Tipologia Bíblica — ISAQUE
VIDE: Ícones da Trindade
Isaque é o filho tão esperado de um casamento em sua plenitude, porém ainda sem frutos. Com a visita dos Três Anjos)) a Abraão prenuncia-se que Sara dará à luz um filho, o que ela duvida por sua idade avançada e de seu esposo. Isaque mesmo sendo este filho tão querido e talvez por esta mesma razão, torna-se uma prova de fé para Abraão que entende receber o comando de Deus de sacrificá-lo, sobre uma monte, uma rocha. Quando estava para cumprir a ordem que havia entendido, uma contraordem o orientou a sacrificar um animal em lugar de Isaque. Sobre este monte se erguerá o Templo de Salomão, e posteriormente depois de sua destruição e também, agora pelos romanos, do segundo templo erguido no mesmo lugar. Neste monte, adorado por judeus, cristãos e muçulmanos ergue-se hoje em dia o Domo da Rocha.
Um dos episódios ricos de simbolismo da história de Isaque é a busca por sua esposa e seu casamento com Rebeca, com quem teve Esaú e Jacó. Isaque representa aquele tipo que medeia a tradição entre Abraão e Jacó, que se chamará israel. Muito mais merece ser e será ainda dito aqui sobre este mediador entre os profetas que ainda se comunicavam diretamente com Deus.
Toshihiko Izutsu: Sonho Realidade
Sin embargo, incluso cuando un hombre dormido tiene un sueño verídico, éste se presenta siempre como una serie de imágenes sensibles. Y permanece desprovisto de significado a menos que sea «interpretado». Ibn Arabi ve un ejemplo típico de ello en la anécdota bíblica y coránica de Abraham a punto de sacrificar a su hijo.
Abraham vio en sueños un carnero de sacrificio en la imagen de su hijo Isaac (Isháq). En realidad, se trataba de un símbolo. El símbolo de la primera institución de un importante rito religioso, a saber, el de la inmolación de un animal en el altar. Y dado que el propio rito era, en el fondo, un símbolo del hombre que ofrece su alma en ((sacrificio, la visión de Abraham debía ser interpretada como forma fenoménica sensible de ese acontecimiento espiritual. Pero Abraham no lo «interpretó», y estuvo a punto de sacrificar a su hijo. He aquí la explicación que da Ibn Arabi de este caso:
Abraham, el Amigo (de Dios), dijo a su hijo: «Me he visto en sueños sacrificándote» (Corán XXXVII, 102). El sueño, en verdad, es materia perteneciente al plano de la imaginación. Sin embargo, él no interpretó (su sueño). Lo que vio en el sueño fue un carnero bajo la forma del hijo de Abraham. Y Abraham supuso que su visión era literalmente cierta (y estuvo a punto de sacrificar a Isaac). Pero el Señor lo salvó de la ilusión de Abraham mediante el Gran Sacrificio [[o sea el sacrificio de un carnero). Tal era la «interpretación» de Dios del sueño de Abraham, pero éste no lo sabía. No lo sabía porque toda manifestación de Dios bajo una forma sensible, en el plano de la imaginación, exige una clase distinta de conocimiento, el único que posibilita a un hombre la comprensión de lo que quiere decir Dios a través de esa forma particular…
De este modo, Dios llamó a Abraham y le dijo: «Oh, Abraham, has tomado la visión por realidad» (XXXVII, 104-105). Obsérvese que Dios no dijo: «Has captado la verdad imaginando que se trataba de tu hijo». (El misterio aquí señalado) surgió del hecho de que Abraham no había «interpretado» el sueño, sino que había tomado lo visto por verdad literal, cuando es menester «interpretan) todos los sueños… Si lo que imaginó hubiera sido verdad, habría sacrificado a su hijo. Se limitó a tomar por verdad esa visión y pensó que (Isaac, a quien vio en el sueño) era literalmente su propio hijo. En realidad, a través de la forma de su hijo, Dios no se refería sino al Gran Sacrificio.
De este modo, lo «salvó» (a Isaac) de lo que ocurrió en la mente de Abraham, si bien, en sí y a los ojos de Dios, no se trataba en absoluto de salvación.
Así (cuando Isaac fue «salvado») su sentido visual percibió un animal de sacrificio (un carnero) mientras su imaginación evocaba en su mente la imagen de su propio hijo. (Por esta correspondencia simbólica) habría interpretado que su visión correspondía a su hijo o a alguna otra cosa si hubiera visto un carnero en su imaginación (es decir, en su sueño, en lugar de ver a su hijo, como ocurrió en realidad). Entonces dijo Dios: «En verdad es ésta una prueba manifiesta» (XXXVII, 106), refiriéndose con ello a la prueba (que Dios impone a Abraham) respecto a su conocimiento; es decir, si sabía o no que la naturaleza misma de una visión requiere una «interpretación». Naturalmente, Abraham sabía que las cosas de la imaginación requieren «interpretación». Pero (en este caso en particular) omitió descuidadamente hacerlo. De este modo, no cumplió lo que se requería de él y se limitó a suponer que esa visión era una verdad literal.
Abraham era un profeta. Y un hombre que se encuentra en la altamente espiritual posición profética debe saber, en teoría, que un sueño verídico es símbolo de un acontecimiento perteneciente al plano de las realidades superiores. Sin embargo, Abraham olvidó «interpretar» su sueño. Siendo así los profetas, ¿cabe acaso esperar que los hombres corrientes «interpreten» correctamente sus sueños y visiones? Es totalmente natural, pues, que un hombre corriente no pueda ver que un suceso acontecido en lo que llamamos «realidad» simbolice un suceso correspondiente en el plano superior de las Imágenes.