Nicoll William Law

Maurice NicollTEMPO VIVO
Excertos da versão espanhola “/2”, do livro “/2”

William Law
Así como el despertar hace que los sueños parezcan irreales, así, se nos dice, también ocurre cuando despertamos a otro nivel de conciencia en el que todos nuestros problemas, preocupaciones y perplejidades parecen irreales. Uno de los mejores intérpretes de las ideas psicológicas de Jacob Boehme expresa con gran claridad este punto de vista, con los siguientes términos: ‘Puede decirse que la mayor parte de la humanidad, mejor dicho todos los cristianos, están dormidos; aquella particular forma de su vida, la que ocupa la mente del hombre, sus pensamientos y sus acciones, bien puede llamarse su sueño particular. El sabio y el ignorante, el rico y el pobre, todos se encuentran en el mismo estado de sueño, y su vida transcurre en una clase distinta de sueño’. (William Law). Este autor del siglo XVIII afirma también, en lenguaje teológico que el hombre tiene la posibilidad de alcanzar un estado por encima del sueño; y esta es la principal de las ideas psicológicas que se encuentra en toda religión. Debemos notar de que Law establece una conexión. Tal como era de esperarse, conecta este estado de sueño con el tiempo.

En este sentido sigue a su maestro muy de cerca, pues Jacob Boehme afirmó que ‘el hombre cayó dormido en el tiempo’. Naturalmente nosotros no podemos comprender lo que esto significa. Y a fin de comenzar a entender lo que puede significar precisamos una gran cantidad de ideas y de concepciones nuevas. Law dice que el hombre no puede entender lo que significa su vida a menos de que capte el hecho de que su constitución contiene una posibilidad superior en sí misma, una posibilidad que yace por encima del estado del sueño y del ‘tiempo’. Una vez que se da cuenta de esta posibilidad (cualquiera que sea) el hombre logra un nuevo tipo de vista acerca de sí mismo y del significado de su vida; y nos dice que este darse cuenta es conocerse a sí mismo, conocerse en potencia. ‘Suponed que un hombre se conozca a sí mismo, que llegue a este mundo sin más misión que la da levantarse por encima de la vanidad del tiempo…. Suponed que gobierne su pensamiento interno y su acción externa mediante este punto de vista acerca de sí mismo, y entonces, para él, cada uno de sus días habrá perdido todo su mal; la prosperidad y la adversidad no tendrán una diferencia tangible, porque recibirá ambas con el mismo espíritu, etc.’. (Las Obras de William Law, publicadas originalmente en privado, en 1749, y reimpresas en privado, en 1893).

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Esta misma noción, la noción de que no estamos despiertos, de que no estamos al nivel de conciencia donde nos sea posible entenderlo todo correctamente, y en el que nos es imposible saber o tener algo real, y en el que tampoco podemos tener dominio ni control sobre nosotros mismos, porque no somos conscientes del punto en el cual seria posible el control; esta noción, digo, se encuentra en todas las enseñanzas platónicas, cristianas y en muchas otras. Pero consideremos cuan difícil, cuan imposible, es que podamos admitir que vivimos dormidos. Esto no puede ser una simple admisión. Uno ha de ir-dándose cuenta de ello gradualmente. Y esta experiencia sólo puede producirse mediante las influencias de los esfuerzos y de las ideas que pertenecen a la ya casi perdida ciencia del despertar.

La idea de este despertar se encuentra en muchas partes del Nuevo Testamento, (‘Velad y orad’) y deberíamos tratar de captar todo el significado de velar como mantenerse despierto.

