Se dice a menudo que la Religión da un sentido a la vida, pero nos contentamos generalmente con fórmulas bastante vagas, cuya significación profunda se nos escapa: ritualizar nuestros actos, ofrecer nuestras acciones en «sacrificio», hacer todo por la gloria de Dios, etc. Estas proposiciones, incontestablemente verdaderas en su conjunto, no por ello dejan de ser, a nivel de la sicología humana, extremadamente superficiales, como las ondas producidas en el agua por una piedra y que se borran rápidamente. 593 Abbé Henri Stéphane: EL SENTIDO DE LA VIDA
No nos entretendremos en discutir la ideología «moralista» que otorga a las acciones humanas un «valor en si»; la idolatría del trabajo, del progreso técnico, del progreso social, etc. tiende a sustituir la Religión verdadera, por una seudo-religión, y la estupidez de todas esas formas de «idealismo» aparece con tal evidencia que no habría lugar para mencionarlas todavía más, si no fuera porque otra forma más sutil de idealismo no hubiera intentado una especie de compromiso o de conciliación entre la Religión y el «humanismo» precedente. En otras palabras, existen actualmente dos formas de «humanismo» que tienden a acaparar las almas: un «humanismo ateo» que, haciendo tabla RASA de todo lo «sobrenatural», no puede evidentemente dar valor más que a lo que es humano, y un «humanismo teista» que, mirando al mundo como la obra de Dios, le otorga así un «valor en si» no difiriendo en nada de la concepción puramente materialista del humanismo ateo. El hombre es entonces visto como cooperante con Dios en la obra creadora que, repitámoslo, es considerada como poseedora de un «valor» por si misma. A pesar de las apariencias esta forma de «idealismo materialista» no es menos ilusoria que el «idealismo materialista» al cual pretende «dar un sentido». La ambigüedad del «humanismo espiritualista» reside en el hecho de que es bien exacto que el mundo es la obre de Dios, pero es falso darle un «valor» cualquiera; en otros términos, este humanismo se basa en una verdad parcial olvidando bien otra verdad complementaria, bien una verdad esencial que se le escapa. Si es verdad que el mundo es la obra de Dios, no lo es menos que el mundo está «caído», y que es el «reino de Satán»; si no se mantienen estas dos verdades teológicas una frente a otra, se está necesariamente en el error, y esta «verdad complementaria» enseñada por la teología más corriente no debería escaparse a los adeptos del «humanismo espiritualista». En cuanto a la «verdad esencial» que es de orden metafísico, admitimos de buen grado que ella se escapa ordinariamente a la mentalidad limitada del hombre actual, y no creemos útil hablar de ella enseguida. 595 Abbé Henri Stéphane: EL SENTIDO DE LA VIDA
Así, lo que da un sentido a la vida, es la muerte, pero lo que da un sentido a la muerte, es el Juicio, y es la Religión la que nos enseña el Juicio, la Discriminación, el Discernimiento. 603 Abbé Henri Stéphane: EL SENTIDO DE LA VIDA
Un cierto marco (¡un entorno!) es por lo tanto indispensable a nivel del hombre ordinario para que la Religión subsista bajo formas sagradas acordes a su sensibilidad. Hoy en día este marco está hecho trizas, y la Religión se evapora. 899 Abbé Henri Stéphane: EL MISTERIO PASCUAL
Una de las causas de la decadencia espiritual de nuestro mundo, es el haber reducido la Religión a la moral; es lo que se llama el moralismo. La religión comporta esencialmente tres elementos: el dogma, la moral y el culto. Si se reduce la Religión a uno de sus elementos y si se dejan caer los otros dos, ya no es una Religión, es otra cosa, digamos: una ideología. Notemos que esta reducción no data de hoy en día; se puede remontar al humanismo del Renacimiento: en lugar de estar centrado en Dios (teocéntrica), la Religión está centrada en el hombre (Antropocéntrica); en la espiritualidad, se llega incluso a poner el acento cada vez más en la humanidad de Cristo, y su divinidad desaparece poco a poco. Hoy en día se llega al límite extremo: para los revolucionarios, Cristo no es más que un héroe, un líder de la Revolución (se dice también: la Liberación), revelándose contra el orden establecido (fariseos), contra los mercaderes del templo, etc. Se comprende entonces fácilmente que la Religión se reduzca a una moral completamente humana, ocupándose de las relaciones humanas: justicia social, construcción del mundo, liberación de los oprimidos… y es esto lo que se nos repite por todas partes, todos los días. 1112 Abbé Henri Stéphane: HOMILIA PARA EL VIGESIMO SEGUNDO DOMINGO
Se llega a exaltar el marxismo como siendo una moral al servicio de la ideología (la Humanidad) y realizándose en una perfecta sumisión al Partido y en la lucha de clases. Una tal reducción es radicalmente falsa en lo que concierne a la Religión, ya que la Religión es otra cosa. 1114 Abbé Henri Stéphane: HOMILIA PARA EL VIGESIMO SEGUNDO DOMINGO