Arte

Este texto es decisivo para mostrar el carácter intemporal de la dialéctica en cuestión y la simultaneidad de las «tres vías» (via positiva, via negativa, via eminentiae) o también de las tres fases de la Vía (Cf. la simultaneidad de lo Estados del Ser. Las vías positiva, negativa y de eminencia son las tres vías clásicas para «demostrar» la «existencia» de Dios.): «Enseguida yo lo niego». Lo que aparece como dialéctica histórica a los ojos del profano, y que lo es aparentemente a nivel del mundo manifestado, es en realidad intemporal, simultáneo, no manifestado a los ojos del «Teólogo»: el tiempo de la historia está integrado por el escaton (En el sentido preciso de la integral matemática (Cf. R. GUÉNON, Los principios del cálculo infinitesimal, cap. XXIV). Es la «consumación del ciclo»: «Yo estoy con vosotros hasta la consumación del siglo» (Mat. XXVIII, 20) y «Todo se ha consumado». Para el escaton (lo último) cf. P. EVDOKIMOV, o.c., p. 22 y el Arte del Icono, p. 36.). La liturgia es esencialmente escatológica, y es en este sentido que ella es un memorial: «actualiza» quoad nos lo que es eterno in divinis. Ocurre lo mismo con la Palabra que manifiesta el Silencio: el Logos actualiza quod nos el Silencio eterno del Hipertheos. Es en este sentido que el Logos es Mediador y principio de reintegración de todas las cosas (Efes. I) a la vez Creador y Redentor (Cf. L. SCHAYA, El Hombre y lo Absoluto según la Kabala. Ver también A. COOMARASWAMY, Hinduismo y Budismo.), y es en este sentido que se identifica con la Existencia (omnia per ipsum facta sunt), bien sea en modo manifestado, bien sea en modo principial o no manifestado, y finalmente con el Espíritu Santo: «Este me glorificará, porque él recibirá lo que está en mí, y os lo anunciará. Todo lo que el Padre tiene está en mí. Es por eso que he dicho que él recibirá lo que está en mi, y que él os lo anunciará» (Juan XVI, 14,15) 700 Abbé Henri Stéphane: SILENCIO Y EXISTENCIA

La última cita que acabamos de dar nos invita a hablar del simbolismo de la piedra. Nosotros somos las piedras endurecidas que deben volverse «asimilables» como el pan; somos las piedras dormidas en las que Dios debe entrar para «despertarlas»; somos la piedra de donde puede extraerse la chispa, tal como claramente indica el Fuego nuevo sacado de la piedra en el transcurso de la liturgia del Sábado Santo; somos la piedra bruta que debe ser tallada para servir a la construcción del edificio, «para formar un templo santo en el Señor» (Ef., II, 21), que es la «piedra angular» (Ef., I, 20), y que también es la peña rota por el bastón de Moisés, de donde brota el Agua de la Vida. El edificio de las piedras talladas simboliza al «pueblo de Dios» hecho de piedras vivientes, pues una catedral o una iglesia románica es evidentemente el símbolo de la Esposa-Iglesia: el conjunto bien ordenado, edificado sobre el fundamento de los Apóstoles y los profetas (Ef., II, 20), diseña la estructura jerárquica coronada por la «piedra angular». A las piedras talladas que representan los fieles deben añadirse las piedras esculpidas que representan a los Profetas, los Apóstoles, los Santos y la Virgen. Todo esto nos permite comprender que una iglesia de hormigón es una «desgracia de los tiempos» que no se presta a ningún simbolismo, y se acaba por construir iglesias que parecen un garaje o un cine. En las iglesias bizantinas, la base rectangular y la cúpula circular simbolizan la unión del Cielo y de la Tierra, lo que constituye otro aspecto, esta vez cósmico, del matrimonio sagrado del Esposo y de la Esposa; de esta forma, las artes plásticas también participan de la celebración del misterio, y ésta es la verdadera razón de ser del Arte sagrado (Sobre el simbolismo de la piedra referida a Cristo y a la Iglesia, ver Jean Tourniac, Symbolisme maçonnique et Tradition chrétienne, 3ª parte, cap. III, y Les Tracés de la Lumière, caps. VII y VIII.). 880 Abbé Henri Stéphane: CONSIDERACIONES SOBRE LA MISA

