María

Subrayemos antes que nada la ignorancia casi total de los cristianos y su incomprensión fundamental hacia uno de los más grandes Misterios del cristianismo y hacia el papel irremplazable de la Virgen en la «vida espiritual». Ciertamente la «devoción» a María, su lugar en la Liturgia y la intuición de los grandes místicos deberían de ser suficientes para las almas de «buena voluntad». Pero hoy en día, más que nunca, se evita hablar de eso, sin duda para no molestar a nuestros «hermanos separados», y los partidarios de la «desmitificación» se hallan en condiciones favorables para tratar el comienzo del Evangelio según San Lucas con el desprecio que ya sabemos. Podríamos decir que en este punto Satán a obtenido una victoria aplastante. 8 Abbé Henri Stéphane: EL MISTERIO DE LA VIRGEN MARÍA

Pobreza y Caridad, decíamos más arriba, deben de ser «realizadas», no solamente a nivel moral o sicológico, sino en una forma de alguna manera ontológica o existencial. Es decir que estas virtudes – se podría decir otro tanto de la castidad – aun situándose necesariamente a nivel sicológico o humano para los «debutantes», deben de ser constantemente referidas a su Prototipo celeste o a su Arquetipo principal in divinis, es decir a la Theotokos, sin olvidar que nuestra condición actual exige una «mediación», a ejemplo del Verbo Encarnado, y que esta mediación es colmada por la Virgen María. 12 Abbé Henri Stéphane: EL MISTERIO DE LA VIRGEN MARÍA

Sin duda la «síntesis» entre los dogmas como la Inmaculada Concepción, la Maternidad divina, la Virginidad perfecta y perpetua y la Asunción de María, supone una exposición metafísica preliminar, pero el dogma debe de ser suficiente para la inteligencia clarificada por la Fe y purificada por la Gracia: santa Bernadette y santa Teresa de Lisieux nunca han hecho metafísica. 14 Abbé Henri Stéphane: EL MISTERIO DE LA VIRGEN MARÍA

Nos contentaremos entonces con decir aquí lo siguiente: la vida espiritual consiste esencialmente en hacer la Voluntad del Padre. Ahora bien el Padre no tiene otra Voluntad que la de engendrar el Hijo Unico, en el seno de la Trinidad por una parte, y en el seno de María por la operación del Espíritu Santo, por la otra (Trinidad y Encarnación). En consecuencia el alma cristiana no tiene nada más que hacer que realizar existencialmente el estado marial para que el Padre engendre en ella a su propio Hijo. 16 Abbé Henri Stéphane: EL MISTERIO DE LA VIRGEN MARÍA

Este «renacimiento espiritual», como todo nacimiento, implica un doble principio que se traducirá en lenguaje teológico por la doble «mediación» de Cristo y de la Virgen. Cristo símbolo del elemento activo de la regeneración será la «fuente de todas las gracias»; María símbolo del elemento pasivo de la regeneración, será la «distribuidora de todas las gracias». Todo se explica. Se explican también los textos de la Sabiduría en el Oficio de la Virgen [NA: Ver sobre todo Eclesiastico (Siracida), XXIV, 14-16; Proverbios, VIII, 22-31, y Sabiduría, VII, 22-30.]: la sabiduría de la que se trata, es la Sabiduría increada, el Verbo Creador (no considerado en sus relaciones con el Padre en la Trinidad) considerado como Principio no manifestado de la creación (Principio masculino): surgida de la Boca del Altísimo, la Sabiduría busca un lugar de reposo recorriendo el circulo del Cielo y las profundidades del abismo; este lugar de reposo, es la «Sede de la Sabiduría». Ella lo encuentra –según orden del Creador– en Israel: es la Virgen, símbolo del elemento pasivo no manifestado a la cual se une el Verbo en la Encarnación. 37 Abbé Henri Stéphane: DE IMMACULATA CONCEPTIONE

¿Cómo se puede remediar este estado de cosas? ¿Cómo llegar a estructurar sólidamente una dogmática de la Virgen susceptible de proporcionar al mismo tiempo una base indiscutible a la espiritualidad tanto colectiva como individual? ¿Cómo hacer comprender, por ejemplo, que la Iglesia divinamente inspirada haya utilizado los textos de la Sabiduría para componer la liturgia marial, que haya definido los dogmas como a Inmaculada Concepción y la Asunción, que haya puesto en labios de sus fieles una oración «angélica» como el Ave María, recomiende el rosario, etc.? 47 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA VIRGEN

