Por nuestra parte, no hemos conseguido hacer la síntesis de todo ello más que apelando a la metafísica oriental. Esto nos ha parecido tan «razonable» como recurrir a la metafísica de Aristóteles para apoyar la «cristología» o la economía sacramental. Pero una síntesis tal, nunca se ha hecho oficialmente, y puede ser que su carácter algo «esotérico» impida que nunca se haga. Nada podemos hacer sobre eso. Precisemos ante todo que de ninguna manera se trata de un «sincretismo» cualquiera, ni de una adaptación al Cristianismo de elementos tomados prestados de una religión extranjera como el Budismo o el Islam; se trata de algo diferente de lo que los eruditos han llamado el «estudio de las religiones comparadas», y si resulta que después un estudio de este tipo viene a confirmar lo que vamos a exponer, eso no será más que una aportación completamente exterior, una especie de homenaje rendido a una verdad intrínseca que, en realidad, no tiene otro criterio que su propia luz. 49 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA VIRGEN
La dificultad de hablar de un tema así estriba esencialmente en que, hoy en día, el sentido de lo Sagrado se ha perdido, lo mismo que la religión o la fe de las que es inseparable [NA: Si se nos objeta que hay todavía países, en Oriente, por ejemplo, donde el sentido de lo sagrado y de la religión no se ha perdido, precisaremos que nuestras palabras se refieren fundamentalmente a Occidente y que las «tinieblas occidentales» han invadido ya una gran parte del resto de la humanidad.]. Se puede hablar de ello a título arqueológico, como algo que existió en la Edad Media o, de forma más general, en toda civilización tradicional, pero es imposible hacerlo revivir; los pocos que han entendido que la Edad Media fue todo lo contrario al oscurantismo –término que, por el contrario, conviene perfectamente al mundo moderno sumido en el materialismo más denso– no pueden ser a los ojos de los demás más que nostálgicos del pasado. Los estudios sobre arte sagrado que actualmente se publican ya no sintonizan, lamentablemente, con la mentalidad moderna y corren el riesgo de ser inoperantes. 227 Abbé Henri Stéphane: EL SENTIDO DE LO SAGRADO
Aunque no podemos entrar a detallar los procesos de desacralización progresiva del mundo moderno desde final de la Edad Media, señalaremos sin embargo que la última etapa de esta decadencia se ha realizado en el curso de los diez últimos años (El texto está publicado en 1979, pero no sabemos la fecha en la que fue escrito), decadencia espectacular que constituye lo que se ha llamado «la crisis de la Iglesia». En particular la «desclerización» o secularización del clero ha destruido el carácter sagrado del mismo, ante la negativa a hacer del sacerdote un personaje separado, «puesto aparte», como indica precisamente el significado de la palabra «sagrado». Paralelamente, la propia religión ha sido reducida a un humanismo o un cierto socialismo que, con toda evidencia, no merece ya el nombre de religión. (En las Actes du Colloque international de Cerisy-la-Salle (13 al 20-7-1973), Arché, Milán, 1980, dedicado a «René Guénon et l´actualité de la pensée traditionnelle», véase más particularmente la conferencia de J. Tourniac, «Reflexions sur l´oeuvre de René Guénon».) 229 Abbé Henri Stéphane: EL SENTIDO DE LO SAGRADO
Algunos objetarán, sin duda, que lo sagrado no es esencial a la religión y que, conforme al Evangelio, el cristianismo se caracteriza por el amor a Dios y al prójimo y que debe desembarazarse de lo «sagrado» de origen judío o pagano. Desgraciadamente, esta opinión procede de un «libre examen» evidente, característico del protestantismo y el modernismo, y que hace tabla RASA de veinte siglos de Tradición. A pesar de una decadencia y una incomprensión crecientes, lo «sagrado» existía todavía, pero más bien como elemento residual, antes del hundimiento de los diez últimos años: el seminarista más limitado, al prepararse para recibir el subdiaconado conservaba aún el sentido de lo sagrado, y se podrían multiplicar los ejemplos. 231 Abbé Henri Stéphane: EL SENTIDO DE LO SAGRADO
