seno (Eckhart)

Mientras el hombre nota que su voluntad es buena, no se debe asustar grandemente de nada, ni ha de afligirse si no es capaz de aplicarla en las obras; por otra parte, si descubre en su fuero íntimo una genuina buena voluntad, no se debe considerar ajeno a las virtudes, pues la virtud y todo lo bueno residen en la buena voluntad. Si tienes una voluntad honesta y recta nada te puede faltar, ni (el) amor ni (la) humildad ni ninguna virtud. Antes bien, aquello que quieres poderosamente y con entera voluntad (ya) lo tienes, y Dios y todas las criaturas no te lo pueden quitar con tal de que la voluntad sea íntegra y verdaderamente divina y (cifrada) en el presente. No debe ser: «Quisiera próximamente», esto sería sólo en el futuro, sino: «¡Quiero que sea así, ahora mismo!» ¡Escucha pues! Si algo se halla a una distancia de mil millas y yo quiero tenerlo, lo tengo con más propiedad que aquello que tengo en mi seno y no quiero tenerlo. TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 10.

La obra interior también es divina y deiforme y tiene sabor a peculiaridad divina por el siguiente hecho: Así como todas las criaturas, aun en el caso de que hubiera mil mundos, no superarían ni por el ancho de un pelo el valor de Dios solo, – así digo yo y ya lo dije anteriormente – que esa obra exterior, su cantidad y su magnitud, su largor y su anchura no aumentan absolutamente, en ningún caso, la bondad de la obra interior; pues ésta contiene su propia bondad. Por lo tanto, nunca puede ser pequeña la obra exterior cuando la interior es grande, y cuando ésta última es pequeña o no vale nada, aquélla nunca puede ser grande ni buena. En todo momento, la obra interior abarca en sí toda la magnitud y todo el anchor y largor. La obra interior toma y saca su ser completo sólo del corazón de Dios y en él (y) en ninguna otra parte; toma al Hijo y nace como hijo en el seno del Padre celestial. No así la obra exterior: ésta recibe más bien su bondad divina por intermedio de la obra interior, como nacida a término y derramada en el descenso de la divinidad revestida de diferencia, cantidad (y) división; (pero) todo esto y otras cosas por el estilo, así como también (la) misma semejanza, permanecen apartados de Dios y ajenos a Él. (Pues) se apegan y se detienen y se tranquilizan con aquello que es bueno (por separado), que está iluminado, que es criatura, y totalmente ciego con respecto a la bondad y a la luz en sí mismas y a lo Uno donde Dios engendra a su Hijo unigénito y en Él a todos cuantos son hijos de Dios, hijos natos. Ahí (quiere decir, en lo Uno) se hallan la emanación y el origen del Espíritu Santo y sólo por Él – en cuanto es el Espíritu de Dios y Dios mismo es Espíritu – es concebido dentro de nosotros el Hijo y ahí se da esta emanación (del Espíritu Santo) de todos cuantos son hijos de Dios, según han nacido con menor o mayor pureza sólo de Dios, transformados según la imagen y en la imagen de Dios, y apartados de toda cantidad como todavía se encuentra en los ángeles superiores en cuanto a su naturaleza y – si uno quiere llegar a conocerlo bien – ellos hasta están apartados de la bondad, la verdad y todo aquello que está sujeto, aunque fuera sólo en un pensamiento o en una denominación, a una vislumbre o sombra de una diferencia cualquiera, y se han entregado (sólo) a lo Uno que es libre de cualquier especie de cantidad y diferencia, donde también Dios-Padre-Hijo-y-Espíritu-Santo es y son Uno solo, habiendo perdido toda diferencia y cualidad y siendo desnudado de ellas. Y lo Uno obra nuestra salvación, y cuanto más alejados estemos de lo Uno, tanto menos seremos hijos e hijo y con tanta menor perfección surgirá dentro de nosotros y fluirá de nosotros el Espíritu Santo; en cambio, cuanto más cerca estemos de lo Uno, tanto más verdaderamente seremos hijos e hijo de Dios y de nosotros fluirá también Dios-el-Espíritu-Santo. A esto se refiere Nuestro Señor, (el) Hijo de Dios en la divinidad, cuando dice: «En el que beba del agua que yo le dé, surgirá un manantial que salta hasta la vida eterna» (Juan 4, 14), y San Juan afirma que esto lo decía del Espíritu Santo (Juan 7, 39). TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Además, cuando dice Nuestro Señor, el Hijo: «que (el hombre) se niegue a sí mismo y levante su cruz y venga hacia mí», entonces se refiere a lo siguiente: Hazte hijo tal como yo soy Hijo, Dios nato, y (llega a ser lo mismo Uno que yo soy (y) que tomo morando y permaneciendo en el seno y corazón del Padre. Padre – así dice también el Hijo – quiero que aquel que me sigue, el que viene hacia mí, esté allí donde estoy yo (Cfr. Juan 12, 26). En el fondo, nadie llega al Hijo, en cuanto éste es Hijo, sino aquel que se convierte en hijo, y nadie está allí donde está el Hijo quien, en el seno y corazón del Padre es uno dentro de lo Uno, sino aquel que es hijo. TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

