NOETON = INTELIGÍVEL
VIDE: noûs; noema; noesis; eidos; idea; arquétipo; mundo inteligível; Vocabulário de Platão; Termos Filosóficos Gregos
Aquilo que é pensado pela inteligência (noûs).
ESPIRITUAL O INTELIGIBLE (noeton): todo lo que se refiere al intelecto (noûs), entendido como suprema facultad espiritual del hombre y visto como el núcleo más profundo del alma. Es por ello que nos pareció mejor traducir como “espiritual” antes que “inteligible,” ya que esta última palabra — aunque sea más exacta -, tiene un matiz más bien intelectual y abstracto, desviando a veces el sentido respecto a estos discursos. (InterText)
Dicionário Internacional de Teologia do Novo Testamento de Coenen & Brown
O adjetivo verbal “noetos” é atestado desde o tempo de Parmenides, e significa “inteligível”. O antônimo “anoetos” (dos pré-socráticos), “ininteligível”, “inimaginável”. Platão fala de “noemata … anoeta”, “pensamentos ininteligíveis, impensáveis”. “anoetos” também significa “insensato”, “estulto”, e indica uma falta de entendimento e juízo. Os “anoetoi” não ficam longe dos “kakoi” e “poneroi”, os “maus”.
No NT o anoetos é o homem a quem falta entendimento, conhecimentos, instrução, discernimento espiritual; é o estulto, o posto do “sophos”, “sábio”. A insensatez consiste na deficiência de compreensão espiritual da boa vontade de Deus.
Pierre Gordon: Gordon Cosmo Real
Henry Corbin: Corbin Ibn Arabi
De nuevo somos remitidos a la misma figura cuyas recurrencias hemos constatado no sólo en la teosofía mística sino también entre los filósofos, cuando, a través de los problemas de la noética, la figura de la «Inteligencia agente» aparece como Ángel del Conocimiento y la Revelación, es decir, el Espíritu Santo (según la propia Revelación coránica, que identifica a Gabriel, el Ángel de la Anunciación, con el Espíritu Santo). Hemos puesto de relieve las implicaciones existenciales de las soluciones aportadas al problema (en Abü’l-Barakát, en Avicena, en Averroes), en la medida en que el estatuto de la individualidad espiritual viene determinado por esa misma solución. El ministerio de Khezr, como guía personal invisible, liberado y liberador de todas las servidumbres legalistas y magisteriales, armoniza con la solución intuida por Abü’l-Barakát y por Sohravardí, en la persona de la Naturaleza Perfecta, de la misma forma que para Avicena el «Khezr de tu ser» tomaba sin duda el nombre de Hayy ibn Yaqzán. El temor que el avicenismo latino suscitaba a los ortodoxos en occidente podría tal vez definirse como el miedo a tener que reconocer el ministerio individual de Khezr. La noética y la antropología avicenianas conducían a una exaltación de la idea del Ángel totalmente insólita para la escolástica ortodoxa, aunque, de hecho, ninguna correspondencia había entre las situaciones existenciales, las ideas y el lenguaje del avicenismo y de la escolástica. Este Ángel no es en modo alguno un simple mensajero que transmite órdenes, ni se ajusta tampoco a la idea común del «Ángel de la guarda», ni a la del Ángel a que se refiere el sunnismo cuando plantea la cuestión de su superioridad o inferioridad respecto al hombre. La cuestión es ésta: la forma bajo la que cada uno de los espirituales conoce a Dios es también la forma bajo la que Dios le conoce a él, porque es la forma bajo la cual Dios se revela a sí mismo en él. Para Ibn Arabi el Ángel representa la correlación esencial entre la forma de la teofanía y la forma de aquel a quien esa teofanía se muestra. Es la «parte asignada» a cada espiritual, su individualidad absoluta, el Nombre divino de que ésta se inviste. Es el teofanismo esencial; cada teofanía tiene la forma de una angelofanía, porque toda teofanía se manifiesta según esa correlación determinada; y esa determinación esencial, sin la cual el Ser divino se mantendría como el Desconocido y el Incognoscible, es el sentido del Ángel. Comprendido esto, la manera en que Ibn Arabi como discípulo de Khezr medita la filoxenia de Abraham (cf. infra, Primera parte, cap. 1, § 3), lleva hasta el centro de su teosofía y su experiencia mística, a un secreto que es también el del «peregrino querubínico» de Angelus Silesius: el significado que tiene para el místico alimentar al Ángel con su propia substancia.