Algunos discernirán en la desaparición de lo sagrado, o en «la muerte de Dios», una especie de purificación o de «noche oscura» de la fe que precede a la aurora de la Resurrección. Otros verán ahí la «abominación de la desolación», predicha por las Escrituras y que precede a la Parusía o final de los tiempos. Se observará igualmente que lo sagrado se manifiesta actualmente fuera de las Iglesias establecidas, en ciertos movimientos marginales. Pero eso es tanto como decir que la religión se ha refugiado en las innumerables sectas que no ofrecen a sus adeptos más que una parodia y una falsa imitación de la verdadera religión. 237 Abbé Henri Stéphane: EL SENTIDO DE LO SAGRADO
Todo lo que acabamos de decir no extrañará de ningún modo a aquellos que saben a qué atenerse sobre la «edad sombría» (Kali-yuga) (Kali-yuga significa «edad mala» o «edad de conflictos». Es el cuarto y último período de la historia romana, y la traducción de kali-yuga por «edad sombría», aunque no sea etimológicamente exacto, traduce bastante bien la realidad actual.) predicha por las Escrituras y caracterizada por un número considerable de «signos», entre los cuales figura la pérdida del sentido de lo sagrado. En el final de los tiempos, es ciertamente abusivo decir que «Dios ha muerto» o que «el hombre ha muerto», pero es preciso saber reconocer que lo que está muerto –o en estado agónico– son las mediaciones entre Dios y el hombre: lo sagrado, la religión, la fe. Es más exacto decir que en el mundo moderno, desacralizado y ateo, Dios parece estar ausente: las relaciones entre Dios y el hombre se han cortado, lo que en última instancia permite dar un sentido a las expresiones abusivas que hemos citado. También podríamos decir que en razón del «endurecimiento» del cosmos, del «caparazón» que cubre el mundo actual, las influencias espirituales ya no lo traspasan (Véase R. Guénon, «El reino de la cantidad y los signos de los tiempos» cap. XVII.). El hombre privado de la gracia puede ser considerado como muerto; Dios, cuya gracia y ano desciende o es interceptada, puede igualmente ser considerado como «muerto». 241 Abbé Henri Stéphane: EL SENTIDO DE LO SAGRADO
Feliz el hombre de la edad de Kali, dicen también los hindúes. En efecto, las obras de arte sagrado están en los museos o en los libros. Las torres de la catedral de Chartres se elevan en medio de un desierto espiritual; los turistas afluyen a ella, pero ya no hay seminaristas. Una ciencia puramente empírica y conjetural inventa teorías que no tienen nada que ver con la Verdad; la inteligencia de los filósofos, privada de la gracia, fabrica sistemas extravagantes y las ciencias humanas proponen explicaciones aberrantes, psicológicas y sociológicas, de la religión o del «hecho religioso». Por último, el hombre es aplastado por montañas de máquinas que le embrutecen completamente en su trabajo y en sus ocios, por no hablar de las atrocidades de la guerra, reforzadas por las mismas máquinas. Pero, como dijo el Maestro Eckhart, «no hay nada más noble que el sufrimiento». Feliz, pues el hombre de la edad de Kali: nada ha recibido, nada le será pedido. 245 Abbé Henri Stéphane: EL SENTIDO DE LO SAGRADO
Esta decadencia puede resumirse en dos puntos principales: 1) Desaparición del esoterismo occidental, con la supresión de la Orden de los Templarios y de las Ordenes de Caballería, que se consuma con la ruptura con el mundo oriental; perdidas progresivas de las tradiciones de oficio: el artesano y el constructor de catedrales encontraban en su arte una verdadera iniciación, y «temas de meditación» en el transcurso mismo de su trabajo «litúrgico» y sagrado, lo que les dispensaba de hacer media hora de meditación todas las mañanas, meditación que rápidamente se olvida a continuación en la labor cotidiana «profana». 2) Como consecuencia de lo que precede, separación de la religión y de la vida, realizada por el Renacimiento. Habiéndose vuelto paganas la vida, los oficios y las artes, el hombre a no encuentra más en el simbolismo de las cosas el alimento natural de su vida espiritual. La ciencia profana acentúa la pérdida del simbolismo de la naturaleza y es necesario crear medios artificiales, de orden sicológico, para regenerar imperfectamente una mentalidad espiritual que, ya no siendo engendrada por la «eficacia sacramental» del mundo exterior, tiende a ser puramente «interior», imaginativa y sicológica. La perdida del sentido espiritual de las cosas desembocará en una reacción protestante contra una religión de practicas que se han vuelto puramente «formalistas», para no mantener más que el culto «en espíritu y en verdad» preferible a un «ritualismo» desespiritualizado. 276 Abbé Henri Stéphane: REFLEXIONES SOBRE LA ORACIÓN I