En el proceso inverso de retorno de lo manifestado a lo no-manifestado, por tanto, en el misterio de la Redención o de la regeneración espiritual, tendremos entonces la pareja Espíritu Santo-Virgen María, o más particularmente Cristo-Iglesia, o también Nuevo Adán-Nueva Eva, pareja que preside el «nuevo nacimiento», como la pareja Adán-Eva se encuentra en el principio del nacimiento ordinario. Se ve aparecer aquí claramente el papel de la Virgen como «corredentora», «mediadora de todas las gracias» o «madre de los hombres»: Ecce mater tua [NA: «He aquí a tu madre», palabras de Cristo en la cruz dirigidas a San Juan. Sobre el papel de san Juan en relación con María, véase J. Tourniac, Symbolismo maçonique ete Tradition chrétienne, un itinéraire spirituel d´Israel au Christ, partes II, «Les deux Saint Jean», y III, «Art royal et art spirituel».]. Estas palabras pronunciadas por Cristo en la Cruz deben considerarse a la luz del papel análogo de la Iglesia-Madre, igualmente mediadora de todas las gracias; en efecto, pocos instantes después de que estas palabras fueran pronunciadas, salió agua del costado de Cristo cuando lo atravesó la lanza del centurión Longinos. Los Padres de la Iglesia coinciden en ver en este acontecimiento el nacimiento de la Iglesia: «Esposa sagrada salida del costado de Cristo dormido, como Eva había salido del costado de Adán dormido»; ahora bien esta agua, «el agua viva» prometida por Jesús a la samaritana (Jn 4,14), no es otra que el agua del bautismo, el baño de la regeneración, que se identifica con las aguas del Génesis «sobre las que se movía el Espíritu», y finalmente con la Virgen de la Anunciación al a que el Angel dijo: «el espíritu de Dios te cubrirá con su sombra». Existe pues una especia de ecuación o identidad ontológica entre estos diferentes aspectos del simbolismo del agua: María sustancia plástica universal, materia prima, mater, aguas primordiales, agua salida del costado de Cristo, aguas del bautismo, baño de la regeneración, Iglesia-Madre, lugar de la regeneración, Esposa sagrada salida del costado de Cristo, nueva Eva; todo esto, repetimos, no son más que aspectos de una misma realidad ontológica a diferentes niveles o desde diferentes puntos de vista. Por último, las palabras de Cristo a Nicodemo: «El que no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios» (Jn 3,5), ilustran todo lo que acabamos de exponer. 69 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA VIRGEN

Este método es la oración en el sentido espiritual que vamos a definir brevemente. No se trata de «pedir» alguna cosa para sí o para otro, sino de crear en el alma un estado de sumisión total y de plasticidad ontológica. Esta oración espiritual es una «vibración» que armoniza el alma con las cualidades de la Virgen. Recitando el Ave María, el alma se aplica a sí misma las palabras del ángel a María, y la repetición casi indefinida, o el ritmo, del rosario engendra esta vibración que transforma el alma en su prototipo virginal. De paso diremos que el carácter propiamente técnico de la oración espiritual que acabamos de considerar, la relaciona con la «oración de Jesús» utilizada en la Iglesia de Oriente, así como con métodos análogos que se encuentran en otros lugares y que se basan todos en la invocación de un Nombre divino, pero no hay lugar para desarrollar ahora este tipo de consideraciones. Nos bastará con señalar que el Ave María contiene, como joyas incrustadas, los nombres de Jesús y de María. A este respecto, no carece de interés indicar que estos dos nombres no figuraban en el saludo del ángel a María y que han sido añadidos por la Iglesia. [NA: Las razones profundas que justifican este hecho son demasiado sutiles para que intentemos explicarlas aquí, pero hay una «sugerencia» para la aceptación del papel de los Nombres divinos de Jesús y María en el método contemplativo que nos ocupa.] 75 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA VIRGEN

