Esposo e Esposa

VIDE: Esposo-Esposa; anakrasis; Bodas Reais


CABALA

Paul Nothomb: «ÇA OU L’HISTOIRE DE LA POMME RACONTÉE AUX ADULTES» [PNHP]

Uma glosa explicativa começando por “eis porque” foi, embora sem dúvida tardiamente, inserida judiciosamente no relato da Criação de Eva no Gênesis, logo em seguida após o discurso dos três Zoot, “Isto”. Ela confirma que elo “Isto” o Adão original trocou de época, de lugar, de universo. Pois não há “pai” nem “mãe”, nem procriação no Éden, nem “ish” enm isha, e esta glosa fala no futuro: “Eis porque todo e cada um (ysh) deixará seu pai e sua mãe, e se unirá a sua cada uma (isha) e eles se tornarão uma só carne” (Gn 2,24) — ‘y(sh) ou ish; ‘(sh)h ou isha segundo a transcrição ou a pronunciação. A alusão final anuncia a nostalgia da unidade perdida que experimentará o casal sem filho.

Que essa seja simbolizada pelo coito ele mesmo ou o filho que dele resulta, é o mesmo desejo de reconstituir, seja um instante, o Adão Um e múltiplo, macho e fêmea, da origem que é aqui expresso.

Fílon de Alexandria: Excertos de José Pablo Martín, Filón de Alejandria

Los dos niveles correlativos del compuesto humano se necesitan mutuamente. El intelecto necesita de la sensibilidad para conocer las cosas materiales, que es inicio de toda vida cognoscitiva. Esta tesis aristotélica se expone frecuentemente en Filón. Por otra parte, el intelecto es capaz de conocer lo inteligible por sí mismo, una vez remontado más allá de lo sensible. La sensibilidad, a su vez, necesita del intelecto para actuar, dependiendo de él como de la fuente o del sol. Pero mientras la sensibilidad está atada a los “objetos” y al “presente”, el intelecto trasciende el tiempo, recorre el pasado y el futuro, asciende hacia las “ideas”. El hombre terrestre ha sido creado mediante el matrimonio de estos dos principios, uno masculino (el intelecto es activo) y otro femenino (la sensibilidad es receptiva). El bien del hombre reposa en la armonía de este matrimonio creado por Dios: “sumo es el beneficio que obtiene la sensibilidad que se ha vuelto hacia su esposo legítimo, es decir, hacia su intelecto” (Leg III 221). De estos y otros pasajes emerge la idea del hombre como reposo metafísico de la forma en la material, de la materia en la forma. La imagen bíblica del matrimonio introduce un nuevo elemento del problema: la unión “legítima” de intelecto y sensibilidad debe lograrse a través de un camino donde la voluntad no está ausente.

Muchas otras afirmaciones de Filón, sin embargo, se apresuran a romper el idilio matrimonial, al expresarse que la sensibilidad es la causa de la ruina para el intelecto, así como el cuerpo es la puerta del mal para el alma; así como Eva es vehículo del pecado de Adán. La sensibilidad, siendo fuego, incendia el intelecto (Migr 100); siendo agua, lo inunda haciéndolo perecer (Mut 107); siendo la mujer, lo seduce hacia el mal (Somn I 246); el cuerpo es la puerta de las supercherías sofísticas (Ebr 71). La sensibilidad, en general, es la causa de ruina del hombre, de su parte mejor (Leg III 200); por ello hace mal el intelecto (Adán) en llamar “vida” a la sensibilidad (Eva), cuando es “su propia muerte” (Her 52). Como un sol deslumbrante, la sensibilidad impide ver los astros verdaderamente inteligibles (Somn I 84); la atracción de los objetos propios de la sensibilidad desvían al intelecto de su itinerario celestial, dejándolo sin abrigo y expuesto a los peligros (Fug 189). Como en el relato bíblico, el placer (la serpiente) no ataca directamente al intelecto (Adán), sino que por medio de la sensibilidad (Eva) “engaña al soberano intelecto” (Opif 165). Éste debe liberarse progresivamente de aquélla, para lograr su natural objetivo. Así como Noé salió del arca, símbolo de la envoltura sensible, el hombre “saldrá fuera y usará su intelecto, libre ya del cuerpo, para la aprehensión de la verdad” (Conf 105). “Porque, seguramente, no imagináis que vuestro intelecto libre de la vestidura corpórea, de la sensibilidad y del habla, pueda, separado de éstas, ver desnudas las cosas existentes” (Migr 192).

Entonces, la perfección humana consistiría en el abandono progresivo de la dimensión sensible, dejando la unión matrimonial entre sensibilidad e intelecto como etapa momentánea: la sensibilidad le ofrecería, aparentemente, los objetos materiales al intelecto para que éste inicie su vuelo y supere la misma materialidad. La antropología parece resolverse, según estos pasajes, en un divorcio, o mejor, en una separación de naturalezas: la sensibilidad permanece en su nivel, la materia, mientras el intelecto asciende al suyo: la idea (cf. Her 274). Como el fuego, el aire, o el éter, el intelecto se separaría por propia fuerza esencial de la pesada materialidad, buscando los congéneres espacios ideales.


Roberto Pla: Evangelho de ToméLogion 84

A união (gr. henotes) do poder expansivo do Espírito de Deus com a capacidade receptiva da alma, cuja qualidade dinâmica assimilativa se ordena em direção à semelhança perfeita com o Espírito, foi explicada em linguagem messiânica, pelas bodas sagradas do esposo e da esposa místicos (v. Bodas Reais). Se reconhece assim que ambos cônjuges são a representação antropológica de um princípio masculino expansivo e outro feminino que só alcança seu objeto quando cessa em sua busca de similitude (v. Imagem e Semelhança), e se torna passivo na contemplação desbordante do Filho da Luz. Isto parece que é o que quis indicar o redator sagrado quando ao invés de dizer: “a semelhança de Deus o criou”, aponta o Gênesis a soma de imagem e semelhança: “Macho e fêmea os criou”.

Tudo isto o desenvolve muito bem Justino o gnóstico quando agrega: “Este foi o matrimônio da donzela Éden, a alma (de Gn 2,7) e Elohim, o pneuma, a imagem de Deus (de Gn 1,27). Mas com este versículo, o redator sagrado ensaia não só uma definição sexológica nos estratos psíquico-espiritual, senão também as origens da diversificação do um em muitos, ou dito de outro modo, a multiplicação da luz uma de Deus em infinito número de lâmpadas, cada uma das quais como uma joia imperecedoura no coração de cada homem.

Madeleine Scopello:
Câmara nupcial: sacramento praticado pelos gnósticos valentinianos. Significa a união perfeita e eterna da alma e do espírito. (v. PARÁBOLA DAS DEZ VIRGENS)