Theotokos

Pobreza y Caridad, decíamos más arriba, deben de ser «realizadas», no solamente a nivel moral o sicológico, sino en una forma de alguna manera ontológica o existencial. Es decir que estas virtudes – se podría decir otro tanto de la castidad – aun situándose necesariamente a nivel sicológico o humano para los «debutantes», deben de ser constantemente referidas a su Prototipo celeste o a su Arquetipo principal in divinis, es decir a la Theotokos, sin olvidar que nuestra condición actual exige una «mediación», a ejemplo del Verbo Encarnado, y que esta mediación es colmada por la Virgen María. 12 Abbé Henri Stéphane: EL MISTERIO DE LA VIRGEN MARÍA

En la revelación vetero-testamentaria, la Sabiduría está interpretada tradicionalmente como siendo a la vez el prototipo del Logos y el de la Theotokos (Madre de Dios), mostrando de esta manera que los dos son inseparables. Así, cronológicamente, es la Sabiduría indiferenciada la que aparece la primera; a continuación aparecen sucesivamente la Virgen María y el Verbo encarnado por la operación del Espíritu Santo. 130 Abbé Henri Stéphane: SOPHIA o de la SABIDURIA

Todas estas «epifanías» tienen necesariamente su arquetipo eterno in divinis, pero esta vez el orden de sucesión es puramente «lógico y ontológico». Si el Padre es el Origen de la generación del Hijo y de la procesion del Espíritu Santo «con el Hijo», se puede decir igualmente que es el Espíritu Santo – el Amor – el que «revela» al Padre y al Hijo a ellos mismos, es lo que se designa con el nombre de «maternidad hipostática»; es esta perspectiva, la Theotokos aparece, no como una cuarta Hipóstasis, sino como una función del Espíritu Santo. Así, in divinis, lo que es primero en la expansión de la Esencia divina, es la Sabiduría en tanto que Theotokos: es la Receptividad divina que permite al Padre el «concebir y engendrar el Logos», y esta Concepción es evidentemente inmaculada. Así, la Theotokos es el medium quo por el cual el Padre engendra el Hijo Unico; ella es por lo tanto «madre de Dios». 132 Abbé Henri Stéphane: SOPHIA o de la SABIDURIA

Pero in divinis no hay distinciones, ya que estas no aparecen más que al nivel de la Creación que preexiste eternamente en el Logos «lugar de los posibles». La Theotokos es entonces la «Madre Universal», y el Padre – Origen concibe los posibles en el Logos por el ministerio de la Theotokos, ella misma «función del Espíritu Santo». En consecuencia las distinciones están ellas mismas en potencia en el Logos, y nosotros estamos destinados a hacerlas (distinciones virtuales). 134 Abbé Henri Stéphane: SOPHIA o de la SABIDURIA

Todo esto es indiferenciado in divinis; es por eso que la Sabiduría es tanto el prototipo del Logos como de la Theotokos. Los dos son inseparables: la Asunción de la Virgen es una evidencia metafísica. 136 Abbé Henri Stéphane: SOPHIA o de la SABIDURIA

Se concibe entonces que la «Sabiduría Cristiana» la cual es presidida por la «Trinidad supraesencial y más que divina» para conducirnos «a las más altas cimas de las Escrituras místicas» (San Dionisio), sea una participación ontológica de esta Sabiduría divina de la que hemos hablado. Bajo la moción del Espíritu Santo, ejerciendo su función de «maternidad hipostática», el alma entra en la Circumincesión (conjunto de las relaciones que unen a las tres personas divinas)de las tres Personas. Identificada a la Theotokos, ella engendra el Logos con el Padre – Origen; ella hace así la «voluntad del Padre» ya que, según Maestro Eckhart, «el Padre no tiene otra voluntad que la de engendrar al hijo único». 138 Abbé Henri Stéphane: SOPHIA o de la SABIDURIA