El tercer grado tiene como característica que el hombre elude cada vez más a la madre y permanece más y más alejado de su seno; huye de la preocupación, se saca de encima el miedo de modo que no tendría ganas de proceder mal y pecar por más que pudiera hacerlo sin escandalizar a todo el mundo; porque, lleno de recio celo, está relacionado con Dios mediante el amor, hasta que Él lo traslade y guíe al regocijo y la dulzura y la bienaventuranza donde le repugna todo cuanto no se asemeja y es ajeno a Él. TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3

«No os fijéis – opina El Libro de Amor – en que soy morena, no obstante soy bella y de hermosa figura, pero el sol me ha desteñido» (Cantar de los Cant. 1, 5). «El sol» es la luz de este mundo y significa que aun lo más excelso y lo mejor que ha sido creado y hecho, encubre y destiñe la imagen de Dios dentro de nosotros. «Quitad la herrumbre de la plata», dice Salomón, «y relucirá y brillará el recipiente purísimo» (Proverbios 25, 4), eso es, la imagen, el Hijo de Dios, dentro del alma. Y esto es lo que quiere decir Nuestro Señor con estas palabras donde dice que «un hombre noble se marchó», pues el hombre debe dejar atrás todas las imágenes y a sí mismo y llegar a estar muy apartado y ser diferente de todas estas cosas, si realmente quiere y debe recibir al Hijo y hacerse hijo en el seno y corazón del Padre. TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3

«Un hombre preparó una cena, un gran banquete nocturno» (Lucas 14, 16). Quien, por la mañana, ofrece una comida, invita a toda clase de gente, pero para la cena se invita a personas destacadas y queridas y amigos muy íntimos. En el día de hoy la Cristiandad celebra el día de la Cena que Nuestro Señor preparó a sus discípulos, sus amigos íntimos, cuando les dio de comer su sagrado Cuerpo. Esto es lo primero. Otro significado de la cena (es el siguiente): Antes de que se llegue al anochecer debe haber una mañana y un mediodía. La luz divina surge en el alma y crea una mañana y el alma trepa en la luz a la extensión y altura del mediodía; luego sigue el atardecer. Ahora hablaremos en un tercer sentido sobre el atardecer. Cuando baja la luz, anochece; cuando todo el mundo se desprende del alma, entonces anochece (y) así el alma halla su descanso. Pues bien, San Gregorio dice de la cena: Cuando se come por la mañana, sigue más tarde otra comida; pero después de la cena no sigue ninguna otra comida. Cuando el alma prueba la comida en la Cena, y la chispita del alma aprehende la luz divina, entonces ya no le hace falta comida alguna ni busca nada de afuera y se mantiene enteramente dentro de la luz divina. Ahora bien, San Agustín dice: Señor, si te nos quitas, danos otro tú; no encontramos satisfacción en nada que no seas tú, porque no queremos nada fuera de ti. Nuestro Señor se alejó de sus discípulos como Dios y hombre, y se les devolvió como Dios y hombre, pero de otra manera y bajo otra forma. (Es) como allí donde hay una gran reliquia; no se permite que sea tocada o vista descubierta; se la engarza en un cristal o en otra cosa. Así hizo también Nuestro Señor cuando se dio como otro sí mismo. En la Cena Dios se da como comida, con todo cuanto es, a sus queridos amigos. San Agustín se estremeció ante esta comida; entonces le dijo en el espíritu una voz: «Soy una comida para gente mayor; ¡crece y aumenta y cómeme! Tú no me transformas en ti, sino que eres transformado en mí». De la comida y bebida que yo probara hace quince noches, una potencia de mi alma se eligió lo más puro y lo más fino y lo introdujo en mi cuerpo y lo unió con todo cuanto hay dentro de mí de modo que no existe nada tan pequeño que se le pueda poner encima una aguja, que no se haya unido con ello; y es tan propiamente uno conmigo como lo que fue concebido en el seno de mi madre, al principio, cuando se me infundió la vida. La fuerza del Espíritu Santo toma con igual propiedad lo más límpido y lo más fino y lo más elevado, (o sea), la chispita del alma, y lo lleva íntegramente hacia arriba dentro del fuego, (o sea) el amor, tal como diré ahora del árbol: La fuerza del sol elige en la raíz del árbol lo más puro y lo más fino y lo tira todo hacia arriba hasta la rama; allí se convierte en flor. Exactamente de la misma manera, la chispita del alma es llevada arriba en la luz y en el Espíritu Santo, y es levantada de este modo al origen primigenio, y así se hace totalmente una con Dios y tiende completamente hacia lo Uno y es una sola con Dios en un sentido más propio de lo que es la comida con relación a mi cuerpo, ah sí, lo es mucho más en la medida en que es más acendrada y más noble. Por eso se dice: «Una gran cena». Pues bien, dice David: «Señor, cuán grandes y múltiples son la dulzura y la comida que tienes ocultadas para todos aquellos que te temen» (Salmo 30, 20); y a quien reciba con miedo esta comida, nunca le gustará realmente; hay que recibirla con amor. Por eso, un alma amante de Dios vence a Dios para que tenga que entregársele por completo. SERMONES: SERMÓN XIX 3

