Origenes Bem do Mal

Orígenes — Contra Celso
Bem do Mal
Excertos de “”
El bien y el mal según la Escritura
Veamos, pues, nosotros brevemente qué haya de tenerse por bien o mal según las Escrituras, y qué hayamos de responder a las preguntas de Celso: “¿Cómo es que Dios hizo cosas malas? ¿Cómo es incapaz de persuadir o amonestar?” Ahora bien, propiamente hablando, según las divinas Escrituras, bienes son las virtudes y las acciones conforme a la virtud ; como, propiamente hablando, males son lo contrario. De momento nos contentaremos con las palabras del Salmo 33, que lo demuestran así: … Mas los que buscan al Señor, jamás carecerán de bien alguno. Venid, hijos; oídme; el temor del Señor quiero enseñaros. ¿Quién es el hombre que la vida quiere y busca días buenos? Pues reprime tu lengua de lo malo, y tus labios, de dichos embusteros. Apártate del mal y el bien abraza (Ps 33,10ss). Apartarse del mal y abrazar el bien no se dice aquí de los bienes o males corporales, así llamados por algunos, ni de los bienes externos, sino de los bienes y males del alma; pues el que se aparta de esos males y obra esos bienes, como quien quiere la vida verdadera, puede llegar a ella, y el que desea ver días buenos, cuyo sol de justicia (Mal 4,2) es el Logos, los verá, pues Dios lo librará del presente siglo malo (Gal 1,4) y de los días malos de que habla Pablo: Rescatando el tiempo, pues los días son malos (Eph 5,16).

Dios no es autor del mal
Cabe, sin embargo, hallar pasajes en que las cosas corporales y exteriores que contribuyen a la vida natural son impropiamente llamadas bienes, y las contrarias, males. En este sentido dice Job a su mujer: Si hemos recibido los bienes de mano del Señor, ¿por qué no soportaremos también los males? (Job 2,10). Ahora bien, como en las divinas Escrituras una vez se dice como en persona de Dios: Yo soy el que creo la paz y produzco los males (Is 45,7), y otra acerca de El mismo: Bajaron males de parte del Señor sobre las puertas de Jerusalén, estruendo de carros y de caballería (Mich 1,12), pasajes que han turbado a muchos lectores de la Escritura por no ser capaces de comprender lo que, según ella, se designa como bienes y males, es probable que, hallando en esto sus dificultades, dijera Celso: “¿Cómo es que Dios hizo cosas malas?”; si no es que escribió esta frase por haber oído explicar con harta ignorancia lo que atañe a este tema.

Nosotros, empero, afirmamos que el mal propiamente dicho, o sea la maldad y las acciones que de ésta proceden, no las ha hecho Dios. ¿Cómo pudiera, en efecto, predicarse con seguridad el dogma del juicio, según el cual los malos son castigados a proporción de las malas acciones que hubieren cometido, y son, en cambio, bienaventurados y alcanzan las recompensas prometidas por Dios los que hubieren vivido según la virtud o hubieren practicado las acciones virtuosas, si fuera verdad que Dios hace los verdaderos males? Sé muy bien que quienes tienen la audacia de afirmar que también éstos vienen de Dios, alegarán ciertos dichos de la Escritura, pero no podrán alegar un contexto seguido de ella 36. La Escritura, en efecto, condena a los que pecan y alaba a los que obran bien, y no por eso deja de decir aquellas cosas que, por no ser pocas, perturban a los que leen ignorantemente las divinas letras. Sin embargo, no me ha parecido convenir a la obra que llevo entre manos exponer ahora esos pasajes perturbadores, por ser muchos y necesitar su interpretación de largas discusiones.

En conclusión, Dios no hace los males, si por tales se entienden los que así se llaman en sentido propio; sino que de sus obras principales se siguen algunos, pocos en parangón con el orden del universo. Son como las virutas en espiral y el serrín que se sigue de las obras principales de un carpintero, o como los albañiles parecen ser la causa de los montones de cascote, como basura que cae de las piedras y polvo.

Los males corporales, medicina de Dios
Ahora, si se habla de los males que impropiamente se llaman así, de los males corporales y exteriores, no hay inconveniente en conceder que, a veces, haya enviado Dios algunos de ellos con el fin de convertir por su medio a quienes los sufrieron. ¿Y qué puede haber de absurdo en esa doctrina? Cierto que, usando impropiamente la palabra “mal”, llamamos males los castigos que se imponen por padres, maestros o pedagogos a los que se educan, o los sufrimientos que causan los médicos a quienes, con el fin de curarlos, cortan o cauterizan, y decimos que el padre hace mal a sus hijos, o los pedagogos y maestros a los niños y los médicos a los enfermos; sin embargo, nadie condenará a quienes así golpean o cortan. Pues por modo semejante, si se dice que Dios hace cosas como ésas con el fin de convertir a los que necesitan de esos trabajos, nada de absurdo tiene pareja doctrina, ora se diga que bajan males de parte del Señor sobre las puertas de Jeru-salén (Mich 1,12), males que provienen de los trabajos que causan los enemigos, pero que se les imponen para su conversión ; ora visite con vara las iniquidades de los que abandonan la ley de Dios y con azotes los pecados de ellos (Ps 88,33.31); ora diga: Tienes carbones de fuego, siéntate sobre ellos, y ellos serán tu ayuda (Is 47,14-15). Y por modo semejante explicamos el otro texto: El que crea la paz y produce los males (Is 45,7), pues Dios produce los males corporales, o externos, para purificar y educar a quienes no quieren educarse por la palabra y sana enseñanza. Esto en respuesta a la pregunta: “¿Cómo es que Dios hizo cosas malas?”