1. El Arte sagrado, que es una expresión o un modo de la Revelación, tiene como función la de «representar» – rendir presentes – las Realidades celestes, o los Arquetipos eternos de todas las cosas, y comunicar así al alma del contemplativo la virtud transformante, alquímica, santificante de la Luz Increada (La luz que los Apóstoles han contemplado durante la Transfiguración.) . el Arte sacro no es por lo tanto y de ninguna manera la expresión de la sicología individual del artista y de sus fantasías más o menos patológicas (Es equivalente decir que una obra de Arte tiene necesariamente un «contenido inteligible» en el sentido platónico en el que el mundo sensible no es más que un símbolo del mundo inteligible; la obra de Arte sacro «reenvía» a su Prototipo celeste y sirve así de «soporte de meditación» o de contemplación; el sujeto humano que contempla la obra es puesto así en relación, gracias al «contenido inteligible» de esta, con el Prototipo celeste correspondiente (la Virgen, Cristo, en el caso de un Icono). Todo esto supone que la obra de Arte es objetivamente conforme a su Prototipo y que el alma del contemplativo está purificada por la ascesis e iluminada por el don de la Inteligencia que permite romper los límites del mental y escapar a la vez al racionalismo y al sentimentalismo.). 1040 Abbé Henri Stéphane: VARIOS ESCRITOS SOBRE ARTE

Esto supone que los modelos son perfectamente conformes a sus Prototipos celestes y que el artista se conforma él mismo, a esos modelos. Una tal conformidad no es realizable más que en un ambiente tradicional, como el de la Edad Media, o en el ambiente carismático de la Iglesia Oriental. El artista es o bien un «monje iconográfo» o bien un «iniciado» al Arte Real (Regio), un «constructor (maçon) operativo», uno y otro ejecutando su arte según las Reglas canónicas y bajo la autoridad de los teólogos o del Maestro de Obra. 1042 Abbé Henri Stéphane: VARIOS ESCRITOS SOBRE ARTE

Las fuentes del Arte sacro son evidentemente la Santa Escritura y la Teología mística; ciertos modelos son de origen milagroso y transmitidos por la Tradición; sus «cánones» son erigidos por los Concilios. La inspiración es necesariamente celeste o suprahumana: el artista desaparece ante su obra y no la firma. 1044 Abbé Henri Stéphane: VARIOS ESCRITOS SOBRE ARTE

2. El Arte religioso, característico del Renacimiento, es un arte profano con motivos religiosos; es la expresión de la sicología del artista o del ambiente mundano de una época. No obedece ya a ninguna regla tradicional y su inspiración es puramente humana. 1046 Abbé Henri Stéphane: VARIOS ESCRITOS SOBRE ARTE

3. El Arte profano, propiamente dicho, característico del mundo moderno, no es más que la expresión del individualismo o del colectivismo contemporáneos. Cuando refleja los bajos fondos del siquismo inferior del hombre, su inspiración es más o menos demoníaca, o cuando menos infrahumana. Se esfuerza generalmente en «romper las formas» para hundirse en lo informe, expresando así el caos del mundo moderno. 1048 Abbé Henri Stéphane: VARIOS ESCRITOS SOBRE ARTE

Ars sine scientia nihil (El Arte sin la ciencia no es nada.). En este proverbio, la palabra «ciencia» no tiene la menor relación con la que se utiliza comúnmente hoy en día para designar un saber puramente profano que no estudia más que las relaciones entre fenómenos y permite aplicaciones técnicas diversificadas, pero que no constituye de ninguna manera un conocimiento esencial del universo. Este compete a la vez de una ciencia y de un arte (de una théoria y de una praxis), que se designan con los nombres de Ciencia Sacra y de Arte Sacro, y que se distinguen de la ciencia y del arte profanos como la luz de las tinieblas. 1056 Abbé Henri Stéphane: VARIOS ESCRITOS SOBRE ARTE

