Reincorporações [AOCG]

ANTONIO ORBE — CRISTOLOGIA GNÓSTICA

ASCENSÃO E REINCORPORAÇÕES

  • 1. Carpocrates
  • 2. Basilides
  • 3. Docetas de Hipólito
  • 4. Ofitas de Irineu
  • 5. Conclusão

    Al misterio de la ascensión se asocia la idea del viaje triunfal a través de los cielos. Complicado con la «sessio a dextris», distrae la mente a nuevos horizontes, en particular hacia el dominio del Cristo (animal) sobre el demiurgo en el gobierno de la Hebdómada y espacios infralunares.

Cristo no tomó asiento a la derecha de Yahvé para recibir simplemente el homenaje de los cielos. En premio a sus servicios (resp. muerte en cruz) inaugura un nuevo régimen — a lo largo del NT —, contrario al que imperaba hasta entonces. No le toca anunciar el Evangelio a los ángeles y arcontes. La revelación del Padre está vinculada a la persona del Hijo, del Salvador. Tampoco le toca suplantar a Yahvé en su eficacia demiúrgica. En rigor, tal eficacia continúa bajo otro signo. El creador no «fabrica» nuevos mundos, ni forma nuevos hombres.

¿Qué le queda a Cristo para inaugurar régimen? No todos los gnósticos responden de igual forma. La mayoría de ellos coincidiría, sin embargo, en algo capital. Cristo termina con la «reincorporación». Enerva a Yahvé, sustrae de su dominio a todos los que han creído al Evangelio de Jesús y los libra del «ciclo de la generación».

Durante el AT venía Yahvé apoderándose, a raíz de la muerte, de todos los hombres (resp. almas aun de los criptopneumáticos), paganos e israelitas, buenos y malos; y los obligaba a tomar nuevamente un cuerpo (al menos, humano) en la tierra. Así, una generación y otra, sin esperanza de romper la cadena de génesis. El infierno subterráneo estaba de sobra. Era inútil reunir a los difuntos en una región ad hoc. Bastaba obligarles a vivir de nuevo en otro cuerpo y en otras circunstancias (de familia y región), sin salir de la tierra. Aun los buenos rendían parias al demiurgo y al «círculo genético» en que los introducía. El alma de Fineés reapareció así en el cuerpo de Elias, y más tarde en el de Juan Bautista. Hubo tal vez gnósticos tentados de historiar la suerte del alma (resp. hombre interior) de Adán en sus reapariciones o sus reincorporaciones. Algo de eso se vislumbra en las «encarnaciones» del verus propheta pseudoclementino.

La destrucción de tal régimen anunciábase en el advenimiento de Jesús al mundo con el triunfo sobre el hado. Lo estudiamos en el capítulo sexto. Pero se consumó, tras el viaje de regreso, con la «sessio a dextris» del Mesías. Situado a la derecha de Yahvé, con dominio sobre él, el Cristo (animal) libera a todos los devotos del Evangelio de la Verdad. Ninguno de los que hayan profesado por Dios al Padre y por Salvador al Hijo Unigénito incurrirán en el círculo fatal de generaciones. Todos ellos, en su viaje postumo, se librarán de las manos de Yahvé e irán a las de Cristo.

Los incrédulos, esto es, todos los que se obstinen en las antiguas creencias y perseveren en rendir culto a Yahvé como a único verdadero Dios, continuarán el régimen del AT. Seguirán reencarnándose, pasando — a la muerte — de un cuerpo a otro. El que renuncia al beneficio de la salud (y redención) traído por Jesús al mundo, continúa, para castigo, esclavo de Yahvé; y, por lo mismo, sujeto a sus caprichos, alimentando en este mundo la multitud de sus adoradores por medio de la metensomatosis. La «sessio a dextris» del Cristo (animal), instrumento del Salvador para bien de los hombres, no se le dejará sentir.

El capítulo esclarece un punto muy reducido de la doctrina gnóstica. Aquel y sólo aquel que tiene positiva relación con el misterio de la «sessio a dextris» (resp. de la ascensión). De ahí el título.

Deja todavía al aire muchísimos predios de la escatología. Primero, porque no todos los gnósticos fueron partidarios de la metensomatosis; v.gr.: los valentinianos. Segundo, porque los mismos partidarios de ella (v.gr.: los basilidianos) se abstienen de urgir problemas complementarios, tales como la suerte de creyentes e incrédulos — los primeros, liberados de las reincorporaciones durante el NT, y los otros, no — en la synteleia final. ¿Habrá diferencia, a raíz de la phylocrinesis y apocatástasis, en la «salud» de unos y de otros? ¿Cuál? Si la determinante de la apocatástasis es la lex naturae, y no la «lex fidei», ¿perderán los creyentes su premio, fruto de la obra salvífica de Jesús ?

La respuesta a tales preguntas no sale del campo cristológico, pero complica enormemente el tema. La escatología sectaria requiere estudio aparte. Una vez más, sirvió la exégesis de algunos textos de Escritura (v.gr.: Mt 5,25s; Deut 5,9) para definir, en lo posible, la suerte de las almas en uno y otro Testamento. Y por su dimensión salvífica llegó a rehabilitar la figura del Mesías frente a la del demiurgo Yahvé. Entronizado el hijo, queda el padre destituido del gobierno sobre el cosmos, enervado en su Ley (mosaica) y en los planes correlativos de justicia (como juez de vivos y muertos). Con la «reincorporación» acaba también la legislatura (resp. judicatura) de Yahvé.