Es en ese contexto «sofiánico» donde se inscribe la Oración. Lejos de ser una simple petición, la Plegaria, «elevación del alma hacia Dios» (según el catecismo más elemental), es participación en la Asunción de la Virgen; la actitud que le conviene es la del Orante, de la Deisis (suplicación). Ella es «oración», es decir «receptividad» del alma-virgen que se abre a la acción del Espíritu: Os meum aperui et attraxi spiritum, ya que «nosotros no sabemos lo que debemos pedir a Dios en nuestras plegarias, pero el Espíritu mismo ora por nosotros con gemidos inefables diciendo: ¡Abba, Padre!». De esta manera el alma participa en la «maternidad hipostática» del Espíritu Santo y en la Circumincesión de las Tres personas; en fin, la Oración es Invocación, y la boca, después de haber recibido el Logos en la Comunión como la Theotokos en su seno virginal, profiere el Verbo por la Invocación del Nombre divino, a ejemplo de María alumbrando a Jesús, y del Padre engendrando el Hijo único. 140 Abbé Henri Stéphane: SOPHIA o de la SABIDURIA

Es también en este contexto que se realiza la Asunción del cuerpo místico: transfigurado por la Luz thabórica, asimilado por las especies eucarísticas, elevado a la dignidad angélica, el Cuerpo místico participa de la liturgia celeste (Apoc.IV) que es mediadora –por el ministerio de los Angeles, de la Theotokos y del Cordero inmolado– entre la liturgia terrestre y la Liturgia Suprema del «Trisagion» [NA: «Tres veces Santo»: Sanctus, Sanctus, Sanctus.]. 154 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA ASUNCIÓN

«Solamente el nombre de la Theotokos, Madre de Dios, contiene todo el misterio de la economía de la Salvación» (San Juan Damasceno). 160 Abbé Henri Stéphane: TEMAS DE MEDITACIÓN SOBRE MARÍA

así se establece una especie de complementarismo entre el Nacimiento eterno del Verbo y el nacimiento virginal de Jesús, Hijo de Dios: María es verdaderamente la Theotokos, la Madre de Dios. Desde esta consideración, ella es necesariamente Virgen. Ella es la «muy pura», la «muy bella» –tota pulchra est– ella es «bendita entre todas las mujeres», la Mujer eterna restituida en su virginidad maternal. 168 Abbé Henri Stéphane: TEMAS DE MEDITACIÓN SOBRE MARÍA

En la representación latina, las tres Hipóstasis están situadas en el mismo plano ontológico y de alguna manera horizontal; se las puede mirar como «determinaciones» particulares de la Esencia [NA: Lo que funda el ser de la cosa; aquello por lo cual una cosa es lo que es (id quio res est id quod est)] divina. El Padre es un «terminus a quo» (punto de partida) – en sentido escolástico – y el Hijo un «terminus ad quem» (punto de llegada), y ocurre lo mismo con el Espíritu Santo. La transposición metafísica, que desemboca en la primera interpretación de F. Schuon, opera un enderezamiento vertical: «La perspectiva “vertical” (Sobre-Ser, Ser, Existencia) ve las Hipóstasis como “descendentes” de la Unidad o del Absoluto; o de la Esencia, si se quiere, los grados de la Realidad». Se trata entonces de “determinaciones” de lo Indeterminado, determinaciones evidentemente principales, puesto que a este nivel no se sabría “salir” del Principio. El Ser, según René Guénon, es la primera determinación del No-Ser [NA: El «No-Ser» en el sentido guenoniano corresponde al «Sobre-Ser» de Schuon, del que se ha hablado más arriba.]. Esta determinación corresponde al Hijo, primera «determinación» del Padre. En cuanto a la Existencia, debe ser considerada evidentemente en su realidad principal; se identifica entonces con Mâyâ [NA: La Shakti o potencia de Brahman. La noción de Mâyâ es muy compleja; se traduce a menudo por «ilusión cósmica», pero ese no es más que uno de los aspectos de Mâyâ, que es también el «Juego Divino» y la «Posibilidad Universal».] o la «Posibilidad universal»; es Mâyâ, en tanto que Theotokos [NA: Madre de Dios, «la que alumbra a Dios»; título dado a la Virgen María en el 431 por el concilio de Efeso.], la que permite a Dios «existir», y es también el Espíritu Santo el que «revela» el Padre y el Hijo a ellos mismos. 212 Abbé Henri Stéphane: INTERPRETACIÓN METAFÍSICA DE LA TRINIDAD