Y si a cada paso se nos dice, en los Evangelios, que nos mantengamos despiertos ¿no nos dice también con claridad que estamos dormidos y que el conocimiento de sí mismo es darse cuenta de que se está dormido? Heráclito dijo: ‘Yo me busqué a mí mismo’. La doctrina del propio conocimiento, escrita sobre el pórtico de Delfos, no es lo que imaginamos. Podemos buscarnos a nosotros mismos únicamente al damos cuenta de que no tenemos un ser. Únicamente a través de un vislumbre de la verdad puede uno entender lo que es la ignorancia y la falsedad. Pero esta clase de conocimiento propio nos elude Sócrates descubrió que el primer paso en el propio conocimiento, consiste en darse cuenta de que no conocemos y que, en verdad y de hecho, no sabemos nada. Pretendemos saberlo todo. Al darnos cuenta de nuestra ignorancia, al captar un vislumbre de nuestra pretensión, al cesar nuestra ciega creencia en las opiniones, las frases hechas, las palabras, comenzamos a conocernos a nosotros mismos, o sea que comenzamos a salir de nuestro sueño. Nuestra conciencia empieza a acrecentarse justamente en aquello que quizás nos parezca una dirección que nos lleva a un resultado opuesto. Pero cuando uno sabe que nada sabe es cuando más consciente está. De este modo uno al menos deviene el instrumento del despertar. Mientras más nos mentimos a nosotros mismos, más dormidos estamos. Consideremos el poder que la mentira tiene hoy en día, y la creciente falta de resistencia que encuentra y de lo cual deriva el creciente sueño del mundo.

El hombre ha caído en el sueño de la materia, y en el tiempo, y en sí mismo. Pero tomemos nota de cómo se dice esto en la gran alegoría de la creación. La serpiente tienta al hombre, la serpiente que se arrastra sobre el polvo. Ahí donde nuestros pies tocan la tierra, ahí comienza el dominio de los sentidos. Aquí es una criatura de los sentidos, su mente es sensual. Aquí se encuentra su sabiduría de los sentidos. Matar al enemigo es la sabiduría de los sentidos, pues entonces el enemigo desaparece. Los sentidos ya no registran su existencia. Toda la inteligencia del materialismo entra en esto, en hacer que el hombre crea que sabe. Y aun cuando cada objeto sensible es un misterio, y los sentidos mismos son misterios, el hombre siente que puede asir el mundo sensible, no tan sólo para disfrutar de él a su antojo, sino para moldearlo a su gusto. Es en este sentido que come del fruto del árbol del bien y del mal. Es él quien determina el mal y el bien, y es él quien decide lo que va a hacer. Este paso necesariamente le conduce, no a recobrarse sino a la idea de que puede gobernar. Se considera mucho más sabio que todo el universo. Le parece que puede conquistar todas las cosas aun cuando su debilidad interior, su ignorancia y su falta de control sigan sin cambio alguno. Todo el problema humano continúa siendo el mismo pero permanece oculto tras un bordado de palabras: ¡un estado nuevo una buena humanidad, un paraíso de descubrimientos materiales!

¿Pero quién va a comenzar partiendo de sí mismo a fin de adecuarse a un posible paraíso? ¿Y cómo hacerlo?

¿Qué es lo que va a levantar lo sensual? ¿Quién va a reinterpretar la ciencia y a colocarla en su lugar? Nada que se encuentre en su verdadero lugar está mal, si es que conserva su verdadero lugar. La humanidad puede verse arrastrada hacia abajo por un hartazgo de crecientes interpretaciones sensuales que ni encubre los hechos, ni proporciona el verdadero medio de presentarlos. Toda persona lleva en sí muchas más funciones, más capacidades, más aspectos de los que puede ver satisfechos mediante el materialismo. Es que la serpiente tiene que ser levantada, y tiene que ser levantada en el desierto. ¿Quién la ha de levantar? ¿Cuál será, la chispa que encienda las maravillas de la ciencia y las transforme en las maravillas del universo? ¿Puede la ciencia dejar de verse animada por el espíritu latente de hostilidad y crear, en el hombre, libre sentido de maravilla y asombro, en lugar del espíritu de negaciones?

