Nombre

Este método es la oración en el sentido espiritual que vamos a definir brevemente. No se trata de «pedir» alguna cosa para sí o para otro, sino de crear en el alma un estado de sumisión total y de plasticidad ontológica. Esta oración espiritual es una «vibración» que armoniza el alma con las cualidades de la Virgen. Recitando el Ave María, el alma se aplica a sí misma las palabras del ángel a María, y la repetición casi indefinida, o el ritmo, del rosario engendra esta vibración que transforma el alma en su prototipo virginal. De paso diremos que el carácter propiamente técnico de la oración espiritual que acabamos de considerar, la relaciona con la «oración de Jesús» utilizada en la Iglesia de Oriente, así como con métodos análogos que se encuentran en otros lugares y que se basan todos en la invocación de un Nombre divino, pero no hay lugar para desarrollar ahora este tipo de consideraciones. Nos bastará con señalar que el Ave María contiene, como joyas incrustadas, los nombres de Jesús y de María. A este respecto, no carece de interés indicar que estos dos nombres no figuraban en el saludo del ángel a María y que han sido añadidos por la Iglesia. [NA: Las razones profundas que justifican este hecho son demasiado sutiles para que intentemos explicarlas aquí, pero hay una «sugerencia» para la aceptación del papel de los Nombres divinos de Jesús y María en el método contemplativo que nos ocupa.] 75 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA VIRGEN

Es en ese contexto «sofiánico» donde se inscribe la Oración. Lejos de ser una simple petición, la Plegaria, «elevación del alma hacia Dios» (según el catecismo más elemental), es participación en la Asunción de la Virgen; la actitud que le conviene es la del Orante, de la Deisis (suplicación). Ella es «oración», es decir «receptividad» del alma-virgen que se abre a la acción del Espíritu: Os meum aperui et attraxi spiritum, ya que «nosotros no sabemos lo que debemos pedir a Dios en nuestras plegarias, pero el Espíritu mismo ora por nosotros con gemidos inefables diciendo: ¡Abba, Padre!». De esta manera el alma participa en la «maternidad hipostática» del Espíritu Santo y en la Circumincesión de las Tres personas; en fin, la Oración es Invocación, y la boca, después de haber recibido el Logos en la Comunión como la Theotokos en su seno virginal, profiere el Verbo por la Invocación del Nombre divino, a ejemplo de María alumbrando a Jesús, y del Padre engendrando el Hijo único. 140 Abbé Henri Stéphane: SOPHIA o de la SABIDURIA

Las «Hipóstasis descendentes» aparecen así como los grados de la Realidad (principial), o como determinaciones de lo Absoluto en lo relativo, pero siempre in divinis, lo cual les confiere el carácter «ilusorio» de Mâyâ, ya que es in divinis como Mâyâ debe de ser «concebida» (la Inmaculada Concepción). Mâyâ es entonces el “Juego” de Dios consigo mismo, y se identifica así con la Sabiduría: «YHVH [NA: Tetragrama sagrado del Nombre inefable de Dios. Los judíos dicen «Adonai» (mi Señor) cuando leen la Biblia. La vocalización Jehovah es antigua, pero la de las Biblias modernas (Yaweh o Yavé) no tiene ningún sentido.] me ha poseído desde el comienzo de sus caminos, antes de sus obras más antiguas. Yo fui fundada en la eternidad (…) Yo era su obra, gozándome cada día, y jugando sin cesar en su presencia» (Libro de los Proverbios VIII, 22-31). Es por lo tanto Ananda, la Beatitud, el Amor: «Yo soy el océano de Infinita Felicidad, y es en mi que, al aliento caprichoso de Mâyâ, se elevan o se apaciguan todas las olas del universo» [NA: Viveka-cuda-mani, de Shankara, editorial OBELISCO.] 214 Abbé Henri Stéphane: INTERPRETACIÓN METAFÍSICA DE LA TRINIDAD

En la procesion de Inteligencia por la cual el Padre (Sat) engendra al Hijo (Chit), el Padre no conoce ningún «objeto»: «Tu no puedes conocer a Aquel que hace conocer lo que es conocido, y que es su Si mismo en todas las cosas. Lo mismo que Dios mismo no conoce aquello que él es, porque El no es ningún “esto”» [NA: Comienzo del Brhad Aranyaka Upanisad, III, 4,2.]. Dios (Sat) es conocimiento Puro y Absoluto (Chit), conocimiento de “nada”. Por eso mismo, este conocimiento se identifica a la Ignorancia (la Docta ignorancia) que no es otra que Mâyâ. Esta última, en tanto que Shakti [NA: La potencia de manifestación de Brahman (ver nota 17), la Omni-Posibilidad u Omni-Potencia divina. Ver también Mâyâ] de Brahma [NA: Nombre neutro que designa el Principio supremo en la metafísica del Vedanta (el punto de vista más elevado de la doctrina hindú, es decir el que llega a la metafísica pura, Shankara (nota 11) es su doctor más eminente).], no es otra que la Omni-Posibilidad, la Omni-Potencia, la Voluntad, el Amor puro y Absoluto, el Espíritu Santo, que procede así del Padre (y del Hijo) por modo de Voluntad, y que es también Beatitud (Ananda). Es en este contexto donde se sitúa entonces el misterio o el «milagro» de la Existencia, bajo cualquier modo que sea, desde el instante que ese modo está devuelto a su Principio, del cual no está separado más que ilusoriamente. No es en vano que la teología enseña que Dios ha creado el mundo por amor, pero no por «amor al mundo» que no tiene mas que una existencia ilusoria (el juego de Mâyâ), y que no existe mas que para permitir al Uno sin segundo afirmar que todo otro «diferente de El» no existe. [NA: L. Shaya, La Doctrina sufí de la Unidad.] 220 Abbé Henri Stéphane: INTERPRETACIÓN METAFÍSICA DE LA TRINIDAD