La utilización del Ave María –o del Rosario– en tanto que oración espiritual aparece como medio susceptible de crear en el alma esta receptividad a la gracia: es la aplicación al microcosmo humano del Fiat Lux cosmogónico del Génesis que viene a «organizar el caos», o del misterio de la Encarnación, descendiendo el Verbo, Luz del mundo, al seno virginal de María para engendrar en él a Cristo. Según la primera perspectiva, el alma humana, en su estado de caída o de «separatividad», es un caos caracterizado por el endurecimiento, la dispersión, la torpeza, la distracción, la fealdad, etc., siendo todo ello contrario a las virtudes espirituales de pureza, bondad y humildad de la sustancia primordial. 77 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA VIRGEN

Según la segunda perspectiva, el alma humana debe identificarse con el seno virginal de María para convertirse en el «lugar» de la generación del Verbo. Según el Maestro Eckhart –y según toda la tradición específicamente cristiana y la concepción trinitaria de la Divinidad– la Voluntad del Padre es engendrar eternamente al Hijo, no teniendo ninguna otra voluntad. Este «nacimiento eterno» del Hijo se produce entonces fuera del tiempo y del espacio en este «lugar» que es la Virgen; es la misma generación del Hijo la que se produce en María por obra del Espíritu Santo en el misterio de la Encarnación que es a la vez temporal e intemporal. Es también la misma generación del Hijo la que debe producirse en la Iglesia –y en cada alma– y ello también en el tiempo y fuera del tiempo. Por consiguiente, es en la medida en que el alma se identifica con la Virgen cuando se realiza en ella el misterio de la Encarnación; es preciso, por tanto, que el alma se vuelva «intemporal». 79 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA VIRGEN

La recitación de las palabras del Ave María produce y realiza en el alma las «cualidades» de la Sustancia primordial y el «contenido» del misterio de la Encarnación: Ave María – Al saludar a María, el alma reconoce la misteriosa belleza de la sustancia primordial y de sus diversas «cualidades», es decir, se identifica misteriosamente con lo que nunca ha dejado de ser eternamente en Dios, si no es por la «ilusión separativa» de la «caída». — Gratia Plena – La Sustancia primordial no debe sus «cualidades» más que a esta «gracia» que hace de ella la Inmaculada Concepción. — Dominus Tecum – El Verbo está constantemente en comunicación con la sustancia, que, sin él, no tendría realidad alguna. — Benedicta tu in mulieribus – Entre todas las sustancias «microcósmicas», la sustancia universal es llamada buena, bella, etc. — Et benedictus fructus ventris tui, Jesus – Jesús que es la Bendición y que, según las apariencias, nace de la Virgen, es llamado «ser bendito»; sin embargo, no es el Verbo eterno quien en realidad nace de la sustancia, sino ésta, y con ella todas las sustancias «separadas» las que mueren en el Verbo y resucitan en él: es el misterio de la Asunción de María. 81 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA VIRGEN

La palabra «rosario» (chapelet, en el original francés), que significa «pequeño sombrero» (petit chapeau), designaba primitivamente una corona de rosas que se llevaba sobre la cabeza en ciertas procesiones en honor a la Santa Virgen; a continuación se deshojaban las rosas de este rosario, recitando el Ave María. 115 Abbé Henri Stéphane: Homilía sobre el Rosario

Esta corona –cuya palabra latina «corona» traduce la palabra «chapelet» (rosario)– evoca en el Apocalipsis «la mujer revestida de Sol, la Luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas en su cabeza» (XII, 1). Evoca también la corona de espinas puesta sobre la cabeza de Jesús en el momento de la Pasión, ya que, podríamos decir, no hay rosas sin espinas, y no hay que separar la Rosa de la Cruz (cf. El símbolo de la Rosa-Cruz). A continuación la Liturgia compara la Virgen María con una Rosa plantada al borde de las aguas «quasi rosa plantata super rivos aquarum» (capítulo de Vísperas del 7 de Octubre) y en fin las letanías de la Santa Virgen la invocan bajo el nombre de «Rosa Mística». 117 Abbé Henri Stéphane: Homilía sobre el Rosario

