He aquí lo que es necesario ante todas las cosas: que el hombre acostumbre y ejercite su entendimiento para que (se dirija) bien y perfectamente hacia Dios, así lo divino aparecerá en su interior en todo momento. Para el entendimiento no hay nada tan propio ni tan presente ni tan cercano como Dios. El (entendimiento) nunca se dirige hacia otra parte. No se vuelve hacia las criaturas a no ser que se le haga fuerza y agravio en cuyo caso es quebrantado y pervertido directamente. Luego, cuando está corrompido en un joven o en cualquier persona, hay que educarlo con grandes esfuerzos, y uno debe hacer todo cuanto pueda para acostumbrar y atraer otra vez al entendimiento. Pues, por más que Dios le sea propio y natural, una vez que se halle pervertido y afianzado en las criaturas habiéndose apropiado de sus imágenes y acostumbrado (al trato de las criaturas), se habrá debilitado tanto en esta parte y se hallará tan impotente con respecto a sí mismo, y tan contrariado en sus nobles afanes, que todo el empeño que el hombre pueda poner, resultará poco para recuperar su viejo hábito. Y aun cuando ponga todo (su esfuerzo), necesitará cuidarse continuamente. TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 21.
Séneca, un maestro pagano, dice: De las cosas grandes y elevadas hay que hablar con sentimientos grandes y elevados y con el alma sublime. Dirán también que estas enseñanzas no se deberían decir ni escribir para la gente iletrada. A eso digo: Si no se debe enseñar a la gente iletrada, nunca nadie llegará a letrado y en consecuencia nadie sabrá enseñar o escribir. Porque se enseña a los iletrados para que de iletrados se conviertan en letrados. Si no hubiera cosas nuevas, nada llegaría a ser viejo. «Los sanos – dice Nuestro Señor – no necesitan de medicamentos» (Lucas 5, 31). El médico está para curar a los enfermos. Pero si alguien interpreta mal esta palabra ¿qué culpa tiene el hombre que pronuncia con sinceridad esta palabra verdadera? San Juan les predica el santo Evangelio a todos los creyentes y, sin embargo, comienza el Evangelio con lo más sublime que un ser humano puede afirmar de Dios en esta tierra; y resulta que también sus palabras, al igual que las de Nuestro Señor, han sido muy mal interpretadas. TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 3
En primer lugar hay que saber – y es bien evidente – que el hombre reúne en sí dos naturalezas: cuerpo y espíritu. Por eso se dice en un escrito: Quien se conoce a sí mismo, conoce a todas las criaturas, porque todas las criaturas son o cuerpo o espíritu. En consecuencia se afirma en la Escritura con respecto al hombre que hay en nosotros un hombre exterior y otro interior (Cfr. 2 Cor. 4, 16). Al hombre exterior pertenece todo cuanto está adherido al alma (pero) envuelto en la carne y mezclado con ella, y que tiene una cooperación física con cualquier miembro y dentro de él, como por ejemplo, con el ojo, el oído, la lengua, la mano y otros por el estilo. Y la Escritura llama a todo esto el hombre viejo, el hombre terrestre, el hombre exterior, el hombre hostil, un hombre servil. TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3
Esa casa significa el alma en su totalidad, y los senderos de la casa representan a las potencias del alma. Dice un viejo maestro que el alma está hecha entre uno y dos. Uno es la eternidad que se preserva siempre sola y es uniforme. Dos, (empero), es el tiempo que se transforma y multiplica. (Con eso) quiere decir que el alma, con las potencias más elevadas, toca a la eternidad, o sea, a Dios; y con las potencias inferiores toca al tiempo y por ello es sometida al cambio y se inclina hacia las cosas corpóreas y, al hacerlo, pierde su nobleza. Si el alma pudiera conocer íntegramente a Dios, como (hacen) los ángeles, nunca habría entrado en el cuerpo. Si pudiera conocer a Dios sin el mundo, éste nunca habría sido creado a causa de ella. El mundo fue creado a causa de ella con la finalidad de que la vista del alma fuera ejercitada y fortalecida para que fuese capaz de soportar la luz divina. Así como la luz del sol no se proyecta sobre la tierra sin ser envuelta por el aire y desparramada sobre otras cosas, ya que de otra manera la vista humana no la podría soportar, así también la luz divina es fortísima y tan clara que la vista del alma no la podría soportar sin ser fortalecida y elevada por la materia y las parábolas, y de esta manera es conducida hasta la luz divina y aclimatada dentro de ella. SERMONES: SERMÓN XXXII 3