Ahora bien, ya que la Esencia desciende de un “plano superior” y por último se encierra en un cuerpo de sangre y carne, en el Hombre la octava ascendente debe existir en relación con este descenso. Aquí se sostiene la idea que la Esencia, por haber descendido, debe ser capaz de reascender — esto es, de desandar el camino de su descenso — . Si la Esencia reasciende y el centro de gravedad de la conciencia de un hombre y de su ser estuviesen verdaderamente en la Esencia en lugar de estar en la Personalidad, luego el reascenso de la Esencia sería asimismo el ascenso del hombre al nivel de su origen. Sería el viaje de retomo. Esa idea del “viaje de retorno” se menciona en varios lugares en la antigua literatura esotérica, como en el Himno de la Vestidura de Gloria en los escritos gnósticos, y hay obviamente una referencia en la parábola del Hijo Pródigo en los Evangelios (Lucas, XV 11-32). El Hijo Pródigo, que con toda probabilidad era un hombre que había satisfecho todos los deseos de su amor de sí y encontró que todo sabía a nada y nada era real — tal vez haya sido un multimillonario — es descrito como alguien que “vuelve en sí”. Se dio cuenta de una manera u otra que no seguía un buen rumbo y que había llegado al fin de las cosas. Todo carecía de sentido, como suele ocurrir cuando el único objeto de la vida es la satisfacción del amor de sí y sus ambiciones. Por eso dice, luego de haber vuelto en si: “Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, erré el blanco.” Así se levantó y se llegó a su padre. No quiere decir su padre terrenal. Su padre se regocija y dice: “Hagamos fiesta, porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.” Habrán de ver la significación de estas palabras, muerto y perdido. Cuando un hombre vuelve sobre sus pasos y, dejando a la Personalidad tras él, empieza a moverse en dirección a la Esencia, deja de estar muerto o perdido. Buscando el desarrollo de la Esencia por medio del hombre interno, y alejándose de las falsedades e insinceridades y profesiones hueras del hombre externo, empieza a estar vivo en lugar de estar muerto — interiormente, en espíritu — . Ya se da cuenta de lo que tiene que hacer, de lo que en él es espurio, de lo que tiene que observar y lograr que se vuelva cada vez más consciente y de aquello sobre lo cual debe trabajar, y de aquello de lo cual debe despojarse y dejarlo tras sí. Ya no está más perdido, andando a la deriva y sin meta alguna a través de los años. Ahora tiene un rumbo. Ha partido para un verdadero viaje. Es un viaje muy largo, pero no tardará en sentir que recibe ayuda. Por eso en la parábola se dice: “Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.” La frase “cuando aún estaba lejos” indica que el viaje desde la Personalidad a la Esencia es muy largo. La misericordia y el ser bien recibido señalan la ayuda. Ocurre como si el Trabajo estuviese hablando, y diciendo que cuando un hombre vuelve verdaderamente en sí — esto es, cuando se recuerda a si mismo y se reconoce — sabe que no es la persona que siempre pretendió ser, o aquella que ha tomado por sí mismo, y que ha seguido un rumbo equivocado y trata de mantenerse en él. Es curioso que esa parábola es llamada la del Hijo Pródigo. ¿De qué era pródigo? Algunas personas dicen seriamente que se refiere al dinero. Lo toman sensual, literalmente, e imaginan que fue usada por padres avaros que se alimentaban de algarrobas. Habrán notado que la palabra “Pródigo” no aparece en la parábola. Es en realidad una parábola acerca de un hombre que, por más que haya tenido éxito, descubre que la vida no le dio lo que esperaba y, al darse cuenta que debe tener otro origen que la vida, lo cual no tiene sentido tomado por sí mismo, y debe hacer otra cosa además de vivir, emprende el camino para librarse de toda la falsedad que la vida y sus modalidades han depositado en él, y despojarse de todas las actitudes que su vanidad y sus ilusiones sobre sí mismo han forjado en él. Es en realidad una parábola acerca del retorno al origen de uno mismo — no el retomo a la madre, sino a algo que está más allá y es diferente — . El hombre ha descubierto su verdadero origen. Ha descubierto la Esencia. Toda su vida emocional empieza a cambiar. Se ha asido de la cuerda que cuelga por encima de su cabeza — no porque le hayan hablado de ella, sino saltando él mismo, mediante un esfuerzo que le es propio, por medio de un acto interior de su hombre interior — . En relación con esta comprensión de nuestro origen vertical, que es distinto de nuestro origen temporal, y el resultante reconocimiento de uno mismo, daré algunas citas, sin comentario alguno. Cristo dijo: “No llaméis padre vuestro a nadie en la tierra” (Mateo, XXIII, 9). Cuando su madre le habla del milagro del agua convertida en vino, le dice: “¿Qué tienes conmigo, mujer?” (Juan, II, 4). En otro lugar dice: “¿No sabéis que vosotros todos sois hijos de Dios?” Daré un breve extracto de la Literatura Hermética (Hermética, Libro 1). El autor se refiere al Creador estableciendo los ciclos de nacimiento y muerte de todos los seres vivientes que tienen lugar en la tierra, incluso el del Hombre. Pero el Hombre es diferente de todo el resto de la Vida Orgánica — acerca de la cual hablaremos dentro de un momento — . El Hombre tiene dentro de sí algo más que los animales y esto tiene que llegar a saberlo. Tiene mente sobre y por encima de los sentidos. COMENTARIOS VOLUMEN V Great Amwell House, 16 de febrero de 1952