Nosotros nos limitaremos hoy al significado esencial de la Rosa que nos mostrará hasta que punto ella conviene en tanto que símbolo de la Virgen. Como no importa que flor, la Rosa es una copa o un cáliz, en definitiva un receptáculo destinado a recibir las influencias celestes, como el seno virginal de María que recibe el Verbo divino o el Espíritu Santo, y en el cual se desparrama el Verbo encarnado, es decir el Niño Jesús. Estas dos ideas de receptáculo y de expansión se encuentran en otras figuraciones. La copa es entonces asociada a la lanza, que recuerda a la lanza del centurión Longin (de la leyenda del Grial) atravesando el costado de Cristo por donde surgieron la sangre y el agua. En ciertas imágenes, las gotas de sangre caen de la lanza misma en la copa, y en otras representaciones la sangre, extendiéndose por tierra, da nacimiento a una flor. Así sobre una custodia del siglo XIII de la catedral de Angers, se ve también la sangre divina, corriendo en arroyos, extenderse bajo la forma de rosas. En fin en un dibujo se ve la rosa situada al pié de una lanza colocada verticalmente a lo largo de la cual llueven gotas de sangre. 119 Abbé Henri Stéphane: Homilía sobre el Rosario

En la revelación vetero-testamentaria, la Sabiduría está interpretada tradicionalmente como siendo a la vez el prototipo del Logos y el de la Theotokos (Madre de Dios), mostrando de esta manera que los dos son inseparables. Así, cronológicamente, es la Sabiduría indiferenciada la que aparece la primera; a continuación aparecen sucesivamente la Virgen María y el Verbo encarnado por la operación del Espíritu Santo. 130 Abbé Henri Stéphane: SOPHIA o de la SABIDURIA

Es en ese contexto «sofiánico» donde se inscribe la Oración. Lejos de ser una simple petición, la Plegaria, «elevación del alma hacia Dios» (según el catecismo más elemental), es participación en la Asunción de la Virgen; la actitud que le conviene es la del Orante, de la Deisis (suplicación). Ella es «oración», es decir «receptividad» del alma-virgen que se abre a la acción del Espíritu: Os meum aperui et attraxi spiritum, ya que «nosotros no sabemos lo que debemos pedir a Dios en nuestras plegarias, pero el Espíritu mismo ora por nosotros con gemidos inefables diciendo: ¡Abba, Padre!». De esta manera el alma participa en la «maternidad hipostática» del Espíritu Santo y en la Circumincesión de las Tres personas; en fin, la Oración es Invocación, y la boca, después de haber recibido el Logos en la Comunión como la Theotokos en su seno virginal, profiere el Verbo por la Invocación del Nombre divino, a ejemplo de María alumbrando a Jesús, y del Padre engendrando el Hijo único. 140 Abbé Henri Stéphane: SOPHIA o de la SABIDURIA

En esta perspectiva «asuncionista», el cuerpo de la Virgen es en si mismo «asumido» por los Angeles (assumpta est in coelis) [NA: María es «asumida» en los Cielos. (Liturgia de la Asunción)]; el Corpus natum [NA: El «Cuerpo nacido» de la Virgen.] está ya glorificado, como lo manifiesta el acontecimiento de la Transfiguración, prefiguración de la Resurrección y de la Ascensión, y origen de la Luz thabórica ]NA: La luz que los Apóstoles han contemplado en el monte Thabor durante la Transfiguración.] que irradia a través del Icono. En cuanto al «Cuerpo eucarístico», es a la vez el «Pan vivo descendido del Cielo» y el pan que Jesús tomo en sus «santas y venerables manos» ]NA: Canon de la misa romana.], diciendo «Este es mi Cuerpo»; y así «transubstanciado», pero no transfigurado por la Luz Thabórica, este pan se vuelve el Panis angelicus [NA: El «pan de los ángeles»; esta expresión tiene un doble significado. Por una parte, el Verbo divino es el «verdadero pan de los ángeles» que «se alimentan» directamente de él en el Cielo, y el mismo prodigio tiene lugar en la tierra gracias a la Eucaristía; por otra parte, después de la transubstanciación del pan y del vino, los accidentes (forma, color, sabor) subsisten como «cualidades puras» a la manera de los Angeles y gravitan como ellos alrededor de la substancia divina. Cf. Summa Theologica, III,q. 77, a.1.], y las santas especies, permanecen incambiadas según las apariencias, adheridas a la Substancia del Cuerpo de Cristo modo angélico [NA: «De una manera angélica», ver la nota precedente.]. 150 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA ASUNCIÓN

«Nadie ha subido al Cielo, si no es Aquel que ha descendido del Cielo» (Juan III, 13). El Panis angelicus, que es el pan transubstanciado [NA: Transubstanciación: doctrina relativa a la Eucaristía: la substancia del pan cambien el la del Cuerpo de Cristo, la substancia del vino en la de la Sangre de Cristo, mientras que los accidentes, es decir las apariencias, permanecen.] por la Palabra, es el Pan vivo que ha descendido del Cielo, y que ha subido al Cielo modo angélico, asumido por los Angeles, como María. 152 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA ASUNCIÓN