En ambiente cristiano, no hay otra actitud que la del Orante: es la actitud de la Theotokos, cuyo seno virginal espera el descenso del Logos, por que el Padre no tiene otra voluntad que la de engendrar el Hijo único, por el Espíritu Santo. Así el alma o la inteligencia, semejante a la Theotokos, iluminada por el Logos y transformada por el Espíritu Santo, entra en la Circumincesión de las Tres Personas, y participa en la Liturgia divina, «Porque, nosotros no sabemos lo que debemos pedir a Dios en nuestras plegarias, pero el Espíritu mismo ora por nosotros con gemidos inefables, diciendo: Abba, Padre» (Rom. VIII, 26 y 15). Según Evágiro «El cuerpo tiene el pan para la nutrición, el alma tiene la virtud, la inteligencia tiene la oración espiritual». «El estado de oración es un habitus impasible que, por un amor supremo, arrebata sobre las cimas intelectuales a la inteligencia prendada de sabiduría». 399 Abbé Henri Stéphane: NOTA SOBRE LA ORACIÓN

Tal es, en definitiva, la oración espiritual, «habitus impasible» que embelesa la inteligencia en las «más altas cimas» de las Escrituras místicas (San Dionisio): «El Espíritu sabe que él ora según Dios por los santos» (Rom. VIII, 27); son las oraciones de los santos, los perfumes de las copas de oro que ofrecen los veinticuatro Ancianos (Ap. V, 8), y es también en este sentido como hay que comprender que en el Iconostasio la Theotokos de la Deisis ora por todos los santos representados en los Iconos. 405 Abbé Henri Stéphane: NOTA SOBRE LA ORACIÓN

En el más alto nivel, se puede decir de una cierta manera que todo está claro: la Theotokos, siempre Virgen, entra de golpe en la «Comunión del Padre», o en la «Circumincesión de las Tres Personas». El dogma de la Asunción deviene, de alguna manera, una «evidencia metafísica». En verdad, la Theotokos no ha cesado nunca de estar eternamente en Dios (cf. a este respecto los textos de la Sabiduría aplicados a María). El misterio de la Encarnación no es otro que la manifestación –Epifanía– de esta realidad en un momento dado de la historia. 559 Abbé Henri Stéphane: SOBRE EL MEDIADOR

Toda la historia de Israel converge hacia este acontecimiento, y la historia de la Iglesia es la prolongación de ello. Esta «Historia Santa» a comenzado en Abraham y se acabará en la Parusia. La primera venida de Cristo aparece como una anticipación de la segunda, y la historia de la Iglesia parece reproducir las diferentes fases de la historia de la Theotokos, que es el prototipo de la Iglesia, tan bien como la historia de su Esposo, el Cristo, o, si se prefiere, el Espíritu Santo (Por que es el Espíritu que el Cristo ha enviado y es también el Espíritu que es el Esposo de la Virgen.). En esta perspectiva «mística», toda la Historia Santa aparece como ordenada al moldeamiento de la Esposa sagrada. Se puede hablar de «hierogamia», de matrimonio sagrado entre el Esposo divino y la Esposa. La Unión hipostática puede ser vista como el matrimonio sagrado de la Naturaleza divina y de la naturaleza humana. El «Cantar de los Cantares» es el anuncio profético de esta boda. El Apocalipsis celebra las «bodas del Cordero», la «Mujer vestida de Sol», la «Jerusalén celeste» adornada como una esposa. El Cántico espiritual de San Juan de la Cruz, canta la Unión mística del alma, y del Esposo divino. San Pablo ve el matrimonio cristiano como e símbolo de la unión del Cristo y de la Iglesia (Ef. V, 25,32). 561 Abbé Henri Stéphane: SOBRE EL MEDIADOR

