Nicoll Purificação

Maurice Nicoll — A FLECHA NO ALVO
Purificação (katharsis)

“Bienaventurado quien logre la noción de la divina sabiduría, infeliz del que en el corazón sólo lleva una tenue visión de los dioses.” (Empédocles, Frag. 132) Todo el propósito de la filosofía divina de la antigüedad, sobre la que influyó la enseñanza pitagórica, era la purificación y la desatadura, para que mente y corazón se reabriesen a verdades y realidades que pueden alcanzarse internamente y que la vida diaria obscurece. El alma ha caído de un estado bendito, de un estado de gloria en el que contemplaba las realidades eternas; ha caído en la corriente del tiempo, a un estado de medias realidades y a la confusión de los sentidos. De suerte que el significado de esta vida terrenal es, primero, despertar al auriga del alma. El propósito fundamental consiste en recuperar la visión sin la cual el alma muere. El método es la purificación (katharsis) y la desatadura (lysis). Pero esto no es para quienes piensan que ‘sólo existe lo que puedan tocar o tener en las manos.’

Los misterios órficos anteriores a Pitágoras parecen haber contenido la misma idea. Mas el entendimiento popular la tomó como una religión ordinaria que tenía sus festividades, sus ritos y sacrificios para quienes estaban en el Hades; daba una instrucción puramente ceremonial a los que se hallaban en las primeras etapas de enseñanza y entendimiento. Acerca de éstos se decía que ‘son muchos los que oyen la Palabra, pero pocos son Baco’. La misma idea y una conexión similar se expresa en el Nuevo Testamento. ‘Muchos son los llamados, pocos los elegidos.’ Esta notable interpretación del sentido de la vida, que tiene paralelismo con muchas fuentes antiguas, se apoya también en la doctrina de la evolución. El hombre puede evolucionar en un sentido preciso y hacia una meta también precisa, que algunos han alcanzado. De todos éstos, sólo unos cuantos han dejado sus instrucciones que, por lo general, se convirtieron en sistemas religiosos. Así fue como los filósofos griegos despreciaron los ritos órficos, pues consideraron que la filosofía era mucho más real para evitar que el alma volviese a encarnar en el tiempo, y para que retomase a la estrella a que pertenece. Y por filosofía significaron, ante todo, un estado de continua atención, punto que Platón pone tan en claro en la persona de Sócrates. Todos sus diálogos pueden tomarse como la descripción de un medio que empleaba la escuela a que perteneció Platón. Este sostenido esfuerzo de la mente iba acompañado de la katharsis y el lysis. Podemos entender el significado de lysis. El verbo del cual deriva el sustantivo quiere decir literalmente aflojar o desatar, y tiene un significado secundario importante, que es ‘rescatar’ o ‘redimir mediante un pago.’

A Sócrates siempre se le muestra desatando a los hombres de sí mismos, de sus opiniones prestadas, de su imaginación, de su presunción de que saben. Todo el mundo sufre y está enfermo de sí mismo, pero no puede advertirlo. Las gentes permanecen ignorantes porque creen que ya saben. “Podríamos trazar una línea que divida la ignorancia en dos mitades, una muy grande y muy mala… muy distinta de la otra… ¿Cuál es? Cuando una persona supone que sabe y no sabe. Parece que fuese ésta la gran fuente del error…” (Sofista, 229 A. C.) Librar a los hombres de su ilusión de conocimiento era uno de los aspectos de la desatadura que libra al alma. Este es un proceso doloroso y son muy pocos los que pueden soportarlo, porque requiere la acción de otro sobre la persona misma, en su psicología íntima, en el centro mismo de su amor propio y de su propia importancia.

Muchos se ofenden y hasta se enfurecen. Estas situaciones se mencionan más de una vez en los Evangelios. Las gentes casi siempre se sentían agraviadas por las palabras de Jesús: ‘Si fuereis ciegos, no habría en vosotros pecado: pero decís vemos, por tanto permanecéis en vuestros pecados.’ Así habló Jesús a los fariseos. El hombre no se encuentra a la altura de la evolución que la religión indica. Ni siquiera puede advertir la idea oculta en su lenguaje. Y no puede hacer los esfuerzos necesarios. Todo lo entiende equívocamente y, en el fondo, cree que una religión o un credo se limita a una adoración externa y que no pasa de ser una de las tantas convenciones sociales o políticas para que las gentes sean más morales o más obedientes. O bien considera que constituye una tenaz superstición. No pueden entender que trata de una psicología superior, de una psicología real, del próximo estado o nivel de vida en el hombre y de lo que hay que hacer, pensar, sentir, imitar y comprender para alcanzarlo. No echan de ver que toda verdadera religión no trata acerca de otro mundo, sino de otro hombre latente, pero aun no nacido, en todo hombre. Esta es la prueba que constituye toda religión. Pues ese otro hombre mora en un mundo de significado; y lo que expresa la parábola, la alegoría o la paradoja, lo dice de este hombre superior o del superhombre que hay en todo hombre. Por eso habla en parábolas, alegorías y paradojas. No hay modo de describir las transformaciones, los estados a que conduce y que pertenecen a un nivel superior. El lenguaje ordinario es, en sí mismo, un lenguaje que pertenece a un nivel inferior, al nivel de las cosas de los sentidos.