No se puede comprender el Misterio de María más que refiriéndolo al Misterio de la Santísima Trinidad. En la aparición de Pontmain, la Virgen aparece en medio de tres estrellas fijas, figurando el triángulo trinitario. 164 Abbé Henri Stéphane: TEMAS DE MEDITACIÓN SOBRE MARÍA

así se establece una especie de complementarismo entre el Nacimiento eterno del Verbo y el nacimiento virginal de Jesús, Hijo de Dios: María es verdaderamente la Theotokos, la Madre de Dios. Desde esta consideración, ella es necesariamente Virgen. Ella es la «muy pura», la «muy bella» –tota pulchra est– ella es «bendita entre todas las mujeres», la Mujer eterna restituida en su virginidad maternal. 168 Abbé Henri Stéphane: TEMAS DE MEDITACIÓN SOBRE MARÍA

Toda la humanidad en la Virgen da a luz a Dios, y es por eso que María es la nueva Eva, la Vida nueva [NA: Eva, en hebreo, significa «vida».]. Esta manera de ver está confirmada por el Evangelio: «Alguien dijo a Jesús: He aquí tu madre y tus hermanos que quieren hablarte. Jesús le respondió: ¿Quién es mi madre y quienes son mis hermanos? Y extendiendo la mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí a mi madre y mis hermanos. Porque quienquiera que haga la voluntad de mi Padre que está en los Cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre» (Mat. XII, 46-50). 172 Abbé Henri Stéphane: TEMAS DE MEDITACIÓN SOBRE MARÍA

El misterio de la Iglesia se expresa en la perfección divina de Cristo y en la perfección humana de María: 178 Abbé Henri Stéphane: TEMAS DE MEDITACIÓN SOBRE MARÍA

«Cantemos fieles, la Gloria del Universo, la Puerta del Cielo, la Virgen María, flor de la raza humana y generadora de Dios… » 180 Abbé Henri Stéphane: TEMAS DE MEDITACIÓN SOBRE MARÍA

En la representación latina, las tres Hipóstasis están situadas en el mismo plano ontológico y de alguna manera horizontal; se las puede mirar como «determinaciones» particulares de la Esencia [NA: Lo que funda el ser de la cosa; aquello por lo cual una cosa es lo que es (id quio res est id quod est)] divina. El Padre es un «terminus a quo» (punto de partida) – en sentido escolástico – y el Hijo un «terminus ad quem» (punto de llegada), y ocurre lo mismo con el Espíritu Santo. La transposición metafísica, que desemboca en la primera interpretación de F. Schuon, opera un enderezamiento vertical: «La perspectiva “vertical” (Sobre-Ser, Ser, Existencia) ve las Hipóstasis como “descendentes” de la Unidad o del Absoluto; o de la Esencia, si se quiere, los grados de la Realidad». Se trata entonces de “determinaciones” de lo Indeterminado, determinaciones evidentemente principales, puesto que a este nivel no se sabría “salir” del Principio. El Ser, según René Guénon, es la primera determinación del No-Ser [NA: El «No-Ser» en el sentido guenoniano corresponde al «Sobre-Ser» de Schuon, del que se ha hablado más arriba.]. Esta determinación corresponde al Hijo, primera «determinación» del Padre. En cuanto a la Existencia, debe ser considerada evidentemente en su realidad principal; se identifica entonces con Mâyâ [NA: La Shakti o potencia de Brahman. La noción de Mâyâ es muy compleja; se traduce a menudo por «ilusión cósmica», pero ese no es más que uno de los aspectos de Mâyâ, que es también el «Juego Divino» y la «Posibilidad Universal».] o la «Posibilidad universal»; es Mâyâ, en tanto que Theotokos [NA: Madre de Dios, «la que alumbra a Dios»; título dado a la Virgen María en el 431 por el concilio de Efeso.], la que permite a Dios «existir», y es también el Espíritu Santo el que «revela» el Padre y el Hijo a ellos mismos. 212 Abbé Henri Stéphane: INTERPRETACIÓN METAFÍSICA DE LA TRINIDAD

