D. ¿Cuál es el efecto propio del Nombre? — M. El apaciguamiento de la mente: el cuerpo es una red de sensaciones y de instintos. El yo es una red de imágenes y de deseos. Todo esto forma parte de la corriente de las formas, que no es de ninguna manera nuestro verdadero «Si-mismo». El Nombre supremo es la expresión y el continente de nuestro verdadero Si-mismo: él no pertenece a la corriente de las formas; en él nosotros somos Nosotros-mismos. El es la «Forma de lo Supra-Formal», la «Forma Sin-Forma», la «Manifestación de lo No-manifestado». Shankara dice: «Discierne lo efímero de lo Real, repite el santo Nombre de Dios, y apacigua así al pensamiento inquieto». 387 Abbé Henri Stéphane: DIALOGO SOBRE LA ORACIÓN
La definición escolástica del Si-mismo, dada por René Guénon: «El Si-mismo es el Principio transcendente y permanente del cual el ser manifestado, el ser humano por ejemplo, no es más que una modificación transitoria y contingente, modificación que no podría además afectar de ninguna manera al Principio (René Guénon, El Hombre y su Devenir según el Vedanta.)», plantea el discernimiento fundamental entre lo Real y lo Irreal: Âtmâ y Mâyâ, Brahma y su Shakti. Este discernimiento es el previo indispensable a la realización de la Identidad: «Tu eres Eso». Antes que negar a dios y al ego, hay que comenzar por afirmar a Dios y reconocer que el ego es ilusorio frente a Dios. 509 Abbé Henri Stéphane: EL SI-MISMO
Discernimiento e identidad son los dos polos de la Vía espiritual. La invocación «Jesús-María» (o «Mani-padmé» o «lâ ilaha illâ´Llâh») (La primera fórmula es un mantra fundamental del budismo: Om mani padme hum, «¡Salud a la Joya en el Loto!». La segunda es la Shahâdah, fórmula fundamental de la fe islámica: «No hay más dios (o realidad) si no es Dios (o la Realidad)») comporta estos dos aspectos: la distinción Jesús-María corresponde al discernimiento entre lo Real y lo Irreal (Âtma y Mâyâ) y el carácter ilusorio de Mâyâ subraya la identidad de Âtmâ a través de todos los estados del ser, la reintegración de la multiplicidad en la Unidad, la «recapitulación de todas las cosas en Jesucristo». Pero esta reintegración supone la perfecta disponibilidad de Mâyâ, la pobreza de espíritu tal como la hemos visto más arriba, la sumisión de María con relación al Verbo divino, la «virginidad del alma» del «Profeta iletrado», la indiferenciación primordial de Prakriti frente a Purusha o de la Tabla guardada frente al Cálamo supremo (Tabla guardada (al-Lûh al mahf^z) corresponde al Alma universal (an-Nafs al-kulliya); es sobre ella que se escriben todos los «destinos» de la creación por el Calamo supremo, que a su vez corresponde al Intelecto primero o al Espíritu, siendo la primera creatura de Dios, la que escribe la creación en la Tabla guardada.). La repetición indefinida del mantra –la oración perpetua– determina una «vibración» que se repercute a través de la serie indefinida de los estados del ser, o a través de los «tres mundos» o los tres estados de vigilia, de sueño con sueños, y de sueño profundo, permitiendo así la actualización, en las diversas modalidades del ser humano, de la presencia de Brahma, lo único Real, el «Uno sin segundo», o, equivalentemente, la liberación de Âtmâ de los obstáculos sicológicos y fisiológicos del «yo» o de las sobreimposiciones de la mente. 511 Abbé Henri Stéphane: EL SI-MISMO
En un segundo nivel, el Discernimiento deberá aplicarse sobre lo que es Real y sobre lo que no lo es: solo Dios es real, el mundo es irreal y la vida ordinaria es una «ilusión colectiva», un «sueño cósmico»; es ese el ámbito de Satán. El «Si-mismo Inmortal» es Real, el ego individual, efímero y temporal, es irreal. 607 Abbé Henri Stéphane: EL SENTIDO DE LA VIDA
