noche (Eckhart)

De ahí que un hombre bueno debiera avergonzarse mucho ante Dios y ante sí mismo, si todavía observara que en él no se hallaba Dios y que Dios Padre no hacia las obras en el, sino que aun vivía en él la fastidiosa criatura y determinaba sus inclinaciones y hacía sus obras. Por eso se lamenta el rey David en el Salterio, diciendo: «De día y de noche (las) lágrimas eran mi consuelo mientras decían todo el tiempo: ¿Dónde está tu Dios?» (Salmo 41,4). Porque la tendencia hacia lo exterior y el hecho de hallar consuelo en el desconsuelo y las muchas conversaciones placenteras y afanosas sobre ello, son verdadera señal de que Dios no se presenta ni vigila ni obra en mí. Y además él (es decir, el hombre bueno) debería avergonzarse ante la gente buena porque notan en él (semejante conducta). Un hombre bueno nunca ha de quejarse de daños ni penas; debe lamentarse solamente de que se lamente y perciba en su fuero íntimo lamentos y penas. 271 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Debe saberse también que, sin duda alguna, ya la virtud natural (y) humana es tan noble y fuerte que ninguna obra externa le resulta demasiado pesada o grande para no ponerse a prueba con ella y en ella y formarse dentro de esta (obra). Y por eso existe una obra interior que no pueden encerrar y abarcar ni (el) tiempo ni (el) espacio, y en esta (obra interior) hay algo que es divino e igual a Dios a quien no encierran ni (el) tiempo ni (el) espacio. Él está en todas partes y se halla presente de igual manera en todo momento, y (esta obra) se asemeja a Dios también en el sentido de que a Él ninguna criatura lo puede recibir por completo, ni es capaz de configurar en sí misma la bondad divina. De ahí que debe haber algo más íntimo y más elevado e increado, sin medida y sin modo, en lo cual el Padre en los cielos puede acuñar su imagen y verterse y demostrarse íntegramente: me refiero al Hijo y al Espíritu Santo. Además, nadie es capaz de impedir la obra interior de la virtud, como tampoco se pueden poner estorbos a Dios. La obra resplandece y brilla de día y de noche. Exalta y canta la loa divina y un himno nuevo según dice David: «Cantad un himno nuevo a Dios» (Salmo 95,1). Es terrestre aquella loa y Dios no ama aquellas obras que son externas y encierran (el) tiempo y (el) espacio, que son estrechas (y) pueden ser impedidas y vencidas, que se cansan y envejecen con el tiempo y la ejecución. Pero es obra (íntima): amar a Dios, querer el bien y la bondad en cuyo caso el hombre ya ha hecho todas las buenas obras que quiere y querría hacer con voluntad pura (y) cabal, asemejándose de esta manera también a Dios de quien escribe David: «Todo cuanto quiso hacer lo ha hecho y obrado ahora» (Salmo 134,6). 295 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Respecto a esta enseñanza la piedra nos ofrece un ejemplo patente: su obra externa consiste en caer y yacer en el suelo. Esta obra puede ser impedida, y tampoco cae siempre ni continuamente. (Pero) hay otra obra más íntima para la piedra: ésta es la inclinación hacia abajo que le es congénita, y ni Dios ni las criaturas ni nadie pueden quitársela. La piedra hace esta obra sin interrupción, de día y de noche. Si permaneciera allí arriba durante mil años, su inclinación hacia abajo no sería menor ni mayor que en el primer día. 296 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Existe otro consuelo más. Dice San Pablo que Dios castiga a todos cuantos acepta y acoge como hijos (Cfr Hebreos 12, 6). Si uno ha de ser hijo corresponde que sufra. Como el Hijo de Dios no podía sufrir en la divinidad y en la eternidad, el Padre celestial lo envió al siglo