Al comienzo de esta ascensión «mística», el alma se «dilata» al ritmo de la plegaria vocal: rosario, letanías, recitación de los Salmos, etc. En el segundo grado, el alma medita uno solo versículo, por ejemplo: In manus tuas, Domine, commendo spiritum meum («En tus manos, Señor, pongo mi espíritu» (Oficio de Completas).), entrecortando este «rumiar interior» de «silencios» más o menos prolongados, y armonizando, si se quiere, este ejercicio al ritmo de la respiración corporal, símbolo de la «respiración mística» que es la oración. En el límite de esta ascensión, el alma se establece en el Silencio de la Contemplación perfecta: ha llegado a ser la «lira» perfectamente dócil al Soplo Divino, ejecutando la Perfecta Sinfonía del Silencio Eterno en la Pura Luz de la Contemplación y en la consumación del Amor. 302 Abbé Henri Stéphane: REFLEXIONES SOBRE LA ORACIÓN I
San Ignacio de Antioquía habla del «Verbo surgido del Silencio». Así el Silencio es el principio de la Palabra: la Palabra no existe más que por el Silencio, pero la Palabra manifiesta el Silencio, y sin ella el Silencio no existe. El Padre no es nada sin el Hijo, el Hijo no es nada sin el Padre, y su Existencia común no es otra cosa que el Espíritu Santo (Se subrayará la relación entre esta manera de ver y la «maternidad hipostática del Espíritu Santo».). 688 Abbé Henri Stéphane: SILENCIO Y EXISTENCIA
No hay mejor argumento a favor de la «existencia en Dios», que no es un problema sino un Misterio que solo se alcanza al nivel del Silencio, como lo indica la etimología de la palabra «misterio» (Ver R. Guénon, Apreciaciones sobre la Iniciación, p. 126.). Observemos además que el Silencio es una posibilidad de no-manifestación que, en tanto que aspecto del No-Ser, se identifica con él, al mismo título además que la «Tiniebla mística» (Ver san Dionisio el Areopagita. La Teología mística; ver también La Vida de Moisés, de San Gregorio Nacianceno.), lo que confirma la identificación del Sobre Ser y del Padre, la «Deidad» eckhartiana y el Hyperteos de san Dionisio situándose evidentemente en el mismo grado «sobreontológico». 692 Abbé Henri Stéphane: SILENCIO Y EXISTENCIA
El Logos, surgido del Silencio, se sitúa, al nivel ontológico de la Epifanía, del Símbolo, del Icono. Como consecuencia de ello, él es el Mediador que conduce a la Hipóstasis, a la «Comunión del Padre». Así, la Palabra nacida del Silencio no puede mas que volver al Silencio y conducir al Silencio: la teología mística es necesariamente apofática. El «muy teárquico Jesús» (san Dionisio) suspendido en el interior del triple círculo de las esferas celestes y sosteniéndose por su propia potencia, está en medio de los Angeles de los Arcángeles que han sido «creados en el Silencio» (Ver Paul EVDOKIMOV, L´Amour fou de Dieu, p. 38.). El es el silencio «hipostasiado», «arquetipificado», del cual el silencio del claustro o el del desierto, no es más que un reflejo lejano. Ocurre lo mismo con la Paz, con el Vacío, con la Soledad. Pero por lo mismo que el «muy teárquico Jesús» está en el centro del Pleroma, figurado por la Sinaxis de los Angeles, su Soledad es una Plenitud (Es el estado de Muni; cf. R. GUÉNON, El Hombre y su devenir según el Vedanta, cap XXIV.) comparable a el «enstasis» de las tres Hipóstasis divinas, al «Vuelo del Solitario hacia el Solitario» (Plotinio, Eneadas VI, 9-11). 694 Abbé Henri Stéphane: SILENCIO Y EXISTENCIA
El Silencio del que aquí se trata es por lo tanto «arquetípico». Es el principio de la Palabra. En si mismo es «no manifestado», y se manifiesta por la Palabra, así como por las «rupturas» que son los tiempos de silencio del mundo manifestado (Cf. F. SCHUON, El Ojo del Corazón, capítulo. Sobre el Sacrificio.). Es en esta perspectiva en la que es posible comprender que el ateísmo sea el «tiempo muerto» del teísmo, uno y el otro manifiestan el «hiperteísmo» realizado al nivel del Silencio arquetípico del que hemos hablado. Se reconoce una vez más la catafasis y la apofasis inherentes a toda vida espiritual. 696 Abbé Henri Stéphane: SILENCIO Y EXISTENCIA