Esta cuestión implica todavía otro aspecto que es el problema delicado de «hechos sagrados» como la virginidad de María, la resurrección de Cristo, su ascensión gloriosa, etc. Los racionalistas, que, por definición, no creen en lo sobrenatural, se ven reducidos a dar explicaciones lamentables de los Evangelios. Si se mantiene que la resurrección de Cristo es un «hecho histórico» para evitar contemplarla como una ficción, conviene sin embargo no ponerla en el mismo plano que un accidente de coche o la batalla de Austerlitz. 257 Abbé Henri Stéphane: EL SENTIDO DE LO SAGRADO

D. ¿Cómo puede el Espíritu Santo realizar esa obra en el alma que no está todavía purificada para que su operación verdadera, la Encarnación del Verbo, pueda realizarse ahí a continuación? — M. Esta cuestión es absurda. No hay más que una operación del Espíritu Santo, pero se puede dialécticamente distinguir dos aspectos o dos fases: una fase de purificación y una fase de transfiguración, pero estas dos fases no son distintas más que desde nuestro punto de vista; en la realidad Una, el Verbo no cesa de encarnarse en la Virgen, el Intelecto no cesa de transfigurar la Substancia: María es Inmaculada en su Concepción, su Virginidad es eterna, su Asunción está fuera del tiempo. 373 Abbé Henri Stéphane: DIALOGO SOBRE LA ORACIÓN

D. ¿Cómo debemos orar? ¿Cómo el Espíritu ora en nosotros? — M. Pronunciando los Nombres divinos de Jesús y de María. El Espíritu realiza en nosotros el Misterio de la Encarnación y de la Transfiguración, de la Purificación y de la Iluminación. Diciendo «María» el alma se identifica con la Substancia primordial siempre virgen; diciendo «Jesús», el Verbo-Intelecto se encarna ahí y la transfigura. Y todo esto es la ora del Espíritu Santo. 379 Abbé Henri Stéphane: DIALOGO SOBRE LA ORACIÓN

Discernimiento e identidad son los dos polos de la Vía espiritual. La invocación «Jesús-María» (o «Mani-padmé» o «lâ ilaha illâ´Llâh») (La primera fórmula es un mantra fundamental del budismo: Om mani padme hum, «¡Salud a la Joya en el Loto!». La segunda es la Shahâdah, fórmula fundamental de la fe islámica: «No hay más dios (o realidad) si no es Dios (o la Realidad)») comporta estos dos aspectos: la distinción Jesús-María corresponde al discernimiento entre lo Real y lo Irreal (Âtma y Mâyâ) y el carácter ilusorio de Mâyâ subraya la identidad de Âtmâ a través de todos los estados del ser, la reintegración de la multiplicidad en la Unidad, la «recapitulación de todas las cosas en Jesucristo». Pero esta reintegración supone la perfecta disponibilidad de Mâyâ, la pobreza de espíritu tal como la hemos visto más arriba, la sumisión de María con relación al Verbo divino, la «virginidad del alma» del «Profeta iletrado», la indiferenciación primordial de Prakriti frente a Purusha o de la Tabla guardada frente al Cálamo supremo (Tabla guardada (al-Lûh al mahf^z) corresponde al Alma universal (an-Nafs al-kulliya); es sobre ella que se escriben todos los «destinos» de la creación por el Calamo supremo, que a su vez corresponde al Intelecto primero o al Espíritu, siendo la primera creatura de Dios, la que escribe la creación en la Tabla guardada.). La repetición indefinida del mantra –la oración perpetua– determina una «vibración» que se repercute a través de la serie indefinida de los estados del ser, o a través de los «tres mundos» o los tres estados de vigilia, de sueño con sueños, y de sueño profundo, permitiendo así la actualización, en las diversas modalidades del ser humano, de la presencia de Brahma, lo único Real, el «Uno sin segundo», o, equivalentemente, la liberación de Âtmâ de los obstáculos sicológicos y fisiológicos del «yo» o de las sobreimposiciones de la mente. 511 Abbé Henri Stéphane: EL SI-MISMO