En esta perspectiva esencialmente espiritual o mística, nos hemos podido dar cuenta ya de que el Mediador es inseparable de la Theotokos. Sin ella, su papel es ininteligible, y aquellos que no la reconocen no pueden sino perderse. Como ella es el Prototipo de la Iglesia, el papel de esta será el de conformarse a su modelo. Ahora bien, la Theotokos es a la vez Esposa, Virgen y Madre. Lo mismo que Jesús nace de una Virgen, el «Cristo total» nace de la Iglesia. Se puede decir que la Iglesia es el Cuerpo místico de Cristo, al cual cada nuevo miembro es incorporado por el bautismo, pero se puede decir también que cada cristiano, en tanto que precisamente pertenece a la Iglesia, engendra el Cristo, a ejemplo de la Theotokos, por la operación del Espíritu Santo. Así, paradójicamente, el cristiano puede ser considerado como «hijo de la Virgen» (ecce mater tua) («He aquí a tu madre», palabras de Cristo en la cruz.), «hermano de Cristo», «hijo de Dios y de la Iglesia», pero también como «madre de Cristo» (Esto aparece claramente en Mateo, XII, 50: «Quienquiera que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, y mi hermana y mi madre». Ahora bien, dice el Maestro Eckhart, «el Padre no tiene más que una voluntad, es la de engendrar al Hijo único». Es entonces in divinis, el nacimiento eterno, prototipo o arquetipo del nacimiento virginal de Cristo en la Theotokos, en la Iglesia y en el alma de cada fiel.), lo que implica inmediatamente que él realice efectivamente –y no de una manera puramente moral o ideal– la Virginidad esencial de María (Sofrosuna) (Sofrosuna: palabra griega que significa «estado sano del espíritu o del corazón», e igualmente la «moderación de los deseos» (Platón, Banquete), la temperancia y la sabiduría. En le Iglesia de Oriente, esta palabra designa la castidad de los ascetas.), con las «virtudes espirituales» –y no solamente morales– de la Virgen: humildad, caridad, sumisión, receptividad perfecta, abnegación del ego, pobreza espiritual (cf. las Beatitudes), infancia espiritual, pureza, desapego, fervor, paz, «violencia» contra los enemigos del alma y contra las potencias tenebrosas etc. 563 Abbé Henri Stéphane: SOBRE EL MEDIADOR

Resulta de las consideraciones precedentes que la espiritualidad cristiana es esencialmente un «renacimiento espiritual» o «nueva alianza»: «Nadie, si no renace del agua y del espíritu, puede entrar en el Reino de Dios» (Juan III, 5). El agua simboliza evidentemente la Theotokos y la Iglesia. Se trata entonces de una verdadera transformación, de una transfiguración, de una nueva creación. Fuera de esta perspectiva realista, no hay más que viento. Añadamos que toda la Tradición se hace eco de esta doctrina. 565 Abbé Henri Stéphane: SOBRE EL MEDIADOR

Terminemos por una advertencia muy importante: lo mismo que la Creación es siempre actual, en ese sentido que no es necesario concebir que Dios ha creado el mundo «en el principio», abandonándolo a continuación al juego de las causas segundas o de las leyes naturales, sino que El lo crea en cada instante (Ver al comienzo lo que hemos dicho de la «relación causal».), por lo mismo este «nuevo nacimiento» no ha tenido lugar solamente una vez, cuando la Virgen ha dado a luz al niño Jesús: este nacimiento se perpetúa cada vez que la Iglesia-Madre engendra un cristiano, o, mejor todavía, cuando el cristiano, lo decíamos más arriba, puede ser considerado como «madre de Cristo», a ejemplo de la Theotokos. 567 Abbé Henri Stéphane: SOBRE EL MEDIADOR