Sin embargo, siendo de esencia supra-individual y destinado a liberar de la condición individual, el conocimiento simbólico no puede ser visto como participante del conocimiento sensible más que de una manera muy provisional. El mundo sensible es visto aquí como un soporte, una base o un «simbolo», es decir como un medio, un medium quo, en vista de un objetivo que sobrepasa esencialmente y que «integra» el medio mismo al nivel del objetivo por la supresión de los límites que «determinan» a ese medio en su nivel propio de existencia. En esta perspectiva toda «cosa» aparece entonces como un símbolo, es decir como el medium quo de una «acción» o de un conocimiento destinado a integrar la «cosa» en el nivel de lo Real incondicionado y a devolver así la multiplicidad al nivel de lo Uno. 662 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA CONDICION HUMANA
Nos resulta imposible escapar del «encuentro de Dios». En efecto, todo viene de él y a él vuele, pero desgraciado aquel que no está revestido del traje nupcial, porque será expulsado a las tinieblas exteriores (Mateo XXII 13) . Pero: ¿Qué de nosotros es expulsado? Porque solo Dios es Real. 681 Abbé Henri Stéphane: LOS CONDENADOS DE LA TIERRA
A decir verdad, la vanidad de una hipótesis científica o de una teoría matemática como tentativa de explicación del mundo aparece con una claridad evidente para aquellos que han comprendido el concepto de creación tal y como lo acabamos de exponer en pocas palabras, a pesar de que la refutación del evolucionismo debería consistir en exponer pura y simplemente la tesis tradicional. Desgraciadamente, en el siglo de la televisión, del deporte y del automóvil, ¿quién es capaz de comprender las “relaciones causales”? para los “hedonistas” de toda clase, el progreso técnico, debido a los descubrimientos de la ciencia y a sus aplicaciones, no tiene evidentemente nada que ver con una concepción metafísica del mundo incapaz de proporcionar la menor realización técnica. Estamos finalmente frente a dos actitudes o a dos mentalidades aparentemente incompatibles: la del materialista “hedonista” para quien este bajo-mundo es lo único real, siendo la metafísica algo abstracto, irreal y desprovisto de todo interés; y la del espiritual “contemplativo” para quien, por el contrario, el mundo es irreal y Dios es lo único Real de lo que está suspendido el mundo en su totalidad. 1018 Abbé Henri Stéphane: A PROPOSITO DE LA EVOLUCIÓN
Esto supone que los modelos son perfectamente conformes a sus Prototipos celestes y que el artista se conforma él mismo, a esos modelos. Una tal conformidad no es realizable más que en un ambiente tradicional, como el de la Edad Media, o en el ambiente carismático de la Iglesia Oriental. El artista es o bien un «monje iconográfo» o bien un «iniciado» al Arte Real (Regio), un «constructor (maçon) operativo», uno y otro ejecutando su arte según las Reglas canónicas y bajo la autoridad de los teólogos o del Maestro de Obra. 1042 Abbé Henri Stéphane: VARIOS ESCRITOS SOBRE ARTE
La inteligencia de una obra de arte tradicional como el Pórtico Real de Chartres supone un cierto conocimiento de la cosmología tradicional de la Edad Media, totalmente ignorada por nuestro contemporáneos, y de la «teología mística»; esta a su vez exige un cierto conocimiento de la Santa Escritura, pero sobretodo una «sensibilidad espiritual» del alma evidentemente muy rara en un mundo totalmente ahogado por el materialismo y el cientifismo. 1074 Abbé Henri Stéphane: VARIOS ESCRITOS SOBRE ARTE
Frente al Pórtico Real de Chartes, ¿cuál puede ser la reacción de un profano o de un ignorante? ¿Qué pueden significar para él el Zodíaco, el Tetramorfo, o las Artes Liberales? ¿Cómo podría comprender la composición del conjunto y el significado de los tres pórticos? En cuanto a los «teólogos oficiales», que han reducido la religión a la moral, a la sicología o a la sociología; habiendo destrozado la Santa Escritura por la «crítica histórica», ¿qué les queda para comprender el simbolismo? Su mentalidad está todavía más deformada por la «especialización» que la de un simple campesino para quién el sol es el sol y no un masa de gas incandescente: es decir que el cientifismo es el mayor obstáculo al conocimiento simbólico. La erudición de los «historiadores del arte» no es mucho mejor, la acumulación de conocimientos todos profanos y exteriores no pueden provocar la apertura de la inteligencia o del «ojo del corazón» necesaria para captar el lenguaje de los símbolos. 1078 Abbé Henri Stéphane: VARIOS ESCRITOS SOBRE ARTE