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Se nos ha dicho que estamos dormidos y que podemos despertar. Y cuando, según Law, comenzamos a captar esto, podemos ver que todos estamos viviendo en una especia de sueño del que nos damos cuenta ocasionalmente en los momentos de gran peligro o de una gran emoción. Debemos tomar nota de que ésta no es una doctrina pesimista. Si a un hombre se le dice que yace en el barro y que todo es barro, entonces la enseñanza será negativa: Cuando el autor de la epístola a los Efesios dice: ‘Despiértate tú que duermes, y levántate de los muertos’ (V. 14) significa que todos parecemos estar muertos y que vivimos la vida de un muerto, y que nuestro estado de sueño es en realidad la muerte. Si no comenzamos por nosotros mismos, no nos veremos nunca. Despertar es comenzar a ver con más claridad. En estos tiempos uno puede ver como las gentes están muertas. Puede uno ver las terribles emociones que gobiernan a la humanidad, puede verlas escritas en los rostros de las gentes y puede uno ver cómo las alimentan y las nutren sin saber lo que están haciendo. En su raíz misma y antes de ser exteriorizada y organizada como una máquina, la enseñanza cristiana trataba acerca de cómo despertar del sueño mediante la luz que .irradia el significado interno. Jesucristo era uno que había despertado y enseñaba a los otros una manera de despertar. Todo el propósito de ciertas reglas, preceptos e ideas no tenían como finalidad un motivo moral, sino que estaba destinado a que el hombre se ‘levantase de entre los muertos’, que lograse cierta evolución interior, de modo que cuando el autor de la epístola a los Efesios dice: ‘Despiértate tú que duermes y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo. Mirad pues como andáis avisadamente….’ dice que el advertir hacia donde va uno interiormente es ser más consciente de si mismo. Es en este sentido en que este autor dice ‘Redimiendo el tiempo’.

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Volviendo a Law, sea cual fuere nuestra particular compresión de sus palabras, es evidente que considera que nuestro grado ordinario de conciencia es algo comparable a un estado do sueño, y toda nuestra vida, toda nuestra carrera, profesión, todas nuestras acciones, pensamientos, etc., son como sueños. Vivimos en una especie de sueño del cual no es posible despertar. Y, es preciso que advirtamos nuevamente este punto, el despertar de este sueño está conectado a otro sentido del tiempo.

Si entonces estamos dispuestos a admitir la posibilidad de que hay un nivel superior de conciencia, o un grado de experiencia inherente a nuestra naturaleza, debemos suponer que hay otro entendimiento del tiempo conectado a ella. Es sumamente difícil advertir lo que se significa con esto. Por el momento, digamos que nuestro actual nivel de conciencia —que Law tan enfáticamente califica de sueño y que, por consiguiente, es irreal con relación a un orden superior— está sujeto a nuestra experiencia del tiempo. Mejor dicho, está aunado a nuestra noción del tiempo y a todas las deducciones y conclusiones que obtenemos al tomar el tiempo por lo que aparenta ser. Supongamos que al nivel de nuestro estado ordinario de conciencia todos nuestros pensamientos y todos nuestros sentimientos, que toda nuestra comprensión, en general, fuese arreglada de un modo que fuera común a todos. Y supongamos que este arreglo se deba en gran parte a la apariencia de las cosas, tal cual las condiciona el tiempo. En tanto consideremos el tiempo de un modo pasivo, en tanto que lo consideremos así como nos parece ser a través de los sentidos (como momentos que pasan a la nada), necesariamente habitaremos este nivel, o sea que nuestro nivel ordinario de conciencia está estrechamente aunado a nuestro punto de vista ordinario acerca del tiempo.

De momento no nos aventuremos más allá de la afirmación que la experiencia noética, o sea la experiencia consciente en un nivel superior al de nuestro estado de sueño, se encuentra más allá de la secuencia del tiempo, así nos será posible entender un poco cómo una diferente noción del tiempo puede abrir el camino a la posibilidad de nuevas experiencias. En verdad, deberíamos más bien decir que una percepción interna del significado de otro punto de vista del tiempo, podría producir este resultado. Pero no podemos suponer que viene de un mero pensamiento teórico.

El que nos digan que el tiempo es una ilusión no sirve de nada ni a nosotros, ni a nadie, a menos que se haya ya captado un vislumbre de otra idea del tiempo. Pero uno bien puede darse cuenta de que nuestra conciencia ordinaria está bajo el dominio del tiempo y que gran parte de nuestra ansiedad y de nuestros temores es una cuestión de ‘tiempo’.