A ONTOLOGIA DA SARÇA ARDENTE
Si consideramos ahora el Ser universal, que es representado por el punto principial en su indivisible unidad, y del que todos los seres, en tanto que manifestados en la Existencia, no son en suma más que “participaciones”, podemos decir que se polariza en sujeto y atributo sin que su unidad sea afectada por ello; y la proposición de que él es a la vez el sujeto y el atributo toma esta forma: “El Ser es el Ser”. Es el enunciado mismo de lo que los lógicos llaman el “principio de identidad”; pero, bajo esta forma, se ve que su alcance real rebasa el dominio de la lógica, y que es propiamente, ante todo, un principio ontológico, sean cuales sean las aplicaciones que se pueden sacar de él en órdenes diversos. Se puede decir también que es la expresión de la relación entre el Ser como sujeto ( Lo que es ) y el Ser como atributo ( Lo que Él es ), y que, por otra parte, puesto que el Ser-sujeto es el que Conoce y el Ser-atributo ( u objeto ) el Conocido, esta relación es el Conocimiento mismo; pero, al mismo tiempo, es la relación de identidad; así pues, el Conocimiento absoluto es la identidad misma, y todo conocimiento verdadero, al ser una participación en ella, implica también identidad en la medida en que es efectivo. Agregamos todavía que, puesto que la relación no tiene realidad más que por los dos términos que liga, puestos que éstos no son más que uno, los tres elementos ( el que Conoce, el Conocido y el Conocimiento ) no son verdaderamente más que Uno1; es lo que puede expresarse diciendo que “el Ser se conoce a Sí mismo por Sí mismo” (v. Mensagem Divina).
Lo que es destacable, y lo que muestra bien el valor tradicional de la fórmula que acabamos de explicar así, es que la misma se encuentra textualmente en la Biblia hebraica, en el relato de la manifestación de Dios a Moisés en la Zarza ardiente2: al preguntar-Le Moisés cuál es Su Nombre, Él responde: Eheieh asher Eheieh ( Éxodo, III, 14. ), lo que se traduce más habitualmente por: “Yo soy El que soy” ( o “Lo que Yo soy” ), pero cuya significación más exacta es: “El Ser es El Ser”3. Hay dos maneras diferentes de considerar la constitución de esta fórmula, de las cuales la primera consiste en descomponerla en tres estadios sucesivos y graduales, según el orden mismo de las tres palabras de las cuales está formada: Eheieh, “El Ser”; Eheieh asher, “El Ser es”; Eheieh asher Eheieh, “El Ser es El Ser”. En efecto, una vez enunciado el Ser, lo que se puede decir de él ( y sería menester agregar: lo que no se puede no decir de él ), es primeramente que Él es, y después que Él es El Ser; estas afirmaciones necesarias constituyen esencialmente toda la ontología en el sentido propio de esta palabra4. La segunda manera de considerar la misma fórmula, es enunciar primeramente el primer Eheieh de la fórmula, y después el segundo como el reflejo del primero en un espejo ( imagen de la contemplación del Ser por Sí mismo ); en tercer lugar, la “cópula” asher viene a colocarse entre estos dos términos como un lazo que expresa su relación recíproca. Esto corresponde exactamente a lo que hemos expuesto precedentemente: el punto, primeramente único, se desdobla después por una polarización que es también una reflexión, y entonces se establece entre los dos puntos la relación de distancia ( relación esencialmente recíproca ) por el hecho mismo de su situación uno frente al otro5.
Ver lo que hemos dicho sobre el ternario Sachchidânanda en EL HOMBRE Y SU DEVENIR SEGÚN EL VÊDÂNTA, cap. XIV. ↩
En algunas escuelas de esoterismo islámico, la “Zarza ardiente”, soporte de la manifestación Divina, se toma como símbolo de la apariencia individual que subsiste cuando el ser ha llegado a la “Identidad Suprema”, en el caso que corresponde al del jivan-mukta en la doctrina hindú ( ver EL HOMBRE Y SU DEVENIR SEGÚN EL VÊDÂNTA, cap. XXIII ): es el corazón que resplandece de la luz de la Shekinah, por la presencia efectivamente realizada del “Supremo Sí mismo” en el centro de la individualidad humana. ↩
En efecto, Eheieh no debe considerarse aquí un verbo, sino un nombre, así como lo muestra la continuación del texto, en el que se prescribe a Moisés que diga al pueblo “Eheieh me ha enviado hacia vosotros”. En cuanto al pronombre relativo asher, “el cual”, cuando desempeña el papel de “cópula” como es el caso aquí, tiene el sentido del verbo “ser”, cuyo lugar ocupa en la proposición. ↩
El famoso “argumento ontológico” de San Anselmo y de Descartes, que ha dado lugar a tantas discusiones, y que, en efecto, es muy contestable bajo la forma “dialéctica” en la que se ha presentado, deviene perfectamente inútil, así como todo otro razonamiento, si, en lugar de hablar de la “existencia de Dios” ( lo que implica por lo demás una equivocación sobre la significación de la palabra “existencia” ), se enuncia simplemente esta fórmula: “El Ser es”, que es de la evidencia más inmediata, puesto que depende de la intuición intelectual y no de la razón discursiva ( ver INTRODUCCIÓN GENERAL AL ESTUDIO DE LAS DOCTRINAS HINDÚES, pp. 114-115, ed. francesa ). ↩
Apenas hay necesidad de hacer destacar que, siendo el Eheieh hebraico el Ser puro, el sentido de este nombre divino se identifica muy exactamente al del Ishwara de la doctrina hindú, que contiene igualmente en Sí mismo el ternario Sachchidânanda. ↩