rostro

Sin duda no encontramos tiempo alguno, no sólo antes de ella, sino ni siquiera en ella, porque ella es capaz de contemplar siempre vuestro rostro sin apartarse nunca de él y es por eso por lo que escapa a los cambios y variaciones. Sin embargo, hay en ella una cierta mutabilidad que podría arrojarla a las tinieblas y el frío, sin este gran amor que la vincula a Vos y le proporciona por vuestra gracia un eterno mediodía de luz y de calor. (San Agustín, confesiones, libro XII, 20 y 21) 88 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA VIRGEN

Cuando el sabio profano analiza la célula viva con un microscopio electrónico, termina por no ver nada: queda de cara a la nada; cuando el contemplativo mira una flor – con el ojo del Corazón – ve en ella el rostro de Dios, el reflejo formal de la Belleza informal. 992 Abbé Henri Stéphane: A PROPOSITO DE LA EVOLUCIÓN