virtud

Es en el seno de esta decadencia donde nace la oración concebida como la «reanudación» de los «valores espirituales» que no proporciona ya más la contemplación del mundo exterior, ni el uso de los símbolos tradicionales de los que se ha perdido el significado. La oración aparece entonces como un ejercicio autónomo y metódico, orgánicamente distinto de todos los demás, viviendo su propia vida, ejercicio por el cual, después de habernos instalado en una especie de «estado meditativo» (un estado de concentración diríamos hoy en día), introducimos en nuestra consciencia una idea santificante para considerarla con nuestra memoria, nuestro entendimiento y nuestra imaginación. Esta consideración debe tener como objetivo el conmovernos y llevarnos a resoluciones, y después a actos conformes a la idea o a la virtud meditada. Es un instrumento de educación de la voluntad. Abbé Henri Stéphane: REFLEXIONES SOBRE LA ORACIÓN I

En ambiente cristiano, no hay otra actitud que la del Orante: es la actitud de la Theotokos, cuyo seno virginal espera el descenso del Logos, por que el Padre no tiene otra voluntad que la de engendrar el Hijo único, por el Espíritu Santo. Así el alma o la inteligencia, semejante a la Theotokos, iluminada por el Logos y transformada por el Espíritu Santo, entra en la Circumincesión de las Tres Personas, y participa en la Liturgia divina, «Porque, nosotros no sabemos lo que debemos pedir a Dios en nuestras plegarias, pero el Espíritu mismo ora por nosotros con gemidos inefables, diciendo: Abba, Padre» (Rom. VIII, 26 y 15). Según Evágiro «El cuerpo tiene el pan para la nutrición, el alma tiene la virtud, la inteligencia tiene la oración espiritual». «El estado de oración es un habitus impasible que, por un amor supremo, arrebata sobre las cimas intelectuales a la inteligencia prendada de sabiduría». Abbé Henri Stéphane: NOTA SOBRE LA ORACIÓN

La virtud de la calma deriva de la Paz Divina, que está hecha de Beatitud y de Belleza infinita. La belleza tiene en todas partes y siempre, en su raíz, un aspecto de calma, de reposo existencial, de equilibrio de las posibilidades; es decir que tiene un aspecto de ilimitación y de felicidad. Abbé Henri Stéphane: NOTA SOBRE LA ORACIÓN

1. El Arte sagrado, que es una expresión o un modo de la Revelación, tiene como función la de «representar» – rendir presentes – las Realidades celestes, o los Arquetipos eternos de todas las cosas, y comunicar así al alma del contemplativo la virtud transformante, alquímica, santificante de la Luz Increada (La luz que los Apóstoles han contemplado durante la Transfiguración.) . el Arte sacro no es por lo tanto y de ninguna manera la expresión de la sicología individual del artista y de sus fantasías más o menos patológicas (Es equivalente decir que una obra de Arte tiene necesariamente un «contenido inteligible» en el sentido platónico en el que el mundo sensible no es más que un símbolo del mundo inteligible; la obra de Arte sacro «reenvía» a su Prototipo celeste y sirve así de «soporte de meditación» o de contemplación; el sujeto humano que contempla la obra es puesto así en relación, gracias al «contenido inteligible» de esta, con el Prototipo celeste correspondiente (la Virgen, Cristo, en el caso de un Icono). Todo esto supone que la obra de Arte es objetivamente conforme a su Prototipo y que el alma del contemplativo está purificada por la ascesis e iluminada por el don de la Inteligencia que permite romper los límites del mental y escapar a la vez al racionalismo y al sentimentalismo.). Abbé Henri Stéphane: VARIOS ESCRITOS SOBRE ARTE