Pecado [OASI]

ANTONIO ORBE — ANTROPOLOGIA DE SÃO IRINEU

O PECADO EM SUA VERTENTE ANGÉLICA E HUMANA
Uno de los grandes misterios será siempre la existencia del pecado. ¿Por qué unos ángeles transgredieron el precepto de Dios y otros no? ¿Por qué Satanás arrastró al hombre a pesar de las predilecciones divinas sobre Adán? Ninguno de los mortales, mientras se encamine a la eternidad, será capaz de entenderlo. Hay que ‘ceder a Dios’ y a su Verbo, partícipe del trono con El, tan sublime misterio.

San Ireneo suele llamar al pecado de los ángeles ‘apostasía’ y ‘transgresión’, que traduce el griego parabasis, mientras concibe el delito de Adán, y de los hombres en general, como ‘desobediencia’ (parakon).

El fenómeno indica veladamente su tendencia a destacar la malicia del pecado angélico y la ruindad del humano.

No todo resulta igualmente oscuro en el pecado del hombre ni en el de los ángeles. Un optimismo ingenuo habría pensado:

Era menester que Dios no hubiera hecho ángeles tales que pudieran transgredir, ni hombres que fueran en seguida (de creados) desagradecidos a El (IV 37,6).

Así discurrían los heterodoxos, partidarios de ver en la pecabilidad de ángeles y hombres un testimonio evidente de la imperfección del demiurgo.

Obicit Simón Magus (= Apelles) inquiens: Deus ille qui Adamum condidit, impotens erat atque imbecillis: neque enim efficere potuit ut maneret Adamus qualem esse volebat.

Saltaba a la vista el fundamento inmediato de la debilidad humana y antes de ahora lo mencionamos: la índole racional y libre y la carne con su natural inclinación hacia la materia, contraria al espíritu.

El autor de las Homilías ps. clementinas, y quizá la Epístola Apostolorum pretendieron exonerar de delito al primer hombre. Los demás se lo atribuyeron sin reparo, dándole inmensa trascendencia. La doctrina de Ireneo es taxativa.

Respetuoso de su índole racional y libre, Dios impuso al hombre un mandamiento. Entre otras razones, a fin de que su preeminencia en la creación no le ensoberbeciera.

El hombre no cumplió el mandato, desobedeció a Dios. El ángel le sedujo, celoso y envidioso del hombre por los numerosos dones de que Dios le había colmado. Y al persuadirle la desobediencia al mandato divino, provocó su propia ruina al mismo tiempo que hacía al hombre pecador. El ángel, convertido así en jefe y guía del pecado, fue castigado por haber ofendido a Dios, y consiguió al mismo tiempo que el hombre fuera expulsado del paraíso. Y porque con su intento se rebeló y apostató de Dios, fue llamado en hebreo satán, es decir, apóstata, aunque también le dicen diablo. Dios maldijo además a la serpiente, que había sido disfraz del diablo; maldición que alcanzó al animal mismo y al ángel escondido en él, satán. Y al hombre le expulsó de su presencia y le desterró del paraíso, ya que el paraíso no admite al pecador (Epid. 16).

Hay aquí algo más que un simple delito. La escena se presenta como el origen del mal, que ‘extendiéndose continuamente inundó la raza humana’ y ‘se expandió hasta desbordar’ (Epid. 18). Cinco elementos descuellan:

1. Envidia del ángel.

2. Seducción de la serpiente.

3. Desobediencia del hombre.

4. Maldición del tentador.

5. Destierro del transgresor.

Los dos primeros integran el pecado del ángel, su vertiente interna y externa. Y dan ocasión al tercero, el delito del hombre. A consecuencia del doble pecado, angélico y humano, viene la maldición del ángel y el destierro del hombre. Los cinco elementos hacen una cierta unidad. El pecado del ángel consiste en la moción del hombre a la falta.

Conviene retener tal perspectiva para medir la gravedad y consecuencias de ambos pecados, así como la victoria de Cristo sobre ellos.

  • O pecado do anjo: inveja e sedução
  • Apostasia
  • Filiação diabólica
  • Inveja diabólica
  • Objeto da inveja
  • Sedução
  • Desobediência de Adão