Digo yo: Si María primero no hubiera dado a luz espiritualmente a Dios, Él nunca habría nacido físicamente de ella. Una mujer le dijo a Nuestro Señor: «Bienaventurado es el seno que te llevó». A lo cual contestó Nuestro Señor: No sólo es bienaventurado el seno que me llevó; «bienaventurados son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la guardan» (Cfr. Lucas 11, 27 y 28). Para Dios tiene más valor nacer espiritualmente de cualquier virgen o (=quiere decir) de toda alma buena, que haber nacido corpóreamente de María. SERMONES: SERMÓN XXII 3

Algunas veces, caminando hasta acá, estuve pensando que el hombre en la existencia temporal podía llegar a ejercer coacción sobre Dios. Si yo estuviera parado aquí arriba y le dijera a alguien: «¡Sube arriba!», esto sería difícil (para él). Pero si dijera: «¡Siéntate aquí!», esto sería fácil. Así procede Dios. Cuando el hombre se humilla, Dios en su bondad, propia (de Él), no puede menos que descender y verterse en ese hombre humilde, y al más modesto se le comunica más que a ningún otro y se le entrega por completo. Lo que da Dios es su esencia y su esencia es su bondad y su bondad es su amor. Toda la pena y todo el placer provienen del amor. En el camino, cuando debía venir para acá, se me ocurrió que sería preferible no venir porque quedaría empapado (de lágrimas) por amor. Dejemos de hablar sobre cuándo vosotros (alguna vez) quedasteis empapados (de lágrimas) por amor. Placer y pena provienen del amor. El hombre no debe temer a Dios, pues quien lo teme, huye de Él. Este temor es un temor nocivo. (Pero) es recto el temor cuando uno teme perder a Dios. El hombre no ha de temerlo sino amarlo, porque Dios ama al hombre con su entera (y) suprema perfección. Dicen los maestros que todas las cosas tienden voluntariamente a engendrar y a asemejarse al Padre, y dicen: La tierra huye del cielo; si huye hacia abajo, llega desde abajo al cielo; si huye hacia arriba, llega a la parte más baja del cielo. La tierra no puede huir a un lugar tan bajo que el cielo no fluya en ella y le imprima su fuerza y la fecundice, lo quiera ella o no. Así le sucede también al hombre que cree huir de Dios y, sin embargo, no puede huir de Él; todos los rincones lo revelan. Cree huir de Dios y corre a su seno. Dios engendra en ti a su Hijo unigénito, te guste o te disguste, duermas o estés despierto; Él hace lo que es propio. Pregunté el otro día qué es lo que tiene la culpa de que el hombre no lo sienta, y afirmé diciendo: La culpa reside en que su lengua lleva pegada otra suciedad, es decir, las criaturas; sucede exactamente lo mismo con una persona a la que cualquier clase de comida le resulta amarga y no le gusta. ¿Qué es lo que tiene la culpa de que no nos guste la comida? La falla reside en la falta de sal. La sal es el amor divino. Si tuviéramos el amor divino, nos gustaría Dios y todas las obras hechas por Él en cualquier momento, y recibiríamos todas las cosas de Dios y todos haríamos las mismas obras que hace Él. En esta igualdad somos todos un hijo único. SERMONES: SERMÓN XXII 3