para que se hiciera hombre y pudiera sufrir. Si quieres ser, pues, hijo de Dios y, sin embargo, no quieres sufrir, estás muy equivocado. Está escrito en el Libro de la Sabiduría que Dios nos examina y somete a prueba (para ver) quién es justo, tal como se examina y se somete a prueba y se afina el oro en un horno de fundición (Cfr Sabiduría 3, 5/6). Es señal de que el rey o un príncipe confía del todo en un caballero cuando lo envía a combatir. He visto a un señor que a veces, cuando había aceptado a alguien entre su servidumbre, lo hacía salir de noche y luego lo alcanzaba montado a caballo y luchaba con él. Y un buen día sucedió que casi fue muerto por un hombre a quien de tal manera deseaba poner a prueba; y a este siervo lo quiso luego mucho más que antes. 309 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Si el ángel se dirigiera hacia las criaturas para conocerlas, se haría de noche. Dice San Agustín:Cuando los ángeles llegan a conocer a las criaturas sin Dios, hay un crepúsculo vespertino, pero cuando llegan a conocer a las criaturas en Dios, hay un crepúsculo matutinal. Si conocen a Dios como Él es ser, puramente en sí mismo, esto es el mediodía reluciente. Yo digo: El hombre debería comprender y conocer lo noble que es el ser. No hay criatura tan insignificante que no apetezca el ser. Las orugas, cuando caen de los árboles, suben penosamente por una pared para conservar su ser. ¡Tan noble es el ser! Alabamos la muerte sufrida junto a Dios para que Él nos traslade a un ser mejor que la vida: un ser en el cual vive nuestra vida, ahí donde nuestra vida se convierte en ser. El hombre debe entregarse a la muerte de buen grado y morir para obtener un ser mejor. 543 ECKHART: SERMONES: SERMÓN VIII 3

Consideremos ahora (el conocimiento) tal como es en el alma que posee una «gotita» de entendimiento, una «chispita», una «rama». Ella (el alma) tiene potencias que obran en el cuerpo. Hay una potencia con cuya ayuda digiere el hombre; ésta obra más de noche que de día; (y) gracias a ella el hombre aumenta de peso y crece. El alma posee además una potencia en el ojo: mediante ella el ojo resulta tan sutil y fino que no acepta las cosas en su rudeza como son en sí mismas; antes tienen que ser cernidas y refinadas al aire y a la luz; esto sucede porque el (ojo) tiene consigo al alma. Otra potencia más se encuentra en el alma, con ella piensa. Esta potencia se imagina dentro de sí las cosas que no se hallan presentes, de modo que conozco las cosas tan bien — y aun mejor — como si las viera con mis ojos — en pleno invierno puedo imaginarme muy bien una rosa —, y con esta potencia opera el alma en (el) no-ser y en este aspecto lo imita a Dios que obra en (el) no-ser. 562 ECKHART: SERMONES: SERMÓN IX 3

Cuando se dice «en sus días» se trata de más de un solo día: (a saber) el día del alma y el día de Dios. Los días que transcurrieron hace seis o siete días, y los días que fueron hace seis mil años, se hallan tan cerca del día de hoy como el día que fue ayer. ¿Por qué? Porque el tiempo existe en un «ahora» presente. Debido a que el cielo gira, se hace de día a causa de la primera revolución del cielo. Ahí se da en un «ahora» el día del alma, y a la luz natural de ésta, dentro de la cual se hallan todas las cosas, hay un día entero; ahí el día y la noche son una sola cosa. El día de Dios, (en cambio), es allí donde el alma se mantiene en el día de la eternidad, en un «ahora» esencial, y allí el Padre engendra a su Hijo unigénito en un «ahora» presente y el alma renace en Dios. Cuantas veces se realiza este nacimiento, tantas veces da a luz al Hijo unigénito. Por eso hay una cantidad mucho mayor de hijos nacidos de una virgen que de hijos dados a luz por una mujer, porque aquéllas dan a luz más allá del tiempo en la eternidad. (Cfr Is 54, 1). Pero por numerosos que sean los hijos que el alma dé a luz en la eternidad, no hay más que un solo Hijo, ya que esto sucede más allá del tiempo en el día de la eternidad. 582 ECKHART: SERMONES: SERMÓN X 3