Como lo dijimos más arriba, es una ejercicio autónomo, distinto de todos los demás, viviendo su vida propia. Ahora bien, esto es muy grave, y marca claramente la separación no solamente de la religión y de la vida, sino además de la oración así concebida y de la vida litúrgica, como si la vida religiosa consistiese en actos de voluntad independientes de los ritos simbólicos que confieren la gracia. 280 Abbé Henri Stéphane: REFLEXIONES SOBRE LA ORACIÓN I
Esta exposición se dirige a aquellos que pretenden entrar en relación con Dios sin intermediario, por una especie de aspiración ideal o subjetiva que, a menos de un milagro, no desemboca en nada. Si hablamos de milagro, es intencionadamente, precisamente porque la mediación está en la naturaleza misma de las cosas. Es a la vez natural y sobrenatural: sobrenatural en su esencia, porque la iniciativa de la mediación viene de Dios y su objetivo es Dios mismo, puesto que se trata de devolver el hombre a Dios; natural, en el sentido de que se aplica al hombre, y que si no hubiera en él una «disposición natural» a recibir la mediación, esta sería imposible. Pero no es de ninguna manera una tal disposición la que puede crear la mediación. En otras palabras, no es el hombre quien puede inventar la religión. La pretensión de los «idealistas» de negar la mediación es irreal, porque es contraria a la naturaleza de las cosas. 545 Abbé Henri Stéphane: SOBRE EL MEDIADOR
La concepción clásica, que distingue dos elementos constitutivos en el hombre, el cuerpo y el alma, es suficiente en teología, cuando se ve desde el objetivo esencial de la religión es que el de la «salvación». No habría, sin embargo, que olvidar que el catecismo más elemental enseña que Dios ha creado dos clases de seres: los ángeles y los hombres, y que los primeros intervienen numerosas veces en la economía de la salvación, incluso cuando se trata de la salvación individual, según la doctrina tradicional de los «Angeles guardianes». 576 Abbé Henri Stéphane: ESPÍRITU, ALMA, CUERPO
Habiendo así limpiado el terreno, podemos intentar precisar la cuestión abordada al comienzo: ¿da la religión un sentido a la vida, y cual es este? 597 Abbé Henri Stéphane: EL SENTIDO DE LA VIDA
Es aquí donde la religión interviene para dar un «sentido» a la vida, pero en otra dirección que la de la vida misma: «El que pierde la vida la ganará». Al margen de la paradoja, es la muerte la que da un «sentido» a la vida, porque ella permite escapar a la «ronda infernal» de la existencia. La muerte pone un «termino» –un objetivo– a la vida; es una «realización» en la que todo lo que ha sido efectuado en la vida es «resumido», después «juzgado», pasado por el cedazo, y solo los resultados positivos pueden ser integrados en un nivel superior de existencia, siendo los resultados negativos rechazados a las «tinieblas exteriores»; tal es el sentido del Juicio, de la separación entre los «elegidos» y los «condenados». 601 Abbé Henri Stéphane: EL SENTIDO DE LA VIDA
Hay sin embargo que distinguir entre «civilización tradicional» y «religión», esta última teniendo evidentemente un carácter tradicional, pero no estando sin embargo ligada a una civilización determinada (Occidente cristiano y Oriente cristiano). El cristianismo puede subsistir en el seno de la civilización profana moderna, porque «mi reino no es de este mundo» (Jn. XVIII, 36) y porque «yo no he venido a salvar a los justos sino a los pecadores» (Mat. IX, 13) pero no es menos cierto que las aberraciones del mundo moderno, de inspiración más o menos satánica y perfectamente características del «fin de los tiempos», no pueden más que perjudicar a la religión (La distinción entre civilización tradicional y religión presenta modalidades diversas: en el Hinduismo, por ejemplo, la religión se identifica con la civilización, lo cual excluye todo carácter «misionero». No ocurre igual con el Cristianismo (o el Islam) que ha podido determinar la civilización medieval sin modificar profundamente la civilización anterior. En cuanto al Budismo, se ha extendido fuera de la India, sin por otra parte, salir de Asia, al menos hasta una época reciente.). 1066 Abbé Henri Stéphane: VARIOS ESCRITOS SOBRE ARTE
