Vida Absoluta

VIDA — VIDA ABSOLUTA

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Michel Henry: ENCARNAÇÃO

De la Archi-inteligibilidad joánica se deriva la primera ley de la Vida: no es posible Vida alguna si no porta consigo un primer Sí viviente en el que se experimente a sí misma y se haga vida. Ninguna vida sin viviente pero, del mismo modo, ningún viviente fuera de este movimiento por el que la Vida viene a sí al experimentarse a sí misma en el Sí de este viviente, ningún viviente sin la vida.

Esta ley, descifrada sobre la esencia de la Vida absoluta, atañe a toda vida posible y, por supuesto, a la nuestra. Así lo hemos reconocido a propósito de una de las modalidades más ordinarias de la vida más ordinaria: el sufrimiento. ¿No habíamos reconocido, desde ese primer contacto, que todo sufrimiento se experimenta a sí mismo y, de resultas, porta en él un «yo», el yo que sufre y sin el cual no es posible ningún sufrimiento — si es verdad que ningún sufrimiento puede ser el de nadie — ? Así, la vida es todo salvo el universal impersonal y ciego del pensamiento moderno — ya se trate del querer-vivir de Schopenhauer o de la pulsión freudiana —.

La cuestión que ha motivado nuestra investigación permanece ante nosotros: la palabra que surge en el versículo 14 del célebre Prólogo y en la que la Encarnación es dicha, ¿procedería a su vez de la Archi-inteligibilidad joánica? En este caso, lejos de ser absurda, como lo fue a ojos de los griegos, o al menos tan extraña como sigue siendo para nosotros, sería signo de la Vida, tan familiar para los vivientes como su propia vida y remitiendo, como toda vida concebible, a la palabra del versículo 1, profiriendo la auto-revelación de la Vida absoluta en su Verbo. Sin ser necesaria de la misma forma y en el mismo sentido, pertenecería sin embargo a la esencia misma de la revelación, a esta Archi-inteligibilidad que no es otra, al fin y al cabo, que la de la Vida absoluta.

Desde ese momento, si la carne — y en primer término la venida a una carne: la Encarnación — fue captada por los primeros pensadores cristianos como un modo de manifestación del Verbo de Dios, y si la sospecha nos lleva a que ese modo de manifestación de la carne y el del Verbo podrían muy bien, en calidad de modos de manifestación y de revelación de la Vida, ser los mismos, en ese caso es necesaria una elucidación sistemática, una ciencia de esta revelación.