Paixão

PAIXÃO DE JESUS CRISTO (Mt 26-28; Mc 14-16; Lc 22-24; Jo 18-19)

EVANGELHO DE JESUS: Mateus; Marcos; Lucas; João

VIDE: ANÚNCIO DA PAIXÃO


Mestre Eckhart: SERMÃO 55; SERMÃO 56


Antonio Orbe: CRISTOLOGIA GNÓSTICA [AOCG]

Los gnósticos no tuvieron reparo en invocar la pasión. Y, por mucho que redujeran la eficacia de los sufrimientos y muerte de Jesús, admitían el hecho y su importancia histórica.

Se ha puesto de moda últimamente la concepción cíclica, no-histórica, de la gnosis heterodoxa. Mientras los eclesiásticos se hacen fuertes en lo irreversible de la historia, con centro fijo en la muerte de Jesús, acaecida «una sola vez», el hombre gnóstico (y pagano) repetiría inexorablemente períodos (resp. los «grandes años») en rotación continua.

Ni entre basilidianos, ni menos entre los discípulos de Valentín, encuentro yo nada que ratifique tal idea. Heracleón hace del pathos de Jesús la divisoria de las dos vertientes del tiempo. Los dos grandes períodos en que reparte la economía son: a) el siglo actual, transitorio, y el futuro, nupcial, definitivo; o bien, b) el tiempo que precedió y el que sigue al pathos de Cristo.

Los basilidianos indicaron con escrúpulo las fechas del nacimiento, bautismo y pasión de Jesús:

Calculando (los de Basílides) con acribía (la fecha de) la pasión, unos la refieren al año decimosexto de Tiberio, 25 del mes Famenot (21 de marzo); otros, 25 del mes Farmouzí (20 de abril). Otros dicen que el Salvador padeció (peponthenai) el 19 de Farmouzí (14 de abríl).

Tanto interés por fijar el día de la pasión hace honor a los gnósticos.

Desconocemos las fechas que para el nacimiento, bautismo y pasión de Jesús consagraron los discípulos de Valentín. Sobre el tiempo «relativo» fueron bastante claros.

Quoniam duodécimo mense passus est (Dominus): uno enim anno volunt Eum post baptisma praedicasse.

Abundan las fórmulas equivalentes: «passus est (Dominus)», «Salvatoris passio» (II 20,1), «Domini passio» (II 20,4), «patiens Christus» (II 20,2), «Christi passio» (II 20,3).

Si cupiera algún escrúpulo para lo irreversible del nacimiento y pathos del Salvador, he aquí cómo se expresan, en contexto astrológico, los valentinianos:

Así como el nacimiento del Salvador nos arranca del devenir (geneseos) y del hado, así también su bautismo del fuego y la pasión (nos arrancan) de la pasión (to Pathos tou pathous), a fin de que en todo le acompañemos.

El pathos del Salvador nos libró de las pasiones a que vivíamos sometidos antes de su venida. Según Carpócrates, los ofitas de San Ireneo y otros gnósticos, las almas pasaban de un cuerpo a otro, a merced del demiurgo, multiplicando existencias sine fine. Tal fenómeno se atajó a raíz del nacimiento de Jesús y se remedió definitivamente con la ascensión. De una vez para siempre. Las cláusulas del Evangelium Veritatis sugieren lo mismo.

Los sectarios atribuían indistintamente el pathos a Jesús, Cristo, Señor, Salvador…; mas, llegado el caso, perfilaban entre Hijo del hombre e Hijo de Dios, entre Cristo psíquico y Salvador.

Mas el Hijo de Dios, ¡oh Regino!, era Hijo del hombre, y El les incluía a los dos en posesión de la humana y divina naturaleza, a fin de vencer, por un lado, a la muerte, en cuanto Hijo de Dios, y producir, por otro, la apocatástasis en el seno del Pleroma a título de Hijo del hombre.

Los apelativos, muy equívocos, ofrecen su peligro. Cambia mucho el Anthropos (resp. Theos) según se refiera al demiurgo o al hombre espiritual. El Cristo psíquico, Hijo del hombre (de ET 61, 4), rima con el Cristo, Hijo del hombre (de Heracleón: fr.35); no tanto con el Hombre perfecto (de EvPhil 40), y aún menos con el Hijo del hombre (de EvPhil 102 y 120). El contexto determina en cada caso el alcance de los términos.


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