«Jerusalén» significa lo mismo que una altura, según dije en (el convento de) Mergarden. A aquello que está en lo alto se le dice: ¡Desciende! A aquello que está abajo, se le dice: ¡Asciende! Si tú estuvieras abajo y yo estuviese por encima de ti, tendría que bajar hacia ti. Lo mismo hace Dios; cuando tú te humillas, Dios baja desde arriba y entra en ti. La tierra es la cosa más alejada del cielo y se ha acurrucado en un rincón y está avergonzada y le gustaría huir del hermoso cielo, de un rincón a otro. ¿Cuál sería entonces su morada? Si huye hacia abajo, llega al cielo, si huye hacia arriba, tampoco lo puede eludir, él la empuja hacia un rincón y le imprime su fuerza y la hace fecunda. ¿Por qué? Lo más elevado desemboca en lo más bajo. Una estrella que se halla por encima del sol, es el astro más elevado; éste es más noble que el sol: derrama (su luz) en el sol y lo alumbra, y toda la luz que tiene el sol, la ha recibido de ese astro. ¿Qué significa, pues, el que el sol no brille tanto de noche como de día? Significa que el sol por sí solo no es fuerte; el que haya una cierta deficiencia en el sol, lo percibís por el hecho de que está oscuro en un extremo, y de noche la luna y las estrellas le quitan su luz, y lo empujan hacia otra parte; entonces brilla en otra parte, en otro país. Aquel astro (más elevado) derrama (su luz) no sólo en el sol sino que (ésta) atraviesa el sol y todos los astros y se derrama en la tierra fecundizándola. Exactamente lo mismo sucede con el hombre verdaderamente humilde que ha echado por debajo de sí todas las criaturas y se acurruca por debajo de Dios. Dios en su bondad no deja de derramarse por completo en semejante hombre; es obligado a hacerlo necesariamente. Si quieres, pues, ser elevado y levantado, tienes que ser rebajado, (lejos) de la corriente de la sangre y de la carne, porque la soberbia escondida (y) disimulada es la raíz de todos los pecados y máculas y la siguen sólo pena y dolor. La humildad, en cambio, es raíz de todo lo bueno (…) y lo sigue. 662 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIV 3

San Lucas nos escribe en su Evangelio: «Un hombre había preparado una cena o un gran banquete nocturno» (Lucas 14, 16). ¿Quién la preparó? Un hombre. ¿Qué quiere decir que lo llame una cena? Un maestro dice que significa un gran amor porque Dios no permite el acceso a nadie que no sea íntimo de Dios. En segundo lugar da a entender lo puros que deben ser quienes disfrutan de esta cena. Ahora bien, nunca llega el anochecer sin que le haya precedido un día entero. Si no existiera el sol, nunca se haría de día. Cuando sale el sol hay luz matutinal; luego brilla cada vez más hasta que llegue el mediodía. Del mismo modo surge la luz divina en el alma para iluminar cada vez más las potencias del alma hasta que llegue el mediodía. Si el alma no ha recibido una luz divina, de ninguna manera se hace jamás de día en el alma, (hablando) espiritualmente. En tercer lugar nos da a entender que, quienquiera que desee participar dignamente de esta cena, tiene que llegar al anochecer. Cada vez que fenece la luz de este mundo, se hace de noche. Ahora bien, dice David: «Él asciende hacia el anochecer y su nombre es el Señor» (Salmo 67, 5). Así (hizo) Jacobo: cuando era de noche, se acostó y se durmió (Cfr Génesis 28, 11). Esto