Todo lo que precede se aplica igualmente al punto de vista «microcósmico», es decir, al nacimiento del Verbo en el alma. La Virgen representa entonces al alma en estado de gracia. Desde un punto de vista pasivo, el alma debe identificarse a la Virgen realizando las perfecciones mariales, para que el Verbo pueda encarnarse como en el seno virginal de María, esposa del Espíritu Santo; desde un punto de vista activo, el alma se identifica a la Virgen Madre. El primer aspecto se refiere a la Comunión del alma recibiendo al Cristo, el segundo a la Invocación del Nombre de Jesús: el alma profiere el Verbo como la Virgen da a luz a Cristo bajo la acción del Espíritu Santo, generador supremo. Es aquí donde interviene San José, así como el asno y el buey. San José simboliza la presencia invisible del Maestro espiritual en la invocación, siendo éste el Espíritu Santo; el buey representa al «guardián del santuario», es decir, el espíritu de sumisión, de fidelidad, de perseverancia y el esfuerzo de concentración; el asno, animal «profano», es el testigo «satánico» en la invocación, representando el espíritu de insumisión y de disipación. 522 Abbé Henri Stéphane: EL SIMBOLISMO DEL BELEN

En el más alto nivel, se puede decir de una cierta manera que todo está claro: la Theotokos, siempre Virgen, entra de golpe en la «Comunión del Padre», o en la «Circumincesión de las Tres Personas». El dogma de la Asunción deviene, de alguna manera, una «evidencia metafísica». En verdad, la Theotokos no ha cesado nunca de estar eternamente en Dios (cf. a este respecto los textos de la Sabiduría aplicados a María). El misterio de la Encarnación no es otro que la manifestación –Epifanía– de esta realidad en un momento dado de la historia. 559 Abbé Henri Stéphane: SOBRE EL MEDIADOR

En esta perspectiva esencialmente espiritual o mística, nos hemos podido dar cuenta ya de que el Mediador es inseparable de la Theotokos. Sin ella, su papel es ininteligible, y aquellos que no la reconocen no pueden sino perderse. Como ella es el Prototipo de la Iglesia, el papel de esta será el de conformarse a su modelo. Ahora bien, la Theotokos es a la vez Esposa, Virgen y Madre. Lo mismo que Jesús nace de una Virgen, el «Cristo total» nace de la Iglesia. Se puede decir que la Iglesia es el Cuerpo místico de Cristo, al cual cada nuevo miembro es incorporado por el bautismo, pero se puede decir también que cada cristiano, en tanto que precisamente pertenece a la Iglesia, engendra el Cristo, a ejemplo de la Theotokos, por la operación del Espíritu Santo. Así, paradójicamente, el cristiano puede ser considerado como «hijo de la Virgen» (ecce mater tua) («He aquí a tu madre», palabras de Cristo en la cruz.), «hermano de Cristo», «hijo de Dios y de la Iglesia», pero también como «madre de Cristo» (Esto aparece claramente en Mateo, XII, 50: «Quienquiera que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, y mi hermana y mi madre». Ahora bien, dice el Maestro Eckhart, «el Padre no tiene más que una voluntad, es la de engendrar al Hijo único». Es entonces in divinis, el nacimiento eterno, prototipo o arquetipo del nacimiento virginal de Cristo en la Theotokos, en la Iglesia y en el alma de cada fiel.), lo que implica inmediatamente que él realice efectivamente –y no de una manera puramente moral o ideal– la Virginidad esencial de María (Sofrosuna) (Sofrosuna: palabra griega que significa «estado sano del espíritu o del corazón», e igualmente la «moderación de los deseos» (Platón, Banquete), la temperancia y la sabiduría. En le Iglesia de Oriente, esta palabra designa la castidad de los ascetas.), con las «virtudes espirituales» –y no solamente morales– de la Virgen: humildad, caridad, sumisión, receptividad perfecta, abnegación del ego, pobreza espiritual (cf. las Beatitudes), infancia espiritual, pureza, desapego, fervor, paz, «violencia» contra los enemigos del alma y contra las potencias tenebrosas etc. 563 Abbé Henri Stéphane: SOBRE EL MEDIADOR

Cuando la individualidad humana se ha borrado – misterio de la humildad – hasta el punto de realizar la perfecta virginidad de María, entonces solamente una tal individualidad transfigurada es mi prójimo, y yo soy su prójimo, habiendo realizado uno y el otro la «proximidad divina» que es el misterium caritatis. Pero entonces, ya no es más el individuo X el que da la limosna al individuo Y: es Dios que da Dios a Dios. 728 Abbé Henri Stéphane: REFLEXIONES SOBRE LA CARIDAD