Frente al Pórtico Real de Chartes, ¿cuál puede ser la reacción de un profano o de un ignorante? ¿Qué pueden significar para él el Zodíaco, el Tetramorfo, o las Artes Liberales? ¿Cómo podría comprender la composición del conjunto y el significado de los tres pórticos? En cuanto a los «teólogos oficiales», que han reducido la religión a la moral, a la sicología o a la sociología; habiendo destrozado la Santa Escritura por la «crítica histórica», ¿qué les queda para comprender el simbolismo? Su mentalidad está todavía más deformada por la «especialización» que la de un simple campesino para quién el sol es el sol y no un masa de gas incandescente: es decir que el cientifismo es el mayor obstáculo al conocimiento simbólico. La erudición de los «historiadores del arte» no es mucho mejor, la acumulación de conocimientos todos profanos y exteriores no pueden provocar la apertura de la inteligencia o del «ojo del corazón» necesaria para captar el lenguaje de los símbolos. 1078 Abbé Henri Stéphane: VARIOS ESCRITOS SOBRE ARTE
Una de las causas de la decadencia espiritual de nuestro mundo, es el haber reducido la Religión a la moral; es lo que se llama el moralismo. La religión comporta esencialmente tres elementos: el dogma, la moral y el culto. Si se reduce la Religión a uno de sus elementos y si se dejan caer los otros dos, ya no es una Religión, es otra cosa, digamos: una ideología. Notemos que esta reducción no data de hoy en día; se puede remontar al humanismo del Renacimiento: en lugar de estar centrado en Dios (teocéntrica), la Religión está centrada en el hombre (Antropocéntrica); en la espiritualidad, se llega incluso a poner el acento cada vez más en la humanidad de Cristo, y su divinidad desaparece poco a poco. Hoy en día se llega al límite extremo: para los revolucionarios, Cristo no es más que un héroe, un líder de la Revolución (se dice también: la Liberación), revelándose contra el orden establecido (fariseos), contra los mercaderes del templo, etc. Se comprende entonces fácilmente que la Religión se reduzca a una moral completamente humana, ocupándose de las relaciones humanas: justicia social, construcción del mundo, liberación de los oprimidos… y es esto lo que se nos repite por todas partes, todos los días. 1112 Abbé Henri Stéphane: HOMILIA PARA EL VIGESIMO SEGUNDO DOMINGO
Para limitarnos a la tradición cristiana diremos, siguiendo a F. Schuon, que las condiciones póstumas del cristiano están determinadas por la estructura misma de la Revelación correspondiente. Un bautizado, que lo quiera o no, no tiene el mismo destino póstumo que un no-bautizado: el carácter imborrable del rito sacramental hace que sus condiciones póstumas no pueden ser las mismas que las de un Hindú (no cristiano) o que las de un occidental sin religión. Para retomar la proposición citada más arriba, es importante, en el caso particular del Cristianismo, el tener una noción cualitativa de la causalidad cósmica en tanto que ella rige nuestros destinos póstumos. Ahora bien, según lo que acabamos de decir, esta «causalidad cósmica» no es la misma para un cristiano que para un no-cristiano. 1176 Abbé Henri Stéphane: Algunas Consideraciones sobre los Estados Postumos
Sea como sea, un cristiano tiene ciertamente interés en ver la «salvación» como una posibilidad normal que le ofrece su religión, si se conforma al mínimo de exigencias que ella comporta, y la «condenación» como una eventualidad temible, incluso si esta se «reduce» a un transito en otro estado individual no humano, que tiene una posibilidad incomparablemente mayor de ser «periférico» que «central» (Cf. F. SCHUON, L’Oeil du Coeur). Metafísicamente, la ventaja de la «salvación» es la de mantener el ser, por una indefinidad cíclica, en las «prolongaciones» extracorporales del estado humano; él escapa así a la indefinidad de los estados cíclicos individuales, y puede entonces, a partir del estado humano, alcanzar estados superiores comparables a los estados angélicos, algo de lo que la doctrina católica ordinaria no habla, porque la misión de la Iglesia militante se limita a aquello que puede ser alcanzado en primer lugar por la cuasi-totalidad de sus miembros. 1184 Abbé Henri Stéphane: Algunas Consideraciones sobre los Estados Postumos