Añadamos que esta idea de Receptáculo o de Espejo aparece claramente en la teología católica a propósito de la Theotokos, Espejo de Justicia, Sede de la Sabiduría, Concepción Inmaculada, Receptáculo del Verbo. Hemos hablado suficientemente de ello en otros tratados. 633 Abbé Henri Stéphane: EL SENTIDO DE LA VIDA

Se reconoce la actitud o mejor el «estatus ontológico» de la Theotokos, por que se sitúa mucho más allá de la sicología y de la moral. Este «lugar de Dios» no es otro que el «seno virginal» de la Theotokos, donde se realiza el «Nacimiento eterno». Aquí no nos queda más que citar a Maestro Eckhart: «Celebramos aquí, en esta vida temporal, el nacimiento eterno que Dios Padre ha realizado y realiza todavía en la eternidad, a saber que este mismo nacimiento se ha producido también en el tiempo, en la naturaleza humana… (Se concibe con facilidad la relación entre el Nacimiento eterno y el «renacimiento espiritual» (Juan III, 5) del que el Bautismo constituye el «Rito iniciático») pero cuando ese nacimiento no se produce en mí ¿qué me importa?… ¿En que lugar del alma perfecta el Padre pronuncia su palabra eterna? Todo lo que yo digo aquí no es válido más que para un hombre perfecto… «Una palabra del hombre sabio es así concebido: Cuando todas las cosas reposaban en un profundo silencio, descendió a mi, desde lo alto, del trono real, una palabra secreta…» «¿Dónde está el silencio, y donde está el lugar en el que esta palabra es pronunciada?… en la parte más pura que el alma puede presentar, en su parte más noble, en su fondo, resumiendo: en la esencia del alma. Ahí está el profundo silencio, porque ahí no ha penetrado nunca ninguna criatura ni ninguna imagen de ningún tipo…, en la esencia no hay ninguna especie de obra. Por que las potencias por intermediación de las cuales el alma actúa proceden del fondo del alma, pero en el fondo mismo, no hay más que el profundo silencio. Aquí solamente hay lugar y descanso para este nacimiento, para que Dios el Padre diga ahí su palabra…» «Si quieres encontrar en ti este noble Hijo, es necesario que abandones la multiplicidad y vuelvas a tu punto de partida, el fondo del cual has venido. Todas las potencias del alma con su eficacia, todo esto es «la multitud»: memoria, razón, voluntad, ellas te diversifican todas, es por eso que debes abandonarlas todas… Entonces podrás encontrar el Hijo, de otra manera no, ¡verdaderamente no! Nunca ha sido encontrado entre los «amigos» entre los «parientes» y «conocidos» (Luc II, 44) ¡Ahí más bien se le pierde totalmente!» (Sermón: Sobre el Nacimiento Eterno.) 714 Abbé Henri Stéphane: SILENCIO Y EXISTENCIA

Si se intenta caracterizar la liturgia ortodoxa, se puede decir que ella es esencialmente un reflejo de la Liturgia celeste. Si se precisa que es eminentemente escatológica y apocalíptica, hay que añadir inmediatamente que este Apocalipsis ( = Revelación) no es visto como un acontecimiento que vendrá en el futuro, sino que es «hecho presente» por la acción litúrgica y por el cuadro en el que ella se desarrolla. El Cristo Pantocrator, la Theotokos, los Angeles, los Santos están ahí, representados en los Iconos o las pinturas murales: el mundo celeste participa en la liturgia terrestre, si bien que no hay finalmente más que una Liturgia, a la vez terrestre y celeste, de la cual la Liturgia trinitaria, el Trisagion –la triple «acción de gracias» in divinis– es el prototipo eterno e inmutable. Es por eso, tras las oraciones penitenciales, que el diácono comienza por incensar los Iconos, después a los celebrantes (siendo la jerarquía eclesiástica la imagen de la jerarquía celeste) y finalmente el pueblo fiel. 921 Abbé Henri Stéphane: LITURGIA ORTODOXA