Terminaremos con algunas consideraciones sobre la realización del misterium caritatis con relación al prójimo en su «modelo» histórico: el misterio de la Visitación de María a su prima Isabel, y este relato servirá de ilustración a todo lo que acabamos de decir. 734 Abbé Henri Stéphane: REFLEXIONES SOBRE LA CARIDAD

El Misterio de la Anunciación acababa de realizarse en María, y el misterium caritatis exigía que fuese comunicado al «prójimo» figurado aquí por Isabel. Dice el Evangelio «En aquellos días se puso María en camino y con presteza fue a la montaña, a una ciudad de Judá, y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Así que oyó Isabel el saludo de María, exultó el niño en su seno, e Isabel se llenó del Espíritu Santo» (Luc I, 39-42). No se puede describir mejor el contenido esencial del misterium caritatis: María, portadora del Verbo encarnado, saludó a Isabel que fue colmada del Espíritu Santo. Tal es el «Don de Dios» a Isabel, a través de María. En respuesta, Isabel colmada del Espíritu Santo, rinde honor a María: «Bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre» (Luc I, 42) 736 Abbé Henri Stéphane: REFLEXIONES SOBRE LA CARIDAD

Este episodio evangélico «encarna» en el plano humano el misterium caritatis con relación al prójimo: se trata en definitiva, que siguiendo el ejemplo de María, el alma Virgen y portadora del Verbo haga estremecerse en el seno del otro al niño Juan el Bautista, es decir el Precursor que reconoce a Cristo, y que a continuación de este «reconocimiento», el alma del prójimo queda llena del Espíritu Santo. 738 Abbé Henri Stéphane: REFLEXIONES SOBRE LA CARIDAD

Es evidente que la «colectividad» de que se trata no tiene nada en común con un grupo humano cualquiera, unido solamente por algún lazo natural, por algún interés material o por algunos sentimientos filantrópicos; se trata aquí de la «santa plebe» de Dios, del «pueblo elegido» que ha escapado de las tinieblas de Egipto a través de las aguas del Mar Rojo, y que es el verdadero Israel regenerado por las aguas del bautismo. Extraída así del dominio de Satán, la Asamblea de los Santos aparece como una realidad «única», incomparable, gloriosa e inmaculada: es la única Esposa del Verbo divino. El bautismo, que es la iniciación del neófito, aparece entonces como una «incorporación» que le «injerta» en el Cuerpo Místico, y si la Confirmación es su complemento, la Eucaristía es su acabamiento, su culminación, su asimilación. El fiel deberá entonces perder su individualidad propia realizando en él los rasgos de la Esposa Única, es decir, las virtudes «mariales» o la perfecta virginidad de María, prototipo de la Iglesia. 868 Abbé Henri Stéphane: CONSIDERACIONES SOBRE LA MISA

Ahora bien, si abro el Génesis, si mi inteligencia no está oscurecida por las elucubraciones de la ciencia o de la filosofía profana, aprendo de la teología – y no de la historia o de la ciencia – aprendo que Dios a creado el Cielo y la Tierra, que el Espíritu de Dios se movía por la superficie de las Aguas, que el hombre a sido hecho a “imagen de Dios”, que el hombre a sido creado “varón y hembra”, que mi padre se llamaba Adam y que mi madre Eva, pero que después de haber probado del Arbol de la ciencia del Bien y del Mal, todo fué puesto en duda. Si continúo leyendo la sagrada escritura – saltando hasta lo más importante – y si yo añado los comentarios de la Tradición y de los Padres, aprendo que “Adam” no era mas que la figura de Cristo, el Nuevo Adam, y que “Eva” no era mas que la figura de la Virgen María o de la Iglesia Virgen y Madre, la Nueva Eva. Aprendo también que la Nueva Eva, la Iglesia, la Sagrada Esposa, salió de la costilla del Cristo dormido en la muerte, en el momento en el que el centurión Longin atravesó con su lanza el costado del Crucificado, exactamente como Eva salió de la costilla de Adam dormido; aprendo además que el agua salida del costado de Cristo no es otra que el agua del bautismo, el agua de la “regeneración”, la misma que las Aguas del Génesis en las que se movía el Espíritu de Dios… ¡y aprendo todavía muchas más cosas! ¡Que lejos estamos del lagarto! 976 Abbé Henri Stéphane: A PROPOSITO DE LA EVOLUCIÓN