Este texto es decisivo para mostrar el carácter intemporal de la dialéctica en cuestión y la simultaneidad de las «tres vías» (via positiva, via negativa, via eminentiae) o también de las tres fases de la Vía (Cf. la simultaneidad de lo Estados del Ser. Las vías positiva, negativa y de eminencia son las tres vías clásicas para «demostrar» la «existencia» de Dios.): «Enseguida yo lo niego». Lo que aparece como dialéctica histórica a los ojos del profano, y que lo es aparentemente a nivel del mundo manifestado, es en realidad intemporal, simultáneo, no manifestado a los ojos del «Teólogo»: el tiempo de la historia está integrado por el escaton (En el sentido preciso de la integral matemática (Cf. R. GUÉNON, Los principios del cálculo infinitesimal, cap. XXIV). Es la «consumación del ciclo»: «Yo estoy con vosotros hasta la consumación del siglo» (Mat. XXVIII, 20) y «Todo se ha consumado». Para el escaton (lo último) cf. P. EVDOKIMOV, o.c., p. 22 y el Arte del Icono, p. 36.). La liturgia es esencialmente escatológica, y es en este sentido que ella es un memorial: «actualiza» quoad nos lo que es eterno in divinis. Ocurre lo mismo con la Palabra que manifiesta el Silencio: el Logos actualiza quod nos el Silencio eterno del Hipertheos. Es en este sentido que el Logos es Mediador y principio de reintegración de todas las cosas (Efes. I) a la vez Creador y Redentor (Cf. L. SCHAYA, El Hombre y lo Absoluto según la Kabala. Ver también A. COOMARASWAMY, Hinduismo y Budismo.), y es en este sentido que se identifica con la Existencia (omnia per ipsum facta sunt), bien sea en modo manifestado, bien sea en modo principial o no manifestado, y finalmente con el Espíritu Santo: «Este me glorificará, porque él recibirá lo que está en mí, y os lo anunciará. Todo lo que el Padre tiene está en mí. Es por eso que he dicho que él recibirá lo que está en mi, y que él os lo anunciará» (Juan XVI, 14,15) 700 Abbé Henri Stéphane: SILENCIO Y EXISTENCIA
«Es en el Silencio, en efecto, donde se aprenden los secretos de esta Tiniebla de la que es poco decir que brilla con la más cegadora luz en el seno de la más negra oscuridad, y que, aun permaneciendo ella misma perfectamente intangible y perfectamente invisible, colma de esplendores más bellos que la belleza, las inteligencia que saben cerrar los ojos» (San Dionisio Areopagita, Teología Mística. Este texto muestra las relaciones que existen entre las «posibilidades de no-manifestación» tales como el Silencio y la Tiniebla, así como su efecto sobre las «inteligencias que saben cerrar los ojos». Subrayaremos también la relación de lo que precedo con la doctrina palamita de la Esencia Incognoscible y de las «energías». Se ve entonces mejor como el Silencio visto desde este punto de vista sobreontológico y no manifestado, no puede presentar con el silencio del claustro y del desierto más que una relación de analogía.) 708 Abbé Henri Stéphane: SILENCIO Y EXISTENCIA
«Según los Padres, antes de escuchar las palabras del Verbo, hay que aprender a escuchar su silencio… y el Silencio significa aquí encontrarse dentro de la Palabra» (P. EVDOKIMOV, L´Amour fou de Dieu, p. 39.). Por lo tanto se trata del Silencio, principio de la Palabra, o del «Verbo surgido del Silencio», del Verbo Mediador; designando las palabras «antes» y «dentro», como la palabra «principio», una relación ontológica, fuera del tiempo y del espacio. 710 Abbé Henri Stéphane: SILENCIO Y EXISTENCIA