La Virgen, fecundada por el Espíritu, engendra al Cristo-Jesus. El alma del hombre, llegada a ser «virgen» bajo la acción del Espíritu, profiere el Nombre divino de Jesús: es la «oración de Jesús» practicada en el hesicasmo. En realidad, es el Padre quien engendra al Hijo Unico por el Espíritu Santo en el alma que se ha vuelto «virgen» y que la «transforma» –alquimia– en «la espiración divina» (anima transformada en Spiritus). 344 Abbé Henri Stéphane: ALQUIMIA DE LA ORACIÓN

D. ¿Cuál es el medio de esta transfiguración? — M. La Oración. Según la enseñanza del Apóstol, «Nadie puede pronunciar el Nombre de Jesús, si no es por el Espíritu Santo» (1 Cor. XII, 3); «Nosotros no sabemos lo que debemos pedir en nuestras plegarias, pero el Espíritu él mismo ora por nosotros con gemidos inefables; él ora según Dios por los santos» (Rom. VIII, 26-27) 377 Abbé Henri Stéphane: DIALOGO SOBRE LA ORACIÓN

D. La Oración articulada no puede ser perpetua; ¿Hay pensamientos que la excluyen? ¿Cómo conciliar las dos cosas? — M. Si la Invocación no puede superponerse a todo pensamiento útil o bello, puede sin embargo continuar vibrando durante todo pensamiento de ese género, es decir durante toda articulación mental que tenga un carácter de necesidad o de virtud; en ese caso, la articulación mental, aunque excluyendo la articulación del Nombre, no interrumpe la Invocación a los ojos de Dios. Al margen de la condición de necesidad, la de virtud es esencial, ya que, por lo mismo que la Invocación no puede superponerse a un acto ilícito o vil, por lo mismo el perfume del Nombre no puede subsistir durante un pensamiento contrario a la humildad o a la pobreza (la no-pretensión, la consciencia de nuestros límites ante Dios y el prójimo), a la caridad ( el no-egoismo, la consciencia de la indistinción entre el «yo» como tal y el «otro» como tal), a la verdad o a la sinceridad ( la objetividad, la contemplación adecuada y desinteresada de la realidad); además, es evidente que la vibración del Nombre en ausencia de su articulación presupone por una parte el hábito de la Invocación, y por otra la intención de continuar esta practica intensificarla; es así que el «pasado» y el «futuro», lo efectivo y lo intencional, concurren en la presencia inarticulada del Nombre. 385 Abbé Henri Stéphane: DIALOGO SOBRE LA ORACIÓN

D. ¿Cuál es el efecto propio del Nombre? — M. El apaciguamiento de la mente: el cuerpo es una red de sensaciones y de instintos. El yo es una red de imágenes y de deseos. Todo esto forma parte de la corriente de las formas, que no es de ninguna manera nuestro verdadero «Si-mismo». El Nombre supremo es la expresión y el continente de nuestro verdadero Si-mismo: él no pertenece a la corriente de las formas; en él nosotros somos Nosotros-mismos. El es la «Forma de lo Supra-Formal», la «Forma Sin-Forma», la «Manifestación de lo No-manifestado». Shankara dice: «Discierne lo efímero de lo Real, repite el santo Nombre de Dios, y apacigua así al pensamiento inquieto». 387 Abbé Henri Stéphane: DIALOGO SOBRE LA ORACIÓN

D. ¿El efecto del Nombre es inmediato o progresivo? — M. La mente del hombre que ha sido cogido por el Nombre Supremo, y en el cual el Nombre Supremo se ha fijado para ser su segunda naturaleza, es tan diferente de la mente del hombre ordinario, todavía completamente absorbido por el ruido terrestre, que un paso inmediato del uno al otro sería como un desgarro mortal. Entonces, puesto que no puede haber un paso directo sin una gracia especial, que no está de ninguna manera en el poder del hombre, es muy importante que el hombre se integre en las reglas diversas de la Tradición; semejante choque es por ello mismo absorbido, semejante oposición suavizada, y semejantes durezas poco a poco disueltas. 389 Abbé Henri Stéphane: DIALOGO SOBRE LA ORACIÓN

