VIDE: casamento, theosis, unidade, unificação
Citações dos Padres — em nosso site francês
Karol Wojtyla — Wojtyla Subida Unio
Henry Corbin: Corbin Ibn Arabi
Así entendida, la categoría del pathos desarrollaba espontáneamente la del tropos, es decir, la revelación de Dios al hombre como «conversión» de Dios volviéndose hacia el hombre; iniciativa divina, antropotropismo que reserva y sanciona la soberanía divina, la teonomía, y contrasta con toda idea de una «conversión» del hombre hacia Dios, es decir, un teotropismo que sería un movimiento resultante de la iniciativa humana.
El contraste que así se instaura se desarrollará entonces en una serie de antítesis, comprensibles solamente si se reduce el concepto de religión mística, infinitamente diversificado en realidad, a un tipo único, por ejemplo, a cierta forma de yoga. Esta reducción, muy discutible, llevará a sostener que el profeta experimenta esencialmente una relación y una situación dialógica y que el estado profético implica una teofanía, en contraste con el éxtasis del místico; por el contrario, la religión de éste tendría como salida un éxtasis en el que la personalidad humana se disolvería y perdería en la infinita Unidad divina, quedando abolida, en consecuencia, la condición misma de la simpatía. En apoyo de esta tesis, se argumenta que el profeta ignora las sutilezas de la teología negativa concernientes a la sobreesencia, mientras que la mística es inseparable de una teología negativa que niega al Ser divino toda relación con el mundo. Se oponen finalmente las tonalidades afectivas básicas de una y otra parte: en el profeta de Israel, el interés militante por la causa divina en este mundo; en el místico, nostalgia y entusiasmo, aspiración al éxtasis por desinterés en los asuntos terrenales, pasión por la salvación personal. En suma, de un lado unificación en el querer y el sentir; del otro, unificación de la esencia. En última instancia, la unio sympathetica experimentada por la conciencia del profeta, sería la antítesis de la unio mystica de los extáticos.1
Es con toda intención que acabo de insistir sobre las categorías de una experiencia religiosa analizada como fenómeno de simpatía, es decir, como respuesta del hombre a las exigencias de un Dios patético. Pues lo que se trata de saber es si no hay, entre la diversidad de las experiencias místicas, un área en la que la religión mística se manifieste precisamente como religión simpatética, es decir, en la que, lejos de entrar en relación de antítesis con las categorías de la religión profética, las asimile superando eo ipso la oposición que acabamos de ver formulada en relación a un tipo particular de experiencia mística. Quizá el heliotropismo de la flor revelándose como su «heliopatía» nos pone ya en la pista, si escuchamos como en eco el versículo coránico: «Cada ser conoce el modo de oración y de glorificación que le es propio» (24/41). La cuestión radica en saber si una teología mística de la sobreesencia supone la exclusión de la experiencia de un Dios patético; si el éxtasis excluye toda situación dialógica; si puede haber una sympatheia sin comunidad de esencia; o si, por el contrario, la unio mystica, lejos de ser la antítesis, no es sino el modo eminente de la unio sympathetica, y si la metafísica de éxtasis no está fundada precisamente en una teofanía. Se verá cómo esta teofanía contrasta esencialmente con la idea de Encarnación en su acepción dogmática corriente. Ahora bien, que los dos tipos de experiencia definidos en otros lugares como antitéticos puedan, por el contrario, implicarse mutuamente y ser comprendidos el uno por el otro, supone una experiencia mística que se desarrolla en un medio religioso centrado en una profetología y en el que esta misma profetología es concebida como prototipo de experiencia mística. (Corbin Ibn Arabi)
Ibid. Con razón observa Heschel que, a la inversa de la situación profética dialógica, la relación entre Alláh y el hombre toma, en la teología del Islam ortodoxo, la forma de un monólogo por parte de Dios, poder unilateral y tan incomparable que los motazilitas rechazan todos los atributos como antropomorfismos. Es superfluo mencionar que la teosofía mística de la que aquí vamos a tratar se sitúa muy lejos de la ortodoxia islámica, a la que la teoría de los Nombres y Atributos divinos profesada por Ibn Arabi no podría sino inspirarle el más vivo temor. Señalemos también que seria irrelevante alegar que Alláh está demasiado alto como par convertirse en «padre de la humanidad», pues ésta es una idea «paternalista», ajena a toda mística nupcial; la imagen divina con que aquí se inviste la conciencia y que «transciende la transcendencia», no es la del Padre, sino la del Amado o la Amada (como en el Cantar de los Cantares). ↩