significa el descanso del alma. En cuarto lugar (el pasaje de la Escritura) da a entender, según dice San Gregorio, que luego de la cena ya no hay más comida. A quien Dios da esta comida, le sabe tan dulce y deliciosa que no apetece nunca más otra comida. Dice San Agustín: Dios es de tal índole que aquel que la comprende, nunca más puede descansar en otra cosa. Dice San Agustín: Señor, si te nos quitas a ti, danos otro tú, o no descansaremos nunca; no queremos nada más que a ti. Ahora bien, dice un santo con respecto a un alma amante de Dios, que lo obliga a Dios a (hacer) todo cuanto ella quiere y que lo seduce completamente de modo que Él no le puede negar nada de todo cuanto Él es. De una manera se retiró y de otra se entregó; se retiró en cuanto Dios y hombre y se entregó en cuanto Dios y hombre como otro sí mismo en un pequeño recipiente secreto. No nos gusta permitir que una gran reliquia sea tocada o vista de-velada. Por eso, se puso la vestimenta bajo la forma del pan, exactamente así como la comida material es transformada por mi alma de modo tal que no haya rinconcito en mi naturaleza que no le sea unido. Porque en la naturaleza existe una fuerza que desprende lo más burdo y lo echa afuera; y lo más noble lo lleva hacia arriba para que no quede en ninguna parte tanto como la punta de una aguja que no le sea unido. Lo que comí hace quince días, está tan unido a mi alma como aquello que recibí en el vientre materno. Lo mismo le sucede a quien recibe con pureza esta comida; se une tan verdaderamente con ella, como la carne y la sangre son uno con mi alma. 764 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XX a 3

Ahora observad que Dios dice: «¡Moisés, deja que me enfurezca!» Podríais decir: ¿Por qué se enfurece Dios?… Por ninguna otra cosa que por la pérdida de nuestra propia bienaventuranza y no porque busque lo suyo; tanto le apena a Dios que actuemos en contra de nuestra bienaventuranza. A Dios no le pudo pasar nada más penoso que el martirio y la muerte de Nuestro Señor Jesucristo, su Hijo unigénito, que sufrió por nuestra bienaventuranza. Ahora observad (otra vez) que Dios dice: «¡Moisés, deja que me enfurezca!» Luego mirad qué es lo que un hombre bueno es capaz (de hacer) ante Dios. Ésta es una verdad cierta y necesaria: quienquiera que entregue por completo su voluntad a Dios, cautiva y obliga a Dios de modo que Él no puede hacer otra cosa sino lo que quiere el hombre. Quien le da por completo su voluntad a Dios, a ése Dios, (por su parte) le devuelve su voluntad tan completa y tan propiamente que la voluntad de Dios llega a ser propiedad del hombre, y Él ha jurado por sí mismo que no puede hacer nada fuera de lo que quiere el hombre; porque Dios no llega a ser propiedad de nadie que primero no haya llegado a ser su propiedad (la de Dios). Dice San Agustín: «Señor, tú no serás posesión de nadie a no ser que él antes se haya hecho propiedad tuya». Nosotros aturdimos a Dios de día y de noche diciendo: «¡Señor, hágase tu voluntad!» (Mateo 6, 10). Y luego, cuando se hace la voluntad de Dios, nos enojamos y eso está muy mal. Cuando nuestra voluntad se convierte en la voluntad de Dios, eso está bien; mas, cuando la voluntad de Dios llega a ser nuestra voluntad, está mucho mejor. Si tu voluntad llega a ser la voluntad de Dios y si luego estás enfermo, no querrías estar sano en contra de la voluntad de Dios, mas quisieras que fuese la voluntad de Dios de que estuvieras sano. Y cuando te va mal, querrías que fuera la voluntad de Dios de que te vaya bien. Pero cuando la voluntad de Dios llega a ser tu voluntad y estás enfermo… ¡(sea) en el nombre de Dios! Si muere tu amigo… ¡(sea) en