom. 7,14 y ss.; Luc. 10,18 y anteriormente Job., 1,6; Zac. 3,1-2; I Cor. 21,1). La inspiración a la rebeldia es comprendida en sentido opuefto por el relato gnóstico como benefactora, ya que permite escapar del dominio del Dios creador, gnósticamente identificable con el demiurgo. Una comprensión profunda del relato podría mostrar el fondo en el que ambas vertientes se unifican. ↩
Puede ampliarse esta figura. Lo Absoluto oculto por la ignorancia es una de las posibles consecuencias de lo Uno que se manifiesta en una natu-raleza dual. El sacrifício de lo Uno en lo múltiple; pero a la inversa, el momento de la manifestación del Sí-Mismo, es la reducción de la forma a su fundamento informe — jamás deforme! — la reintegración de lo dividido en su Unidad primigenia y con ello el sacrifício — sacrum-facere — de lo individual en su fuente inseparable. Podrían ahondarse aqui las relaciones profundas entre el avatara hindú, el Salvador gnóstico y el Hombre-Dios del cristianismo. ↩
Los diferentes intérpretes tienden a corregir el texto latino cambiando ipsum Jesum por ipsum Christum. SIMONETTI, M., Testi Gnostici, p. 70, n. 147, deja el pasaje intacto, pero sobreentiende el término “corpus” referido al cuerpo de resurrección, inclinándose hacia la interpretación valentiniana. El P. ORBE, CRISTOLOGÍA GNÓSTICA II, pp. 510 y ss., muestra el tecnicismo oculto en este texto. ↩