2.- Punto de vista teológico. a. La Presencia eucarística. Se refiere a la Substancia. Hay «transubstanciación» del Pan que se vuelve substancia del Cuerpo de Cristo, sin cambio de las apariencias y sin semejanza. b. La Presencia icónica. Se refiere a la Hipostasis de la que es la imagen. Centro de la irradiación energética, esta presencia conduce a la Hipostasis a través de la semejanza de la imagen, y mediante la iluminación de la mirada interior por la Luz thaborica que irradia. No hay transubstanciación sino semejanza. c. La Presencia de gracia. Se refiere a la naturaleza divina, cuya Esencia se expande en Tres Hipostasis que vienen a «habitar» en el alma del fiel; estando esta alma «participante de la Naturaleza divina» por la Gracia, entra en la Circumincesión de las Tres Personas, y participa de la Liturgia divina del «Trisagion», en la Eucaristía principial y eterna. d. La Presencia de Dios en su Nombre. Se refiere a la Esencia, es decir a la Sobreesencia de la Deidad: «Dios y su Nombre son idénticos». Dios revela su nombre a Moises en la «Tiniebla más que luminosa del silencio». Por la Invocación del Nombre divino, el alma participa en la Realidad Suprema, y se identifica con su propia esencia eterna. 471 Abbé Henri Stéphane: LOS DIFERENTES MODOS DE LA PRESENCIA DIVINA

Todo lo que precede se aplica igualmente al punto de vista «microcósmico», es decir, al nacimiento del Verbo en el alma. La Virgen representa entonces al alma en estado de gracia. Desde un punto de vista pasivo, el alma debe identificarse a la Virgen realizando las perfecciones mariales, para que el Verbo pueda encarnarse como en el seno virginal de María, esposa del Espíritu Santo; desde un punto de vista activo, el alma se identifica a la Virgen Madre. El primer aspecto se refiere a la Comunión del alma recibiendo al Cristo, el segundo a la Invocación del Nombre de Jesús: el alma profiere el Verbo como la Virgen da a luz a Cristo bajo la acción del Espíritu Santo, generador supremo. Es aquí donde interviene San José, así como el asno y el buey. San José simboliza la presencia invisible del Maestro espiritual en la invocación, siendo éste el Espíritu Santo; el buey representa al «guardián del santuario», es decir, el espíritu de sumisión, de fidelidad, de perseverancia y el esfuerzo de concentración; el asno, animal «profano», es el testigo «satánico» en la invocación, representando el espíritu de insumisión y de disipación. 522 Abbé Henri Stéphane: EL SIMBOLISMO DEL BELEN

Pero esto es también susceptible de una aplicación en el orden «macrocósmico», en el que el buey y el asno representan respectivamente el mundo celestial y el mundo infernal. Puede uno entonces preguntarse por qué este último es admitido en el nacimiento del Verbo, tanto en el mundo como en el alma; la explicación se encuentra claramente indicada en la Epístola a los Filipenses (II,10) donde San Pablo declara: «… a fin de que en el Nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra, en los infiernos…», texto que se refiere tanto al nacimiento de Cristo en el mundo como a la invocación del Nombre de Jesús. 524 Abbé Henri Stéphane: EL SIMBOLISMO DEL BELEN

¿En que consiste la «Docta Ignorancia»? En saber, en primer lugar, que mi ego perecedero es una pura nada ante Dios, una sucesión de estados de consciencia y de relaciones con el mundo exterior, sin consistencia y sin realidad: «Este no es mi Si-mismo» (Fórmula por la cual A.K. Coomaraswamy expresa la doctrina búdica del anâtman (o anatta); cf. Hinduismo y Budismo.); en saber, en segundo lugar, que ninguna de mis facultades humanas puede liberarme el «Secreto supraesencial» de mi esencia verdadera, mi verdadero Nombre (Apoc. II, 17). En otros términos, la «Docta Ignorancia» consiste en saber que Dios es incognoscible. En verdad, la Esencia divina es absolutamente incognoscible, incluso por ella misma: Dios no puede conocer que es él, por que él no es ningún «que»; él no es nada de lo que, en nuestra ignorancia, creemos poder afirmar de él. Lo que nosotros afirmamos de él, hay que inmediatamente negarlo: tal es el apofatismo. Pero en verdad, Dios está más allá de toda negación como de toda afirmación: él es el Inefable. 786 Abbé Henri Stéphane: DE LA IGNORANCIA

Esta historia, para los Hebreos, comienza a la salida de Egipto (el Exodo). Se lee en el texto la institución de la Pascua (Exodo XII, 14): «Ese día será para vosotros como un memorial, y lo haréis solemne como una fiesta para YHVH (YHVH, tetragrama sagrado del Nombre inefable de Dios. Los judíos dicen «Adonai» (mi Señor) cuando leen la Biblia. La vocalización Jehová es antigua, pero la de las Biblias modernas (Yave o Yahveh) no tiene ningún sentido.); para todas vuestras generaciones, lo celebrareis como una institución perpetua». Se ve claramente por este texto como hay que entender la palabra memorial: no como un simple recuerdo, sino una institución divina destinada a perpetuar las intervenciones salvadoras de Dios. 905 Abbé Henri Stéphane: EL MISTERIO PASCUAL