el nombre de Dios! Una verdad segura y necesaria es (ésta): Si de ello dependieran todas las penas del infierno y todas las penas del purgatorio y todas las penas de este mundo… (tal hombre) querría sufrir eternamente de acuerdo con la voluntad de Dios todas las penas del infierno y lo consideraría para siempre su bienaventuranza eterna, y de acuerdo con la voluntad de Dios renunciaría a la bienaventuranza y a toda la perfección de Nuestra Señora y de todos los santos y querría sufrir para siempre jamás las eternas penas y amarguras sin apartarse de ello por un solo instante; ah sí, ni siquiera sería capaz de tener un solo pensamiento para desear alguna otra cosa. Cuando la voluntad se une así (con la voluntad de Dios) de modo que lleguen a ser un Uno único, entonces el Padre, desde el reino de los cielos, engendra a su Hijo unigénito en sí (al mismo tiempo que) en mí. ¿Por qué en sí (al mismo tiempo que) en mí? Porque soy uno con Él, no me puede excluir, y en esa obra el Espíritu Santo recibe su ser y su devenir tanto de mí como de Dios. ¿Por qué? Porque estoy en Dios. Si (el Espíritu Santo) no lo toma de mí, tampoco lo toma de Dios; no me puede excluir en modo alguno. La voluntad de Moisés había llegado a ser tan completamente la voluntad de Dios que prefería la honra de Dios (manifestada) en su pueblo, a su propia bienaventuranza. 863 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXV 3

Pues bien, dijo Nuestro Señor: «No os he llamado siervos, os he llamado amigos, porque el siervo no sabe qué es lo que quiere su Señor» (Juan 15,15). También mi amigo podría saber algo que yo no sabía, por cuanto no querría comunicármelo. Mas Nuestro Señor dijo: «Todo cuanto he escuchado de mi Padre, os lo he revelado». Me sorprende, pues, que algunos frailes, que pretenden ser muy doctos y grandes frailes, se contenten tan pronto y se dejen engañar. Al referirse a la palabra que dijo Nuestro Señor: «Todo cuanto he escuchado de mi Padre, os lo he revelado»… quieren interpretarla diciendo que nos ha revelado cuanto nos hace falta para nuestra eterna bienaventuranza, mientras «estamos en camino». Yo no opino que se deba interpretar así, porque no es verdad. Dios ¿por qué se hizo hombre? Para que yo mismo naciera como el mismo Dios. Dios murió para que yo muriera para todo el mundo y todas las cosas creadas. Así hay que interpretar la palabra pronunciada por Nuestro Señor: «Todo cuanto he escuchado de mi Padre, os lo he revelado». ¿Qué es lo que el Hijo escucha de su Padre? El padre no puede sino engendrar, el Hijo no puede sino nacer. Todo cuanto el Padre tiene y cuanto es, (o sea) la esencia abismal del ser divino y de la naturaleza divina, lo engendra todo en su Hijo unigénito. Esto es lo que el Hijo escucha del Padre, esto es lo que nos ha revelado para que seamos (cada uno) el mismo hijo. Todo cuanto tiene el Hijo, o sea, el ser y la naturaleza, lo tiene de su Padre, para que seamos (cada uno) el mismo hijo unigénito. (Por otra parte), nadie tiene el Espíritu Santo si no es el hijo unigénito. (Pues), allí donde se hace espíritu al Espíritu Santo, lo hacen espíritu el Padre y el Hijo; porque esto es esencial y espiritual. Puedes recibir, por cierto, los dones del Espíritu Santo o la semejanza con el Espíritu Santo; pero no permanece en tu interior, es inestable. Sucede lo mismo cuando una persona se ruboriza por vergüenza y (luego) palidece; es un accidente y pasajero. Mas el hombre que es rubicundo y hermoso por naturaleza, siempre sigue siéndolo. Así (también) le pasa al hombre que es el hijo unigénito: el Espíritu Santo permanece en él esencialmente. Por eso está escrito en el Libro de la Sabiduría: «Hoy te he engendrado» al reflejo de mi luz eterna, en la plenitud y «en la claridad de todos los santos» (Cfr Salmos 2,7; 109,3). Lo engendra ahora y «hoy». Ahí se está de parto en la divinidad, ahí se los «bautiza en el Espíritu Santo» — «ésta es la promesa que les ha hecho el Padre» —. «Luego de estos días que no son muchos sino pocos»: esto es la «plenitud de la divinidad» (Cfr Col 2, 9) donde no hay ni día ni noche; aquello que se halla a (una distancia de) mil millas, allí se encuentra tan cerca de mí como el lugar donde estoy parado ahora, allí hay plenitud y magnificencia de toda la divinidad, allí hay unidad. El alma, mientras percibe (aún) cualquier diferencia, anda mal; mientras todavía hay algo que mira hacia fuera o hacia dentro, no hay unidad. María Magdalena buscaba a Nuestro Señor en la tumba, buscaba a un muerto y encontró a dos ángeles vivos; por eso se sintió aún desconsolada. Entonces dijeron los ángeles: «¿De qué te preocupas? ¿Qué estás buscando? Un muerto y encuentras a dos vivos». Entonces dijo ella: «Justamente esto es mi desconsuelo que yo encuentre a dos y, sin embargo, busco a uno solo». (Cfr Juan 20,11 ss). 934 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXIX 3

Ahora nos referiremos en otro sentido a los «dos hijos» del entendimiento. Uno es (la) posibilidad (= el entendimiento posible), el otro es (la) actividad (= el entendimiento activo)4. Resulta que un maestro pagano dice: «El alma tiene en esta potencia (= el entendimiento posible) la capacidad de llegar a ser espiritualmente todas las cosas». En la fuerza operante se parece al Padre y obra todas las cosas con destino a un nuevo ser. Dios hubiera querido imprimirle la naturaleza de todas las criaturas; pero ella no existía antes que el mundo. Antes de que este mundo fuera creado en sí mismo, Dios había creado todo este mundo espiritualmente en cada uno de los ángeles. El ángel posee dos conocimientos. Uno es una luz matutina, el otro una luz vespertina. La luz matutina consiste en que el (ángel) ve todas las cosas en Dios. La luz vespertina consiste en que ve todas las cosas a su luz natural. Si él saliera, introduciéndose en las cosas, se haría de noche. Pero resulta que él se mantiene adentro (en la luz) y por eso se la llama luz vespertina. Decimos que los ángeles se alegran cuando el hombre hace una buena obra. Nuestros maestros preguntan si los ángeles se entristecen cuando el hombre comete un pecado. Nosotros decimos: ¡No!, porque ellos miran la justicia de Dios y ahí perciben con su mirada las cosas tales como son en Dios. Por ello no se pueden entristecer. Ahora bien, (el) entendimiento, en cuanto potencia posible, se parece a la luz natural de los ángeles, que es la luz vespertina. Con la fuerza operante levanta todas las cosas hasta Dios y es todas las cosas a la luz matutina. 1047 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXVII 3

Pero (digamos) algo de la palabrita que reza: «Todos cuantos Tú me has dado». Para quien se fija en el sentido exacto, significa lo mismo que: «Todo cuanto me has dado»: «esta vida eterna» se la doy a ellos, es la misma que tiene el Hijo en el primigenio efluvio violento y en el mismo fondo y en la misma pureza y en el gozo con el cual posee su propia bienaventuranza y tiene su propio ser: «Esta vida eterna se la doy a ellos» (Juan 10, 28) y otra, no. Oportunamente he expresado este sentido de manera general, pero esta noche lo paso por alto, y corresponde mas bien a la versión latina, como la he citado varias veces. Solicítaselo a Él tú mismo y atrévete a decirlo bajo mi responsabilidad. 1341 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LIV a 3