¡Ahora prestad atención! Dice San Pablo: Cuando miramos con el rostro descubierto el esplendor y la claridad de Dios, somos re-formados e in-formados en la imagen que es toda una imagen de Dios y de la divinidad (Cfr. 2 Cor. 3, 18). Cuando la divinidad se entregó enteramente al entendimiento de Nuestra Señora, ésta recibió a Dios en su seno porque era desnuda y pura; y lo que brotó de la superabundancia divina fluyó en el cuerpo de Nuestra Señora, y por obra del Espíritu Santo se formó un cuerpo en el cuerpo de Nuestra Señora. Y si ella no hubiera llevado la divinidad en el entendimiento, nunca lo habría concebido (a Cristo) corpóreamente. Dice un maestro: Es una merced especial y un gran don el que uno vuele hacia arriba con el ala del conocimiento y eleve el entendimiento al encuentro de Dios, y que sea llevado de claridad en claridad y con claridad en claridad (Cfr. 2 Cor. 3, 18). El entendimiento del alma es lo más elevado del alma. Cuando ésta se halla afirmada en Dios, el Espíritu Santo la introduce en la imagen y la une con ella. Y con la imagen y el Espíritu Santo se la hace pasar y se la introduce en el fondo. Allí donde se halla in-formado el Hijo, allí habrá de ser in-formada también el alma. A ella que de tal manera es introducida y concentrada y centrada en Dios, le obedecen todas las criaturas, como (le sucedió) a San Pedro: Mientras sus pensamientos estaban concentrados y centrados con simpleza en Dios, el mar se unía bajo sus pies de modo que él caminaba sobre el agua (Cfr. Mateo 14, 29 ss.), mas, cuando fijó su pensamiento en lo de abajo, se fue hundiendo. SERMONES: SERMÓN XXIII 3

Hoy se lee en el Evangelio que «una mujer, una hembra, le dijo a Nuestro Señor: “Bienaventurado es el seno que te llevó, y bienaventurados son los pechos que mamaste”. A lo cual respondió Nuestro Señor: “Dices la verdad. Bienaventurado es el seno que me llevó y bienaventurados son los pechos que mamé. Pero, es mayor aún la bienaventuranza del hombre que escucha mi palabra y la guarda”» (Cfr. Lucas 11, 27 ss.). SERMONES: SERMÓN XLIX 3

Ahora fijaos empeñosamente en esta palabra que dijo Cristo: «Mayor es la bienaventuranza del hombre que escucha. mi palabra y la guarda, antes que del seno que me llevó y de los pechos que mamé». Si yo hubiera dicho estas palabras y fueran las mías propias, según las cuales es más bienaventurado aquel que escucha la palabra de Dios y la guarda, de lo que lo es María a causa del Nacimiento por el cual es la madre carnal de Cristo… repito, si yo lo hubiera dicho, la gente se sorprendería. (Pero) resulta que lo dijo Cristo mismo. Por eso hay que creérselo a Él en cuanto verdad, porque Cristo es la Verdad. SERMONES: SERMÓN XLIX 3

Ahora me voy a referir a la segunda sentencia pronunciada por Nuestro Señor: «Si el grano de trigo no cae a tierra y no muere allí, queda solo y no produce fruto. Pero, si cae a tierra y muere allí, produce cien veces más fruto». «Cien veces», dicho con significado espiritual, equivale a innumerables frutos. Pero ¿qué es el grano de trigo que cae a tierra, y qué es la tierra a la cual ha de caer? Este grano de trigo – según expondré ahora – es el espíritu al que se llama o se dice alma humana, y la tierra a la cual ha de caer, es la muy bendita humanidad de Jesucristo; porque ésta es el campo más noble que haya sido creado jamás de tierra o preparado para cualquier fecundidad. A este campo lo han preparado el mismo Padre y este mismo Verbo y el Espíritu Santo. Ea, ¿cuál era el fruto de este precioso campo de la humanidad de Jesucristo? Era su alma noble, desde el momento en que sucedió que, por la voluntad divina y el poder del Espíritu Santo, la noble humanidad y el noble cuerpo fueron formados en el seno de Nuestra Señora para la salvación de los hombres, y que fue creada el alma noble, de modo que el cuerpo y el alma en un solo instante fueron unidos con el Verbo eterno. Esta unión se hizo tan rápida y verdaderamente que, tan pronto como el cuerpo y el alma se enteraron de que Él (Cristo) estaba, en ese mismo momento Él se comprendió como naturalezas humana y divina unidas, (como) Dios verdadero y hombre verdadero, un solo Cristo que es Dios. SERMONES: SERMÓN XLIX 3

La tercera parte de este sermón se refiere a lo que dijo Nuestro Señor: «Juan Bautista es grande; es el mayor que alguna vez haya nacido por entre todos los hijos de las mujeres. Pero, si alguien fuera inferior a Juan, sería mayor que él en el reino de los cielos» (Cfr. Mateo 11, 11). ¡Ea, observad ahora lo maravillosas y peculiares que son estas palabras de Jesucristo con las que elogiaba la grandeza de Juan que sería el mayor que hubiera nacido alguna vez del seno de una mujer! y, sin embargo dijo: «Si alguien fuera inferior a Juan, sería mayor que él en el reino de los cielos». ¿Cómo hemos de entender tal cosa? Os lo demostraré. SERMONES: SERMÓN XLIX 3