La Ciencia y el Arte sacros son de origen suprahumano, pero la ciencia y el arte profanos son de origen infrahumano, ya que el hombre solo no existe, y una de las grandes ilusiones del humanismo moderno es el haber olvidado que el hombre se sitúa siempre entre el ángel y el demonio. Existen, naturalmente, grados en lo infrahumano como los hay en lo suprahumano, pero lo que importa subrayar es que la inspiración, de la que se habla por todas partes sin hacer ninguna distinción, puede ser «celeste» o «infernal», y esto, como hemos dicho, en diversos grados. Así, las formas más aberrantes del arte moderno, que no expresan más que el caos actual del alma y del medio, son de inspiración diabólica; el arte publicitario, que no hace más que explotar las pasiones humanas, lo es en su grado menor. En el otro ámbito, la inspiración de los iconógrafos bizantinos es celeste, la de los artistas todavía religiosos del Renacimiento ya lo es menos (Es evidente que, para un individuo o una colectividad dada, hay generalmente una mezcla de «influencias celestes» y de «influencias infernales».). 1058 Abbé Henri Stéphane: VARIOS ESCRITOS SOBRE ARTE

Es evidente que Ciencia y Arte sacros son inconcebibles fuera de una civilización tradicional o religiosa, en la que la inspiración (celeste) solo puede venir de lo alto; en una civilización profana o antitradicional, no puede venir más que de lo bajo. Inversamente, toda civilización tradicional comporta una Ciencia sacra (una doctrina) y un Arte sacro. La doctrina comprende esencialmente la metafísica, la cosmología y la antropología y, además, las ciencias tradicionales secundarias que no son más que aplicaciones; estas aplicaciones se refieren sin embargo tanto al Arte como a la Ciencia: la medicina, la arquitectura, por ejemplo, son a la vez ciencias y artes. Es importante recordar que, en una civilización tradicional, Ciencia y Arte, doctrina y aplicaciones, son de origen no humano y no son de ninguna manera invención de los hombres, como lo creen comúnmente los historiadores y los etnólogos contemporáneos. Pero por razones a la vez cósmicas y humanas, lo que, en el origen, es de inspiración celeste o suprahumana, puede, con el devenir de los tiempos, volverse infernal o infrahumano y es la razón por la cual hemos hablado de origen «no humano». 1060 Abbé Henri Stéphane: VARIOS ESCRITOS SOBRE ARTE

Todo se basa en el simbolismo de las formas: estas deben reflejar las Realidades celestes, lo cual supone que están conformadas a su Prototipo divino. Este excluye todo lo arbitrario y toda fantasía, de lo cual las aberraciones del arte moderno ilustran el carácter a la vez siniestro, caótico y demoníaco, y expresan perfectamente bien la ruptura y la revuelta contra todo orden tradicional. Se concibe difícilmente que un modernista o un progresista – a fortiori si es ateo – pueda comprender nada de una obra de arte tradicional. Por lo mismo, un profano, un «no-iniciado», si no tiene las «cualificaciones espirituales» requeridas, no será capaz de penetrar en los arcanos del Arte sacro: ningún estudio libresco, ningún comentario tan fiel como sea posible, no le entregará el secreto del simbolismo, si su mentalidad esta «descalificada» por las tendencias más o menos «mundanas» o, a fortiori, si su alma está pervertida por todas las teorías subversivas de la época actual. 1076 Abbé Henri Stéphane: VARIOS ESCRITOS SOBRE ARTE

En el origen, Dios habla al hombre por intermediación del Cosmos y, a este respecto, la «naturaleza virgen» es el soporte directo de la Revelación. En el devenir de los tiempos, la «caída» conlleva a la vez un oscurecimiento de la inteligencia humana y un endurecimiento del Cosmos: la naturaleza ya no habla más y el hombre ya no escucha: él no percibe más que las cosas más que en sus aspectos prácticos y económicos. Entonces Dios «enseña» a los hombres las Artes y las Ciencias tradicionales, pero a su vez estas se corrompen en el «paganismo». Dios habla entonces al hombre por los Profetas y por la manifestación directa de su Verbo (Ep. a los Hebreos, I). Una restauración de las Artes y de las Ciencias tradicionales se opera entonces y dura hasta en final de la Edad Media, después es la decadencia y la perdida de las doctrinas tradicionales en los Tiempos modernos. Los testigos del pasado que han sobrevivido en el ámbito del Arte no son más, a los ojos de nuestros contemporáneos, que «monumentos históricos», incomprensibles para el hombre de la «era nuclear». En esas condiciones ¿cómo presentar a nuestros contemporáneos la cuestión del simbolismo? 1082 Abbé Henri Stéphane: VARIOS ESCRITOS SOBRE ARTE